viernes, 31 de mayo de 2013

Crónica 22ª Feria de San Isidro

"REGRESO AL MUNDO DE LOS MANSOS"

La corrida de Samuel Flores, muy mal presentada, resulta otra mansada sin casta. Los toros y el viento, elementos a la contra en una tarde de voluntad de Rubén Pinar y Pérez Mota. Petardo de Antón Cortés.


Del buen y alentador sueño de la corrida de Adolfo de ayer, hoy volvimos a despertar para entrar de nuevo en la pesadilla. La pesadilla de la mansedumbre, la de los toros que en vez de luchar, huyen. Y también la pesadilla de la falta de casta, de los animales mal presentados e indignos en una plaza como Madrid... Todo el mundo seguía hablando de los "adolfos" que, con sus cosas, al menos devolvieron la ilusión y la emoción por momentos. Pero hoy, en la vigésimo segunda del abono isidril, Don Samuel Flores nos devolvió al letargo. Aunque, más que Samuel, los culpables de este nuevo petardo son los señores empresarios. La siempre gentil Taurodelta eligió el hierro de Samuel Flores como uno de los afortunados para saltar al ruedo en San Isidro. Con decenas de divisas aptas para poder escoger, los gestores de Las Ventas volvieron a llamar a una ganadería que lleva fracasando en Madrid años, por no decir décadas. Y es que, lo peor de todo, es que este era un petardo absolutamente previsible. La vacada de Samuel Flores está hundida por la consanguinidad y la mala selección desde hace mucho, pero en cambio, sus buenas relaciones sociales pesan más que la casta y la bravura. Para esta corrida, precisamente, había un encierro cinqueño de Dolores Aguirre reseñado. En un principio se iba a lidiar en marzo, en alguno de los festejos de Semana Santa. Al final, Taurodelta les dijo a los ganaderos que no, que se anunciaría en San Isidro. Así estaban las cosas hasta que, a última hora, Dolores Aguirre se cayó del elenco ganadero y fue sustituida por Samuel Flores. ¿Nos lo pueden explicar? Y el colmo de los colmos es que, encima, Don Samuel, visto lo que esta tarde salió por chiqueros, no tenía una corrida propia de Madrid. En definitiva, que luego no nos quejemos de los desastrosos resultados.

A la postre, el primero fue el ejemplar de mayores opciones del sexteto. Aunque, claro, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Serio por delante, con unos pitones tocaditos y ligeramente corniabrochados, por detrás (como el resto de la corrida) no tenía remate. Este, al menos, no fue una sardina como alguno de sus hermanos. Y el que abrió la corrida cantó rápido su condición, esa misma que después sería la tónica general: la mansedumbre. Manso y suelto en los primeros tercios, a la muleta llegó con cierta transmisión. Tras la ceremonia de la confirmación de alternativa, Pérez Mota hilvanó una faena con altibajos en la que faltó bajar más la mano y llevar toreado y enganchado a su enemigo. Muy voluntarioso, logró una estimable y templada serie con la diestra. El animal, que en todo momento intentó rajarse y tirar la toalla, metió la cabeza por el pitón derecho. Al final, la voluntad quedó por encima del lucimiento y tras fallar con la espada, todo quedó en silencio. Lo del quinto, por su parte, merece un capítulo aparte. Cuando apareció entre la penumbra de toriles el astado que completaba el lote del gaditano, por más que pasaran los segundos, lo único que se divisaba eran pitones y más pitones. Muy serio por delante, sí, pero eso no es un toro de lidia. El de Samuel era una mezcla de buey y de ciervo. Quizás, alguno de los que pastan junto a los toros en su finca y que hacen las delicias de los aficionados a la caza, se escapó y cubrió alguna de las vacas. Si no es así, no encuentro otra explicación. Algunos aplaudieron de salida (y en el arrastre) al bicho, aunque esos mismos no se percataron de que todo lo que tenía de cuerna, no lo tenía de cuajo. Una sardina escurrida y sin remate, ni más ni menos, es lo que era. Y aquí no sólo las culpas deben ir a parar al ganadero, sino también a los veterinarios y el presidente. ¿Cómo se les ocurrió aprobar semejante cornúpeto? El caso es que el “samulo” fue un manso como los demás. Es verdad que en el último tercio, de vez en cuando, metió la cara pareciendo que embestía, pero...no nos podemos conformar con tan poco. Pérez Mota lo volvió a intentar con voluntad y en este turno bajó más la mano consiguiendo algún muletazo que fue acogido vehementemente por los tendidos. Eso sí, cuando le tocó la tela o le subió la muleta, el animal pegó varios derrotes muy violentos. Y si en el otro falló en la suerte suprema, a este lo mató de una gran estocada que, pese a la ligera travesía en la colocación, fue ejecutada brillantemente.

Rubén Pinar fue el más destacado de entre los de a pie. También era fácil. El albaceteño destacó en su primero, un interesante pero complicado sobrero de Aurelio Hernando que saltó a la arena en sustitución de un bichejo impresentable e inválido de la ganadería titular. El ofensivo ejemplar de Aurelio Hernando, jabonero sucio de capa, empujó con los riñones en el caballo, aunque en el segundo puyazo acabó saliendo suelto. Cumplió en el primer tercio, pero a partir de entonces comenzó a agriarse. En el comienzo del trasteo de su matador, ignorando el toque de la muleta de Pinar, el toro le cogió en una fea voltereta y después lo buscó con saña en el suelo. El de Tobarra no se afligió y se volvió a poner demostrando oficio y profesionalidad. Su oponente no fue fácil, ya que no terminaba de humillar e iba midiendo, pero al menos su movilidad decía algo, tenía interés. Rubén Pinar consiguió algunos muletazos limpios y después lo mató de una buena estocada. Y si en el tercero bis pudo al menos demostrar capacidad y valor, en el sexto lo único que hizo fue correr y perseguir a una res mansa y huidiza. Por más que intentó sujetarlo, el lucimiento fue imposible ya que en el segundo muletazo el de Samuel salía de najas.

Y si sus compañeros por lo menos intentaron el esfuerzo por encima de los elementos (ganado y viento), Antón Cortés no hizo ni eso. Sin actitud, sus dos labores carecieron del más mínimo compromiso. Siempre citando con el pico y despidiendo las embestidas hacia fuera, no se quedó quieto ni un momento, ni tampoco bajó la mano una sola vez. El segundo, su primero, fue un feo animal deslucido que siempre embistió con la cara a media altura. A este, Cortés se lo quitó de en medio con un bajonazo infame. También “habilidoso” estuvo para despachar al descastado cuarto, que además era mirón y medía. Como balance a su “destacada” actuación escuchó pitos en ambos capítulos.

22ª abono Feria de San Isidro. Con más de tres cuartos, se lidiaron 5 toros de Samuel Flores (el 2º con el hierro de Manuela Agustina López Flores), cornalones y serios por delante, pero mal presentados por sus escurridas hechuras y su escaso remate por detrás, de manso y descastado juego en general, y 1 (3º bis) de Aurelio Hernando, correctamente presentado y complicado.

Antón Cortés: pitos en ambos
Pérez Mota (que confirmaba alternativa): silencio tras aviso y saludos tras aviso
Rubén Pinar: saludos tras aviso y silencio

Crónica 21ª Feria de San Isidro

"UN ESPECTÁCULO"

La interesante corrida de Adolfo Martín, que sortea dos notables astados, y la actuación de la terna, protagonizan una buena tarde de toros. Oreja para Ferrera y la plaza en pie para reconocer a la cuadrilla de Javier Castaño.


Hoy, tras tardes y tardes de aburrimiento y sopor, todos los que salieron de la plaza de Las Ventas lo hicimos con una sonrisa. El entretenimiento y, por momentos, la emoción volvieron a Madrid. Y los culpables del relativo éxito fueron tanto el ganadero, como los toreros (de oro y de plata). No fue una gran corrida, no, pero el público mantuvo la atención durante las más de dos horas que duró el festejo. Eso, precisamente eso, fue el mayor triunfo de la vigésimo primera de abono. Tras corridas infumables por su mansedumbre y falta de casta, Adolfo Martín trajo algo de esto último y el espectáculo fue posible. Mil matices le podremos sacar al encierro de hoy, algo imposible en días anteriores en los que, por más que rebuscaras, no podías extraer nada bueno. Es verdad que siempre se espera más de esta ganadería con un palmarés envidiable en no muchos años de historia, e incluso más dureza, pero al menos hubo variedad, interés, y dos toros de nota. El cuarto "Baratillo" y el que cerró plaza, "Marinero", ambos cornipasos y de imponente y preciosa estampa, ofrecieron espectáculo en varas (en distintas dosis y con matices) y luego muchas embestidas para el triunfo. Y delante de ellos, dos matadores que protagonizaron una de sus mejores tardes en Madrid: Antonio Ferrera y Javier Castaño. Ambos, también con matices a desarrollar, anduvieron a muy buen nivel. El menos afortunado en el sorteo fue Alberto Aguilar, que con el peor lote se justificó a base de voluntad y valor. La plaza se llenó y el público se divirtió, ¿qué más se puede pedir visto lo visto? Y, además, el divertimento no fue fácil ni verbenero, estuvo sostenido en todo momento por la verdad y la emoción que da la casta, y el compromiso y entrega del que se viste de luces.

