sábado, 28 de septiembre de 2013

Crónica novillada en Algemesí

LA BRAVURA DE DOS NOVILLOS;
LA PUREZA DE UN NOVILLERO

Interesante novillada de Guadaira que sortea dos ejemplares de nota, uno premiado con la vuelta al ruedo. Sin trofeos destaca el valor y concepto de Martín Escudero, mientras que Posada de Maravillas se hace con una oreja.


La localidad valenciana de Algemesí es uno de esos escasos oasis que aún perduran en el, cada vez más extenso, desierto de plazas y ferias en decadencia marcadas por la pérdida de festejos y espectadores. En Algemesí parece que la crisis no ha llegado, o ha pasado de largo. En este municipio levantino, en vez de reducir, se aumentan festejos y la plaza se llena todos los días. En total, diez novilladas que se celebran en una plaza improvisada montada una vez al año por las propias peñas y vecinos del pueblo. Algemesí hace tiempo que se consolidó como uno de los ciclos más importantes para los novilleros, pero aún sobresale más en unas circunstancias dramáticas para todos los aspirantes a matador de toros. Y es que en esta localidad tan cercana a la capital del Turia, la sociedad no ha roto su vínculo con la fiesta de los toros. Aquí, la Tauromaquia se vive como un rito fundamental sin el que no se entenderían sus fiestas patronales. Desde los más jóvenes a los más mayores del lugar, todo el mundo colabora y participa y, de esta forma, su “Setmana de Bous” se erige como una feria de salud envidiable.

Para el séptimo festejo del ciclo de este 2013 estaba anunciada una novillada de Guadaira para Martín Escudero y Posada de Maravillas. Y, aunque tan sólo se cortó una oreja, el espectáculo no fue para nada aburrido. Interesante cuanto menos resultó el encierro de la divisa sevillana de procedencia Jandilla. De los cuatro lidiados, destacaron los sorteados en segundo y cuarto lugar, precisamente los del lote del nieto de Juan Posada. Al primero de sus dos enemigos, el corrido en segundo lugar, se le concedió la vuelta al ruedo en el arrastre como premio a su noble, pero encastada condición. Humilló siempre y fue a más durante la lidia, aunque su matador tardó en acoplarse con él y tan sólo al final extrajo parte de las virtudes que atesoraba el astado. Fueron numerosas las series en las que el joven novillero extremeño no acertó ni en distancia, ni en altura. A pesar de las dudas del torero, el de Guadaira mostró su buena condición y fondo de casta, y duró bastante. 

Por fin, al final, Posada se entendió con él y firmó una notable serie al natural en la que se ajustó más con su oponente y corrió con templanza y buen trazo su mano izquierda. El epílogo, con ayudados por alto muy toreros, también fue de lo mejor. Tras dejar una estocada baja cortó una oreja que supo a poco comparada con el honor del pañuelo azul para el animal. El cuarto y último, serio y muy cuajado, como todo el encierro, protagonizó una bravísima pelea en el caballo. Se arrancó desde lejos y con alegría en el primer encuentro y consiguió derribar al picador. Dos duros puyazos más se llevó, de nuevo empujando con fijeza y metiendo los riñones. La pena fue que el severo castigo (que le hizo sangrar muchísimo) y lo que se desgastó en el peto condicionaron su comportamiento en un último tercio al que llegó muy venido a menos. Posada se intentó justificar, pero tan sólo evidenció voluntad y ganas, además de una buena estocada final.

 Martín Escudero se llevó el lote de menos opciones y, pese a ello, volvió a dejar la impronta de un concepto del toreo basado en el valor y la pureza. Entre tanto torero ventajista de pierna retrasada y suerte descargada, el encontrarse con un chaval que quiere hacer todo por derecho y de verdad…es una auténtica alegría. Tiene mucho que pulir y evolucionar, sí, pero las condiciones innatas que parece poseer son más que esperanzadoras. También en Algemesí pecó de frialdad en algunos momentos. Le cuesta conectar más con el tendido, pero su toreo es tan inocente como puro. Prácticamente siempre bien colocado, en muchos momentos ofreció los frentes a sus enemigos, otorgándoles todas las ventajas y adelantando la pierna contraria con pasmosa naturalidad. Muy encajado de riñones, se le ve mucho más suelto con la franela sostenida sobre la zurda. Al natural brotaron sus mejores muletazos, muy ajustados y rematados en la cadera. 

