“LA LEYENDA MIURA”
Complicada, dura y
áspera corrida del legendario hierro de Miura que pone las cosas muy difíciles
a la terna. Destacan Robleño y Castaño, junto a su cuadrilla.
Mucho
se ha hablado de la leyenda de Miura, una de las más arcaicas ganaderías que
quedan en la actualidad. En los últimos tiempos, con algunas excepciones, esa
leyenda muchas veces no se hacía patente en el ruedo. Me refiero a esos toros
de legendaria dureza y peligro que ponían en serios aprietos a todos aquellos
que se pusieran delante para intentar lidiarlos o matarlos. Por supuesto, la
divisa sevillana, en los últimos años también ha sorteado muchos ejemplares
duros y complejos, pero en general, podría decirse que el nivel de aspereza y
exigencia había decaído en favor de una mayor nobleza. Había algunos
"toristas" que decían que los "miuras" ya no eran los
mismos. Pero hoy, en Valencia, esa leyenda volvió a estar muy presente. Fue en
general un encierro muy complicado por la dureza y el poder de sus astados.
Ninguno abrió la boca en ningún momento ni dobló una mano a pesar de lo que se
le dio en varas. Fue una corrida de otro tiempo, de uno en el que el primer
tercio se imponía sobre el último. Por lo tanto, pese a que tuvo el interés de
que en todo momento el toro, el animal salvaje, estuvo presente, no fue una
buena corrida. Hubo de todo (como en la viña del Señor) y algunos dieron
algunas opciones, pero en general, los tres diestros lo tuvieron muy difícil. Y
es que, justo en el día en el que los "miuras" recordaban a sus ancestros
más difíciles, el viento, un fortísimo y molesto viento, también quiso tener
protagonismo en el coso de la Calle Xátiva. Más inoportuno...imposible.
De
la terna destacó en el segundo de la tarde Fernando Robleño. El joven, pero ya
veterano matador madrileño, regresaba a Valencia después de una temporada
pasada en la que se reivindicó como un torero que tiene mucho que decir,
especialmente en las denominadas corridas duras. Después de su gesta de 2012 en
Céret, donde estoqueó un encierro de José Escolar en solitario de forma
triunfal, Robleño pidió paso y seguro que esta temporada volverá a hacer lo
mismo. El segundo, un cárdeno (como todo el encierro) bien presentado salió de
chiqueros arrastrando en ocasiones los cuartos traseros. En vez de reponerse,
el astado comenzó a blandear alarmantemente dando señales de una posible
lesión. Aunque para algunos fue un error, el Presidente decidió devolver al
animal ante las protestas del público. Aunque regresó a toriles, hay que decir
que el de Miura, en el tiempo que permaneció en el ruedo, dio muestras de
bravura. En su lugar salió un sobrero de Valdefresno, de gran trapío y bella
estampa, muy en el tipo de su procedencia. Por lo tanto, se cambió de ganadería
y también de encaste: de Cabrera-Gallardo, a Atanasio-Lisardo. Salió frío (como
la tarde) el de Nicolás Fraile y siempre fue un poco a su aire. En la muleta
humilló y tuvo clase, pero siempre tuvo una marcada querencia hacia los
adentros. Aguantó poco y se acabó rajando. Robleño, muy dispuesto, anduvo inteligente
y profesional y consiguió algunos notables muletazos, ya cerca de tablas,
aprovechando la querencia de su oponente. Ahí llegaron los momentos más
notables del trasteo, junto a un esperanzador y buen inicio. La mansedumbre del
astado salmantino hizo que la faena no terminara de explotar. Tras dejar una
estocada desprendida que produjo derrame, el torero saludó una ovación tras
leve petición. Y si alguna posibilidad tuvo ante el segundo bis, ninguna tuvo
en el quinto. La famosa cita de "No hay quinto malo" no sólo no se
cumplió, sino que fue justamente lo contrario. Y es que el quinto fue una
auténtica prenda. Ya salió sin humillar, pero es que, en vez de mejorar, según
pasaban los minutos este defecto se fue acrecentando hasta llegar a convertirse
en insoportable. El serio "miura" se dedicó durante todos los tercios
a pegar derrotes secos a esclavinas y estaquillador y a sembrar el desconcierto
en el ruedo. Sin querer pasar nunca, fue negado para embestir. Malo como pocos
el pájaro...Y Robleño, el valiente Robleño, tan sólo pudo justificarse e
intentar quitarse de el medio al bicho. Para matarlo pasó un verdadero trago.
Cada vez que pasaba el espada para meter la mano, el toro echaba la cara y el
tercio delantero de su amplio cuerpo hacia arriba, impidiendo que entrara la
estocada. Después de varios pinchazos, espadazos y descabellos, así como dos
avisos, el durísimo ejemplar de la A con asas cayó inerte en la arena. Y todos
respiramos...