Antonio Ferrera cortó la única oreja de la tarde, en una labor en la que al final contó más el conjunto que el trasteo en sí. Fue ante el cuarto, un toro de impresionante trapío. Cornipaso, enseñando las palas, recordó a aquellos “victorinos” de hace décadas, incluso al toro antiguo. Aunque pesaba “solo” 517 kilos, el de Adolfo era un “tío”, absolutamente cuajado y con remate por todas partes. Y cuando empezó a embestir al capote de Ferrera, el espectáculo comenzó. Qué forma de querer coger las telas, haciendo el avión, pero todo ello con intensidad, emoción…casta. Cuando sonaron los clarines para invitar a salir a los del castoreño, run run en la plaza ante las esperanzadoras y emocionantes primeras arrancadas de “Baratillo”, una reata, por cierto, de las más importantes, no sólo en esta ganadería, sino también en la de Victorino Martín. Y “Baratillo”, en cuanto vio el caballo, se fue a por él. Y tanto empujó, que lo derribó. El tercio de varas iba camino de ser un auténtico acontecimiento, pero el ejemplar de Adolfo ya se resistió más a regresar al peto. Le colocó su matador varias veces en suerte (una de ellas en el mismísimo centro del ruedo), pero el astado tardeó y comenzó a escarbar. Al final, ya más cerrado, aunque a una distancia considerable, se arrancó y volvió a empujar. No habría estado de más verlo en una tercera vara, pero así es la Tauromaquia de hoy… El tercio de banderillas llevó, como de costumbre, la firma del propio Ferrera. Muy torero en todo momento, fue un buen segundo tercio en el que él mismo colocó a su enemigo, clavó los palos en distintas suertes (cuarteando, de dentro afuera o al quiebro), y casi siempre colocó los rehiletes en la cara y no a toro pasado. Lo malo fue que este tercio se eternizó y las pausas que surgieron en él acabaron castigando en exceso al toro. Encastado ante todo fue “Baratillo”, animal que a pesar de ello tuvo nobleza y quiso coger la muleta siempre por abajo, como los bravos. Se desplazó con mucha transmisión en los primeros muletazos, aunque después se empezó a apagar. La larga lidia a la que fue sometido, los puyazos, y el encimismo de Ferrera terminaron por ahogar a un astado que pedía algo más de distancia. El extremeño logró muletazos de estimable templanza, aunque la faena no terminó de romper. A pesar de ello, la capacidad e inteligencia lidiadora que demostró durante toda la tarde tuvieron su recompensa en forma de una oreja bastante protestada y muy justita. La estocada, ligeramente atravesada, fue ejecutada de forma perfecta, realizando Antonio Ferrera la suerte suprema a tres tiempos. El que abrió plaza, el de mayor tamaño de la corrida, fue también aplaudido de salida. Derribó al caballo que guardaba la puerta demostrando bravura al empujar con los riñones, y con la cara fija y abajo. En el segundo puyazo también cumplió. Pero tras el primer tercio, la intensidad bajó mucho. Este primero fue una de las dos reses que tuvieron la fuerza en el límite, llegando a doblar las manos en alguna ocasión. Fue noble, demasiado noble un animal al que le faltó, además de fortaleza, más carbón y casta. La faena de Ferrera, que antes había puesto al público en pie con las banderillas, tuvo también templanza y en ella hubo muletazos estimables, pero faltó más transmisión por parte del toro. Tras un arrimón y una buena estocada, saludó una ovación.

Una oreja tenía cortada Javier Castaño en el sexto pero, una vez más, la espada se cruzó en su camino. Castaño mató su segundo en último lugar porque tuvo que pasar a la enfermería tras estoquear al segundo de la tarde. Tras sufrir un pitonazo, tuvo que salir con su mano derecha vendada para poder lidiar y estoquear al que había sido enchiquerado como quinto. “Marinero” se llamaba, un precioso ejemplar cárdeno claro de capa, muy cornipaso, y de preciosa y muy seria lámina. En una palabra: trapío. Cuando apareció por la puerta de chiqueros fue fuertemente ovacionado, con el tendido 7 en pie. Y también ovación “escuchó” ya muerto cuando era arrastrado por las mulillas. Este “Marinero” fue el otro toro de la tarde. Bravo en el tercio de varas, se arrancó de lejos en tres puyazos que fueron ejecutados magistralmente por el gran Tito Sandoval. Tito dio una lección de cómo se debe mover el caballo con naturalidad, pero autoridad, y como se debe echar el palo dando antes los pechos del caballo. “Marinero” se arrancó con alegría (aunque después no terminó de empujar con convicción en el peto) y la plaza se puso en pie. De nuevo, después de mucho tiempo, Las Ventas volvía a ovacionar de pie a un toro y a un picador en un momento mágico, cargado de emoción. Pero aquí no terminó todo, ya que a continuación salió en escena el resto de la cuadrilla de Castaño. David Adalid y Fernando Sánchez nos deleitaron con un sensacional tercio de banderillas. Ambos dieron todas las ventajas al toro, fueron andando a la cara, sacaron los palos de abajo, y clavaron con absoluta pureza asomándose al balcón. Los dos se desmonteraron al igual que en el segundo de la tarde. Por fin, variedad, entretenimiento total, y el resto de tercios al margen del de muleta, también protagonistas. Tras el maremoto de Tito y de dos de sus hombres de plata, Javier Castaño comenzó la faena de muleta. Con la montera calada en un gesto de torero añejo, el salmantino firmó un fantástico inicio cargado de templanza y torería. Al de Adolfo, por su parte, sólo le faltó un punto más de transmisión y picante para que hubiera sido el toro perfecto. Humilló mucho, tuvo recorrido, calidad…todas las virtudes del encaste Albaserrada-Saltillo. Y todo con su punto de casta, con nobleza pero sin ser tonto y dotando de importancia todo lo que su matador realizaba. Éste firmó un trasteo con altibajos en el que, por momentos, faltó bajar más la mano y no rematar los muletazos hacia arriba. Pero igual que hubo puntos a mejorar, Castaño logró naturales realmente sobresalientes, ejecutados con pureza, muy bien colocado. Se la jugó porque, pese a su manifiesta bondad, el toro no perdonaba y sabía lo que se quedaba atrás. Tenía el trofeo, pero pinchó en una ocasión y dejó una estocada muy tendida después. Quizás, la herida de la mano influyó en el poco acierto estoqueador. Como premio, dio una vuelta al ruedo clamorosa. Y “Marinero”, al igual que “Baratillo”, fue ovacionado en el arrastre. El primero del lote de Castaño no fue, ni de lejos, como su segundo. El animal, el único que bajaba en presentación del sexteto, no hizo nada reseñable en el caballo y después demostró falta de casta y movilidad en el último tercio. El primer muletazo se lo tragaba, pero en el segundo pegaba un hachazo de enorme violencia. Castaño se intentó justificar poniéndose en el sitio y con la muleta a media altura, pero el lucimiento se tornó imposible. Aquí también estuvo mal con la espada.

Y si sus compañeros se llevaron cada uno un toro bueno, menos fortuna tuvo el sustituto del herido Iván Fandiño. En su cuarto paseíllo en Madrid durante este mes, Alberto Aguilar tan sólo pudo dejar constancia de su valor y de voluntad. Posee un buen concepto del toreo que ya ha demostrado, pero hoy quedó inédito y casi no tuvo opción. El tercero, noble y de buena condición, anduvo también muy justo de fuerzas y falto de chispa. Aguilar extrajo en este turno algunos naturales largos y templados, pero fueron muy contados y la ligazón no fue posible. Ante el quinto (que debió salir en sexto lugar) tuvo las cosas más difíciles. Este de Adolfo fue el que más se pareció a las llamadas alimañas. Más complicado, áspero y agrio, estuvo desde salida muy agarrado al piso y no tuvo continuidad en la embestida.

21ª abono Feria de San Isidro. Las Ventas. Con lleno en los tendidos, se lidiaron 6 toros de Adolfo Martín, muy bien presentados (salvo el 2º), serios y rematados, pero muy en el tipo de la casa, y de juego desigual. Destacaron 4º y 6º, bastante bravos en varas y luego de buen juego en la muleta, más encastado el primero y más con más calidad el que cerró plaza. 1º y 3º nobles pero flojos; 5º complicado.

