viernes, 15 de marzo de 2013

Crónica 7ª Feria de Fallas 2013

“SÓLO FANDIÑO”

A pesar de todos los elementos, gran tarde de Iván Fandiño que corta una oreja de peso. Decepcionante encierro de Fuente Ymbro, en presentación y juego. Juan Bautista y Matías Tejela no justifican su presencia en las Fallas.


Para mí una figura del toreo es aquel torero que, por sus grandes méritos y por unas características propias y diferentes, pasa a ser parte de la Historia de la Tauromaquia. Según esa definición, pocas han sido las grandes figuras que ha tenido el toreo a lo largo de sus más de dos siglos de Historia. Pepe-Hillo, Costillares, Paquiro, Joselito, Belmonte, Manolete, Camino, Ordóñez, El Viti…a todos se nos vienen a la mente esos nombres cuando hablamos de grandes figuras del toreo. En los últimos tiempos, Enrique Ponce, José Tomás o Morante también pasarán a engrosar esa lista de matadores. Pero, más allá de esa etiqueta que describía al principio, otras son las características que debe tener también una figura del toreo. Una de esas cosas es el compromiso. El compromiso con su profesión y con el aficionado. También el querer siempre ser el mejor, el primero. Es decir, una auténtica ambición. Y, por supuesto, demostrar que eres el mejor pero ante todo tipo de corridas y compañeros, realizando gestas y gestos de forma regular cada temporada. Según estas últimas características, Iván Fandiño sería una figura del toreo. Por supuesto aún no ha llegado a conseguir esos méritos de los que hablaba al principio de haber mandado en la fiesta y haber pasado a la Historia del toreo, pero en cuanto al compromiso, a la ambición, a los gestos y gestas…Fandiño es hoy en día una figura del toreo. Y lo es, además, por méritos propios y sin que nadie le haya regalado nada. Él se ha ganado todo a base de dar la cara con absoluta regularidad. Y esa regularidad y esos méritos son mayores que los que poseen muchas de las que hoy llamamos erróneamente figuras del toreo. Hoy, en Valencia, Iván Fandiño, volvió a demostrar todo esto.

Y es que el torero de Orduña fue el único que se consiguió salvar de la quema. Y no precisamente me estoy refiriendo a la quema de fallas y petardos… Fandiño, a pesar de todos los elementos que jugaron en su contra (el lote de toros de Fuente Ymbro que le correspondieron en suerte, principalmente), logró cortar una oreja y dejar grandes sensaciones. Su primero, el tercero, fue un castaño algo más serio que los dos animales que le precedieron y que fue completamente descastado, manso y negado a embestir. A pesar de ello, la firmeza y seguridad de Fandiño le hicieron llegar a meter la cabeza en la muleta a mitad del trasteo. Hubo dos series con la diestra realmente notables por el mando y el poder que demostró el torero y por su buena colocación. Si ayer destacaba Urdiales en ese aspecto, hoy lo hacía Iván Fandiño. Bajó mucho la mano y por momentos, aunque parecía imposible, consiguió el lucimiento. Tras dejar un estoconazo, cortó una oreja de esas que pesan y que marcan una feria. La tarde estaba lanzada para él y, a pesar del impresionante y emocionante saludo capotero al que cerraba plaza, Iván no pudo redondear su triunfo y abrir la puerta grande. Él, por supuesto, no tuvo la culpa. Tras ese recibo con el capote a la espalda, en el tercio, y por gaoneras, el ejemplar de Ricardo Gallardo empezó a mostrar signos de su mansedumbre y pocas ganas de embestir. Y en el tercio final no valió un duro. Completamente descastado, aburrido y huidizo, el ejemplar del hierro gaditano imposibilitó cualquier opción de su matador. Pese a intentarlo todo y volver a estar valiente y firme, Fandiño no pudo hacer otra cosa que matarlo.

El resto de lo acontecido en la séptima del abono fallero fue para olvidar. Por delante, en vez de uno, actuaron dos teloneros: Juan Bautista y Matías Tejela. Todos los aficionados ya preveían lo que podía pasar y…no se equivocaron. Estos dos diestros llevan engrosando los carteles de las ferias desde hace años sin prácticamente ni un mérito ni una muestra para seguir en ellos. Mientras que algunos esperan en casa una oportunidad o se tienen que conformar con las peores corridas o carteles, algunos otros como Bautista y Tejela, apoyados y sustentados por sus apoderados y “padrinos” continúan deambulando, ocupando huecos que otros necesitan de verdad. Abría la terna el francés que, en el primero, dio muestras de algún atisbo de disposición y frescura, comparando con lo que viene haciendo en los últimos tiempos. Por supuesto, fue un espejismo. Al primero lo recibió con un alegre saludo a la verónica que combinó con alguna chicuelina y varios remates. El que abrió plaza marcaría, sobre todo en cuanto a presentación, lo que serían sus hermanos. En general, la corrida enviada por Ricardo Gallardo a Valencia fue fea y anduvo muy en límite. Algunos de los ejemplares, como ese primero, no poseían la suficiente seriedad y el trapío que se debe exigir en una plaza de la máxima categoría. De otras divisas no nos habría extrañado, pero de Fuente Ymbro esperábamos, todos, otra cosa. En las últimas temporadas, uno de los puntos fuertes de esta vacada ha sido su intachable y seria presentación. Esperemos que esta no sea la tónica a seguir durante toda la temporada. El primero del lote de Bautista tuvo mucha nobleza y calidad, sí, pero muy escasa fortaleza. A pesar de que casi no se le picó, el animal siempre blandeó y, por ende, la emoción fue imposible. Hubo algún pasaje estimable en el trasteo del de Arles, pero nada del otro mundo. Tras un pinchazo y estocada, saludó una ovación tras petición. En el cuarto todo fue a peor ya que el toro, a la postre, fue el mejor del encierro. Sin ser un gran astado, éste tuvo algo más de transmisión, movilidad y exigencia. Tuvo el defecto de escarbar mucho y al final se puso molesto y ante él, Juan Bautista evidenció una apatía y falta de ambición total. Mal colocado, nada de lo que realizó en su labor será recordado.

Por su parte, Matías Tejela hizo lo de siempre, es decir, casi nada. El segundo fue una auténtica borrica que no se pareció en nada a esos fieros y encastados “fuenteymbros” de los que pudimos disfrutar en 2012 en España y Francia. El feo animal, flojo y descastado, embistió siempre con media lengua fuera y no transmitió nada. Tejela, mal colocado casi siempre, dio pases en exceso y su franela fue enganchada en infinidad de ocasiones. Tras el durísimo castigo que recibió en varas, el quinto de la tarde aguantó y se movió sin excesivo ritmo ni clase. Incómodo, el torero madrileño realizó un trasteo que fue recibido en el tendido con una absoluta indiferencia. En ambos turnos fue silenciado.

Tras la dimensión que ofreció Iván Fandiño en su paso por el ciclo valenciano, clama más al cielo el que haya quedado relegado a este cartel después de haber sido uno de los triunfadores del pasado año. En los próximos días llegarán muchas de las llamadas figuras del toreo actual, veremos cuántos demuestran la firmeza, compromiso, seguridad y pureza que hoy mostró ese torero que está llamado a ocupar la primera fila del toreo. Eso ocurrirá, claro, si le dejan…

7ª Feria de Fallas 2013. Con un tercio de entrada, se lidiaron 6 toros de Fuente Ymbro, desiguales de presentación aunque justitos y de feas hechuras y caras, y de escaso juego en general. El buen 1º no tuvo fuerza y el 4º fue el más interesante. En el resto predominó la mansedumbre y falta de casta.

Juan Bautista: saludos y silencio tras aviso
Matías Tejela: silencio en ambos
Iván Fandiño: oreja y ovación tras aviso

Se desmonteraron en el sexto los banderilleros Jarocho y Jesús Arruga.

Foto: Rullot

jueves, 14 de marzo de 2013

Crónica 6ª Feria de Fallas 2013

“UN PETARDO INESPERADO”

Decepcionante y mansa corrida de Alcurrucén que imposibilita el lucimiento y el entretenimiento en otra tarde de paupérrima entrada en los tendidos. Destaca la pureza de Diego Urdiales y el valor y las ganas de Jiménez Fortes. Pésima imagen de David Mora.


Los días grandes de las Fallas se acercan y, cada vez más, la ciudad se llena de turistas, visitantes y, como no, de olor a pólvora. Las calles están ya prácticamente listas y, día a día, aumentan las estruendosas explosiones de centenares y miles de petardos y cohetes que son verdaderamente el alma y la idiosincrasia de estas fiestas tan particulares y universales. Desgraciadamente hoy explotó un petardo inesperado y no positivo. Y tuvo lugar en la plaza de toros de la capital del Turia. Y ese petardo no fue otro que el juego de la corrida de Alcurrucén. Era una de las divisas más esperadas de la llamada Feria de los Encastes, y del ciclo fallero en general, pero la que el año pasado fuera una de las ganaderías triunfadoras de la temporada, tuvo un comienzo de 2013 bien distinto. Mansa, descastada, en algunas ocasiones, bronca y desclasada…la corrida de la familia Lozano fue tan desconcertante como inesperada. Nadie se podía imaginar que ni uno sólo de los seis ejemplares de procedencia Núñez que saltaron al ruedo fuera a resultar bravo y completo. Y ante semejante ganado, la terna pudo poco más que justificarse. A pesar de ello, contando con el mismo tipo de embestidas y con el factor viento, que volvió a molestar como en los días pasados, hubo notables diferencias entre los de luces.

