miércoles, 13 de marzo de 2013

Crónica 5ª Feria de Fallas 2013

“LA LEYENDA MIURA”

Complicada, dura y áspera corrida del legendario hierro de Miura que pone las cosas muy difíciles a la terna. Destacan Robleño y Castaño, junto a su cuadrilla.


Mucho se ha hablado de la leyenda de Miura, una de las más arcaicas ganaderías que quedan en la actualidad. En los últimos tiempos, con algunas excepciones, esa leyenda muchas veces no se hacía patente en el ruedo. Me refiero a esos toros de legendaria dureza y peligro que ponían en serios aprietos a todos aquellos que se pusieran delante para intentar lidiarlos o matarlos. Por supuesto, la divisa sevillana, en los últimos años también ha sorteado muchos ejemplares duros y complejos, pero en general, podría decirse que el nivel de aspereza y exigencia había decaído en favor de una mayor nobleza. Había algunos "toristas" que decían que los "miuras" ya no eran los mismos. Pero hoy, en Valencia, esa leyenda volvió a estar muy presente. Fue en general un encierro muy complicado por la dureza y el poder de sus astados. Ninguno abrió la boca en ningún momento ni dobló una mano a pesar de lo que se le dio en varas. Fue una corrida de otro tiempo, de uno en el que el primer tercio se imponía sobre el último. Por lo tanto, pese a que tuvo el interés de que en todo momento el toro, el animal salvaje, estuvo presente, no fue una buena corrida. Hubo de todo (como en la viña del Señor) y algunos dieron algunas opciones, pero en general, los tres diestros lo tuvieron muy difícil. Y es que, justo en el día en el que los "miuras" recordaban a sus ancestros más difíciles, el viento, un fortísimo y molesto viento, también quiso tener protagonismo en el coso de la Calle Xátiva. Más inoportuno...imposible.

De la terna destacó en el segundo de la tarde Fernando Robleño. El joven, pero ya veterano matador madrileño, regresaba a Valencia después de una temporada pasada en la que se reivindicó como un torero que tiene mucho que decir, especialmente en las denominadas corridas duras. Después de su gesta de 2012 en Céret, donde estoqueó un encierro de José Escolar en solitario de forma triunfal, Robleño pidió paso y seguro que esta temporada volverá a hacer lo mismo. El segundo, un cárdeno (como todo el encierro) bien presentado salió de chiqueros arrastrando en ocasiones los cuartos traseros. En vez de reponerse, el astado comenzó a blandear alarmantemente dando señales de una posible lesión. Aunque para algunos fue un error, el Presidente decidió devolver al animal ante las protestas del público. Aunque regresó a toriles, hay que decir que el de Miura, en el tiempo que permaneció en el ruedo, dio muestras de bravura. En su lugar salió un sobrero de Valdefresno, de gran trapío y bella estampa, muy en el tipo de su procedencia. Por lo tanto, se cambió de ganadería y también de encaste: de Cabrera-Gallardo, a Atanasio-Lisardo. Salió frío (como la tarde) el de Nicolás Fraile y siempre fue un poco a su aire. En la muleta humilló y tuvo clase, pero siempre tuvo una marcada querencia hacia los adentros. Aguantó poco y se acabó rajando. Robleño, muy dispuesto, anduvo inteligente y profesional y consiguió algunos notables muletazos, ya cerca de tablas, aprovechando la querencia de su oponente. Ahí llegaron los momentos más notables del trasteo, junto a un esperanzador y buen inicio. La mansedumbre del astado salmantino hizo que la faena no terminara de explotar. Tras dejar una estocada desprendida que produjo derrame, el torero saludó una ovación tras leve petición. Y si alguna posibilidad tuvo ante el segundo bis, ninguna tuvo en el quinto. La famosa cita de "No hay quinto malo" no sólo no se cumplió, sino que fue justamente lo contrario. Y es que el quinto fue una auténtica prenda. Ya salió sin humillar, pero es que, en vez de mejorar, según pasaban los minutos este defecto se fue acrecentando hasta llegar a convertirse en insoportable. El serio "miura" se dedicó durante todos los tercios a pegar derrotes secos a esclavinas y estaquillador y a sembrar el desconcierto en el ruedo. Sin querer pasar nunca, fue negado para embestir. Malo como pocos el pájaro...Y Robleño, el valiente Robleño, tan sólo pudo justificarse e intentar quitarse de el medio al bicho. Para matarlo pasó un verdadero trago. Cada vez que pasaba el espada para meter la mano, el toro echaba la cara y el tercio delantero de su amplio cuerpo hacia arriba, impidiendo que entrara la estocada. Después de varios pinchazos, espadazos y descabellos, así como dos avisos, el durísimo ejemplar de la A con asas cayó inerte en la arena. Y todos respiramos...