Antonio Ferrera: saludos tras leve petición y orejas con algunas protestas
Javier Castaño: silencio y vuelta al ruedo
Alberto Aguilar: saludos y silencio tras aviso

jueves, 30 de mayo de 2013

Artículo 20ª abono Feria de San Isidro

“MENOS MAL QUE QUEDA POCO…”
Si no hubiera querido realizar esta feria ni un mínimo esfuerzo a la hora de escribir sobre lo ocurrido cada tarde en el ruedo de Las Ventas, lo hubiera tenido muy fácil. Podría haber hecho una maqueta o plantilla y publicar cada día lo mismo, cambiando únicamente los nombres de los actuantes. Y es que en este San Isidro la variedad ha brillado por su ausencia. Hablo ya en pasado porque tan sólo quedan tres festejos para que el ciclo taurino más importante de la temporada eche el cierre. Hoy era la vigésima del abono y pasó más de lo mismo. Por segunda tarde se lidiaba ese divisa tan querida por los aficionados madrileños por su latente bravura y poderío. Esto, claro, es ironía. Jandilla regresaba a Las Ventas tras el petardo de hace menos de una semana. Al menos, en esa ocasión la corrida pasó entera el reconocimiento veterinario, porque hoy ni eso. El encierro de Borja Domecq tuvo que ser remendado con dos animales de Las Ramblas (otro hierro más de tantos procedentes de Domecq) y, pese a todo, lo que salió por chiqueros tampoco fue un ejemplo de seriedad y trapío. En general, otro lote de toros mal presentados y que, además y para no romper con la racha, estuvo completamente ayuno de casta. Fue, de nuevo, un desfile de mansos, flojos y descastados que no dieron ninguna opción a la terna actuante. Terna, por otra parte, que tampoco invitaba al optimismo. El Fandi completaba su doblete, mientras que Daniel Luque hacía lo suyo con su triplete. La única buena noticia que nos dejó el día fue precisamente que ya no tendremos que soportar otra tarde más a estos dos toreros. Ni a ellos, ni a Jandilla. El joven Jiménez Fortes, el único con cierto interés del cartel, se estrelló con unos productos putrefactos que le dejaron inédito. Y, entre tanto, otra buena entrada en el coso de la calle Alcalá con alrededor de tres cuartos de los tendidos cubiertos en una nueva tarde de lluvia y frío, más propia del invierno que del cercano verano. Entre la mayoría de animales lidiados, la actuación de muchos de los diestros que han hecho el paseíllo, y el factor meteorológico…en vez un disfrute, el San Isidro de este 2013, ha resultado un auténtico sufrimiento.

Sí, la paciencia empieza a acabarse tras tres semanas de petardos y fracasos continuos. Aunque los aficionados siguen aguantando estoicos el paso de los días y el aburrimiento, en el ambiente se comienza a respirar un sentimiento de absoluta resignación, cansancio y, por qué no, indignación. Y es que, casi finalizada la feria, es hora de empezar a señalar a los responsables del descalabro. Está claro que los culpables son numerosos y diversos, pero uno se erige por encima de los demás: la empresa. Taurodelta se sigue superando (y mira que es difícil) año tras año en su objetivo de dilapidar la afición en la monumental de Las Ventas. Los carteles eran flojos, pero los resultados son mucho peores. A pesar de las numerosas orejitas regaladas que se han cortado con la complicidad de los presidentes, estos trofeos no pueden maquillar el pésimo balance de casi un mes de toros continuado. Al margen de que el nivel de presentación ha descendido notablemente con encierros muy desiguales y algunos bichejos impresentables, el ínfimo nivel de casta de los hierros lidiados es lo más preocupante. Han decepcionado casi todos y tan sólo se han salvado unos cuantos, y, dentro de los que han conseguido no hundirse, ninguno ha lidiado una corrida o novillada completa y sobresaliente. Lo del tercio de varas, por otra parte, ya es una batalla perdida. Y luego qué decir de esas faenas interminables y anodinas que parecen todas iguales y que no dicen absolutamente nada. Sin duda, un canto a la mediocridad es lo que ha sido esta isidrada que ya nos va dejando. Los ganaderos que crían borregas para el lucimiento y disfrute de los toreros son una lacra para este espectáculo, sí, y también aquellos espadas que cada día realizan un alarde de ventajas y vulgaridad, pero la máxima responsable de cara al aficionado es la empresa gestora de la que se supone es la primera plaza del mundo. Ellos, con unos carteles de sota, caballo, y rey, marcados por los cambios de cromos, y que tienen el único objetivo de seguir aumentando sus fortunas, siguen cavando día a día la tumba de la Tauromaquia. Ya lo avisamos muchos hace meses: ¿qué pinta Jandilla dos tardes en Madrid?, ¿qué justificación tiene el triplete de Daniel Luque en el abono? Pues al final volvimos a llevar razón. Pero, no se preocupen ustedes, que seguro que el año que viene nos volvemos a deleitar con la sonrojante falta de casta, fuerza y bravura de una, y con el toreo mediocre y pegapasista del otro. Menos mal que mañana viene Adolfo y el sábado Cuadri, y menos mal que San Isidro toca a su fin…

Foto: Javier Arroyo

miércoles, 29 de mayo de 2013

Artículo 19ª abono Feria de San Isidro

“¿EXIGENCIA?, MEJOR TRIUNFALISMO”
Hoy, en la decimonovena de la Feria de San Isidro, saltaron las alarmas. Por distintos motivos algunos nos marchamos de la plaza seriamente preocupados. Como siempre, la mayoría nos tacharán (a los que pensamos así) de pesimistas o derrotistas que buscan un espectáculo utópico y que no se conforman con nada. No se crean esto porque los más de dos siglos de Tauromaquia han demostrado que esa fiesta que algunos (pocos) buscamos, es posible. La casta en el toro y la pureza en el torero deberían ser los pilares sobre los que se sustente, no sólo la fiesta de los toros en general, sino también la afición de cada uno en particular. Pero ese tipo de acontecimiento está, desde hace bastante tiempo, en vías de extinción. Y lo ocurrido hoy en la que se supone es la primera plaza del mundo no invita al optimismo. Digo se supone porque cada día es más difícil reconocer a Las Ventas como la cátedra del toreo. Y, por estos derroteros, viene una de las alarmas surgidas tras la corrida de esta tarde. El comportamiento del público de Madrid comienza a ser muy preocupante. Si en los últimos años algunos ya habíamos notado un cambio y unas reacciones extrañas cada vez más frecuentes, lo de este San Isidro está confirmando todas las sospechas. Si antes el coso de la calle Alcalá (su público, está claro) se definía por ser el más exigente y entendido, en la actualidad esto ha dejado paso a un público verbenero que no exige ni un mínimo y que, a lo largo del desarrollo de la lidia, muestra la más notable ausencia de conocimientos taurinos. No se protestan apenas animales impresentables que antaño habrían provocado la más grande desaprobación de los tendidos; se aplaude por no picar, o no se protesta cuando se realiza mal la suerte de varas; se jalea y aplaude ese toreo alegre y voluntarioso, pero que no cumple (ni de lejos) con los cánones de parar, templar, cargar, y mandar; se premian faenas que en otro tiempo no hubieran obtenido ni una palma como recompensa…y así me podría tirar toda la noche.

Y ya no hay excusas que valgan. Unos días porque son festejos de rejones; otros porque el público de los domingos es distinto y menos asiduo y aficionado; otros días porque a las novilladas van muchos de los amigos y familiares de los abonados; otros porque son carteles del “clavel”…el caso es que parece que siempre tenemos excusa para justificar el comportamiento del respetable en esos días de rebajas y extrema benevolencia. ¿Y hoy, qué motivo había hoy para que el abonado y aficionado no acudiera a la plaza? En el cartel tres jóvenes, cada uno con un particular concepto del toreo, y todos con supuesto interés y actuaciones estimables a sus espaldas. Sergio Aguilar (uno de los llamados “toreros de Madrid”), Miguel Ángel Delgado (casi inédito por sus contados contratos y que el pasado año ofreció una gratísima imagen en sus dos comparecencias el 15 de agosto y el 12 de octubre), y Arturo Saldívar (uno de los matadores mexicanos con mejores condiciones). Si este cartel no era para que los supuestos aficionados madrileños hubieran acudido en masa a Las Ventas…que venga Dios y lo vea. Y es que hoy, de nuevo, se regaló una oreja tras un trasteo de Saldívar muy voluntarioso e incluso valiente, pero que no tuvo la más mínima rotundidad y lucimiento en cuanto a toreo fundamental se refiere. Y si no se cortaron más orejas, además, fue porque el encierro del Ventorrillo (¿adonde ha ido a parar la casta, movilidad, y bravura de esta divisa que tantas tardes de triunfo y espectáculo posibilitó hace años?) no dio apenas opciones. Entonces, ¿dónde está esa afición de Madrid exigente y que sólo premiaba aquellas obras notables o sobresalientes? Pero es que si esta verbena constante es preocupante, no lo es menos la actuación día tras día de presidentes y veterinarios. Ya he perdido la cuenta de las corridas o astados mal presentados que han saltado al ruedo en lo que llevamos de feria. La de hoy del Ventorrillo tuvo kilos y más o menos cuajo, pero por delante sorteó a varios ejemplares sin un ápice de seriedad para Madrid. Toros que llaman “bonitos” o “toreros”, con cuernas ligeramente gachas o abrochaditas, propios de cosos de segunda, pero no de primera categoría, y menos de Las Ventas. Antes, pese a los pobres resultados tarde tras tarde, al menos nos conformábamos porque en Madrid salía el toro y los espectadores exigían la fiesta auténtica. Ahora, en cambio, si ya tampoco sale ese toro y el público que llena los tendidos es más propio de un pueblo que de la plaza que lo daba y lo quitaba todo, entonces… ¿cómo seguir vendiendo que Las Ventas es el coso más importante del mundo y San Isidro el ciclo taurino más trascendental de la temporada? Pero lo más preocupante de todo esto es el “miedo” o el rechazo que siente la mayoría a esa bendita y tan necesaria palabra como la exigencia. ¿Por qué tiene que ser de “talibanes” o infelices amargados eso de exigir al torero, y también al toro? Sólo siendo exigentes podremos obligar a los protagonistas de este espectáculo a que hagan el esfuerzo que deben y, por ende, poder aspirar a disfrutar y deleitarnos con las grandezas de la Tauromaquia. Si bajamos el listón y nos conformamos con poco, en lo que estaremos cayendo, simple y llanamente, es en el triunfalismo barato. Y este triunfalismo, ni más ni menos, tendrá (y tiene) como claro objetivo el tapar y esconder la mediocridad reinante en el mundo del toro actual.