El que abrió plaza fue un mansurrón sin maldad al que le faltó más continuidad y clase en sus embestidas. Por su parte, el tercero tampoco anduvo sobrado de clase ni recorrido. Le faltó un tranco más en el viaje. En uno de los compases del trasteo, David cayó en la cara del toro y, tras ser pisoteado y rebuscado por el animal, comenzó a dolerse de su mano derecha. Con un gesto de auténtico dolor intentó montar la espada para dejar varios pinchazos arriba que fueron suficientes para que el de Guadaira doblara. Tras corresponder una cariñosa ovación al esfuerzo realizado, el de Galapagar se marchó a la enfermería. La suerte le tendrá que acompañar en su camino, pero lo que ha apuntado hasta ahora hace concebir grandes expectativas en un futuro incierto en el que la pureza, la tan anhelada y extrañada pureza, está en claro peligro de extinción.


7ª Feria de novilladas Algemesí (Valencia). Con lleno en los tendidos, se lidiaron 4 novillos de Guadaira, bien presentados, con mucho cuajo, aunque sospechosos de pitones. El más serio por delante fue el 3º. El 1º mansurrón; 2º encastado y humillador, de muy buen juego (premiado con la vuelta al ruedo); 3º deslucido; 4º muy bravo en varas, venido a menos en la muleta.

Martín Escudero: ovación con saludos en ambos
Posada de Maravillas: oreja y silencio

martes, 10 de septiembre de 2013

Crónica 2ª abono Feria de Albacete

“FILIBERTO PAGA CON SANGRE”

El joven novillero nacido en Calasparra resulta herido grave en el quinto de la tarde. Novillada muy seria e interesante de Pedrés y oreja por coleta para los novilleros. La de más peso la cortó Álvaro Lorenzo. El público vuelve a responder.


Otra vez Pedrés, el maestro Pedrés, llegó a Albacete, a su plaza, con una señora novillada, que en apariencia y trapío era casi una corrida de toros. Volvió tras la ausencia del año pasado para dar categoría al coso que tanto le vio torear y triunfar como matador de toros. Precisamente, tras el paseíllo, la empresa tuvo el detalle de homenajearle en el sesenta aniversario de su presentación como matador de toros en la Feria de Albacete. Y Pedrés devolvió el homenaje a la afición manchega con un encierro muy interesante y encastado. Y ya se sabe, cuando la casta está presente…nadie se aburre y hay verdad en el ruedo. Y es que la novillada que trajo desde el campo charro fue muy exigente, de esas que piden el carnet. Muchos acusaran a Pedrés de no tener sensibilidad por presentar una novillada tan seria y fuerte para unos chavales que acaban de empezar, pero habrá algunos (entre los que me incluyo) que le defenderán porque su responsabilidad y deber como ganadero es mandar a una plaza como la de Albacete lo mejor que tenga en casa, un encierro que de categoría a su feria. Y Pedrés lo hizo. Pero claro, los mismos que callan o defienden el “torito” de las figuras en los días de clavel, serán los que se indignen por una novillada con tanto trapío.

A los tres novilleros les vino un poco grande el encierro. Normal, por otro lado. La crisis y la reducción de festejos han diezmado de forma brutal las tardes en las que los representantes del escalafón menor se visten de luces. Y el no torear apenas, la falta de contratos, luego se traduce en falta de oficio. Y eso que los tres que hicieron el paseíllo hoy en la segunda de abono del ciclo taurino en honor a la Virgen de los Llanos fueron los finalistas del certamen Soy Novillero que emitió Castilla la Mancha Televisión el pasado invierno/primavera. El triunfador de aquella final que casi llenó los tendidos de la “Chata” fue Álvaro Lorenzo y precisamente él obtuvo el trofeo de más peso de la tarde. Fue ya en el sexto, un animal mansito que comenzó exigiendo mucho, pero que al final se vino muy a menos, en parte por su condición de manso, y también en parte a que delante tuvo a un torero que le acabó sometiendo. Algunos no sabíamos si podría con su oponente, pero Lorenzo tiró de valor y se pegó un arrimón sincero, de esos absolutamente meritorios. Es verdad que en el conjunto de su tarde faltó toreo fundamental del bueno y que, en ocasiones, retrasó en exceso la pierna contraria descargando la suerte. Pero también lo es que vislumbró algunas cualidades y condiciones como buen concepto del toreo, formas clásicas, y el valor ya anteriormente mencionado. En ese segundo de su lote se dejó llegar los pitones a la misma taleguilla y eso provocó una voltereta afortunadamente sin consecuencias. Se tiró a matar de verdad y, con justicia, cortó una oreja que fue la recompensa a salir fortalecido de una empresa que no se antojó fácil en un principio. En su primero, el tercero, un animal con mucho cuajo y mirada de señor, poco pudo hacer más que intentar mantener de pie a un astado muy flojo que rozó la invalidez. Fue noble el de Pedrés, pero su escasa fortaleza y casta se tornó en un comportamiento cansino y pegajoso. Lorenzo no se entendió con él y construyó una labor tan larga como carente de emoción.

