¿DÓNDE ESTÁ LA CASTA ?
Soporífero y repulsivo espectáculo marcado por la invalidez
y la falta de casta de la corrida de Montalvo. Tampoco los espadas brillaron en
otra tarde muy calurosa en la que quizás se superó el petardo del día anterior.
¿Dónde
está la casta?, esa es la pregunta que muchos aficionados nos hacemos tras
contemplar semejantes espectáculos dos días consecutivos. Si la mansedumbre del
encierro de El Cortijillo marcó la corrida que abrió la Feria de San Isidro 2012, la
flojedad y el descaste fueron las protagonistas en el encierro de la divisa
salmantina de Montalvo. Parecía imposible superar el pésimo listón dejado en la
primera de feria, pero una vez más se confirmó que los imposibles no existen,
sobre todo, en los toros.
Muy
pocos sacarán la siguiente conclusión tras el nefasto comienzo del ciclo
taurino más importante del mundo: la cabaña brava española sufre una profunda
crisis en las que durante tantos años fueron sus bases: la casta, el poder y la
bravura. En un momento como el actual en el que los ataques antis son cada vez
más reiterados y agresivos, lo peor que le puede pasar a nuestra querida fiesta
de los toros es el espectáculo ofrecido en los dos primeros festejos de San
Isidro. Pero incluso ha sido peor lo de Montalvo al llegar al punto de que un
toro “bravo” se eche en mitad de la faena ante la impotencia de los de luces y
la desolación y enfado de los aficionados. Así señores no se crea afición, todo
lo contrario, se destruye. Y quizás sea más importante preocuparse de esto y no
tanto de otras secundarias como los derechos de imagen o los honorarios a
cobrar por las denominadas figuras del toreo...¿no?
Con
un sol abrasador y una crisis económica cada vez más agudizada, casi
veinticuatro mil personas acuden cada día a la Monumental de Las
Ventas a ilusionarse, a contemplar un espectáculo, un arte distinto a los
demás, en los que la verdad está siempre presente. Pero se acude a la plaza
para ver a astados fuertes, bravos y encastados y no a animales que casi no se
pueden mantener en pie ni pueden con su alma. Cuando esto ocurre, se pasa del
miedo a la pena y si un toro bravo nos llega a dar pena, entonces estamos
perdidos.
La
segunda del ciclo isidril comenzó con la bochornosa y reprobable actuación del
señor que debe defender al aficionado: el presidente del festejo. El señor
Julio Martínez volvió a hacer de las suyas y se erigió en protagonista al
negarse a devolver a un inválido de libro. Salió ya de chiqueros el de Montalvo
blandeando y poco después se confirmó su invalidez y quedó demostrado que el
del hierro charro no podía ni con la penca del rabo. A pesar de que fueron
varios los derrumbes del toro, el señor Martínez dio toda una muestra de su
afición y lo mantuvo en el ruedo. Flaco favor a la cabreada e indignada afición
(fueron un auténtico clamor las protestas) y flaco favor también al confirmante
Esaú Fernández que vio aniquilada cualquier opción de triunfo ante semejante
animal moribundo. En Madrid todos sabemos que es completamente imposible firmar
nada lucido con un oponente inválido, no sólo por el astado en sí, sino por la
oposición justificada del público. El sevillano lo intentó por ambos pitones
entre las protestas del respetable y fue obligado a abreviar y tras
pasaportarlo escuchó silencio. Y silencio también fue el resultado ante su
segundo, el ejemplar que cerró plaza. Éste fue un colorado que tuvo nobleza,
pero que fue un completo ejemplo de ausencia de casta y gran cantidad de
sosería y flojedad. Además, fue muy deslucido pues salió siempre con la cara
alta y desentendiéndose de la pelea. El joven sevillano también dejó mucho que
desear pues firmó un trasteo largo, que no dijo nada y en el que la clase y la
colocación brillaron por su ausencia. A sus dos ejemplares los recibió a
portagayola, un detalle a destacar.
De
lo mejor del insoportable festejo fue el recibo capotero de David Mora a su
primero, el tercero de la tarde. Fue con varias verónicas como saludó al
ejemplar de la divisa azul y oro, dos de ellas magníficas, cargando la suerte y
embarcando la embestida de principio a fin. Después de provocar el olé entre
los espectadores, a Mora se le ocurrió introducir varias chicuelinas que le
quitaron gran parte del encanto a su templada y lucida labor con el percal.
Gracias a Dios, lo enmendó con una soberbia media verónica de remate. A partir
de ahí poco más. Este tercero tuvo nobleza, pero su falta de fuerzas hizo que
se defendiera constantemente, embistiendo rebrincado desluciendo cuánto se le
intentaba hacer. Mora destacó por su buena actitud y disposición, pero no tuvo
opción. Eso sí, se quitó del medio a su antagonista con una estocada baja que
en el quinto se convirtió en todo un bajonazo indecente. En Madrid hay que
tener mucho cuidado con estas cosas y se debe exigir que los toros se maten
limpiamente y por arriba. El quinto, un serio y muy bien hecho ejemplar de Juan
Ignacio Pérez-Tabernero, generó algunas esperanzas entre los más optimistas ya
que fue el único que tuvo algo. Poco, pero algo. Duró tres series “Dinamitero”
y en ellas embistió humillando y con recorrido. Desgraciadamente la mansedumbre
pudo a la casta y el manso acabó rajándose y negándose a embestir. El toledano
no terminó de acoplarse con su oponente en el comienzo de faena y, por ello, la
faena no despegó ni al principio ni al final.
Abría
cartel el madrileño Uceda Leal que firmó uno de los pocos momentos destacados y
destacables. Antológico volapié el que consiguió ante su primero tanto en la
forma en la que ejecutó la suerte, como en la colocación y efecto de la misma.
El segundo fue un noble sobrero de Yerbabuena que embistió mucho, pero sin
ninguna transmisión ni emoción. El que hizo cuarto, fue más de lo mismo: otro
animal noble pero flojo y completamente descastado. Una birria. José Ignacio se
justificó en ambos y durante toda la tarde anduvo aseado y sin apreturas. Al
menos, él es elegante.
2ª
Feria de San Isidro. Con más de tres cuartos de entrada, se lidiaron 5 toros
de Montalvo y 1 (2º bis) de Yerbabuena, correctos de presentación
en líneas generales aunque algunos, como el devuelto 2º muy justos de remate.
Nobles pero inválidos y descastados. El único que dio leves opciones fue el
5º.
Uceda Leal: saludos y silencio
David Mora: silencio y silencio
Esaú Fernández: silencio en ambos
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