martes, 28 de mayo de 2013

Artículo 18ª abono Feria de San Isidro

“EL VALOR DE RITTER Y 
UN ASPERSOR REVOLTOSILLO”
Una tarde más, en Las Ventas, se rozó (si no alcanzó) el esperpento. En mitad de la lidia del tercero, durante el tercio de banderillas, el aspersor colocado en el centro del ruedo y que riega la arena de la monumental, saltó y comenzó a regar en una escena surrealista que dejó perplejo a todo el mundo. Seguramente, los muchos turistas que había hoy en los tendidos habrán creído que eso formaba parte del espectáculo, que era algo normal. Y sin llegar al nivel de la normalidad, si hacemos memoria no es la primera vez que esto ocurre en Madrid. Si no recuerdo mal, en plena faena de José María Arenas, hace unos años cuando era novillero, el aspersor también se puso a funcionar. Al igual que ese día, hoy los que estaban vestidos de luces y todos los espectadores que contemplábamos la escena sentimos cierta vergüenza ajena por el suceso. Lo que no me explico como puede ocurrir esto. Si el aspersor se encendiera de forma automática debería hacerlo siempre a la misma hora. Si no lo hace nunca, ¿cómo de repente esta tarde se pone a funcionar? Si como digo es automático podría haber sido un fallo técnico, pero si se activa de forma manual, ¿quién ha sido el listo que ha hecho la gracia? Quizás el culpable estaría tan aburrido por la novillada que decidió darle un poco de interés y cachondeo al asunto regando un ruedo que ya de por sí estaba mojado por el aguacero que cayó antes del festejo. Otro día de tormenta en Madrid y van… Y si numerosos han sido los nubarrones que han descargado con ganas durante este San Isidro, también demasiados han sido los petardos ocurridos tarde tras tarde. Hoy, en la tercera y última novillada del abono, tampoco nos pudimos divertir. El descastado y deslucido encierro de Carmen Segovia, que además sorteó algún que otro ejemplar complicado y áspero, fue una decepción. Y, por otro lado, tampoco los chavales que hicieron el paseíllo estuvieron demasiado afortunados. Abría el cartel Tomás Campos, un joven extremeño al que desde que comenzó la temporada madrileña ya le hemos visto unas cuantas veces. Hoy, Campos dio muchísimos muletazos, pero ninguno dijo nada. Y ya sabemos que lo peor que puede despertar un torero, sea novillero o matador, es indiferencia. Por su parte, el alcarreño Curro de la Casa hacía su presentación en Madrid y, la verdad, es que este factor se notó. Más verde que una lechuga dio la impresión de estar de la Casa. Además, por momentos se le vio a merced de los elementos, sobrepasado por la presión y la responsabilidad de la tarde. Si mal estuvo en el segundo, algo mejor se mostró en el quinto. Por último y cerrando la terna actuó el colombiano Sebastián Ritter, novillero apoderado por Antonio Corbacho. De Ritter nos habían dicho (y alguno ya lo habíamos visto) que tenía valor, y así es, tiene valor y mucho. Un auténtico arrimón se pegó en sus dos turnos, especialmente ante el utrero (por edad, porque la apariencia y seriedad era de toro) que cerró plaza. Eso sí, eso del valor frío y de verdad, y el concepto vertical de riñones encajados está muy bien, pero también hay que torear. Y Ritter se olvidó de esto y…de la muleta. Sin mandar ni enganchar las embestidas de sus enemigos, el colombiano dejaba pasar el viaje pero sin llevarlo toreado. Como digo, el valor es algo imprescindible en un torero, pero siempre que se use para torear, no sólo para pegarnos el arrimón desde el primer muletazo. En definitiva, que hoy tampoco nos fuimos demasiado contentos a casa tras un festejo que tuvo como protagonistas al valor de Ritter y a un aspersor revoltosillo.

Foto: Javier Arroyo

Artículo 17ª abono Feria de San Isidro

"¿FUE DE PUERTA GRANDE?"
La corrida de hoy en Las Ventas ha arrojado un encendido debate sobre si Alberto Aguilar mereció salir a hombros y abrir la puerta grande tras la petición de oreja que no atendió el presidente en el último capítulo del festejo. Muchos hablan de robo, una palabra que nunca suelo (porque no me gusta) usar en este tipo de casos en los que el usía no concede un trofeo a un determinado torero. Para empezar, lo que hay que decir es que esta tarde Alberto Aguilar estuvo tremendo en Madrid, que ofreció una notable imagen en el tercer paseíllo que realizaba, en pocas semanas, en el coso madrileño. El primero fue fuera de abono, en la Goyesca del 2 de mayo, el segundo tuvo lugar ya dentro de San Isidro y hace dos semanas exactas ante la corrida de José Escolar, y finalmente esta tarde, por la vía de la sustitución, Aguilar regresaba a Las Ventas. Sin duda, una sustitución merecida tras las gratísimas sensaciones que este torero ha dejado en los aficionados venteños, no sólo en este 2013, sino por ejemplo el año pasado en la Feria del Arte y la Cultura ante los “victorinos”. Y Aguilar justificó su presencia sustituyendo a Fernando Cruz sobradamente. Cuando un torero se encuentra en un buen momento, confiado consigo mismo, lo que muestra en el ruedo es firmeza y claridad de ideas. Además, Alberto dio toda una lección de buena colocación y toreo puro, entre tanta figurita ventajista y mentirosa. Y todo ello, con el mérito añadido, de que delante no tuvo un lote de grandes posibilidades, sino varios astados descastados y deslucidos, que no fueron fáciles. El único potable el sexto que fue un mansito en el límite de fuerzas, pero que al menos tuvo nobleza y buena condición. Aguilar cortó una oreja de peso en el segundo y a punto estuvo de obtener otra en el que cerró plaza. Y he aquí el debate: tras una meritoria labor, un pinchazo, y una estocada, el público que casi llenó los tendidos de Las Ventas sacó los pañuelos en una petición claramente mayoritaria, pero que no consideró el señor presidente Julio Martínez.

Está claro que esto no es tan sencillo como que la máxima autoridad de la plaza no quiso dar la oreja porque la actuación de Aguilar no fue de su agrado, sino que esta decisión (eso sí, unilateral) respondió a una cuestión mucho más complicada. Si Alberto Aguilar no hubiera tenido ya una oreja en su esportón, o no hubiera pinchado en una ocasión antes de dejar el espadazo final, está claro que el presidente no habría dudado un segundo en conceder ese trofeo del sexto. El problema radicaba en que sí el señor Martínez sacaba el pañuelo blanco, el torero madrileño abriría la puerta grande. Y es que, desgraciadamente, en Madrid se puede salir a hombros con una y una. Y digo desgraciadamente porque considero una absoluta y urgente necesidad el que se cambie el reglamento y se obligue a cortar dos orejas en un mismo toro para la apertura de la puerta grande más importante del toreo. No puedo entender como en Madrid, en la primera plaza del mundo, en la que los triunfos son tan difíciles y la exigencia tan grande, no sea obligatorio este requisito de los dos trofeos de un mismo toro para salir a hombros. El listón de Madrid debe ser tal que el máximo premio y reconocimiento se consiga tras una labor tan redonda y rotunda que haya sido merecedora de las dos orejas y que haya logrado la unanimidad. Creo que el honor de salir en volandas calle Alcalá arriba es tan grande, que la actuación y faena del torero en cuestión debe ser sobresaliente. Pero claro, si hablamos de obligar por reglamento a cortar dos orejas en un mismo toro para abrir la puerta grande de Las Ventas, ya estamos hablando de otra cuestión. Alberto Aguilar, está claro, no tiene la culpa de la presente y cuestionable normativa. Y, con el reglamento en la mano, el presidente debió conceder la oreja en el sexto, simple y llanamente, porque la petición era mayoritaria y la primera oreja es del público. Y, una vez dicho esto, ofrezco mi modesta opinión: yo, personalmente, prefiero que los presidentes de Madrid se pasen de duros y exigentes, antes que de benevolentes y facilones; prefiero la dureza y la “austeridad” antes que el triunfalismo. Por lo tanto, creyendo injusta la decisión del presidente en este caso particular, prefiero que se den estos casos antes que los contrarios. La pena y lo injusto es que Aguilar paga los platos rotos cuando es uno de los pocos matadores que han dado la cara esta feria. Él, junto a algún otro como Iván Fandiño, sí han merecido el reconocimiento de todos y han destacado entre tanta mediocridad. Además, a este tipo de toreros una oreja o una puerta grande les supone una ayuda inimaginable. Por eso, pido dureza y rigor al palco presidencial, pero para todos por igual. No me vale que hoy le nieguen el premio a Alberto Aguilar, y que luego regalen orejitas a otros muchos. Y es que precisamente se da la circunstancia de que durante el presente San Isidro las rebajas han sido considerables. Lo que no se puede aceptar es que le regalen una oreja el viernes a Manzanares (una figura del toreo con su temporada hecha y los bolsillos llenos), y luego le nieguen hoy una a un torero modesto como Aguilar. Esas injusticias y distintos raseros son los que no me gustan un pelo.