Cerraba
cartel otro joven veterano: Javier Castaño, una de las revelaciones y grandes
esperanzas de las últimas temporadas. Y, pese a no triunfar, el salmantino
mostró dignidad ante un lote que casi nada ofreció. Su primero, el tercero, no
humilló ni una sola vez. Ya en el recibo capotero mostró ese denominador común que
marcaría el resto de su lidia. En este tercer capítulo del festejo, por otro
lado, se vivieron algunos de los momentos más intensos de la tarde. Como
siempre, la cuadrilla de Castaño dio un auténtico y brillante espectáculo. Tito
Sandoval, a caballo, y David Adalid, con los palos. Ambos dieron una lección de
torería. El primero enseñó (como hizo ayer en la corrida de Adolfo) como se
monta a caballo, se dan los pechos al toro, y se tira el palo sobre el
morrillo. No cayó siempre perfecta la puya, pero la ejecución y la medida
fueron perfectas. Aunque muchos se esmeren en quitar importancia a esta suerte
fundamental, el run run en los tendidos y el clamor posterior evidenciaron que
los aficionados están siempre deseosos de un lucido y buen primer tercio. Y si
bueno fue ese primer tercio, no peor fue el segundo. David Adalid clavó con
gran pureza y torería, sobre todo, en el tercer par de banderillas. Él y su
compañero se desmonteraron muy merecidamente. Tras esto, Javier Castaño intentó
lo imposible: hacer humillar y embestir al de Miura, al igual que luchar contra
el verdadero huracán que había en el ruedo. Simplemente imposible dominar las
telas con semejante vendaval. Hubo muchos enganchones, pero debidos al defecto
que poseía la res de salir siempre con la cara alta desluciendo, por otra
parte, todo lo que se le intentara hacer. No lo vio claro con la espada, al
igual que en su segundo. El que cerró plaza tuvo más nobleza, pero tampoco
terminó de humillar y, además, no estuvo sobrado de transmisión. Unos se
pasaron de "chispa" y otros (por ejemplo, este) anduvieron escasos de
la misma. A pesar de ello, el diestro nacido en León, demostró mucha firmeza y
templanza. Logró algunos muletazos de suave trazo, colocándose de la forma
adecuada para conseguir extraer lo poco que llevaba dentro su enemigo. La tarde
estaba ya sentenciada, el ambiente era muy frío y, entre eso y el poco picante
del último ejemplar de la miurada, la cosa tampoco llegó a explotar. De todas
formas, quedó claro que Javier, como ya lo hizo el pasado fin de semana en
Castellón, tendrá mucho que decir esta campaña. Frente a los toques bruscos y
los recortes de muchos “especialistas” en este tipo de ganaderías, es
placentero observar a un espada que los trata con suavidad y los va embebiendo hasta
hacerse con ellos.
El
encargado de abrir cartel fue otro asiduo a esta ganadería: Rafaelillo. El
murciano, entregado como casi siempre, no llegó a acertar en todos los momentos
de su actuación. En el primero si que no pudo hacer otra cosa que intentar
escaparse de las feas intenciones del que rompió plaza. El serio y ofensivo
miura fue bravo en el caballo. Acudió de largo y empujó con codicia aunque, es
verdad, que en el último encuentro cabeceó un poco en el peto. Después, en la
muleta, se complicó muchísimo y fue imposible por el pitón derecho. No tenía ni
uno. Por el izquierdo Rafaelillo pudo robarle alguna que otra embestida
potable, todo ello con intensidad y emoción porque el animal no era nada tonto
y sabía donde estaba su presa. Enseñó la condición del toro y ya después se fue
a por la espada. Su labor en este fue silenciada, mientras que ovación con
saludos fue el resultado ante el cuarto. Principalmente, estas palmas llegaron
después de lo mejor que realizó el murciano en toda la tarde: la estocada al
que cerraba su lote. Es verdad que hubo derrame, pero la espada estaba arriba,
en la cruz. Este animal, al que se le propinaron tres puyazos durísimos, fue
también muy duro y no acusó en ningún momento el castigo al que había sido
sometido. El toro no tuvo un comportamiento regular. En ocasiones se quedó muy
corto, pero en otras tuvo la intención de humillar. La labor de Rafael no
llegó, posiblemente, a ser la acertada pues faltó una mayor despaciosidad en
los movimientos y sobraron, por el contrario, algunos toques bruscos y
recortes.
Después
de lo de hoy muchos, estoy seguro, volverán a enarbolar la bandera del
sacrificio de estas ganaderías y hablarán del hundimiento del “torismo”, para
ellos, un cuento chino de algunos aficionados pesimistas y agoreros que anhelan
un pasado que no debería volver. Pero, como de costumbre, yo navegaré a
contracorriente para decir que en la fiesta, una Tauromaquia que debe ser rica
en variedad y emoción, también son importantes este tipo de corridas,
principalmente porque son distintas y no dejan indiferente a nadie. Tan
importante y necesario es el toro bueno, como el malo, siempre que tenga casta.
Algunos hoy la tuvieron y otros no, pero esa dureza que demostraron sirvió
también para elevar la heroicidad de esos pequeños hombres que son capaces de
ponerse un traje de luces y, con un pequeño trapo, hacerles frente. El toreo ha
sido siempre dureza y, en mi modesta opinión, lo debe seguir siendo.
5ª
Feria de Fallas 2013. Con un tercio de entrada, se lidiaron 5 toros de Miura y 1, el 2º bis, de Valdefresno, desiguales de
presentación, aunque la mayoría serios y en el tipo de la ganadería. De juego
desigual, predominaron los complicados, duros y difíciles. Algunos bravos en
el caballo, otros se rajaron.
Rafaelillo: silencio y saludos
Fernando Robleño: saludos tras aviso y silencio tras dos avisos
Javier Castaño: silencio en ambos
Destacó
la gran actuación de la cuadrilla de Javier Castaño.
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