EL PETARDO CONTINÚA
Otra tarde de desastre ganadero esta vez protagonizado por
la divisa de Núñez del Cuvillo que lidia un encierro mal presentado, flojo y
descastado del que sólo se salva el cuarto. Castella pincha la oreja con la
espada y mediocres actuaciones de Luque y Silveti.
Lo
pareció entonces, pero pasan los días y se reafirma la idea de que la corrida
de Alcurrucén lidiada el pasado martes fue un oasis en el desierto. Un oasis
entre tanta vulgaridad y mediocridad. La Feria de San Isidro de este año prosigue en su
camino de llegar a convertirse en la peor de la Historia. Porque
verdaderamente es muy difícil superar un nivel tan paupérrimo como el de este
año. Y es que si ayer fue Juan Pedro Domecq, hoy ha sido el turno de Núñez del
Cuvillo. Pero no el turno de lucirse y dejar bien alto el nombre de la
ganadería en el ruedo de Las Ventas, nada más lejos de la realidad. Ha sido el
turno de lidiar una corrida mal presentada, indecente de la primera plaza del
mundo y que, por otra parte, ha sido un auténtico horror en cuanto al juego.
Muchos dirán que el cuarto de la tarde fue un gran toro, que salvó el honor de
la vacada y la tarde, pero yo no me conformo con tan poco. Y creo que los
aficionados tampoco deben hacerlo. El segundo del lote de Castella fue un
ejemplar aceptable, pero entre tanta vulgaridad y mediocridad, pareció un toro
de bandera. Pero si lo de Cuvillo clama al cielo no es sólo por la “corrida”
lidiada en la tarde de hoy, sino porque lo hace por segundo año consecutivo. El
pasado San Isidro se lidiaron dos corridas del hierro gaditano y a cada cuál
peor. Este año también tendremos doble ración y si esta ha sido la primera,
mejor no imaginar como será la segunda, la tarde de la Beneficencia. Si
no quieres una, toma dos tazas. Eso pensarán empresario y ganadero.
Pero
la tarde no sólo fue para olvidar en el aspecto ganadero, pues los de luces
tampoco tuvieron su tarde. Eso sí, a excepción de Castella. El francés
comparecía por segunda vez en la feria, después de que el pasado martes
continuara convaleciente y no pudiera hacer el paseíllo. Y volvió Sebastián
para terminar lo que empezó y volver a firmar lo más destacado de toda la
tarde. Gran mérito el volver a vestirse de luces como si nada después de tan
sólo una semana desde su percance en este mismo ruedo. El segundo tardó poco en
volver a los corrales. Impresentable e inválido el de Cuvillo y en su lugar un
sobrero de Carmen Segovia al que tampoco le sobraba el trapío. Tras un ajustado
quite por chicuelinas del propio matador, el astado llegó a la muleta con tanta
nobleza como sosería. Descastado y deslucido y delante un Castella tranquilo,
despejado de ideas y asentado que decidió abreviar acertadamente entre las
protestas y los “miaus” de algunos aficionados. Estocada caída y silencio. La tarde
parecía encaminada al olvido más absoluto y en ese momento apareció el único
“cuvillo” aceptable. Correcto de presentación el castaño de Álvaro Núñez
Benjumea y su padre que a la postre sería el mejor del encierro. Claro está que
eso de ser el mejor era lo más fácil del mundo en comparación con sus
indeseables hermanos. En el caballo no hizo gran cosa y, como al conjunto de la
corrida, no se le pegó nada. Es lo que tiene el toro moderno, que no se
selecciona ya ni siquiera para cumplir con los del castoreño. Comenzó con su
tradicional y repetitivo pase cambiado por la espalda para después instrumentar
una faena que tuvo sus cotas más altas con la diestra. Del trasteo del de
Beziérs destacó el mando con el que condujo las embestidas de su oponente. Muy asentado
y firme, intentó alargar mucho los muletazos y que el toro no le tocara la
franela. En ocasiones anduvo con más ajuste y en otras con menos, pero al menos
consiguió despertar de la siesta a gran parte del respetable. “Fusilero” que
así se llamaba el cuarto, tuvo nobleza y cierta transmisión, pero nunca terminó
de embestir con el hocico por el suelo ni emocionar. Tuvo duración y al fin y
al cabo fue un toro medio en una pésima corrida. Tras el arrimón final, a
Castella se le fue la mano a los bajos en las dos ocasiones que entró a matar y
perdió el trofeo que con fuerza había ganado.
Castella
salvó los muebles, cosa que no hicieron sus dos compañeros: Daniel Luque y
Diego Silveti. Al segundo se le puede llegar a perdonar ya que al fin y al cabo
era su primera tarde en Madrid y su carrera acaba de comenzar. Lo del primero
es más grave porque después de pasar sin pena ni gloria por Sevilla, Luque
llegó a la isidrada para hacer lo mismo. Anduvo mecánico y aburrido toda la
tarde y en el tercero fueron clamorosos los toques hacia fuera para despedirse
la embestida del animal. Un ejemplar que me ahorraré decir lo que parecía y que
aún estoy intentando averiguar como se les ocurrió aprobarlo por la mañana. Muy
ventajista toda la tarde el sevillano. Por su parte, Diego Silveti venía a
confirmar el doctorado y siendo verdad que la tarde no fue la más apropiada
para triunfar, también lo es que el torero de la famosa dinastía mexicana no
estuvo muy acertado. Con el humillador y muy flojo primero consiguió taparse,
cosa que no ocurrió en el que cerró plaza, un sobrero de Salvador Domecq que se
movió sin clase y con la cara muy alta. Silveti, perdiendo muchos pasos y sin
saber la colocación precisa para embarcar las embestidas, dejó la sensación de
que aún está muy verde y que no anda sobrado de valor. Con la espada, más de lo
mismo. Habrá que esperar.
15ª
Feria de San Isidro. Las Ventas. Se lidiaron 4 toros de Núñez del Cuvillo, mal presentados en líneas generales y de flojo
y descastado juego en general, salvándose solo el buen 4º, 1 de Carmen Segovia (2º bis), muy soso y
deslucido, y 1 de Salvador Domecq
(6º bis), que se movió sin clase.
Sebastián Castella: silencio y fuerte ovación con saludos tras dos
avisos y leve petición
Daniel Luque: silencio en ambos
Diego Silveti (que confirmaba alternativa): palmas y silencio
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