Pero, más allá de todo este debate y de las opiniones de unos y otros, hoy Alberto Aguilar, con puerta grande o sin ella, ha demostrado a aficionados y profesionales su capacidad, condiciones y actitud. Y sinceramente creo que puede llegar a ser más positivo para él un balance de oreja de peso y vuelta al ruedo clamorosa, que otro con una puerta grande cuestionada. Y es que, si bien la suya fue una gran actuación, quizás la oreja del sexto estaba muy justita, en el límite. Para que luego se hable de puerta chica, o puerta grande barata, mejor que el torero en cuestión se vaya a pie pero con el reconocimiento de todos. Espero y deseo que sea así y la tarde de hoy suponga un importante toque de atención a todos aquellos que aún no se han enterado de que Alberto Aguilar es un torero muy a tener en cuenta y que se encuentra en un magnífico momento. La pregunta de “¿Fue de puerta grande?” arrojará opiniones diversas; en cambio, habrá unanimidad al calificar de notable la tarde de Aguilar hoy en Madrid. Quedémonos con eso.

Foto: Javier Arroyo

domingo, 26 de mayo de 2013

Reportaje fotográfico en Adolfo Martín

LA CORRIDA DE ADOLFO MARTÍN
PARA LA FERIA DE SAN ISIDRO 2013

Hace varias semanas, tuve la oportunidad de acercarme a la finca “Los Alijares”, situada en tierras extremeñas, y donde pasta la vacada de Adolfo Martín, uno de los hierros más prestigiosos del campo bravo español. Además, esta divisa de origen Albaserrada-Saltillo, es una de las más esperadas y queridas por los denominados aficionados toristas por su exigencia y dureza. La de Adolfo es una de las últimas ganaderías que tienen la casta como máxima a la hora de seleccionar, criar y lidiar.

Este próximo jueves, día 30 de mayo, Adolfo Martín volverá a la plaza que le ha dado todo como ganadero y en la que ha cosechado importantes triunfos que ya forman parte de la Historia de la Monumental de Las Ventas de Madrid. Este jueves, Adolfo regresa para lidiar, un año más, en plena Feria de San Isidro. A continuación, os dejo las veinte fotos que he seleccionado y en las que se plasman la seriedad y el magnífico trapío con los que cuentan la decena de toros (la mayoría cinqueños) reseñados por el ganadero de Galapagar para la cita más destacada de su temporada. Espero que este reportaje fotográfico sea de vuestro agrado y que en pocos días podamos ver a los “adolfos” en el ruedo del coso más importante del mundo…

sábado, 25 de mayo de 2013

Crónica 15ª Feria de San Isidro

“MADRID, QUIÉN TE HA VISTO Y QUIÉN TE VE…”

Tarde de clavel y triunfalismo barato con puerta grande incluida para el único matador que debió pasear un trofeo: Alejandro Talavante. Corrida desigual de Victoriano del Río con varios ejemplares de grandes posibilidades en la muleta. Valentín Luján, herido grave.


24 de mayo y anunciado estaba el último gran cartel de la feria para aquellos espectadores que tan sólo acuden a la plaza con el “glamour” de las figuras. Era la última tarde del clavel, algo que, por otra parte, muchos agradecemos aunque solo sea por no tardar casi media hora en entrar a la plaza y sentarte en tu localidad entre tanto guapo y guapa. Era el último festejo que contaba con una terna íntegra de figuras, o mejor dicho, de las llamadas figuras del toreo actual. Y como las anteriores tardes de relumbrón no habían salido como se esperaba (fueron un auténtico petardo) hoy el triunfo estaba obligado. Por eso, entre público y presidente, convirtieron Las Ventas en una auténtica verbena de orejas. El listón de la plaza que se supone es la más importante del mundo bajó a la altura de cualquier coso de tercera o, como mucho, de segunda categoría. Lo venderán como casi la nueva “Corrida del Siglo”, como un gran espectáculo, pero, al menos para este modesto servidor, la corrida de hoy se quedó en entretenida y variada, nada más. Buena culpa del éxito cosechado lo tuvo el encierro de Victoriano del Río, muy bien presentado salvo el escurrido segundo, y que demostró que es de los pocos hierros predilectos de las figuras que aún tienen algo de casta. Fue la de Victoriano una corrida mansa en el primer tercio, pero que después sorteó a varios astados de triunfo en la muleta. Lo de siempre: el toro del siglo XXI que sólo se valora en el tercio final. Pero dentro de este tipo de toro, al menos hubo alguno que no fue “tonto”, que tuvo un interesante punto de casta. Los mejores, sin duda, el completo y buen segundo, y el manso pero encastado tercero que, después de merecer las banderillas negras en el tercio de varas (por supuesto, no se sacó el pañuelo rojo), llegó al último tercio metiendo la cabeza de forma extraordinaria y moviéndose con mucha transmisión. De la terna lo mejor llevó la firma de un Alejandro Talavante que, tras su nefasta encerrona de hace menos de una semana, dio motivos para la esperanza al volver (aunque fuera sólo por momentos) a la senda de la pureza y la verdad. Algunos naturales de los que firmó en su primero fueron sobresalientes, aunque su obra no mereciera, ni de lejos, el honor de abrir la puerta grande.

Con interés y, porqué no, con morbo, se esperaba el regreso de Talavante a la misma plaza que casi le despide con almohadillas en la gesta que al final no lo fue. Tras ese estrepitoso fracaso algunos decían que Alejandro no quería volver al coso de la calle Alcalá, que no tenía el ánimo y la fuerza para hacerlo, pero al final el destino quiso que la tarde terminara de forma muy distinta a la del día 18. A hombros se fue el matador extremeño tras desorejar a su primer oponente. El tercero, serio y bien presentado como la mayoría de sus hermanos, salió muy frío y suelto de salida. Le costó embestir y desplazarse en unos primeros capotazos que no pudieron ser lucidos. Después, en el caballo, terminó de cantar su condición de manso huyendo y casi pegando un salto cada vez que sentía la puya en su lomo. Al final entró tres veces, aunque ninguno de los puyazos provocara el castigo conveniente. Mereció las banderillas negras, pero parece que en la descafeinada y blandita fiesta de nuestros días, este castigo ya no tiene lugar. Tras una lidia horrorosa y un tercio de banderillas para el olvido, Alejandro Talavante cogió la muleta y rápidamente el respetable se dio cuenta de que su actitud había experimentado un giro de ciento ochenta grados respecto a la tarde de su encerrona. Alejandro llamó al toro a su jurisdicción, y el manso se puso a embestir de forma emocionante. Humillando mucho, repitiendo, y exigiendo, el de Victoriano del Río tuvo, por encima de todo, la virtud de la transmisión. A pesar de que la faena transcurrió cerca de las tablas, el animal finalmente se acabó rajando. El trasteo de Talavante no fue redondo, sino irregular. Con altibajos, el extremeño firmó una labor que llegó mucho a los tendidos. De entre todo destacó un sobresaliente cambio de mano que se convirtió en un natural eterno y que se remató con un fortísimo…Olé. En ese muletazo, los cimientos de Las Ventas, crujieron. A partir de ahí, varias series por ambos pitones en las que hubo grandes muletazos, pero también bastantes enganchones. La embestida de la res no fue fácil y Talavante tuvo que aguantar mucho. Lo más importante de todo es que ese Alejandro ventajista y casi antiestético de las últimas ocasiones, se transfiguró por momentos en el torero que un día fue, en ese que catapultó esta misma plaza cuando se presentó como novillero, o en esa antológica faena al natural al sardo de El Ventorrillo de nombre “Cervato”. Talavante volvió por sus fueros, pero la faena no tuvo la consistencia ni el peso exigibles para la apertura de la puerta grande más importante del toreo. La buena estocada que consiguió terminó de caldear el ambiente y las dos orejas cayeron. Excesivo premio para una buena obra. El que cerró plaza, el único que empujó algo en el peto del picador, le infirió una grave cornada al subalterno Valentín Luján. Este hecho marcó el posterior y breve trasteo de Talavante. El de Victoriano, que tuvo más complicaciones que los anteriores, se vino a menos en la muleta y acortó rápidamente el recorrido para empezar a defenderse. Su matador no terminó de encontrarse cómodo en ningún momento y se fue pronto a por la espada.

José María Manzanares también volvía para cumplir con su segundo y último compromiso en la feria. Como siempre, tuvo a la mayoría de la plaza a su favor, y a una parte muy reducida (pero ruidosa) en su contra. Constantemente fue recriminado por su colocación ventajista delante de sus respectivos enemigos, aunque al alicantino le dio exactamente igual y no rectificó ni un ápice. Además, los del clavel se pusieron de su parte y le acabaron regalando una oreja. Y es que eso fue, ni más ni menos, el trofeo que obtuvo del segundo, un regalo. Buen toro en la muleta resultó el primero del lote de José María. Completo ejemplar que además de nobleza, fijeza, y prontitud, tuvo recorrido, duración, y humilló. Manzanares lo único que hizo fue acompañar las embestidas, citando siempre al hilo del pitón, y retrasando (y escondiendo) por sistema la pierna que debe torear y cargar la suerte. Pero como a la mayoría esto de los cánones y la pureza les da exactamente igual, pues se dedicaron a aplaudir y animar al diestro, extasiados por su indudable e innato empaque, temple y elegancia. Esperó mucho en la suerte suprema Manzanares y logró un meritorio espadazo en la suerte de recibir, pero que cayó muy trasero. A pesar de que el animal tardó en caer, afloraron los primeros pañuelos y el usía, sin esperar siquiera a que la petición fuera mayoritaria, sacó el pañuelo blanco. Una auténtica vergüenza. El grandón y serio quinto, que según la tablilla pesaba seiscientos kilos, fue uno de los más descastados y deslucidos del lote del ganadero madrileño. Además, siempre embistió a la franela de su matador con la cara a media altura. José María Manzanares intentó justificarse pero se mostró incómodo, dubitativo, y sin saber como plantarle cara a su oponente.