Cerraba cartel otro joven veterano: Javier Castaño, una de las revelaciones y grandes esperanzas de las últimas temporadas. Y, pese a no triunfar, el salmantino mostró dignidad ante un lote que casi nada ofreció. Su primero, el tercero, no humilló ni una sola vez. Ya en el recibo capotero mostró ese denominador común que marcaría el resto de su lidia. En este tercer capítulo del festejo, por otro lado, se vivieron algunos de los momentos más intensos de la tarde. Como siempre, la cuadrilla de Castaño dio un auténtico y brillante espectáculo. Tito Sandoval, a caballo, y David Adalid, con los palos. Ambos dieron una lección de torería. El primero enseñó (como hizo ayer en la corrida de Adolfo) como se monta a caballo, se dan los pechos al toro, y se tira el palo sobre el morrillo. No cayó siempre perfecta la puya, pero la ejecución y la medida fueron perfectas. Aunque muchos se esmeren en quitar importancia a esta suerte fundamental, el run run en los tendidos y el clamor posterior evidenciaron que los aficionados están siempre deseosos de un lucido y buen primer tercio. Y si bueno fue ese primer tercio, no peor fue el segundo. David Adalid clavó con gran pureza y torería, sobre todo, en el tercer par de banderillas. Él y su compañero se desmonteraron muy merecidamente. Tras esto, Javier Castaño intentó lo imposible: hacer humillar y embestir al de Miura, al igual que luchar contra el verdadero huracán que había en el ruedo. Simplemente imposible dominar las telas con semejante vendaval. Hubo muchos enganchones, pero debidos al defecto que poseía la res de salir siempre con la cara alta desluciendo, por otra parte, todo lo que se le intentara hacer. No lo vio claro con la espada, al igual que en su segundo. El que cerró plaza tuvo más nobleza, pero tampoco terminó de humillar y, además, no estuvo sobrado de transmisión. Unos se pasaron de "chispa" y otros (por ejemplo, este) anduvieron escasos de la misma. A pesar de ello, el diestro nacido en León, demostró mucha firmeza y templanza. Logró algunos muletazos de suave trazo, colocándose de la forma adecuada para conseguir extraer lo poco que llevaba dentro su enemigo. La tarde estaba ya sentenciada, el ambiente era muy frío y, entre eso y el poco picante del último ejemplar de la miurada, la cosa tampoco llegó a explotar. De todas formas, quedó claro que Javier, como ya lo hizo el pasado fin de semana en Castellón, tendrá mucho que decir esta campaña. Frente a los toques bruscos y los recortes de muchos “especialistas” en este tipo de ganaderías, es placentero observar a un espada que los trata con suavidad y los va embebiendo hasta hacerse con ellos.

El encargado de abrir cartel fue otro asiduo a esta ganadería: Rafaelillo. El murciano, entregado como casi siempre, no llegó a acertar en todos los momentos de su actuación. En el primero si que no pudo hacer otra cosa que intentar escaparse de las feas intenciones del que rompió plaza. El serio y ofensivo miura fue bravo en el caballo. Acudió de largo y empujó con codicia aunque, es verdad, que en el último encuentro cabeceó un poco en el peto. Después, en la muleta, se complicó muchísimo y fue imposible por el pitón derecho. No tenía ni uno. Por el izquierdo Rafaelillo pudo robarle alguna que otra embestida potable, todo ello con intensidad y emoción porque el animal no era nada tonto y sabía donde estaba su presa. Enseñó la condición del toro y ya después se fue a por la espada. Su labor en este fue silenciada, mientras que ovación con saludos fue el resultado ante el cuarto. Principalmente, estas palmas llegaron después de lo mejor que realizó el murciano en toda la tarde: la estocada al que cerraba su lote. Es verdad que hubo derrame, pero la espada estaba arriba, en la cruz. Este animal, al que se le propinaron tres puyazos durísimos, fue también muy duro y no acusó en ningún momento el castigo al que había sido sometido. El toro no tuvo un comportamiento regular. En ocasiones se quedó muy corto, pero en otras tuvo la intención de humillar. La labor de Rafael no llegó, posiblemente, a ser la acertada pues faltó una mayor despaciosidad en los movimientos y sobraron, por el contrario, algunos toques bruscos y recortes.

Después de lo de hoy muchos, estoy seguro, volverán a enarbolar la bandera del sacrificio de estas ganaderías y hablarán del hundimiento del “torismo”, para ellos, un cuento chino de algunos aficionados pesimistas y agoreros que anhelan un pasado que no debería volver. Pero, como de costumbre, yo navegaré a contracorriente para decir que en la fiesta, una Tauromaquia que debe ser rica en variedad y emoción, también son importantes este tipo de corridas, principalmente porque son distintas y no dejan indiferente a nadie. Tan importante y necesario es el toro bueno, como el malo, siempre que tenga casta. Algunos hoy la tuvieron y otros no, pero esa dureza que demostraron sirvió también para elevar la heroicidad de esos pequeños hombres que son capaces de ponerse un traje de luces y, con un pequeño trapo, hacerles frente. El toreo ha sido siempre dureza y, en mi modesta opinión, lo debe seguir siendo.

5ª Feria de Fallas 2013. Con un tercio de entrada, se lidiaron 5 toros de Miura y 1, el 2º bis, de Valdefresno, desiguales de presentación, aunque la mayoría serios y en el tipo de la ganadería. De juego desigual, predominaron los complicados, duros y difíciles. Algunos bravos en el caballo, otros se rajaron.

Rafaelillo: silencio y saludos
Fernando Robleño: saludos tras aviso y silencio tras dos avisos
Javier Castaño: silencio en ambos

Destacó la gran actuación de la cuadrilla de Javier Castaño.

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