AGUILAR Y UN
DECEPCIONANTE REGRESO
El madrileño Alberto Aguilar corta una oreja de peso y firma
lo más destacado de la tarde y de la
Feria del Arte y la Cultura. Decepcionante
vuelta a Madrid de Victorino Martín que sólo sortea un notable astado. Irregular
Ferrera y Urdiales, sin opción.
Todos
esperábamos con enorme interés e ilusión la vuelta a Madrid de una de las
ganaderías emblemáticas del campo bravo. Además, el hierro de Victorino Martín
regresaba a “su” plaza de Las Ventas, al coso que le ha dado todo y por el que
es Historia viva de la fiesta. Y había un componente añadido en el regreso del
ganadero de Galapagar: la orfandad de casta y emoción en el conjunto de la
afición madrileña. Después de semanas en las que por el ruedo del coso venteño
han desfilado decenas y decenas de astados vacíos de casta y bravura, todos
confiábamos en que Victorino regresara por todo lo alto y lidiara una corrida
marca de la casa. Pero no fue así. Parece que la divisa azul y encarnada va
perdiendo poco a poco alguna de las señas de identidad que siempre tuvo. Lo que
le faltó al encierro por encima de todo fue emoción, chispa, transmisión. Hubo
casta, sí, pero tampoco desbordante. No salió ninguna de las típicas alimañas
de Victorino ni tampoco el gran toro completo en todos los tercios. El que más
se acercó fue el buen tercero que, con sus complicaciones, dio un gran juego.
Pero hubo animales que si les quitan el hierro y su capa cárdena habrían pasado
por cualquiera de las “comerciales”.
Pero
la tarde trajo una sorpresa más allá de la decepcionante vuelta de Victorino. Y
ese nombre fue el de Alberto Aguilar. El madrileño había apuntado en las
últimas temporadas el ser un matador joven con hambre, ambición y mucho valor.
Pero esta tarde ha demostrado mucho más. La corrida no terminaba de despegar
cuando salió el tercero de la tarde, un bonito ejemplar de Victorino, muy en el
tipo de la casa, aunque un poco chico. Tenía pocos kilos sobre sus lomos y hubo
sector del público que lo protestó. Pero el toro, al contrario que varios de
sus hermanos como el sexto, si presentaba una estampa típica de Victorino. Y
sus buenas hechuras y noble expresión no fallaron. Cumplió en el caballo y
después en la muleta embistió con mucha transmisión y humillando mucho. Se iba
siempre detrás de los vuelos de la muleta “Poeta”, aunque se quedaba debajo al
segundo o tercer muletazo. Tuvo clase el toro y su matador lo supo aprovechar.
Alberto Aguilar se puso desde el principio en el sitio. Se cruzó durante toda
la faena y, muy asentado, logró varios muletazos de muy notable trazo,
templados y de mano baja. Corrió muy bien la mano y encontró el secreto que
pedía el “victorino” en algunos momentos. Por lo mucho que reponía, el astado
pedía que se le perdiera siempre uno o un par de pasos y volverle a dejar en la
cara la muleta. Cuando Aguilar lo hizo, lo enganchó mejor y el animal regaló
sus mejores embestidas. Destacaron, por encima de todo, dos naturales realmente
buenos. Tras dejar una buena estocada, solo unos centímetros desprendida, cortó
la oreja más rotunda de este invento llamado Feria del Arte y la Cultura. El noble, pero no
tonto, toro de Victorino fue arrastrado entre una ovación. El sexto también fue
protestado de salida. Se tapaba por la cara y además no tenía el tipo de
“victorino”. Parecía que no terminaría de forma lucida la tarde, pero Alberto
Aguilar volvió a apostar y entonces llegaron los mejores naturales de toda la
tarde y la feria. Tardó en cogerle el aire al toro el madrileño, pero cuando
comenzó a dejarle muerta la franela en la cara y a citarle con leves toques, el
de la A coronada
embistió con buen tranco y transmisión. Alberto, entregado y con el compás
abierto, corrió la mano con gran templanza y consiguió naturales de gran
profundidad y bello trazo. Por fin demostró este joven diestro curtido en mil
batallas que sabe torear y muy bien. La plaza estaba caliente y si llega a
matarlo de una buena estocada a la primera, quizás habría abierto la puerta
grande, pero tras dejar un pinchazo hondo, falló con el verduguillo y perdió el
posible trofeo. Como premio: una vuelta al ruedo.
Abría
cartel el extremeño Antonio Ferrera, un habitual ya de las corridas de
Victorino. Destacó Ferrera toda la tarde con el capote y a la hora de lidiar a
sus toros. Los llevó con temple y sin tirones y los lució en el caballo
poniéndoles muy de largo. El primero se hizo el remolón y fue tardo a la hora
de acudir al peto, pero después se arrancó con alegría y tomó dos buenas varas.
A la muleta llegó este con una gran virtud: la humillación. Siempre fue con el
hocico por el suelo y también tuvo mucha nobleza. Demasiada nobleza. Al de
Victorino le faltó más transmisión y emoción en el viaje y estaba descafeinado
en exceso. Ferrera bajó bastante la mano y por momentos anduvo templado.
Demostró oficio pero su trasteo no terminó de despegar y antes de dejar una
estocada, pinchó dos veces. El cuarto fue un animal interesante, que tuvo casta
y poder y posibilidades por el pitón izquierdo. Eso sí, tuvo la faena y los
pases justos. Cuando se terminaron las quince embestidas que tuvo, sacó su
“inteligencia” y se puso mucho más complicado. Antonio Ferrera, casi siempre al
hilo, no terminó de entenderlo y se pasó de faena. Horrible con el estoque con
cinco pinchazos y un bajonazo.
Diego
Urdiales no tuvo la más mínima opción de lucimiento. Continúa sin suerte el
torero de Arnedo en una temporada vital para él. Su primero, el segundo, fue el
peor de todos. Muy deslucido, no tuvo nada de clase ni gracia el ejemplar de
origen Saltillo-Albaserrada. Siempre salió con la cara arriba desluciendo los
muletazos del matador riojano. El quinto fue el ejemplo de lo que no debe ser
un toro de Victorino: noble hasta extremos insospechados. Tuvo una bondad
inusitada y pareció cualquier borrega procedente de la ganadería más
descastada. Urdiales lo intentó, pero no pudo hacer nada destacable.
3ª
Feria del Arte y
Antonio Ferrera: palmas tras aviso y leves pitos
Diego Urdiales: silencio tras aviso en ambos
Alberto Aguilar: oreja y vuelta
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