Diego Urdiales abría cartel y fue uno de los dos destacados. Él lo fue, simple y llanamente, porque es de los pocos (de todo el escalafón) que aún intentan realizar el toreo puro. Es absolutamente placentero el encontrarse, entre tanto ventajista, a algún espada que se coloca bien, se pasa a los astados cerca, e intenta cargar la suerte. No siempre lo consiguió el riojano, pero por lo menos lo intentó y dejó muletazos de esa incuestionable pureza. El ejemplar que abrió plaza fue, como la mayoría de sus hermanos, un toro bastante feo, correcto de presentación, pero en el límite de una plaza de primera. Cortito de cuello, el de Alcurrucén empujó en el caballo pero sin celo ni convicción. Hubo competencia en el tercio de quites entre un David Mora que optó por valerosas gaoneras, y un Urdiales que eligió las chicuelinas. En la muleta, el riojano anduvo firme, inteligente y, como señalaba anteriormente, puro. Su oponente tuvo nobleza, pero también sosería y apenas clase. Urdiales saco todo lo posible que, por otra parte, no era mucho. Con la espada no estuvo acertado y ésta hizo guardia. El cuarto, de mejor presentación, tuvo una movilidad bronca y desclasada que se tornó en una evidente falta de casta. No fue agradecido el de la divisa celeste y negra y Diego Urdiales no pudo hacer más que justificarse en una labor que no tuvo nada reseñable. En ambos turnos fue silenciado.

Jiménez Fortes si logró que lo ovacionasen después de una actuación en la que quedaron patentes sus ganas de cara a ser uno de los protagonistas de esta nueva temporada. El salmantino podría haber cortado una oreja de su primero, el tercero, pero, al igual que a Urdiales, se le fue la mano y la estocada asomó por el costado de la res. Ese tercero fue un animal más fino de hechuras y excesivamente abrochado de cuerna, que dio un recital de mansedumbre desde que salió de chiqueros. Huidizo al principio y siempre saliendo suelto de los cites y la lidia, saltó al callejón en el segundo tercio. Algo muy pocas veces visto. En la muleta embistió con suficiencia porque su matador le obligó a ello. Con mucha firmeza y mano baja, Fortes tuvo la virtud de echarle muy adelante los vuelos de la franela para que el toro respondiera. En ocasiones enganchó su viaje con templanza y brotaron los pocos olés que se escucharon en toda la tarde. En algunas cosas demostró capacidad el joven diestro, pero también hubo otras que no fueron tan buenas. Por ejemplo, la mala colocación (con excesiva ventaja) que también llevó a cabo por momentos. Y, después, un apunte personal: sinceramente prefiero a ese Jiménez Fortes más vertical que no abre tanto el compás. Podrá ser menos poderoso, pero es más estético y puro. Ante este y el que cerró plaza mostró, pese a todo, un gran valor que aún tiene que depurarse. De todas formas, es también importante tener en cuenta que esta será su segunda temporada como matador de toros. En el sexto lo volvió a intentar poniendo mucha voluntad, pero la mansedumbre y falta de casta y transmisión del enemigo provocaron la indiferencia de un público, otra tarde más, ausente. Verdaderamente alarmante la escasez de aficionados tarde tras tarde en los tendidos del coso de la calle Xátiva.

Completaba el cartel David Mora que, a pesar de las ovaciones que saludó en ambos turnos, estuvo realmente mal. Un servidor tenía la esperanza de que el invierno le hubiera venido bien a un diestro que ya en la pasada temporada mostró signos ciertamente alarmantes. Desgraciadamente, el toledano sigue por una senda cada vez más vulgar y ventajista. Prácticamente nunca se colocó correctamente y siempre retrasó descaradamente la pierna sobre la que se debe cargar el peso de la figura. Es decir, la pierna que debe cargar la suerte. Además, volvió a ese toreo de figura agachada que es completamente antiestético y que ya puso de moda en 2012. El segundo de la tarde fue el animal de mayor nobleza y calidad de todo el encierro. Pero tanta clase y nobleza tuvo, como poca fuerza. Ya salió por la puerta de toriles blandeando y su fortaleza no mejoró según fueron pasando los minutos. No se le picó nada, pues cada vez que entró al caballo ni se le llegaron a meter las cuerdas en dos picotazos completamente insuficientes. Mucho se ha criticado a las corridas de Adolfo Martín y Miura que abrieron la Feria de los Encastes, pero al menos, esos encierros, demostraron, como mínimo, dureza y fortaleza para aguantar castigos muy fuertes por parte de los varilargueros. Como siempre, estamos ante una fiesta injusta y desequilibrada en la que a algunos animales se les da en el caballo sin piedad, mientras a otros se les cuida hasta el extremo. Del trasteo largo de Mora prácticamente no hubo nada para el recuerdo. Lo mismo ocurrió ante el quinto, un ejemplar menos suave que se movió pero sin clase y sin decir nada. Tampoco lo dijo su matador.

En definitiva, y a pesar de las feroces y apasionadas críticas de muchos, las corridas de Adolfo Martín y Miura sí consiguieron mantener en todo momento la atención en lo que ocurría en el ruedo. Algunos por su trapío, otros por su casta y bravura, o muchos por el peligro y las complicaciones que tuvieron, el caso es que dieron importancia a todo lo que sus matadores realizaron en la plaza de Valencia. Hoy, por el contrario, el aburrimiento sí que planeó sobre los asistentes…

6ª Feria de Fallas 2013. Con un cuarto de entrada, se lidiaron 6 toros de Alcurrucén, muy desiguales de presencia con algunos animales feos y en el límite, y de manso juego en general. Les faltó, además, a la mayoría clase en sus embestidas. El 2º, el de mayor nobleza y calidad.

Diego Urdiales: silencio tras aviso y silencio
David Mora: saludos tras aviso y saludos
Jiménez Fortes: saludos tras aviso y silencio

miércoles, 13 de marzo de 2013

Crónica 5ª Feria de Fallas 2013

“LA LEYENDA MIURA”

Complicada, dura y áspera corrida del legendario hierro de Miura que pone las cosas muy difíciles a la terna. Destacan Robleño y Castaño, junto a su cuadrilla.


Mucho se ha hablado de la leyenda de Miura, una de las más arcaicas ganaderías que quedan en la actualidad. En los últimos tiempos, con algunas excepciones, esa leyenda muchas veces no se hacía patente en el ruedo. Me refiero a esos toros de legendaria dureza y peligro que ponían en serios aprietos a todos aquellos que se pusieran delante para intentar lidiarlos o matarlos. Por supuesto, la divisa sevillana, en los últimos años también ha sorteado muchos ejemplares duros y complejos, pero en general, podría decirse que el nivel de aspereza y exigencia había decaído en favor de una mayor nobleza. Había algunos "toristas" que decían que los "miuras" ya no eran los mismos. Pero hoy, en Valencia, esa leyenda volvió a estar muy presente. Fue en general un encierro muy complicado por la dureza y el poder de sus astados. Ninguno abrió la boca en ningún momento ni dobló una mano a pesar de lo que se le dio en varas. Fue una corrida de otro tiempo, de uno en el que el primer tercio se imponía sobre el último. Por lo tanto, pese a que tuvo el interés de que en todo momento el toro, el animal salvaje, estuvo presente, no fue una buena corrida. Hubo de todo (como en la viña del Señor) y algunos dieron algunas opciones, pero en general, los tres diestros lo tuvieron muy difícil. Y es que, justo en el día en el que los "miuras" recordaban a sus ancestros más difíciles, el viento, un fortísimo y molesto viento, también quiso tener protagonismo en el coso de la Calle Xátiva. Más inoportuno...imposible.

De la terna destacó en el segundo de la tarde Fernando Robleño. El joven, pero ya veterano matador madrileño, regresaba a Valencia después de una temporada pasada en la que se reivindicó como un torero que tiene mucho que decir, especialmente en las denominadas corridas duras. Después de su gesta de 2012 en Céret, donde estoqueó un encierro de José Escolar en solitario de forma triunfal, Robleño pidió paso y seguro que esta temporada volverá a hacer lo mismo. El segundo, un cárdeno (como todo el encierro) bien presentado salió de chiqueros arrastrando en ocasiones los cuartos traseros. En vez de reponerse, el astado comenzó a blandear alarmantemente dando señales de una posible lesión. Aunque para algunos fue un error, el Presidente decidió devolver al animal ante las protestas del público. Aunque regresó a toriles, hay que decir que el de Miura, en el tiempo que permaneció en el ruedo, dio muestras de bravura. En su lugar salió un sobrero de Valdefresno, de gran trapío y bella estampa, muy en el tipo de su procedencia. Por lo tanto, se cambió de ganadería y también de encaste: de Cabrera-Gallardo, a Atanasio-Lisardo. Salió frío (como la tarde) el de Nicolás Fraile y siempre fue un poco a su aire. En la muleta humilló y tuvo clase, pero siempre tuvo una marcada querencia hacia los adentros. Aguantó poco y se acabó rajando. Robleño, muy dispuesto, anduvo inteligente y profesional y consiguió algunos notables muletazos, ya cerca de tablas, aprovechando la querencia de su oponente. Ahí llegaron los momentos más notables del trasteo, junto a un esperanzador y buen inicio. La mansedumbre del astado salmantino hizo que la faena no terminara de explotar. Tras dejar una estocada desprendida que produjo derrame, el torero saludó una ovación tras leve petición. Y si alguna posibilidad tuvo ante el segundo bis, ninguna tuvo en el quinto. La famosa cita de "No hay quinto malo" no sólo no se cumplió, sino que fue justamente lo contrario. Y es que el quinto fue una auténtica prenda. Ya salió sin humillar, pero es que, en vez de mejorar, según pasaban los minutos este defecto se fue acrecentando hasta llegar a convertirse en insoportable. El serio "miura" se dedicó durante todos los tercios a pegar derrotes secos a esclavinas y estaquillador y a sembrar el desconcierto en el ruedo. Sin querer pasar nunca, fue negado para embestir. Malo como pocos el pájaro...Y Robleño, el valiente Robleño, tan sólo pudo justificarse e intentar quitarse de el medio al bicho. Para matarlo pasó un verdadero trago. Cada vez que pasaba el espada para meter la mano, el toro echaba la cara y el tercio delantero de su amplio cuerpo hacia arriba, impidiendo que entrara la estocada. Después de varios pinchazos, espadazos y descabellos, así como dos avisos, el durísimo ejemplar de la A con asas cayó inerte en la arena. Y todos respiramos...