Y abriendo cartel actúo Sebastián Castella. Después de una primera tarde en la que no pasó nada, esta segunda comenzó también torcida para él. El que abrió plaza, un toro atacado de peso, mostró celo en sus arrancadas, pero la mala suerte hizo que se lesionara una de sus manos y quedara inservible para la lidia. Un resignado Castella actuó como debía y mató rápidamente al animal. De este primer, y casi inédito, capítulo lo más brillante lo realizó Javier Ambel en un soberbio tercio de banderillas en el que sacó los palos de abajo, se asomó al balcón, y salió andando con torería. El cuarto fue el típico toro soñado por los toreros y por los ganaderos denominados comerciales. Muchísima nobleza, clase, fijeza, recorrido…pero, eso sí, la casta y la transmisión en el límite. Y el resultado final para el francés también fue de una oreja. “¡Alegría!, ya que estamos…” debieron pensar muchos. Es verdad que Sebastián Castella anduvo muy templado y cómodo con este que cerró su lote, pero la mayoría de su toreo fue despegado y faltó, además de ese ajuste, más pasión y rotundidad por parte del matador…y del toro. Al final la estocada que rubricó esa aseada pero anodina faena, también avivó la petición.

15ª abono Feria de San Isidro. Las Ventas. Con lleno de “No hay billetes” se lidiaron 6 toros de Victoriano del Río, bien presentados (salvo el escurrido 2º), desiguales de juego. Mansos en el primer tercio, algunos ofrecieron un buen juego en la muleta. Los mejores, el completo 2º y el manso pero encastado 3º. El 1º se lesionó una mano.

Sebastián Castella: silencio y oreja tras aviso
José María Manzanares: oreja y silencio
Alejandro Talavante: dos orejas y silencio

Foto: Javier Arroyo

jueves, 23 de mayo de 2013

Crónica Corrida de la Prensa (San Isidro)

"UNO QUE QUIERE SER FIGURA"

Iván Fandiño se reivindica en Madrid con una oreja y una grave cornada que sufrió al matar a su primero. Tarde de gran firmeza que contrasta con la actitud de sus dos compañeros. Corrida mansa y justita de fuerzas, pero con posibilidades, de Parladé.


Hoy en Madrid llegaba uno de los festejos más tradicionales de la temporada en Las Ventas. La Corrida de la Prensa, festejo fuera de abono pero programado en plena Feria de San Isidro, trajo de nuevo a los guapos y guapas del clavel, así como a personalidades y algunos famosos. Aunque este año tampoco vino el Rey, la Casa Real estuvo representada por la Infanta Elena que presenció el espectáculo desde una barrera. Antaño este cartel era uno de los más rematados del ciclo, pero en esta edición el remate brillaba por su ausencia. Las figuras del toreo estaban representadas por dos matadores que no lo son: El Cid y Daniel Luque, ambos sevillanos y que se han convertido en pareja inseparable en la mayoría de plazas y ferias. Junto a ellos, trenzando el primero de los tres paseíllos que tenía contratados, uno de los matadores más destacados de las últimas temporadas, especialmente de la de 2012. Iván Fandiño regresaba a una plaza que le espera y que le arropó desde el primer momento. Pero claro, ese empuje de la afición venteña no fue un regalo, sino que respondió a un ejercicio de agradecimiento y justicia por la actitud con la que vino Fandiño al coso de la calle Alcalá. Y esa actitud y compromiso de figura del toreo le valieron una oreja de peso, pero también una grave cornada. Así de duro, pero también de bonito, es el toreo.

El percance sobrevino en el final del segundo de la tarde. Tras pinchar en una ocasión, el de Orduña era consciente de que le pedirían con fuerza la oreja y por eso no dudó en tirarse encima de su oponente para asegurar la estocada. Y, efectivamente, el certero espadazo llegó, pero también la cornada. Fandiño no salvó el pitón y el de Parladé hizo presa. La voltereta fue tremenda, pero había dudas de si todo habría quedado en eso, en un susto. Desgraciadamente no fue así. Fandiño se levantó y, rápidamente, la sangre empezó a brotar de su muslo manchándole completamente la taleguilla. A pesar de que intentó quedarse y ver caer a la res que le había herido, los subalternos se lo llevaron corriendo a la enfermería. 25 centímetros de herida y pronóstico grave. Un "tabaco" fuerte, pero que gracias a Dios no afectó a vasos sanguíneos importantes. Y esa estocada, sólo ella, fue una auténtica llamada de atención, un símbolo de la actitud que posee en estos momentos Iván Fandiño. A pesar de que no se lo están poniendo fácil, y de haber optado por el camino de la independencia permaneciendo ajeno a los tejemanejes de los "taurinos", Fandiño se va abriendo camino y demostrando, en la plaza, que tiene condiciones y actitud para llegar arriba. Él dio hoy un auténtico ejemplo al resto de sus compañeros de como se debe venir a Madrid, de que en la primera plaza del mundo hay que ir a jugársela de verdad, sin cuentos ni excusas. Y al margen de la estocada y la cornada, Iván Fandiño ya empezó bien al recibir, muy templado, al que a la postre sería el único toro que mataría. El segundo, una sardina muy escurrida de carnes y que no tenía remate alguno, ya cantó en los primeros tercios su condición de manso. Como al resto de sus hermanos, no se le pegó casi nada en el tercio de varas, e Iván decidió dejarlo casi crudo. Siendo manso y no habiendo recibido apenas castigo en el caballo, al menos el de Parladé llegó a la muleta con movilidad y transmisión y duró más de lo esperado. Toda la faena se realizó cerca de tablas y ahí el mansito aguantó bastante y ofreció un buen juego. El comienzo por estatuarios ya fue una buena carta de presentación de las intenciones que traía Fandiño. Con la planta erguida y las zapatillas totalmente atornilladas en la arena, el vasco se quedó más quieto que la mar. Tras ese inicio llegaron sucesivas series por ambos pitones en los que las cualidades principales que desplegó Iván Fandiño fueron la firmeza, la mano baja, y el mando. Aguantó mucho y consiguió muletazos realmente notables que desataron los olés en los tendidos. A pesar de todas estas virtudes, por momentos faltó mejor colocación y no retrasar la pierna que torea. Hubo altibajos en ese aspecto de la pureza que tantas veces ha demostrado poseer, pero al margen de todo, el trofeo fue de ley y uno de los de más peso de lo que llevamos de feria.

Y, como el toreo es un espectáculo de contrastes, si hoy un torero vino de verdad al primer coso del mundo, otros que van de figuras y que no lo son, se pasearon por Las Ventas como si tuvieran su temporada hecha y cerrada. Ay, ¡perdón!, es que sí que tienen su temporada hecha… Pero, a lo que iba: la imagen mostrada por Daniel Luque fue pésima. Este joven matador sevillano que, inexplicablemente está presente en todas las ferias y acartelado en las mejores tardes, realizó su segundo paseíllo en el ciclo madrileño e hizo exactamente lo mismo que en su compromiso anterior: nada. Y, no desesperen ustedes si están deseosos de volver a verlo, porque aún le queda otra tarde. Manda narices. Pero claro, el caso de Luque es el espejo del actual sistema taurino empresarial. Por intereses, cambio de cromos, e influencia de ciertos apoderados, Luque, sin haber hecho mérito alguno, acude tres tardes a San Isidro, así como tantas otras en Valencia, Sevilla…y la mayoría de ciclos españoles. Y, aunque haya ofrecido una imagen lamentable, el año que viene volverá y, seguro, que no sólo un día. Mientras tanto, otros matadores jóvenes con ambición y condiciones, siguen en su casa sentados contemplando estas injusticias. Como decía, Daniel Luque no dio ni uno. Colocado clamorosamente fuera de cacho, anduvo perfilero, toreando con el pico, y con todas las ventajas habidas y por haber. En el tercero tampoco tuvo un gran producto delante, con un ejemplar también manso que, pese a que no se le picó casi nada, perdió las manos en numerosas ocasiones durante la anodina faena de su matador. El público apremió a Luque a matar al toro y, menos mal, éste abrevió. El colorado y anovillado quinto, tuvo tanta nobleza como falta de casta y transmisión. Embistió y embistió pero con una movilidad aborregada que no decía nada. Así que entre toro y torero…aburrimiento garantizado. Leves pitos escuchó en ambos turnos, aunque seguramente el sevillano tendrá la conciencia muy tranquila…

Y el otro sevillano del cartel (parecen un dos por uno), fue El Cid. El matador que antaño nos emocionara con su mano izquierda de oro en grandísimas faenas a bravos y encastados astados, hoy deambula por las ferias cumpliendo el expediente y resolviendo la papeleta con más o menos solvencia, pero sin llegar a parecerse lo más mínimo a aquel gran torero que fue. Quién te ha visto y quién te ve Manuel Jesús… Aunque, eso sí, y al contrario que Daniel Luque, por ejemplo, por lo menos el de Salteras lo intenta, es un torero que quiere…pero no puede. Y, además, como siempre hoy le tocó algún toro de triunfo de entre los tres que estoqueó. El bonito burraco capirote que abrió plaza se pegó una fea voltereta poco después de salir de chiqueros y ya ahí se terminó todo. Fue un animal que quería coger la muleta, pero que no podía. Inválido e inservible para la lidia, le faltó más fuerza que casta y debió de ser devuelto. El presidente, como no, lo mantuvo en el ruedo. Por su parte, el que saltó en sexto lugar (enlotado como quinto y segundo del lote de Iván Fandiño) fue un astado serio y muy bien presentado, pero que tuvo tan poca fuerza o menos como el primero. Aunque el segundo puyazo casi ni se lo señalaron, el de Parladé llegó al último tercio como un bicho moribundo que no transmitía ni peligro ni nada de lo que debe transmitir un toro bravo. El que sí fue bueno (del lote de El Cid) fue el cuarto, otro toro que se fue crudo del caballo y que luego tuvo gran nobleza y recorrido en la muleta de Manuel Jesús. Aunque su fortaleza anduvo también al límite, el mansito duró cuatro o cinco series ofreciendo un juego que debió ser mejor aprovechado. Del largo e irregular trasteo de El Cid se salvó una serie sobre la diestra en la que el torero bajó la mano y se encajó.

