"¿CÓMO ERA EL DICHO? ¡AH!, SÍ, “CUANDO HAY TOROS…NO HAY TOREROS”
La terna de figuras, en líneas generales, por debajo de una
estimable corrida de Núñez del Cuvillo que no terminó de ser aprovechada. Tan
sólo detalles de Talavante y Castella, mientras que Paquirri queda en
evidencia.
La vida es así. No siempre se puede tener todo.
Desgraciadamente, pocas veces se da la conjunción perfecta de elementos para
que todo salga según el guión establecido o deseable. Me podría estar
refiriendo a cualquier cosa, pero, sí, esta introducción es el principio de la
crónica del séptimo festejo de la feria taurina de Albacete. Pocas veces un
buen toro se encuentra con un buen torero. O, para ser menos duro, no muchas
veces las cualidades de un estimable animal son completamente aprovechadas por
un buen matador. En la corrida de ayer pasó algo de esto. Sin ser una gran
corrida, el encierro de Núñez del Cuvillo aprobó sobradamente en su paso por
Albacete y ofreció grandes posibilidades de triunfo. ¿Y por qué no se cortaron
más orejas o no se vio apenas toreo del bueno? Pues la respuesta ya se la
pueden imaginar: porque la terna de “figuras” no estuvo a la altura. Según se
iba desarrollando el espectáculo por mi mente sobrevolaban los nombres de
algunos toreros a los que me hubiera gustado ver con una corrida que no se
comió a nadie y que sirvió para el disfrute del torero y, por momentos, del
aficionado. Es así, en la vida no se puede tener todo…
En general, y salvo el tercero que estuvo más justito, la
corrida reseñada de Núñez del Cuvillo lució una buena presentación. Es verdad
que algún astado anduvo justito de remate por detrás, pero la mayoría tuvo
buenas hechuras y seriedad por delante. Muy difícil (por no decir imposible)
ver hoy en día a las llamadas figuras del toreo matando una corrida así en una
plaza de segunda. Es más, ya les gustaría a muchas de primera que en los días
del “clavel” aparecieran por los chiqueros ejemplares de tan digna estampa. Por
supuesto que no fue una gran corrida en cuanto al trapío, fue normal, pero
visto lo visto…la de Cuvillo fue más que aceptable. Variada de capa, además
lucieron astifinas defensas. Todo un logro teniendo en cuenta lo que les gusta
el serrucho a los mandones del toreo. En cuanto a lo que llevaron dentro, hubo
de todo. Destacó el lote de Alejandro Talavante, que incluyó al buen y completo
tercero y al encastado sexto. Muy noble fue el de Paquirri y más desigual el de
Sebastián Castella. En general, un lote que superó el seis y rozó el notable.
Alejandro Talavante fue el único que logró tocar pelo. A
pesar de eso y de que a punto estuvo de salir en hombros, la actuación del
extremeño no fue para recordar. Mostró mucha disposición y actitud desde el
principio, pero no llegó a estar a la altura del buen lote que le correspondió en
suerte. Su primero, el tercero, fue un astado muy estrecho de sienes, con
expresión algo lavada, y falta de más remate por detrás. El de la divisa
blanca, verde y roja se vino arriba a lo largo de la lidia y terminó
embistiendo con prontitud y transmisión a la franela de su matador. Éste mostró
algunas virtudes en su toreo como la largura de los muletazos o la templanza de
los mismos, pero a su labor le faltó mayor ajuste y menos toreo lineal. Que
pena que a este torero también se le haya pegado el vicio de Manzanares de
retrasar y esconder la pierna que precisamente debería estar cargando la
suerte, exponiendo con más vedad. Por momentos bajó la mano y el toro le
respondió con nobleza y recorrido. A pesar de la poca verdad del trasteo,
Talavante conectó mucho con el público y a punto estuvo de cortar las dos
orejas. Por una vez, y sin que sirva de precedente, el presidente estuvo
acertado en conceder sólo una. La estocada, por cierto, fue buena y cayó arriba
aunque ligeramente trasera. El que cerró plaza fue ofensivo de verdad por
delante. Muy astifino, el de Álvaro Núñez Benjumea, era más abierto de pitones
y su encornadura recordó a la de los típicos atanasios de otro tiempo o a los
actuales de Dolores Aguirre. Muy en el Conde de la Corte por tanto. El astado,
al que se le picó muy poco, demostró castita en el tercio final y, por ende,
exigió al torero. Muy por debajo anduvo un Alejandro Talavante al que le tocó
la muleta en infinidad de ocasiones y que no terminó de asentarse. En algún
instante de la lidia se le vio incluso superado por la movilidad, no tonta ni
aborregada, de su enemigo. La espada le dejó sin el apéndice que le habría
terminado de abrir la puerta grande.
El francés Sebastián Castella cumplía su doblete en la feria
y tampoco terminó esta vez de convencer. Ante el segundo se le vio
completamente desdibujado y sin ambición. Es verdad que el sardo (no ensabanado
porque también tuvo pelos colorados o castaños en la cabeza) fue el garbanzo
negro de la corrida, pero eso no puede justificar la actitud que mostró el de
Beziers. El ejemplar en cuestión se movió pero con sosería y, en ocasiones, se
puso andarín y gazapón. Fue muy deslucido y Castella decidió abreviar ante las
protestas del respetable. Con el quinto la cosa cambió. Mucho más decidido, Sebastián
brindó al público desde el mismo centro del ruedo y comenzó la faena con su
clásico pase cambiado por la espalda. Ante este sí demostró mucho más
asentamiento y corrió bien la mano en un par de series de derechazos que le
hicieron reencontrase con la afición que tantas veces le ha visto triunfar. Por
ponerle un pero: demasiado toreo lineal el suyo. Este quinto, más alto de
agujas, dio muestras de lesión o de estar descoordinado en los primeros
tercios. Después, siempre quiso coger los vuelos de la muleta y colocó, con
clase, muy bien la cara. Aunque su debilidad fue menos manifiesta en este
tercio final, le faltó un punto de motor al astado. Tenía Castella la oreja
cortada y decidió pasaportar al cuarto toro de su feria en el mismo lugar donde
había comenzado el trasteo. En el momento exacto del encuentro, el animal
perdió las manos y el acero cayó en mal sitio. Volvió a entrar a matar y esta
vez sí logró su cometido. Tras el arrastre todo quedó en una ovación con
saludos.
De telonero actuó Francisco Rivera Ordóñez “Paquirri” que
dio la razón a todos los que pensábamos que no pintaba nada en la feria. Vulgar
y con todas las precauciones del mundo, nunca se confío y dejó escapar un lote
muy noble que en manos de otro habría sido de triunfo. En su primero fue
silenciado pero ese resultado se tornó en bronca en el cuarto tras insultar a
un aficionado y encararse con el público. Le molestó al “señor” oír verdades
del tendido…
Albacete,
7ª de abono. Con más de tres cuartos de entrada, se lidiaron 6 toros de Núñez del Cuvillo, correctamente
presentados, y de estimable juego en general. 1º noble; 2º deslucido; 3º de
buen juego; 4º muy noble; 5º de buena condición pero por momentos
descoordinado; 6º encastado.
Paquirri: silencio y pitos
Sebastián Castella: silencio y saludos tras aviso
Alejandro Talavante: oreja y silencio
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Foto: Víctor Zafrilla
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