Cerraba cartel otro joven veterano: Javier Castaño, una de las revelaciones y grandes esperanzas de las últimas temporadas. Y, pese a no triunfar, el salmantino mostró dignidad ante un lote que casi nada ofreció. Su primero, el tercero, no humilló ni una sola vez. Ya en el recibo capotero mostró ese denominador común que marcaría el resto de su lidia. En este tercer capítulo del festejo, por otro lado, se vivieron algunos de los momentos más intensos de la tarde. Como siempre, la cuadrilla de Castaño dio un auténtico y brillante espectáculo. Tito Sandoval, a caballo, y David Adalid, con los palos. Ambos dieron una lección de torería. El primero enseñó (como hizo ayer en la corrida de Adolfo) como se monta a caballo, se dan los pechos al toro, y se tira el palo sobre el morrillo. No cayó siempre perfecta la puya, pero la ejecución y la medida fueron perfectas. Aunque muchos se esmeren en quitar importancia a esta suerte fundamental, el run run en los tendidos y el clamor posterior evidenciaron que los aficionados están siempre deseosos de un lucido y buen primer tercio. Y si bueno fue ese primer tercio, no peor fue el segundo. David Adalid clavó con gran pureza y torería, sobre todo, en el tercer par de banderillas. Él y su compañero se desmonteraron muy merecidamente. Tras esto, Javier Castaño intentó lo imposible: hacer humillar y embestir al de Miura, al igual que luchar contra el verdadero huracán que había en el ruedo. Simplemente imposible dominar las telas con semejante vendaval. Hubo muchos enganchones, pero debidos al defecto que poseía la res de salir siempre con la cara alta desluciendo, por otra parte, todo lo que se le intentara hacer. No lo vio claro con la espada, al igual que en su segundo. El que cerró plaza tuvo más nobleza, pero tampoco terminó de humillar y, además, no estuvo sobrado de transmisión. Unos se pasaron de "chispa" y otros (por ejemplo, este) anduvieron escasos de la misma. A pesar de ello, el diestro nacido en León, demostró mucha firmeza y templanza. Logró algunos muletazos de suave trazo, colocándose de la forma adecuada para conseguir extraer lo poco que llevaba dentro su enemigo. La tarde estaba ya sentenciada, el ambiente era muy frío y, entre eso y el poco picante del último ejemplar de la miurada, la cosa tampoco llegó a explotar. De todas formas, quedó claro que Javier, como ya lo hizo el pasado fin de semana en Castellón, tendrá mucho que decir esta campaña. Frente a los toques bruscos y los recortes de muchos “especialistas” en este tipo de ganaderías, es placentero observar a un espada que los trata con suavidad y los va embebiendo hasta hacerse con ellos.

El encargado de abrir cartel fue otro asiduo a esta ganadería: Rafaelillo. El murciano, entregado como casi siempre, no llegó a acertar en todos los momentos de su actuación. En el primero si que no pudo hacer otra cosa que intentar escaparse de las feas intenciones del que rompió plaza. El serio y ofensivo miura fue bravo en el caballo. Acudió de largo y empujó con codicia aunque, es verdad, que en el último encuentro cabeceó un poco en el peto. Después, en la muleta, se complicó muchísimo y fue imposible por el pitón derecho. No tenía ni uno. Por el izquierdo Rafaelillo pudo robarle alguna que otra embestida potable, todo ello con intensidad y emoción porque el animal no era nada tonto y sabía donde estaba su presa. Enseñó la condición del toro y ya después se fue a por la espada. Su labor en este fue silenciada, mientras que ovación con saludos fue el resultado ante el cuarto. Principalmente, estas palmas llegaron después de lo mejor que realizó el murciano en toda la tarde: la estocada al que cerraba su lote. Es verdad que hubo derrame, pero la espada estaba arriba, en la cruz. Este animal, al que se le propinaron tres puyazos durísimos, fue también muy duro y no acusó en ningún momento el castigo al que había sido sometido. El toro no tuvo un comportamiento regular. En ocasiones se quedó muy corto, pero en otras tuvo la intención de humillar. La labor de Rafael no llegó, posiblemente, a ser la acertada pues faltó una mayor despaciosidad en los movimientos y sobraron, por el contrario, algunos toques bruscos y recortes.

Después de lo de hoy muchos, estoy seguro, volverán a enarbolar la bandera del sacrificio de estas ganaderías y hablarán del hundimiento del “torismo”, para ellos, un cuento chino de algunos aficionados pesimistas y agoreros que anhelan un pasado que no debería volver. Pero, como de costumbre, yo navegaré a contracorriente para decir que en la fiesta, una Tauromaquia que debe ser rica en variedad y emoción, también son importantes este tipo de corridas, principalmente porque son distintas y no dejan indiferente a nadie. Tan importante y necesario es el toro bueno, como el malo, siempre que tenga casta. Algunos hoy la tuvieron y otros no, pero esa dureza que demostraron sirvió también para elevar la heroicidad de esos pequeños hombres que son capaces de ponerse un traje de luces y, con un pequeño trapo, hacerles frente. El toreo ha sido siempre dureza y, en mi modesta opinión, lo debe seguir siendo.

5ª Feria de Fallas 2013. Con un tercio de entrada, se lidiaron 5 toros de Miura y 1, el 2º bis, de Valdefresno, desiguales de presentación, aunque la mayoría serios y en el tipo de la ganadería. De juego desigual, predominaron los complicados, duros y difíciles. Algunos bravos en el caballo, otros se rajaron.

Rafaelillo: silencio y saludos
Fernando Robleño: saludos tras aviso y silencio tras dos avisos
Javier Castaño: silencio en ambos

Destacó la gran actuación de la cuadrilla de Javier Castaño.

martes, 12 de marzo de 2013

Crónica 4ª Feria de Fallas 2013

“Y ADOLFO NO SE EQUIVOCÓ…”

Interesante encierro de Adolfo Martín que sortea un sobresaliente tercer ejemplar de nombre "Aviador". Gallo firma lo mejor y David Esteve demuestra voluntad y poco oficio.


Esa frase que reza: "los ganaderos también nos equivocamos" acerca de los posibles resultados de una corrida o un toro en particular, muchas veces se cumple. Pero hoy no fue el caso. El ganadero Adolfo Martín había apostado, abiertamente, desde por la mañana, y en particular, por uno de los astados de su divisa. Estaba marcado con el número 9 y "Aviador" era su nombre. Y Adolfo no se equivocó. "Aviador" fue el toro de la tarde y, muy posiblemente, lo será de la Feria. Y es que será muy difícil que salte al ruedo un animal más bravo y completo en todo lo que queda de ciclo fallero.

Desde que salió de chiqueros enamoró a muchos por sus hechuras. Bajo, con buen cuello, algo más abierto de pitones que sus hermanos, "Aviador" lucía una bonita y característica capa cárdena en su tonalidad más clara. Según su criador, ese toro no podía fallar ni por hechuras ni por reata. Y no falló. Desde que tomó por primera vez el capote del valenciano David Esteve, el animal humilló, colocó muy bien la cara y se abrió dejándose torear con gran temple y recorrido. Bien y animoso anduvo con el percal Esteve que después lo intentó colocar de lejos en el caballo. Su oponente se arrancó desde una distancia prudencial en ambos encuentros y, lo más importante, empujó al peto con la cara abajo y metiendo los riñones. Esa sí es una buena pelea en varas y no el simulacro que solemos presenciar tarde tras tarde. Los aficionados, los pocos aficionados que se habían dado cita en el coso de la Calle Xátiva, empezaron a sonreír sabedores de que el cárdeno albaserrada hacía presagiar lo mejor. Y si bravo fue en los primeros tercios (el caballo es y ha sido siempre el termómetro de la bravura), también lo fue en el tercio final. Por eso sobresalió de entre todos los sorteados en el encierro. Y es que "Aviador" no fue el típico toro complicado que tantas veces aparece en esta ganadería. El cinqueño, que a punto estaba de cumplir los seis años, fue aquel con el que sueñan (o dicen que sueñan) la gran mayoría de toreros. El de Adolfo tuvo el equilibrio perfecto entre casta y nobleza; entre transmisión y emoción para el aficionado, y buen son y ritmo para el de luces. Tuvo clase, humilló muchísimo y acudió siempre pronto y alegre a los cites. Además, y al contrario que muchos de sus hermanos, éste sí que tuvo gran recorrido y profundidad en las embestidas. Desgraciadamente, "Aviador" se encontró con un diestro que, pese a su manifiesta voluntad, no estuvo a la altura. Y es que era difícil, muy difícil rayar a la altura de semejante animal. David Esteve, joven espada local, lo intentó pero en ningún momento consiguió el lucimiento. No mandó ni llevó nunca sometida la soberbia embestida del toro de Adolfo. Evidenció su falta de rodaje con una patente escasez de técnica. En cierta forma se le puede excusar su falta de lucimiento por la falta de contratos, pero ante un toro de esas características y en una plaza y feria de primera categoría, se debe exigir que un torero de la talla. Aunque por momentos se jaleó su labor desde el tendido, ésta nunca llegó a tomar vuelo y el posible trofeo se esfumó con el fallo en la suerte suprema. Esteve dio una vuelta al ruedo por su cuenta y "Aviador", el gran "Aviador" se marchó entre aplausos al desolladero. Pobre premio para lo que mereció. Ante el que cerró plaza, el valenciano dio muestra de las mismas carencias y en más de una ocasión se salvo de la cogida que a punto estuvo de llegar por su mala colocación. El sexto, largo, alto y serio como él sólo, no brilló en ninguno de los tercios. Aunque se le colocó de largo y fue picado por el gran Tito Sandoval, no empujó como la mayoría de los "adolfos" que le precedieron. Por cierto, aunque los puyazos se le fueron inicialmente traseros, Tito volvió a demostrar como se monta a caballo y se ejecuta esa fundamental suerte de la Tauromaquia. Fue el único varilarguero que le dio los pechos del caballo al toro. Éste se arrancó con alegría y prontitud pero después no apretó en exceso. En la muleta fue, quizás, uno de los más descafeinados. Le faltó chispa y terminar de romper aunque se le atisbaron algunas virtudes que no desarrolló por el poco acierto de su lidiador.