En definitiva, en la Corrida de la Prensa se vieron las dos caras del toreo: la del triunfo, con pago de sangre incluido, y la del fracaso. Hoy un torero cayó herido en Madrid, pero su percance no fue producto del destino ni la casualidad. Cuando un torero se pone en el sitio y se la juega…tiene muchas papeletas de acabar en la enfermería. En cambio, si tu actitud es nula y tus ventajas innumerables, entonces, amigo, eso de acabar en el hule se torna más difícil.

Tradicional Corrida de la Prensa. Las Ventas. Con casi lleno, se lidiaron 6 toros de Parladé, muy desiguales de presentación con algunos serios y cuajados (1º, 3º o 6º), y otros anovillados o escurridos de carnes (2º o 5º), y de manso y flojo juego en general, aunque nobles y algunos válidos para el triunfo en el último tercio. Los mejores, 2º y 4º.

El Cid: silencio, saludos y silencio
Iván Fandiño: oreja (herido, no pudo lidiar a su segundo)
Daniel Luque: leves pitos en ambos

Foto: las-ventas.com

miércoles, 22 de mayo de 2013

Crónica 13ª Feria de San Isidro

"PEDRAZA SE ESTRELLA EN MADRID"

Decepcionante debut del joven hierro salmantino de Pedraza de Yeltes con un encierro en el que predominó la mansedumbre. Pésima imagen de Uceda Leal y Eduardo Gallo. Un David Mora muy dispuesto se salva de la quema.


Muchos esperábamos con impaciencia el debut en San Isidro con corrida de toros de la ganadería de Pedraza de Yeltes. Los magníficos resultados conseguidos en las pocas temporadas de historia de esta divisa, presagiaban que la de Pedraza podía convertirse en la gran sorpresa ganadera de la feria. Nos decían los que habían visto las últimas novilladas y tentaderos de este hierro que el encierro podía desbordar casta y poder. Por eso, al igual que cuando vas a ver una película de la que te han hablado maravillas y luego te resulta un petardo, la decepción hoy acabó siendo mayúscula. El encierro enviado desde el campo charro, y que estuvo muy bien presentado en líneas generales (el segundo bajó en el conjunto del sexteto), resultó manso y anduvo, en algunos casos, en el límite de la fuerza y la casta. Es verdad que hubo dos toros, segundo y tercero, de grandes posibilidades en la muleta, pero, teniendo en cuenta las expectativas previas, el debut de Pedraza con corrida en Madrid fue un fracaso. A pesar de todo, la base que tiene esta ganadería (Aldeanueva-Raboso, por línea de El Pilar) es muy buena, el concepto de toro a buscar por los ganaderos también está muy claro y definido, y su extrema juventud nos sugieren que el juego de la corrida de hoy puede ser un simple borrón en el brillante expediente con el que cuenta hasta ahora Pedraza de Yeltes. Además, con tan sólo cuatro novilladas y una corrida de toros lidiada, venir a Madrid en pleno San Isidro con una corrida completa, ya es meritorio, ambicioso y valiente.

Y si decepcionante fue la gran corrida de Pedraza (en cuanto a su trapío), la actuación de dos de los espadas fue realmente preocupante. De la quema se salvó David Mora, que regresó a Madrid profuso de ganas y que al final fue el que firmó los mejores momentos del aburrido festejo. Y es que, queda claro, que la actitud todo lo puede. La carta de presentación de Mora fue un magnífico recibo a la verónica al primero de su lote. Enganchando al toro desde muy adelante, y meciendo luego los brazos con templanza, las verónicas del toledano pusieron a parte del público en pie. Cada día se acentúan más las diferencias de este matador entre el toreo que ejecuta con el percal, y el que realiza con la franela. Además de ese buen recibo, después Mora galleó por chicuelinas para llevar a su oponente al caballo, y más tarde volvió a intervenir en el turno de quites también a la verónica como en el inicio. Sus ganas se volvieron a hacer patentes con el brindis al público. Un brindis que precedió a un trasteo que fue de más a menos y que no terminó de convencer. Aunque logró una buena y templada serie al comienzo de la labor, después David Mora volvió a mostrar el toreo despegado y abocado que roza lo antiestético y que lleva a cabo desde el pasado año. El tercero, un castaño de bella e imponente estampa, como el resto de sus hermanos, empujó con los riñones en el peto, pero lo hizo sólo con un pitón y después saliendo suelto y cantando la gallina. A la muleta llegó con extraordinaria clase, ritmo, recorrido, y humillando mucho, pero la mansedumbre que ya había vislumbrado en el primer tercio, afloró completamente en cuanto se vio podido. Se rajó muy rápidamente un animal, que de no ser por esto, habría sido de lío. Con el astado de Pedraza ya completamente rajado en tablas y muy venido a menos, David Mora lo siguió intentando, pero en tandas inconexas de muletazos que no llegaron al tendido. Tras una certera estocada, ligerísimamente desprendida, algunos espectadores sacaron los pañuelos, pero la petición fue minoritaria. Con algunas protestas, Mora optó por dar la vuelta al ruedo tras la ovación con saludos. Y si nobleza tuvo su primero, todo lo contrario llevó dentro el que cerró plaza. El colorado que hizo sexto (muy en tipo del encaste como todo el encierro) ya cantó sus malas intenciones desde el principio. Muy listo y complicado, el de Pedraza puso en serios aprietos a los banderilleros en un segundo tercio de riesgo. Varios de ellos se salvaron de la cornada…por los pelos. En la muleta el animal pedía que se le dominara y plantara cara por abajo, pero su matador optó por hacer lo de siempre, sea cual sea la condición del enemigo: dar derechazos y naturales. Y, claro, el toro no pasó. Se quedaba corto, buscaba y todo sin humillar un ápice y sin clase alguna. Mora pasó las de Caín y se lo pudo quitar de encima con eficiencia.

Y si disposición y ganas mostró, toda la tarde, David Mora, todo lo contrario hicieron sus compañeros. La imagen que dejó el madrileño Uceda Leal fue verdaderamente negativa. Posiblemente la peor, o una de las peores, actuaciones del veterano matador del barrio de Usera en Las Ventas. En la misma plaza que ha dejado grandes sensaciones y estocadas, José Ignacio dio muestras de una alarmante falta de actitud, y también de sitio. Desdibujado ante sus dos toros, era un torero apático, medroso e difícilmente reconocible. Aunque nunca haya terminado de arrancar, por lo menos ha dado muestras de poseer un magnífico concepto del toreo, así como elegancia y clasicismo en las formas. Hoy, nada de eso apareció. El primero, precioso, serio y musculado, fue un mansurrón descastado que llegó al último tercio muy agarrado al piso. El cuarto tampoco terminó de romper y no ofreció grandes opciones. Pero, para rematar su “excelso” paso por San Isidro, Uceda tampoco acertó con el que siempre ha sido su fuerte: la espada. Si se le ha tenido como uno de los mejores matadores de los últimos años, hoy Uceda no demostró ni un mínimo de su capacidad estoqueadora. Tras dejar un pinchazo y un espadazo de fea colocación, cogió el descabello y ahí se armó la marimorena. Totalmente incapaz y sin recurso alguno, el diestro madrileño dejó más de una quincena de golpes de verduguillo sin que ninguno de ellos surtiera efecto. Aburrido, el animal se terminó echando y pudo ser apuntillado segundos antes de que sonara el tercer aviso. Bronca monumental para un Uceda que protagonizó una escena absolutamente recriminable y que es auténtica carnaza para los antitaurinos. Urgente la necesidad de fijar, por reglamento, un número máximo de pinchazos, así como de golpes con el descabello.

