domingo, 10 de marzo de 2013

10ª Feria de Albacete 2012

VEINTICUATRO HORAS DESPUÉS, LOS “ADOLFOS” SEGUÍAN PRESENTES

Enrique Ponce, muy en su línea, pierde la puerta grande con la espada después de una actuación aseada y templada. Perera corta la única oreja y Talavante, que abrevió, queda en evidencia con una desigual corrida de Las Ramblas.


Aunque ya había pasado un día, todo el mundo seguía hablando de la tarde anterior. Unos continuaban emocionados por la casta rebosante de los “adolfos”, otros hablaban de que la corrida del ganadero madrileño fue ilidiable, y otros pedían llevar al matadero a toda la ganadería. División de opiniones, sí, pero el caso es que todo el mundo hablaba de los cárdenos de Adolfo. Y según fue saliendo la corrida de Las Ramblas, más se habló de los de Albaserrada-Saltillo. El último festejo de la Feria de Albacete transcurrió según el guión establecido. Bueno, no todo estaba en el guión. La sorpresa fue ver un encierro bien presentado que tuvo cuajo y seriedad por delante. Alguno bajó un poco, pero en general la fachada del lote de Daniel Martínez fue para estar contentos. Contentos sobre todo si tenemos en cuenta lo que las figuras matan hoy en día en la mayoría de plaza. Según fueron saliendo, más de uno de los que vestían el oro, seguro pensó que vaya con la “corridita”. Menos ese punto, todo lo demás sí que fue previsible. Previsible la actuación “magistral” de Enrique Ponce; previsible la ambición de Miguel Ángel Perera; y previsible la horrorosa imagen de Alejandro Talavante. Después, todos ellos tendrán sus correspondientes matices y verán que, como siempre, llevo la contraria y soy un extraterrestre. En cuanto al juego de los toros, todo salió mejor de lo esperado porque teniendo en cuenta el momento por el que atraviesa este hierro desde hace ya algunos años…todos temblábamos antes de que sonaran clarines y timbales.

Enrique Ponce regresaba a una de las plazas que más veces le ha visto actuar y triunfar. Y vistas las reacciones del público, me di cuenta del porqué. El público albaceteño recibió desde el principio con gran cariño al valenciano y después disfrutó de lo lindo con una tarde “made in” Ponce. Muy templado y elegante siempre el “maestro”, sí, pero nulo ajuste entre toro y torero y pico, pico y más pico. Pero claro, eso no tiene importancia…El que abrió plaza fue un astado bien presentado, serio por delante, que lucía un astifino pitón derecho. El burraco dio buen juego, aunque tampoco fue un huracán de bravura. Muy noble, al menos se movió con cierta transmisión, duró bastante, y tuvo clase. Ante él, Ponce elaboró un trasteo templado pero de nula emoción por el inexistente ajuste entre ambos protagonistas. De las muchas tandas que ejecutó, se salvó una en la que relajó la figura y los dos metros que había entre toro y torero, se redujeron a uno. Prácticamente toda la faena fue realizada sobre el pitón derecho, el más potable del animal. Enrique no arriesgó y con la zurda sólo lo probó una vez. Una oreja podría haber cortado, pero pinchó y todo quedó en una ovación con saludos. Y la historia se repitió en el cuarto. Después de una labor muy cantada por el tendido, la espada le privó del trofeo o trofeos. Porque sí, si lo hubiera matado, quizás, le hubieran dado las dos orejas. Como dirían algunos…muy fuerte. El mayor mérito de Enrique Ponce en su segundo fue mantener en pie a un inválido. Según tenía yo entendido, a los toros hay que someterlos, no cuidarlos. El que apareció por chiqueros después de la merienda, castaño y más altito, empezó a perder las manos desde los primeros tercios. Subiendo a más no poder los capotes para que la fiera no claudicara, pudieron aguantarlo. Noble hasta la extenuación, el de Las Ramblas se consolidó debido al trato de su matador y acabo siguiendo su franela con obediencia borreguil. Ponce construyó un trasteo largo y aburrido en el que casi todas las series fueron de toreo periférico y la muleta a media altura o más arriba. Pero lo vendió tan bien Enrique que se metió a los espectadores en el bolsillo y los llegó a poner en pie después de sus típicas poncinas. Por cierto, creo que fue con esta suerte con la que más cruzado estuvo. Tras un par de pinchazos y de golpes de verduguillo, dio una vuelta.

Para Miguel Ángel Perera también la de Albacete es una plaza de grandes y bonitos recuerdos. En este coso comenzó su ascensión a la primera fila del toreo allá por septiembre de 2007. Quiso triunfar el extremeño y lo consiguió a medias. Un trofeo obtuvo del quinto, ejemplar que aguantó quince o veinte embestidas a gran nivel hasta que se rajó y se paró completamente. Mucho le exigió un Perera que bajó la mano una barbaridad y llevó al toro muy sometido. Esas fueron sus virtudes, pero también hubo defectos. Como ya hacen la mayoría, tampoco cargó nunca la suerte y retrasó mucho la pierna antes de embarcar la embestida en cada muletazo. Las primeras series por ambas manos tuvieron una gran intensidad a pesar de la poca pureza que presentaron. A partir de ese momento, el bajo y badanudo ejemplar de la divisa verde y blanca, cantó la gallina y se convirtió en un marmolillo que se quería marchar. Para concluir una faena que fue de más a menos, el de la Puebla de Prior dejó una estocada casi entera muy baja y perpendicular. Este ligerísimo detalle no impidió que los “aficionados” sacaran el pañuelo blanco y el presidente concediera la oreja. Ante su primero, el segundo, Perera lo intentó con insistencia pero poco pudo hacer ante un completo inválido y descastado. Por cierto, a este también se lo quitó de en medio de un bajonazo…sí señor.

Alejandro Talavante cumplía su segunda tarde en el abono y estuvo tan bien que casi fue despedido con pitos. Actuación destemplada, ventajista y vulgar que ratificó el pésimo momento que atraviesa a pesar de las muchas orejas que corta todos los días. El tercero, bien presentado, serio y ofensivo por delante, fue otro ejemplo de casta inexistente. Más que por poca fuerza, la res no embistió porque no quiso. Se movió de forma cansina y desesperante y Talavante, tras comprobar que no podría ponerse a “improvisar” con su toreo mexicano, abrevió. Y lo mismo hizo con el que cerró plaza. Este último si tuvo un pellizco de casta y arrolló a un Talavante que más que muletazos ejecutó trallazos y banderazos rápidos y antiestéticos que no convencieron al respetable. Una vez que comprobó que no podría con su enemigo, se fue a por la espada y se tiró a los blandos, igual que en su primero.

10ª de abono, Albacete. Con casi lleno en los tendidos, se lidiaron 6 toros de Las Ramblas, bien presentados en general, y de juego desigual. Destacaron el noble 1º, el buen 5º hasta que duró, y el encastado 6º. Flojos y descastados los demás.

Enrique Ponce: saludos y vuelta
Miguel Ángel Perera: silencio y oreja
Alejandro Talavante: silencio y leves pitos

Foto: Víctor Zafrilla

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