El salmantino Eduardo Gallo se enfrentaba, por tercera vez, al hierro de Adolfo Martín y, sin estar rotundo ni firmar una actuación redonda, salvó la papeleta. Fue el que más aceptable estuvo de los tres. En particular, ante su primero. El segundo, uno de los que fueron aplaudidos de salida, derribó en el primer encuentro con el del castoreño. Se le colocó muy mal ante el mismo y apenas se le pudo ver. Tras un intento de quite de Esteve y el brindis al público de Gallo, éste mostró valor y asentamiento aunque, probablemente, abusó del toreo encimista. Cada toro pide una distancia distinta y el primero del lote del salmantino quizás habría demostrado un juego más notable si no se le hubiera ahogado en demasía. Y es que, el del criador de Galapagar, humilló y tuvo cierta calidad aunque le costó repetir. Gallo extrajo algunos muletazos templados y de buen trazo y la faena cogió algo de altura. Tras un pinchazo y un espadazo bajo, saludó una ovación. El quinto tuvo más complicaciones y las cosas ya fueron diferentes. Incómodo en todo momento, Eduardo Gallo, terminó abreviando y macheteando a la res por bajo antes de dar un recital de pinchazos. Por cierto, este quinto fue otro de los que cumplió sobradamente en el caballo. Pese a que a muchos no les interese esta suerte, a un servidor si le importa y mucho.

Abrió cartel el curtido Antonio Ferrera que no tuvo precisamente su tarde. En el primero se tapó más por el peligro del astado y el viento que molestó, pero en el cuarto si que no tuvo excusas. Por fin asentó las zapatillas al final de ambos trasteos y siempre abusó de los toques hacia afuera para desviar las acometidas de sus enemigos. Faltó también temple. El que abrió plaza, otro animal muy bien presentado y en tipo, demostró bravura en el primer tercio, aunque después se orientó pronto y tuvo poco recorrido. Casi siempre se quedó a mitad de los muletazos haciendo pasar un trago a Ferrera. El extremeño lo intentó, pero poco o nada ocurrió. El cuarto fue, sin duda, el peor del encierro. A este si que le faltó casta en todos los compases de la lidia. En la muleta se aburrió pronto saliendo distraído y con la cara arriba. Muy deslucido y rajado. De todas formas, su matador no anduvo mucho mejor. Tan sólo podríamos reseñar una serie con la zurda en la que llevó más enganchado al cárdeno. Tras una estocada trasera, pero que cayó arriba (la única en toda la tarde), Antonio Ferrera escuchó lo mismo que en su primer turno: silencio.

En definitiva, en la cuarta de abono de la primera gran feria de la temporada española, hubo variedad, interés y matices. No fue completa la corrida de Adolfo y algunos ejemplares fueron de más a menos, pero pocos aficionados se aburrieron. Las complicaciones y la exigencia también deben tener cabida en una fiesta tan rica y heterogénea. Y ya veremos cuántos de los astados que se sucederán en los próximos días llegan a demostrar la bravura enclasada de ese animal por el que desde el principio apostó su criador. "Aviador" y Adolfo; Adolfo y "Aviador" se dieron una alegría mutua, nos la dieron a todos los aficionados y, lo que es más importante, se la dieron a toda la fiesta y espectáculo en general. El año pasado fue "Monería" y este 2013 el ya citado “Aviador”. El mejor regalo para un ganadero que volvía a lidiar tras el gravísimo percance que a punto estuvo de dejar “huérfanos” a todos los aficionados que buscan el toro encastado, fiero y exigente. Un percance que le produjo un animal con su hierro. A pesar de ello, Adolfo no le guarda rencor: "El toro hizo lo que debía: acometer y cogerme. Para eso los crío...".

4ª Feria de Fallas 2013. Con un cuarto de entrada en los tendidos, se lidiaron seis toros de Adolfo Martín, muy bien presentados por su seriedad y cuajo, y de juego variado. 1º y 5º más complicados; 2º con calidad aunque se vino a menos; 3º de bravo y completo juego (aplaudido en el arrastre); 4º manso y deslucido; y 6º que no terminó de romper.

Antonio Ferrera: silencio y silencio tras aviso
Eduardo Gallo: ovación con saludos y silencio
David Esteve: vuelta al ruedo tras aviso y silencio

Foto: Rullot

domingo, 10 de marzo de 2013

10ª Feria de Albacete 2012

VEINTICUATRO HORAS DESPUÉS, LOS “ADOLFOS” SEGUÍAN PRESENTES

Enrique Ponce, muy en su línea, pierde la puerta grande con la espada después de una actuación aseada y templada. Perera corta la única oreja y Talavante, que abrevió, queda en evidencia con una desigual corrida de Las Ramblas.


Aunque ya había pasado un día, todo el mundo seguía hablando de la tarde anterior. Unos continuaban emocionados por la casta rebosante de los “adolfos”, otros hablaban de que la corrida del ganadero madrileño fue ilidiable, y otros pedían llevar al matadero a toda la ganadería. División de opiniones, sí, pero el caso es que todo el mundo hablaba de los cárdenos de Adolfo. Y según fue saliendo la corrida de Las Ramblas, más se habló de los de Albaserrada-Saltillo. El último festejo de la Feria de Albacete transcurrió según el guión establecido. Bueno, no todo estaba en el guión. La sorpresa fue ver un encierro bien presentado que tuvo cuajo y seriedad por delante. Alguno bajó un poco, pero en general la fachada del lote de Daniel Martínez fue para estar contentos. Contentos sobre todo si tenemos en cuenta lo que las figuras matan hoy en día en la mayoría de plaza. Según fueron saliendo, más de uno de los que vestían el oro, seguro pensó que vaya con la “corridita”. Menos ese punto, todo lo demás sí que fue previsible. Previsible la actuación “magistral” de Enrique Ponce; previsible la ambición de Miguel Ángel Perera; y previsible la horrorosa imagen de Alejandro Talavante. Después, todos ellos tendrán sus correspondientes matices y verán que, como siempre, llevo la contraria y soy un extraterrestre. En cuanto al juego de los toros, todo salió mejor de lo esperado porque teniendo en cuenta el momento por el que atraviesa este hierro desde hace ya algunos años…todos temblábamos antes de que sonaran clarines y timbales.

Enrique Ponce regresaba a una de las plazas que más veces le ha visto actuar y triunfar. Y vistas las reacciones del público, me di cuenta del porqué. El público albaceteño recibió desde el principio con gran cariño al valenciano y después disfrutó de lo lindo con una tarde “made in” Ponce. Muy templado y elegante siempre el “maestro”, sí, pero nulo ajuste entre toro y torero y pico, pico y más pico. Pero claro, eso no tiene importancia…El que abrió plaza fue un astado bien presentado, serio por delante, que lucía un astifino pitón derecho. El burraco dio buen juego, aunque tampoco fue un huracán de bravura. Muy noble, al menos se movió con cierta transmisión, duró bastante, y tuvo clase. Ante él, Ponce elaboró un trasteo templado pero de nula emoción por el inexistente ajuste entre ambos protagonistas. De las muchas tandas que ejecutó, se salvó una en la que relajó la figura y los dos metros que había entre toro y torero, se redujeron a uno. Prácticamente toda la faena fue realizada sobre el pitón derecho, el más potable del animal. Enrique no arriesgó y con la zurda sólo lo probó una vez. Una oreja podría haber cortado, pero pinchó y todo quedó en una ovación con saludos. Y la historia se repitió en el cuarto. Después de una labor muy cantada por el tendido, la espada le privó del trofeo o trofeos. Porque sí, si lo hubiera matado, quizás, le hubieran dado las dos orejas. Como dirían algunos…muy fuerte. El mayor mérito de Enrique Ponce en su segundo fue mantener en pie a un inválido. Según tenía yo entendido, a los toros hay que someterlos, no cuidarlos. El que apareció por chiqueros después de la merienda, castaño y más altito, empezó a perder las manos desde los primeros tercios. Subiendo a más no poder los capotes para que la fiera no claudicara, pudieron aguantarlo. Noble hasta la extenuación, el de Las Ramblas se consolidó debido al trato de su matador y acabo siguiendo su franela con obediencia borreguil. Ponce construyó un trasteo largo y aburrido en el que casi todas las series fueron de toreo periférico y la muleta a media altura o más arriba. Pero lo vendió tan bien Enrique que se metió a los espectadores en el bolsillo y los llegó a poner en pie después de sus típicas poncinas. Por cierto, creo que fue con esta suerte con la que más cruzado estuvo. Tras un par de pinchazos y de golpes de verduguillo, dio una vuelta.