Y si desagradable para los sentidos fue esa agonía del segundo del lote de Uceda Leal, tampoco deseable la escena que protagonizó el quinto cuando, tras derrotar y golpearse contra las tablas de salida, cayó casi fulminado, para después levantarse completamente descoordinado. Mala suerte. Por supuesto hubo pañuelo verde y el toro, de espectacular estampa por su tamaño, regresó a los corrales. Para sustituirlo apareció un bichejo que parecía el hijo del que se había lastimado. El sobrero de José Vázquez, ni se tapaba por la cara. También manso en varas, después humilló y tuvo movilidad en la franela, aunque todo con escasa transmisión y sin decir nada. Y si el toro dijo poco, menos el torero. Eduardo Gallo se mostró incapaz de acoplarse con los dos animales que le correspondieron en suerte, así como incapaz de conectar con los tendidos. Muchos pases sin templanza, belleza, ni colocación, y con el añadido del poseer el mejor lote. Y es que el segundo, sin ser un sobresaliente ejemplar, fue un buen toro. Le faltó a este un punto de fortaleza, y también fue mansito, pero se arrancó a los cites con un galope alegre y embistió con nobleza, clase y recorrido. De lo que realizó Gallo ante él si acaso se salvó una primera serie con la diestra en la que estuvo algo más templado. El resto, para olvidar. Y luego pedimos oportunidades y nos erigimos en toreros revelación y novedad…

13ª abono Feria de San Isidro. Con tres cuartos largos de entrada, se lidiaron 5 toros de Pedraza de Yeltes, muy bien presentados en general, y de manso comportamiento en conjunto, con 6º peligroso y complicado, y más nobles y enclasados 2º y 3º, y 1 de José Vázquez (5º bis), mal presentado, y humillador pero soso.

Uceda Leal: silencio y bronca tras dos avisos
Eduardo Gallo: pitos y leves pitos tras aviso
David Mora: vuelta tras leve petición y silencio

Foto: Javier Arroyo

martes, 21 de mayo de 2013

Crónica 12ª Feria de San Isidro

"UN NOVILLERO AL QUE ESPERAR Y UN PAR DE NOVILLOS SIN TOREAR"

En la segunda novillada del abono destacan el valor y las ganas de Gonzalo Caballero, así como varios utreros de triunfo de un desigual encierro de Nazario Ibáñez.


La duodécima de San Isidro (ya ha pasado la mitad de la feria) comenzaba con un sentido y emocionante minuto de silencio en memoria de uno de los más grandes toreros del siglo XX. Ayer nos dejaba Pepe Luis Vázquez, diestro sevillano por nacimiento y concepto, pero también de Madrid. Y es que en Las Ventas siempre se le esperó y se le quiso. Torero que puso a todos de acuerdo por su innata torería, gracia y pureza. Con Pepe Luis se va, no sólo el decano de los matadores, sino también uno de los últimos representantes de la conocida como "Escuela sevillana". Pero dejando al margen el recuerdo de este gran y único torero, hoy en el coso madrileño estaba anunciada la segunda novillada del abono. Y, otra tarde más, el tiempo volvió a hacer de las suyas. Empezó el festejo con un fuerte viento que se acabó templando tras el paso de una nube que descargó otro aguacero sobre la monumental. Además, hoy también hizo frío. Con estos elementos, hizo el paseíllo una terna de jóvenes novilleros a los que se esperaba con interés. También con ambiente regresaba la ganadería de Nazario Ibáñez, que el año pasado lidió una de las mejores novilladas de toda la temporada en Las Ventas. Y, aunque el de hoy no fue, ni mucho menos el de 2012, el encierro murciano sorteó a varios ejemplares de grandes posibilidades que, de caer en otras manos, se habrían ido sin alguna que otra oreja camino del desolladero. Con un punto de mansedumbre casi toda ella, sobre todo los dos últimos, la novillada mantuvo el interés, se movió bastante, y sorteó animales de grandes posibilidades de triunfo. De los tres chavales, sin duda, el que más destacó fue Gonzalo Caballero. El madrileño, que desde la pasada temporada es uno de los jóvenes valores con más ambiente, volvió a dar buena cuenta de su valor y disposición, aunque también de su falta de técnica y oficio. Al margen de tener que solventar con urgencia su problema con la espada (pudo perder una oreja en el segundo), es de agradecer algún novillero que no intenta aliviarse y que busca la tan añorada pureza.

Caballero pinchó un interesante trasteo que fue de menos a más en el segundo capítulo de la tarde. Muy inteligente, tras unas ajustadas bernadinas de cierre, el de Torrejón de Ardoz se cuadró ante su oponente, por sorpresa, cuando nadie sabía que ya tenía en su poder la espada de verdad. Los murmullos dieron la sensación de ser el precedente del primer trofeo, pero Gonzalo no remató lo que anteriormente había realizado y pinchó. Aunque se tira derecho y con buenas intenciones, el joven novillero se queda en la cara, no termina de pasar, y suele dejar siempre estocadas muy tendidas. El primero de su lote tuvo nobleza y buena condición, aunque el defecto de soler levantar la cabeza al final de los muletazos desluciendo así a los mismos. Lo mejor de la actuación de Caballero fue, además de su indudable valor y voluntad, el intentar siempre colocarse en el sitio, cruzándose, para, algunas veces, cargar la suerte al ejecutar el muletazo. “¡Por fin un novillero que echa la pata pa’lante!” exclamó un aficionado que se sentaba cerca del que escribe estas líneas. A las distintas series que logró el novillero, vestido de un terno purísima y oro, les faltó mayor limpieza, en la mayoría de los casos a consecuencia del defecto de salir con la cara alta que tenía el de Nazario Ibáñez. Pero también la causa de ese exceso de enganchones y de la poca profundidad de los muletazos es una importante carencia que mantiene Gonzalo Caballero y que no le ha permitido evolucionar todo lo que fuera deseable. A sus muletazos, y por lo tanto, a su toreo, le falta mando, llevar más enganchadas y sometidas las embestidas de sus antagonistas. Cuando resuelva este problema, seguro que el toreo logrado será más compacto y redondo. Al margen de todo esto, quedó claro que las carencias técnicas que aún demuestra se deben al poco oficio y bagaje de un torero que debutó hace poco más de un año. Hay mucho que pulir, pero al menos este chaval tiene una importante base de valor, así como personalidad y unas maneras bastante inusuales hoy en día. El que hizo quinto dio rienda suelta a su condición de manso desde que salió de chiqueros, y su lidia se convirtió en una historia interminable. La res de esta divisa de procedencia Núñez salió de los encuentros con el picador pegando un salto y huyendo como alma que lleva el diablo, ocasionando el desconcierto más absoluto en el ruedo. Se le pegó poco y llegó bastante entero a un tercio final en el que no le puso las cosas fáciles a su matador. Embistiendo a oleadas, o arreones de manso, nunca estuvo metido en el engaño, no tuvo clase, y salió casi siempre con la cara alta y mirando al tendido. Gonzalo Caballero lo volvió a intentar y consiguió extraer una buena serie al natural, aunque la faena no llegó a cuajar. Unas manoletinas precedieron a nuevos intentos y fallos en la suerte suprema que volvieron a dejar todo, como en su primero, en una ovación con saludos. Intentó dar la vuelta al ruedo Caballero, pero parte del público se le echó encima y desistió. Por otro lado, y aunque el capote (sobre todo a la verónica) no es su fuerte, señalar que el madrileño dejó el mejor quite de la tarde ante el primero en unas templadas gaoneras que gustaron al respetable.

Abriendo cartel actuaba un Álvaro Sanlúcar que no tuvo su tarde. Si el toreo de Caballero se caracterizó por intentar acercarse a la pureza, el de Sanlúcar fue lo contrario. La cara y la cruz. Siempre al hilo o, directamente, fuera de cacho, las maneras del joven espada se vieron eclipsadas por su constante colocación y ejecución ventajista. Retrasando la pierna que torea cual figura del siglo XXI, sus labores fueron acogidas con indiferencia y recriminación por los tendidos. Aunque en el primero, un serio y bonito ejemplar casi carbonero, no tuvo opción debido a la debilidad y descaste del que abrió plaza, en el cuarto sí que tuvo enfrente a un astado de triunfo. Teniendo recorrido y humillación, el de Nazario Ibáñez no tuvo un pelo de tonto, y fue encastado. Vibrantes embestidas que mostró el utrero, pero que fueron desaprovechadas por un Álvaro Sanlúcar que también se alivió en la suerte suprema. Mientras el cuarto era arrastrado al desolladero con las orejas intactas, su matador escuchó un silencio sepulcral, al igual que en el primero.

Por su parte, César Valencia, que fue alumno de la Escuela Taurina de Madrid como Gonzalo Caballero, fue el encargado de actuar en tercer lugar y también fue agraciado con un buen toro. Si el cuarto fue tanto astado de torero, como de público, el tercero fue el “enemigo” perfecto para el de luces. Desgraciadamente, César Valencia no anduvo a la altura de ese noble, enclasado, y humillador tercero. También voluntarioso, bajó la mano con frecuencia, pero ejecutó un toreo de compás muy abierto que no caló en los tendidos. El mansurrón sexto, recibido a portagayola, no le puso las cosas tan fáciles y el venezolano sólo pudo justificarse en una labor que también fue silenciada.

12ª abono Feria de San Isidro. Las Ventas. Con más de media plaza, se lidiaron 6 novillos de Nazario Ibáñez, correcta aunque desigualmente presentados, y de distinto juego. Noble y bueno resultó el 3º, y más encastado el 4º, fueron los mejores. 1º flojo y descastado; 5º y 6º más mansos.

Álvaro Sanlúcar: silencio y silencio
Gonzalo Caballero: saludos tras aviso y saludos
César Valencia: silencio en ambos