UN CORTIJILLO DE
MANSOS
Decepcionante y manso encierro del hierro del Cortijillo y
de Lozano Hermanos en el festejo que abrió la Feria de San Isidro 2012. La terna se estrella
con la condición de sus oponentes y solo pueden mostrar su disposición.
Para
abrir el ciclo taurino más importante del mundo, este año se anunciaba una
corrida con el hierro del Cortijillo, propiedad de la familia Lozano y, a pesar
de los buenos antecedentes dejados por esta ganadería en Madrid y de las buenas
hechuras de la corrida presentada, el comportamiento del encierro de la divisa
toledana fue absolutamente manso y decepcionante. Toda la corrida tuvo el mismo
defecto: una absoluta mansedumbre tanto en los primeros tercios, como en la
muleta. Es verdad que tuvo la virtud común de la nobleza, pero los que menos
acusaron su condición mansa y más quisieron embestir, más parados se quedaron y
más sosas y descastadas fueron sus embestidas. Los tres matadores que se
anunciaban para abrir el ciclo isidril tan sólo pudieron dejar constancia de su
voluntad y ganas de agradar.
LEANDRO
El
tercero de la tarde fue un precioso ejemplar colorado, muy en el tipo de la
ganadería que, aunque salió suelto y frió de chiqueros como sus hermanos,
después apuntó buenas cosas en los primeros compases de la faena de Leandro.
Comenzó éste muy torero doblándose con él y el del Cortijillo mostró nobleza y
clase en sus embestidas, pero al mismo tiempo no demasiado recorrido. Y este
signo negativo se confirmó poco después, sobre todo, por el pitón izquierdo. El
de los Lozano parecía que no tenía un pase por este pitón, aunque Leandro
consiguió sacarle alguno. Una pena que el toro no terminara de romper, ya que
empezó muy bien el de Valladolid, volviendo a dejar constancia del buen
concepto que posee y que maneja las telas con gusto y armonía. Además, anduvo
bien colocado y, en ocasiones, cargando la suerte, algo que hoy en día está en
peligro de extinción. El talón de Aquiles de este torero ha sido siempre, sin
duda, la espada y, de nuevo, lo volvió a demostrar en su vuelta a Las Ventas.
Se tira muy desconfiado y pincha en los bajos y así no se puede triunfar. El quinto fue un animal más feo de hechuras
que hizo más de lo mismo en los primeros compases de la lidia: salir muy suelto
y huidizo de los capotes y refugiarse en terrenos de chiqueros. Quizás, este
ejemplar fue de los peores de la corrida ya que a su mansa condición se sumó su
desquiciante forma de salir de los muletazos, completamente distraído y con la
cara alta. Deslució muchísimo la labor muletero de Leandro y además fue muy
soso y de nula transmisión. En este su segundo turno, el diestro se alivió más
y firmó un trasteo largo que nunca llegó a los tendidos.
ANTONIO NAZARÉ
El
sevillano Antonio Nazaré fue el encargado de abrir San Isidro debido a que por
su confirmación de alternativa le correspondió el astado que abrió plaza y
feria. “Chaqueta” se llamó el toro de la confirmación, un animal de perfectas
hechuras, bajo de agujas y serio y astifino por delante. Pero “Chaqueta” tuvo
más fachada que otra cosa, ya que en el último tercio empezó a apuntar lo que
sería el signo común de toda la corrida. No fue el más manso y aguantó el
inicio de faena a duras penas, aunque finalmente se rajó. Este, al menos, tuvo
cierto recorrido y emoción en las embestidas. El sevillano, que volvía a Madrid
tras su notable paso por la
Feria de Abril de su ciudad, mostró mucha disposición y
ganas, pero no acertó en el concepto. Con la diestra anduvo siempre muy al hilo
del pitón y con la pierna muy retrasada. Rozó lo antiestético y parte del
público de Madrid se lo recriminó. Con la zurda llegaron los muletazos más
estimables, arrastrando mucho la muleta. Tras un pinchazo, tumbó al del hierro
del ancla con un infame bajonazo. El que cerró plaza fue un cinqueño (como casi
toda la corrida) más grandón que tuvo mucha bondad, pero que se paró muy pronto
y se convirtió en todo un marmolillo. Quizás, lo mucho que sangró tras sus encuentros
con el caballo influyó en su posterior comportamiento. Poco o nada pudo hacer
un Nazaré que alargó mucho la faena y fue apremiado para que finiquitara al
último de la soporífera tarde.
MIGUEL ABELLÁN
El
madrileño Miguel Abellán fue el encargado de cederle los trastos al confirmante
y por lo tanto de ser el padrino y también el director de lidia. El veterano
matador, vestido de su ya tradicional y típico terno blanco y plata, dejó
constancia de su oficio, pero no pudo brillar en la primera de sus dos tardes
en el serial venteño. El segundo, más justito por delante, dio alguna opción
más que sus hermanos, pero la falta de transmisión que padeció hizo que tampoco
calara en el público el trasteo de su matador. Quizás Abellán se equivocó al
acortar muy rápidamente distancias y ejecutar una labor muy encimista que ahogó
aún más la dulce pero aburrida embestida del “cortijillo”. El que cerró su
lote, el cuarto, fue un manso de libro que cantó la gallina muy pronto y que
siempre quiso desentenderse de todo lo que ocurría en el ruedo. Embistió con
poder el armado y fino ejemplar de los Lozano, dado que nunca se entregó ni
empleó. Abellán lo intentó sujetar muy pegado a tablas y en la misma puerta de
chiqueros, pero ni por esas quiso el “bravo” embestir.
Al
menos, la corrida que abrió San Isidro hizo sacar la siguiente lectura positiva
a los pacientes y fieles aficionados de Las Ventas: “hasta mañana que seguro
que será mejor porque peor es imposible”.
1ª
de
Miguel Abellán: silencio en ambos
Leandro: silencio tras aviso en ambos
Antonio Nazaré (que confirmaba alternativa): silencio y silencio
El
subalterno de Leandro, Miguel Martín, se desmonteró tras parear al 3º.
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