Para Miguel Ángel Perera también la de Albacete es una plaza de grandes y bonitos recuerdos. En este coso comenzó su ascensión a la primera fila del toreo allá por septiembre de 2007. Quiso triunfar el extremeño y lo consiguió a medias. Un trofeo obtuvo del quinto, ejemplar que aguantó quince o veinte embestidas a gran nivel hasta que se rajó y se paró completamente. Mucho le exigió un Perera que bajó la mano una barbaridad y llevó al toro muy sometido. Esas fueron sus virtudes, pero también hubo defectos. Como ya hacen la mayoría, tampoco cargó nunca la suerte y retrasó mucho la pierna antes de embarcar la embestida en cada muletazo. Las primeras series por ambas manos tuvieron una gran intensidad a pesar de la poca pureza que presentaron. A partir de ese momento, el bajo y badanudo ejemplar de la divisa verde y blanca, cantó la gallina y se convirtió en un marmolillo que se quería marchar. Para concluir una faena que fue de más a menos, el de la Puebla de Prior dejó una estocada casi entera muy baja y perpendicular. Este ligerísimo detalle no impidió que los “aficionados” sacaran el pañuelo blanco y el presidente concediera la oreja. Ante su primero, el segundo, Perera lo intentó con insistencia pero poco pudo hacer ante un completo inválido y descastado. Por cierto, a este también se lo quitó de en medio de un bajonazo…sí señor.

Alejandro Talavante cumplía su segunda tarde en el abono y estuvo tan bien que casi fue despedido con pitos. Actuación destemplada, ventajista y vulgar que ratificó el pésimo momento que atraviesa a pesar de las muchas orejas que corta todos los días. El tercero, bien presentado, serio y ofensivo por delante, fue otro ejemplo de casta inexistente. Más que por poca fuerza, la res no embistió porque no quiso. Se movió de forma cansina y desesperante y Talavante, tras comprobar que no podría ponerse a “improvisar” con su toreo mexicano, abrevió. Y lo mismo hizo con el que cerró plaza. Este último si tuvo un pellizco de casta y arrolló a un Talavante que más que muletazos ejecutó trallazos y banderazos rápidos y antiestéticos que no convencieron al respetable. Una vez que comprobó que no podría con su enemigo, se fue a por la espada y se tiró a los blandos, igual que en su primero.

10ª de abono, Albacete. Con casi lleno en los tendidos, se lidiaron 6 toros de Las Ramblas, bien presentados en general, y de juego desigual. Destacaron el noble 1º, el buen 5º hasta que duró, y el encastado 6º. Flojos y descastados los demás.

Enrique Ponce: saludos y vuelta
Miguel Ángel Perera: silencio y oreja
Alejandro Talavante: silencio y leves pitos

Foto: Víctor Zafrilla

9ª Feria de Albacete 2012

CIERTA DECEPCIÓN EN UN DIGNO MANO A MANO MARCADO POR LA CASTA

Corrida encastada, complicada e interesante de Adolfo Martín, aunque no tan completa como se esperaba. Variado encierro que no se lo puso fácil a dos toreros que se justificaron con dignidad. Sergio Serrano, única oreja.


La realidad del noveno festejo de la Feria de Albacete fue que nadie se aburrió. Al contrario que otras muchas tardes, el público que acudió a los tendidos del coso albaceteño no comió pipas ni estuvo de tertulia con el vecino de localidad. Y eso, señores, es lo que da la casta. Hoy en día es eso precisamente lo que escasea tarde tras tarde. La fiesta actual siempre es previsible, la fiesta de ayer, no. Y con esto no quiero decir que la de Adolfo Martín fuera una gran o buena corrida de toros. Para este modesto crítico, el encierro del ganadero madrileño tuvo virtudes, pero también defectos. La principal virtud, como ya he dicho, la casta. Casta en distintos grados y desarrollada en diferentes comportamientos. Algunos, bravos en varas, otros más mansitos. En definitiva, un encierro variado que mantuvo en vilo a los aficionados y, también, a los toreros. En otro tiempo esta corrida no habría provocado tanta división de opiniones ni comentarios enfrentados, pero, hoy en día, pocas veces se ven lidiar astados como estos. No terminó de romper ningún toro en el tercio final, todos tuvieron sus cosas, y muchos matices para hacerte reflexionar. Algunos “adolfos” demostraron bravura en varas y también algunos, sentido y peligro en las distintas fases de la lidia. En los tendidos también hubo división. Por un lado los que pensaban que la corrida había sido casi ilidiable y muy difícil, y otros que salieron plenamente satisfechos porque vieron emoción y poder en el ruedo. Yo diré que me hubiera gustado ver de nuevo el festejo para terminar de aclarar mis confusas ideas.

Javier Castaño y Sergio Serrano estaban anunciados en un prometedor mano a mano que hizo desplazarse a un gran número de aficionados de fuera de Albacete. Por delante un Castaño en una temporada inolvidable para él en la que se ha convertido en el torero revelación del escalafón. Después, el matador de la tierra que ha demostrado grandes condiciones y proyección en sus últimas actuaciones. Al final, ninguno consiguió el propósito final: abrir la puerta grande. Los dos anduvieron con dignidad y buena actitud, pero por unas cosas o por otras no terminaron de salir las cosas.

Serrano obtuvo una oreja del segundo, el primero de los tres que estoquearía. Este ejemplar de Adolfo Martín, bien presentado y serio como todos sus hermanos, fue a la postre uno de los mejores. Tuvo mucha casta y transmisión y otras virtudes que hicieron las delicias de los aficionados más “toristas”. También, a mi parecer, tuvo un pero este astado: que casi siempre salió con la cara alta al final de los muletazos. La actitud de su matador fue desde el primer minuto irreprochable. El público, consciente de la arriesgada apuesta del joven diestro, le sacó a saludar al final del paseíllo con una ovación que compartió con su compañero Javier Castaño. Intento mostrar variedad Sergio y sin ser una faena redonda, la que firmó ante “Sevillanito” fue muy meritoria. Hubo algún muletazos de muy buen trazo en los que Sergio se estiró y llevó enganchado al encastado animal. Algunos dirán que Serrano evidenció falta de oficio y que en momentos no entendió a su oponente, pero creo que todos somos conscientes de las poquísimas corridas que lleva a sus espaldas un espada que se apuntó a la de Adolfo para jugarse todo a cara o cruz. Se tiró a matar muy por derecho y dejó un estocadón que cayó ligeramente desprendido. Oreja para él y ovación para el toro. El cuarto, “Madroño” de nombre (un nombre que ha dado grandes alegrías a esta casa ganadera), también fue recibido con palmas de salida. Más estrecho de sienes este que apretó con fijeza y humillación en el único puyazo que se le administró. Destacó en banderillas Basilio Mansilla antes de que Sergio Serrano le metiera mano a otro ejemplar encastado y con interés pero que no terminó de romper en el tercio final. Humilló algo más pero tuvo menos chispa. Complicado fue también para el torero pues en ocasiones se quedaba en mitad del muletazo. Incómodo, Sergio Serrano lo intentó pero el trasteo no llegó a cuajar. Y el que cerró plaza desbordó fiereza desde que salió de chiqueros. “Comadrón” se llamaba y este toro, también de una buena familia en Victorino y Adolfo, lució gran seriedad por delante y un pitón izquierdo de terror. A porta gayola lo recibió Sergio Serrano. Venía a por todas y su actitud así lo ratificó. Fiero en varas el astado y en el tercio final tuvo tanta emoción como sentido. Se movió mucho pero con poco recorrido y fue desarrollando según pasaron los segundos. Se justificó el torero, aunque no pudo lograr el golpe que su apuesta merecía. A pesar de todo, resolvió la papeleta con dignidad y parte del respetable se lo reconoció.

A Castaño también se le esperaba, sobre todo teniendo en cuenta la racha de éxitos que estaba atravesando tanto en España como en Francia. Desgraciadamente esta racha no pudo continuar en Albacete. Los mejores momentos del salmantino llegaron en el mansito pero muy noble tercero. Este fue el “dulce” de la exigente corrida de Adolfo. A pesar de su nobleza, clase y buen son, también mostró una sosería que impidió mayor transmisión. Colocado en su sitio, Castaño logró muletazos, principalmente al natural, de gran templanza. Destacó una sensacional serie con la zurda en la que llevó al cinqueño de Adolfo a cámara lenta. Uno de los puntos negros de su actuación fue el uso de los aceros. No terminó de tirarse con convicción Javier y eso hizo que pinchara en más de una ocasión durante toda la tarde. Ovación en este tercero y silencio en los otros dos. El que abrió plaza fue toda una prenda. Muy peligroso y además deslucido porque nunca humilló. El quinto, que tomó tres puyazos de bravo con poder, después se vino a menos acusando la dura pelea en el peto. Muchas miradas al torero y poca continuidad y ritmo en la embestida. En ambos lo intentó un Castaño que se marchó cabizbajo de la plaza al igual que otros muchos que esperábamos un gran espectáculo protagonizado por el salmantino. Reconocer también los magníficos y puros pares que dejó en el primero David Adalid.

9ª de abono, Albacete. Con casi tres cuartos de entrada en los tendidos, se lidiaron 6 toros de Adolfo Martín, bien o muy bien presentados, de buenas y entipadas hechuras y serias cabezas. Encierro encastado, exigente y complicado, a excepción del mansito y noble tercero. Peligrosos 1º y 6º. Algunos, bravos en varas. Destacó el 2º, ovacionado en el arrastre.

Javier Castaño: silencio, ovación y silencio
Sergio Serrano: oreja, silencio y palmas

Foto: Víctor Zafrilla

8ª Feria de Albacete 2012

EL ANTITORO Y EL ANTITOREO, LOS INGREDIENTES PARA CREAR ANTITAURINOS

Infumable festejo marcado por la invalidez y el descaste de los astados de La Palmosilla. La terna tampoco levanta la tarde con actuaciones de nulo brillo artístico. La categoría de Albacete sigue bajando.


Para un crítico taurino es realmente complicado realizar una crónica de tardes como la de ayer. Describir lo que sucedió en el ruedo obliga a recordar un espectáculo de los que quitan la afición. Siempre se dice eso que la ignorancia da la felicidad, pues bien, el poder abstraerse y olvidarse de lo que toros y toreros ofrecieron y realizaron en la octava del abono manchego sí que sería una bendición. ¡Ay qué suerte tuvieron los que se lo perdieron! Y fueron más de uno y más de dos porque para tragarse este cartel había que tener mucho más que afición. Y es que lo que se vio en el ruedo del coso de la calle de La Feria fue precisamente lo que no se debería ver nunca: un encierro absolutamente inválido y descastado, y unos toreros que hicieron todo lo contrario que torear. Si un toro bravo debe ser aquel que imponga respeto, luche hasta el final, intente imponer su fuerza y poder, o venda cara su muerte, los de La Palmosilla fueron todo menos eso. ¡Qué forma de claudicar y derrumbarse!, ¡qué poca casta y bravura!, ¡cuánto aborregamiento! Pero claro, ilusos serán los que piensen que esto fue mala suerte o producto del azar. Este es un hierro más de tantos que pueblan el campo bravo de animales creados específicamente para el lucimiento y la comodidad del torero. Y es que, si al vino se le echa agua, al final no hay quien se beba semejante líquido. Y con el toro de lidia pasa exactamente igual. Si abusamos de la nobleza y la docilidad, al final, la casta es minúscula. Cuánto daño ha hecho ese término que inventó el difunto Juan Pedro Domecq: “el toro artista”…

A los (pocos) aficionados exigentes que quedan el cartel del último sábado de feria no había convencido desde el principio. Es más, muchos fueron los que denunciaron que el cartel en cuestión no era digno de Albacete. Lo que pasa es que eso de digno o indigno es muy relativo. Lo que no es tan relativo es lo que después sucedió en el ruedo. Eso, simplemente, es la realidad. Se lidió un encierro de ese legendario hierro llamado La Palmosilla para tres artistas en todo su esplendor. Por delante Juan José Padilla, todo un ejemplo de superación, pero por ello no mejor torero. Después, El Cid, matador respetado por la afición como pocos. Sí, respetado cuando se ponía en el centro de Las Ventas con la muleta en la mano izquierda y citaba a encastados y fieros “victorinos”. El Cid actual es otra historia. Y cerrando el rematadísimo cartel, El Fandi, excelso estoqueador cuya máxima facultad es correr durante el tercio de banderillas. La previa ya era de juzgado de guardia, lo que pasó después, de Tribunal Supremo. Cada uno mostró sus cartas, sus diferentes personalidades, y, además, en su máxima expresión. Imagínense. Incontables fueron los pases (por no utilizar un término más hiriente) y, a cada cual, peor. De los centenares de muletazos con los que nos deleitaron la terna de artistas, quizás, se salvaron una docena. Y estoy siendo muy generoso. Por cierto, lo de artistas lo digo porque la fiesta ahora está en el Ministerio de Cultura.

La mayoría de días, a cada diestro le dedico un párrafo. Hoy, los englobaré a todos en uno porque lo que hicieron no da para más. Padilla volvía a Albacete en su temporada del regreso tras la gravísima cornada sufrida hace casi un año en la Feria del Pilar de Zaragoza. Sí, Juan José ha sido un ejemplo para todos y está realizando un esfuerzo que prácticamente nadie podría hacer, pero eso no puede servir de justificación para que ahora esté acartelado en todas las ferias, con las figuras y con ganaderías, a priori, de lujo. Ahora haré otro inciso. Lo de lujo lo digo porque así las denominan los toreros, son las que ellos quieren matar. Para mí el lujo es otra cosa bien distinta a la obediencia claudicante. Continuo. El mérito de Padilla y por lo que antes era respetado era por el tipo de hierros que lidiaba. Entonces se podía ver a un torero lidiador que podía con todo. Ahora, lo que vemos (yo al menos) es a un hombre que lo intenta pero que no tiene las condiciones necesarias como torero para estar en todas las ferias. Casi ninguna cosa de su actuación se salvó. Con el que abrió plaza, un aperitivo del desfile de inválidos que vendrían después, abrevió y no alargó la agonía del toro y del público. Y con el cuarto bis no cambió la cosa. Bis porque el titular fue devuelto a los corrales antes incluso de que entrara en el caballo. Ya se pueden figurar la fortaleza que demostró el astado. Como sustituto saltó al ruedo un ejemplar de la ganadería anunciada, más terciado, y también vacío de casta y transmisión. Embistió con la cara a media altura, con desgana y desentendiéndose de la pelea. El jerezano puso mucha voluntad pero construyó una faena sin contenido en la que predominaron los rodillazos, molinetes, agarrones a los cuartos traseros del toro… Pero como el animal estuvo a punto de coger a su matador debido a que éste se metió demasiado en su terreno, la gente entró en la faena. A juzgar por las reacciones del respetable, pareció que estábamos ante Antonio Ordóñez resucitado en una de sus antológicas obras. Viendo las caras de Padilla al terminar dio la sensación de que había hecho un verdadero esfuerzo ante una fiera indómita. Dos orejas le pidieron y una se concedió.

Tras él actuó un Manuel Jesús El Cid que también protagonizó sendos trasteos épicos ante dos animales que parecían domesticados. Por su manifiesta debilidad y falta de casta, el de La Palmosilla embistió con la cara alta y con un comportamiento deslucido y sin emoción. Con este primero se salvó algo Manuel Jesús en un templado saludo a la verónica que remató con una gran media. Eso, y sus pases de pecho, rematados hasta el final, fueron lo mejor de la tarde. Su segundo fue más de lo mismo y El Cid recuperó su faceta artística, esta vez para interpretar todo un teatro. Sonrisas y gestos que daban a entender que tenía delante a un astado de esos de Casta Navarra del siglo XIX. Como antes de dejar una estocada pinchó en una ocasión, el posible trofeo quedó en una ovación con saludos. El Fandi también lució en todo su esplendor. Al igual que Padilla no clavó ni un solo par de banderillas con pureza y en la cara, y después anduvo ayuno de clase y ventajista ante un lote escaso de todo. El tercero tuvo algo más de movilidad y el granadino sólo dejó algunos naturales de estimable templanza. Tras un bajonazo y una petición minoritaria, de forma injustificada, vergonzosa e incomprensible, el señor presidente le concedió una oreja. Con el serio astado que cerró plaza no pudo hacer nada, ya que éste se paró casi al comienzo.

En definitiva, que con festejos como el de ayer lo que se crea no es aficionados, sino antitaurinos. Gracias a Dios que hoy viene Adolfo…

Albacete, 8ª de abono. Con más de tres cuartos de entrada, se lidiaron 6 toros de La Palmosilla (4º bis), desiguales de presentación con algunos bien presentados como el serio 6º y otros terciados como 3º y 4º. De inválido y descastado juego. Nobles.

Juan José Padilla: silencio y oreja tras petición de la segunda
El Cid: silencio y saludos
El Fandi: oreja y silencio

Foto: Víctor Zafrilla

7ª Feria de Albacete 2012

"¿CÓMO ERA EL DICHO? ¡AH!, SÍ, “CUANDO HAY TOROS…NO HAY TOREROS”

La terna de figuras, en líneas generales, por debajo de una estimable corrida de Núñez del Cuvillo que no terminó de ser aprovechada. Tan sólo detalles de Talavante y Castella, mientras que Paquirri queda en evidencia.


La vida es así. No siempre se puede tener todo. Desgraciadamente, pocas veces se da la conjunción perfecta de elementos para que todo salga según el guión establecido o deseable. Me podría estar refiriendo a cualquier cosa, pero, sí, esta introducción es el principio de la crónica del séptimo festejo de la feria taurina de Albacete. Pocas veces un buen toro se encuentra con un buen torero. O, para ser menos duro, no muchas veces las cualidades de un estimable animal son completamente aprovechadas por un buen matador. En la corrida de ayer pasó algo de esto. Sin ser una gran corrida, el encierro de Núñez del Cuvillo aprobó sobradamente en su paso por Albacete y ofreció grandes posibilidades de triunfo. ¿Y por qué no se cortaron más orejas o no se vio apenas toreo del bueno? Pues la respuesta ya se la pueden imaginar: porque la terna de “figuras” no estuvo a la altura. Según se iba desarrollando el espectáculo por mi mente sobrevolaban los nombres de algunos toreros a los que me hubiera gustado ver con una corrida que no se comió a nadie y que sirvió para el disfrute del torero y, por momentos, del aficionado. Es así, en la vida no se puede tener todo…

En general, y salvo el tercero que estuvo más justito, la corrida reseñada de Núñez del Cuvillo lució una buena presentación. Es verdad que algún astado anduvo justito de remate por detrás, pero la mayoría tuvo buenas hechuras y seriedad por delante. Muy difícil (por no decir imposible) ver hoy en día a las llamadas figuras del toreo matando una corrida así en una plaza de segunda. Es más, ya les gustaría a muchas de primera que en los días del “clavel” aparecieran por los chiqueros ejemplares de tan digna estampa. Por supuesto que no fue una gran corrida en cuanto al trapío, fue normal, pero visto lo visto…la de Cuvillo fue más que aceptable. Variada de capa, además lucieron astifinas defensas. Todo un logro teniendo en cuenta lo que les gusta el serrucho a los mandones del toreo. En cuanto a lo que llevaron dentro, hubo de todo. Destacó el lote de Alejandro Talavante, que incluyó al buen y completo tercero y al encastado sexto. Muy noble fue el de Paquirri y más desigual el de Sebastián Castella. En general, un lote que superó el seis y rozó el notable.

Alejandro Talavante fue el único que logró tocar pelo. A pesar de eso y de que a punto estuvo de salir en hombros, la actuación del extremeño no fue para recordar. Mostró mucha disposición y actitud desde el principio, pero no llegó a estar a la altura del buen lote que le correspondió en suerte. Su primero, el tercero, fue un astado muy estrecho de sienes, con expresión algo lavada, y falta de más remate por detrás. El de la divisa blanca, verde y roja se vino arriba a lo largo de la lidia y terminó embistiendo con prontitud y transmisión a la franela de su matador. Éste mostró algunas virtudes en su toreo como la largura de los muletazos o la templanza de los mismos, pero a su labor le faltó mayor ajuste y menos toreo lineal. Que pena que a este torero también se le haya pegado el vicio de Manzanares de retrasar y esconder la pierna que precisamente debería estar cargando la suerte, exponiendo con más vedad. Por momentos bajó la mano y el toro le respondió con nobleza y recorrido. A pesar de la poca verdad del trasteo, Talavante conectó mucho con el público y a punto estuvo de cortar las dos orejas. Por una vez, y sin que sirva de precedente, el presidente estuvo acertado en conceder sólo una. La estocada, por cierto, fue buena y cayó arriba aunque ligeramente trasera. El que cerró plaza fue ofensivo de verdad por delante. Muy astifino, el de Álvaro Núñez Benjumea, era más abierto de pitones y su encornadura recordó a la de los típicos atanasios de otro tiempo o a los actuales de Dolores Aguirre. Muy en el Conde de la Corte por tanto. El astado, al que se le picó muy poco, demostró castita en el tercio final y, por ende, exigió al torero. Muy por debajo anduvo un Alejandro Talavante al que le tocó la muleta en infinidad de ocasiones y que no terminó de asentarse. En algún instante de la lidia se le vio incluso superado por la movilidad, no tonta ni aborregada, de su enemigo. La espada le dejó sin el apéndice que le habría terminado de abrir la puerta grande.

El francés Sebastián Castella cumplía su doblete en la feria y tampoco terminó esta vez de convencer. Ante el segundo se le vio completamente desdibujado y sin ambición. Es verdad que el sardo (no ensabanado porque también tuvo pelos colorados o castaños en la cabeza) fue el garbanzo negro de la corrida, pero eso no puede justificar la actitud que mostró el de Beziers. El ejemplar en cuestión se movió pero con sosería y, en ocasiones, se puso andarín y gazapón. Fue muy deslucido y Castella decidió abreviar ante las protestas del respetable. Con el quinto la cosa cambió. Mucho más decidido, Sebastián brindó al público desde el mismo centro del ruedo y comenzó la faena con su clásico pase cambiado por la espalda. Ante este sí demostró mucho más asentamiento y corrió bien la mano en un par de series de derechazos que le hicieron reencontrase con la afición que tantas veces le ha visto triunfar. Por ponerle un pero: demasiado toreo lineal el suyo. Este quinto, más alto de agujas, dio muestras de lesión o de estar descoordinado en los primeros tercios. Después, siempre quiso coger los vuelos de la muleta y colocó, con clase, muy bien la cara. Aunque su debilidad fue menos manifiesta en este tercio final, le faltó un punto de motor al astado. Tenía Castella la oreja cortada y decidió pasaportar al cuarto toro de su feria en el mismo lugar donde había comenzado el trasteo. En el momento exacto del encuentro, el animal perdió las manos y el acero cayó en mal sitio. Volvió a entrar a matar y esta vez sí logró su cometido. Tras el arrastre todo quedó en una ovación con saludos.

De telonero actuó Francisco Rivera Ordóñez “Paquirri” que dio la razón a todos los que pensábamos que no pintaba nada en la feria. Vulgar y con todas las precauciones del mundo, nunca se confío y dejó escapar un lote muy noble que en manos de otro habría sido de triunfo. En su primero fue silenciado pero ese resultado se tornó en bronca en el cuarto tras insultar a un aficionado y encararse con el público. Le molestó al “señor” oír verdades del tendido…

Albacete, 7ª de abono. Con más de tres cuartos de entrada, se lidiaron 6 toros de Núñez del Cuvillo, correctamente presentados, y de estimable juego en general. 1º noble; 2º deslucido; 3º de buen juego; 4º muy noble; 5º de buena condición pero por momentos descoordinado; 6º encastado.

Paquirri: silencio y pitos
Sebastián Castella: silencio y saludos tras aviso
Alejandro Talavante: oreja y silencio

Foto: Víctor Zafrilla

6ª Feria de Albacete 2012

Y YO QUE CREÍA QUE LA DANZA A CABALLO ERA POR LA NOCHE

Los tres toreros a caballo pasan discretamente por Albacete y se reparten tres orejas. El que mejor estuvo fue Ventura, que perdió con el rejón de muerte una puerta grande que sí abrió Andy Cartagena.


Tengo que reconocer que el toreo a caballo no es tan de mi gusto como el de a pie. Por eso, cuando llegaron las cinco de la tarde y me encaminé hacia la plaza de toros la pereza me invadió más que otros días. De todas formas tenía la esperanza de ver un buen y entretenido espectáculo y aprender algo más del conocido como arte de Marialva. Es verdad que el cartel no era el más rematado para un festejo de rejones. En el mismo no se encontraban ni Pablo Hermoso de Mendoza (que actúo en la mixta del martes) ni el joven Leonardo Hernández. El que sí aparecía era el hispano-luso Diego Ventura, caballista espectacular y entregado que está llamado a hacer el relevo en la cima del toreo a caballo. Junto a él, el ya veterano Andy Cartagena y otro joven, el portugués Joao Moura, hijo del famoso rejoneador del mismo nombre. El ambiente en la plaza era propicio, casi lleno en los tendidos y menos caras conocidas de lo habitual. Muchos abonados vendieron o regalaron sus entradas a familiares o amigos para tener un día de descanso y poder darse un paseo por la Feria. Con esto no quiero decir, nada más lejos de la realidad, que el de rejones sea un espectáculo menor o inferior comparado con el de a pie. Lo que sí es verdad es que el conocimiento y la exigencia en los tendidos es aún más mínima que en las tardes de toros normales. Yo tuve la suerte de compartir las dos horas y pico que duró el festejo con un gran aficionado y uno de los más entendidos en esta materia. Fue para mí un placer atender a sus sabias lecciones, aunque comprobé con tristeza como ambos espectáculos se parecen demasiado hoy en día en lo negativo. La exigencia brilla por su ausencia, todo se aplaude, y ello conlleva a que los toreros, en este caso rejoneadores, se queden en los superficial, vistoso y más fácil y olviden, como los de a pie, el toreo puro y de verdad. Porque sí señores, también a caballo se puede torear con pureza o…de forma ventajista.

Aunque el que salió a hombros fue Andy Cartagena, el que mejor estuvo fue Diego Ventura. Y estuvo correcto, aseado, ya que la suya tampoco fue la tarde brillante de otras ocasiones. Y Diego anduvo a mejor nivel que sus compañeros no por el toreo accesorio y los recursos fuera de la cara de sus oponentes, sino porque fue el único que sí clavó alguna banderilla con pureza. Ayer descubrí que también en los rejones se puede cargar la suerte y, asimismo, pude observar que no se carga casi nunca. Para logar clavar un rehilete por derecho y con verdad, el jinete debe ir, normalmente, de frente hacia el toro y antes de llegar a su jurisdicción, alcanzar el pitón contrario del toro para después recuperar el sitio y clavar justo al encuentro y al estribo. En el toreo a caballo hay tres formas de clavar: al estribo, a la silla y a la grupa. La primera de ellas es la que se debe aplicar según los cánones del toreo y la explicación es muy simple. Como sucede con el matador de a pie, las banderillas y distintas herramientas y trastos de los rejoneadores deben clavarse con absoluto ajuste entre caballo, jinete y astado. De esta forma, los pitones del toro tienen casi tocar el estribo y en ese momento el caballero bajar el brazo y clavar. Si se hace a toro pasado, teniendo que clavar con el brazo totalmente retrasado, el riesgo como se pueden imaginar es mucho menor. Explicado esto, continuaré con la actuación del segundo actuante. El segundo de la tarde, como el resto de la corrida de Fermín Bohórquez, estuvo bien presentado y reglamentariamente despuntado. No fue una tarde de arriesgar porque, a pesar de que la mayoría de los ejemplares gaditanos se pararon y no anduvieron sobrados de fuerza, en casi todos los turnos se dejaron dos rejones de castigo cuando podría haberse cambiado el tercio con sólo uno. Ventura no apostó en su primero y dejó esos dos rejones mencionados equivalentes a dos puyazos en la lidia ordinaria. Rápidamente el de Fermín se rajó, aunque al final fue de los más válidos para el espectáculo porque cuando salía de sus querencias y se arrancaba lo hacía con fuerza. El torero nacido en Portugal, aunque afincado en Sevilla, destacó con “Nazarí”, caballo castaño oscuro y voluminoso que demostró valentía al aguantar las acometidas del astado que le alcanzó varias veces sin consecuencias. Con “Oroboy” logró dejar una banderilla perfecta en la que se la jugó de verdad y clavó con absoluta ortodoxia y pulcritud. Después llegaron varias banderillas cortas y tras un rejón de muerte trasero y perpendicular y un golpe de descabello, cortó una oreja. De no ser por pinchar en tres ocasiones en el quinto, seguro Ventura habría acompañado a hombros a Cartagena. En este, su segundo, anduvo espectacular y vistoso y de forma inteligente se metió al público en el bolsillo. En el tercio de banderillas montó a dos tordos en distintas tonalidades llamados “Pegaso” y “Cheque”.

El que sí fue certero, que no acertado, a la hora de tumbar a sus enemigos fue Andy Cartagena. Sus labores fueron aseadas, pero a las mismas les faltó más ligazón y continuidad. Prevalecieron en ambas los adornos y recursos fuera de la cara del toro por encima del toreo a caballo. La gente se entusiasma con la doma clásica que muestran los toreros con las monturas, pero se confunden si creen que eso es lo realmente importante. Lo que se debe observar son las distintas suertes y formas de ir al toro, además de los modos en clavar. Comenzó en el que abrió plaza con “Maravilla” y tres banderillas al violín. Con este animal gustó al público en varias piruetas sobre los posteriores del caballo. Andy forzó mucho a “Fandi”, tordo en fase blanca de gran flexibilidad. “El caballo tiene que expresarse por convicción y no por imposición”, mencionó el citado maestro en este arte del rejoneo. Faltó reunión al clavar y tras hacer uso de las banderillas cortas mató al “murube” de Bohórquez con un rejón trasero. A pesar de que no hubo petición mayoritaria, el presidente concedió el trofeo. Con el cuarto no mejoró la cosa y, pese a que el trasteo no tuvo apenas contenido ni emoción, el respetable pidió las dos orejas. Acertadamente sólo se otorgó una.

Completaba el cartel Joao Moura hijo que evidenció su juventud y falta de oficio y anduvo a un nivel muy inferior respecto a sus compañeros. Se abrió siempre mucho a la hora de clavar y sus actuaciones no tuvieron la intensidad necesaria para que calaran en el tendido. Además, falló en la suerte suprema y fue silenciado.

Albacete, 6ª de abono. Con casi lleno en los tendidos, se lidiaron 6 toros de Fermín Bohórquez, bien presentados y reglamentariamente despuntados, y de parado y descastado juego en general. Algunos evidenciaron mansedumbre.

Andy Cartagena: oreja y oreja tras fuerte petición de la segunda
Diego Ventura: oreja y saludos
Joao Moura hijo: silencio en ambos

Foto: Víctor Zafrilla

5ª Feria de Albacete 2012

LOS TRES NOVILLEROS SE ESTRELLAN CON LA ANTÍTESIS DEL TORO BRAVO

La infumable novillada del hierro albaceteño de Los Chospes tira por los suelos las ilusiones y esperanzas de una terna que puso todo de su parte y que demostró buenas condiciones.


Pese a que muchos no lo crean, la infumable novillada lidiada por Los Chospes en Albacete ha conseguido algo que será difícil de igualar. Creo que será muy difícil que salte al ruedo un encierro tan sumamente malo y negado a embestir como el sorteado por el hierro de la bellota en la quinta del abono albaceteño. Como, aunque muchos no lo crean así, no soy tan mala persona, no seré yo el que se alegre del fracaso de nadie. Por eso, en vez de dar la enhorabuena, lo que hago es dar mi más sentido pésame al señor ganadero porque no imagino el sentimiento de desasosiego que debe generar el echar, en la plaza y en la feria de tu tierra, una novillada así. Eso sí, lo que si diré es que muchos ya avisamos de lo que podía pasar. No dudo de las buenas intenciones del propietario por criar un toro que posibilite el triunfo de los toreros, ni tampoco el trabajo que haya realizado en la ganadería, pero lo que es innegable es que los antecedentes de esta vacada en sus últimas comparecencias en Albacete no eran nada alentadores. Un hierro que prácticamente no lidia en plazas de importancia de forma regular, no creo que fuera el más apropiado para incluirse en el abono manchego. Por suerte o por desgracia, en el campo bravo de nuestro país hay muchísimas ganaderías de prestigio que tienen animales de sobra para venir a una feria de la categoría de Albacete. Y no hace falta romperse la cabeza. Después de tres años de consecutivo éxito, tanto en presentación como en juego, la ganadería del maestro Pedrés se ha quedado incomprensiblemente fuera. ¿Por qué?, ¿acaso no habría salido mejor que la de Los Chospes?...eso seguro que sí porque es muy fácil visto lo visto. La de ayer, Domecq procedente de Daniel Ruíz…sin duda, una ganadería caracterizada por su indomable y desbordante casta…

Lo único bueno del encierro enviado al coso de la calle de La Feria fue la presentación. Menos el lidiado en primer lugar, bastante más chico, el resto de los ejemplares lucieron serias cabezas y cuajo de toros. A muchos nos gustaría ver a Morante y a otras figuras con cuatreños o cinqueños con el trapío de los lidiados en tercer, cuarto o quinto lugar ayer en Albacete. Fachada mucha, contenido ninguno. La falta de fuerza y de casta demostrada por el encierro de Los Chospes fue sencillamente desesperante. No valió ni se salvó ni uno. La mayoría tuvieron nobleza pero automáticamente a la segunda serie se pararon y evidenciaron no tener poder ni para sostener la penca del rabo. Uno detrás de otro fueron saliendo y, a cada cuál, peor. Ante semejante materia prima, como se imaginarán, poco pudieron hacer los tres chavales. Eso sí, demostraron durante toda la tarde una gran actitud, valor y cualidades para funcionar. Que pena que no se moviese la novillada porque podríamos haber disfrutado de un muy interesante espectáculo. Tomen nota señores empresarios para que esto no se vuelva a producir y se traiga ganado de más garantías. Ganarán los toreros y ganaremos todos.

Mario Alcalde fue el único que consiguió tocar pelo. Fue en el primero de la tarde y el trofeo fue excesivo. Estuvo a buen nivel Alcalde, pero la faena no tuvo la suficiente emoción como para ser premiada de esta forma. Salió con ganas el joven diestro que destacó toreando con la mano izquierda a pies juntos y dando el pecho. Enfrontilado con su enemigo (por decir algo), Mario Alcalde ejecutó series de muletazos templados y largos rematados atrás, como Dios manda. Aunque empezó bien, el novillero se puso pesado alargando un trasteo nulo de emoción por la condición aborregada y claudicante del oponente. Hubo un encontronazo entre toro y torero y a punto estuvo de ser cornado Alcalde. Todo quedó en un susto y en una taleguilla destrozada. Tras una estocada algo atravesada y una petición de oreja muy en el límite, el usía concedió la oreja. Otra tarde más de facilidad y nulo criterio en el palco y van… Ante el cuarto, más de lo mismo. Dejó muletazos estimables y, de nuevo, mucha voluntad un Alcalde que no logró superar la insoportable falta de casta de su segundo. Muy parado un animal sin opción alguna de lucimiento. Esta vez, saludó cariñosas palmas desde el tercio.

Volvía a Albacete Sergio Felipe, novillero local que en la feria del año pasado debutó con picadores. En esa ocasión, pasó sin pena ni gloria, pero doce meses después ha conseguido, a pesar del pésimo lote que le correspondió, dejar buen sabor de boca y ganas de verlo de nuevo. Muy dispuesto y no tan frío como en la tarde del debut con los del castoreño, Sergio Felipe quiso siempre y puso todo de su parte. Fue el único en participar en el turno de quites (lo único reprochable a la terna actuante). Fue bueno el que realizó por gaoneras. Con la franela intentó torear con cierto gusto y templanza, corriendo bien la mano, pero poca agua se puede sacar de un pozo completamente seco. Ambos astados, segundo y quinto, fueron iguales: descastados e inválidos. No tuvieron un mínimo de raza para venirse arriba y perseguir los engaños. No se les pegó apenas y a, pesar de ello, se pararon tras los primeros muletazos. También alargó en excesos los trasteos, pero es comprensible teniendo en cuenta que son jóvenes y con pocas oportunidades a la vista. Fue certero Felipe a la hora de matar, aunque la colocación de ambas estocadas no fue buena. La de su primero fue tan atravesada que llegó a hacer guardia. Si bien es verdad que el año pasado me dejó frío, hoy me dejó con ganas de más.

Completaba el cartel Sebastián Ritter, novillero desconocido para la mayoría y que demostró ante todo valor, mucho valor. Se puso en el sitio para torear Ritter pero lo único que pudo hacer fue pegarse sendos arrimones ante dos utreros absolutamente anclados en la arena y vacíos de bravura. Salió a por todas también este colombiano de Medellín y quizás se precipitó en acortar distancias con el tercero. Lo que no me gustó fueron varios alardes de valor con el animal ya moribundo que no vinieron a cuento. El sexto dio esperanzas porque tuvo algo más de movilidad en los pases de tanteo del tercio final. Desgraciadamente, fue un espejismo. Este también echó la persiana, como diría el maestro Antoñete, y se negó a pelear. Ritter fue silenciado en ambos.

Albacete, 5ª de abono. Con media plaza, se lidiaron 6 novillos de Los Chospes, bien presentados en líneas generales salvo el primero, y de descastado y flojo juego. Todos se pararon y no dieron la más mínima opción.

Mario Alcalde: oreja tras aviso y saludos
Sergio Felipe: vuelta tras leve petición y silencio y saludos
Sebastián Ritter: silencio en ambos

Foto: Víctor Zafrilla