La nota triste del festejo fue la grave cornada que sufrió Filiberto en el quinto. El joven novillero nacido en Calasparra fue prendido por su segundo enemigo, un castaño de expresión viva, largo y alto de agujas, que también manseó pero que sacó casta y poder. Lo dejaron muy crudo en el caballo y, claro está, la lucha entre el hombre y el animal no fue sencilla. A la mitad de la faena, en uno de los muletazos, el utrero se quedó a mitad del viaje e hizo presa del novillero. El primer derrote fue seco, pero el más alarmante fue el segundo. Cuando Filiberto estaba en el suelo, el astado volvió a cogerle y le mantuvo suspendido sobre los pitones en unos segundos que se hicieron eternos. La espectacular cogida dio la impresión que había tenido muy graves consecuencias, pero afortunada y milagrosamente, siendo grave y extensa, fue muy limpia y bastante superficial. Una vez trasladado a la enfermería, el director de lidia, Ángel Olmo, fue el encargado de dar muerte al animal. El público pidió la oreja como reconocimiento al torero herido, pero el presidente no sacó el pañuelo y la cuadrilla de Filiberto dio una vuelta al ruedo. Cuando sí apareció el pañuelo blanco en el palco como premio fue en el segundo. El de Pedrés fue un novillo completo y que ofreció grandes posibilidades. Además de nobleza y buena condición, tuvo cierta movilidad y la fortaleza de la que careció alguno de sus hermanos. El novillero formado en la Escuela Taurina de Albacete firmó una obra en la que primó la cantidad, pero que encadenó buenos pasajes en los que acompañó la embestida.

Como primer espada actuó Ángel Olmo, también novillero de la tierra y que destacó en el primero por su templanza y buen concepto. Desgraciadamente, como no todo puede ser bueno, faltó ajuste entre toro y torero para que su trasteo hubiera tenido más importancia y verdad. El animal que abrió plaza tuvo también nobleza, clase y humillación, pero no anduvo sobrado de fuerzas. El que sí las tuvo, además de mucha casta, fue el corrido en cuarto lugar. El segundo del lote de Olmo, tan imponente como bello, apretó en varas (aunque tardeó) y llegó al tercio final pidiendo una muleta poderosa que encauzara sus muchas y buenas embestidas. Lo quiso desde el principio todo por abajo y los numerosos pases de pecho y remates por alto no le ayudaron. Dio espectáculo una res que no fue, ni mucho menos, consecuente con su nombre: “Dormido”. Su matador puso mucha voluntad y demostró valor, pero la falta de técnica y acople por momentos se hizo muy presente. Ovacionado resultó el de Pedrés, mientras que silencio escuchó Ángel Olmo que había errado repetidamente con el descabello.

Por cierto, la otra gran noticia del festejo fue, de nuevo, la buena entrada registrada en los tendidos. Algo más de tres cuartos del aforo cubierto para ver una novillada. Ojala esto se repitiera más veces y en más plazas a lo largo de la temporada. Y ojo, que mañana llegan las figuras, tanto a pie como a caballo, y ya desempolvan el cartel de “No hay billetes”…

2ª de abono Feria de Albacete. Con algo más de tres cuartos en los tendidos, se lidiaron 6 novillos de Hnos. Martínez Pedrés, bien presentados, serios, y de juego desigual aunque interesantes y exigentes en conjunto. Destacaron los lidiados en segundo y cuarto lugar, ovacionados en el arrastre.

Ángel Olmo: oreja y silencio tras aviso
Filiberto: oreja tras aviso y vuelta al ruedo que dio su cuadrilla tras petición
Álvaro Lorenzo: silencio y oreja

lunes, 9 de septiembre de 2013

Crónica 1ª abono Feria de Albacete

"DEMASIADA HAMBRE 
PARA TAN ESCASO MANJAR"

Una voluntariosa terna, por encima de una corrida noble, pero floja del Puerto de San Lorenzo, en la que se salvó el buen sexto. Rubén Pinar corta una oreja y se gana la sustitución de Manuel Escribano el miércoles con la corrida de Samuel.


Arrancaba la Feria de Albacete, el ciclo taurino más importante del mes más taurino del año, septiembre. Y lo hacía con un cartel interesante, de esos que se llaman de "aficionado". Y la afición de Albacete respondió con creces. Casi tres cuartos de entrada en unos tiempos en los que, desgraciadamente, la buena respuesta de público en los tendidos, es noticia. Albacete se vuelve a reafirmar como un oasis en medio del desierto. Salamanca, Murcia, Valladolid o Logroño son sólo algunas de las plazas que prácticamente han desaparecido del mapa con una importante reducción en el número de festejos. En cambio, en la capital manchega, se mantienen los festejos y el abono aguanta con salud envidiable. Esa fue la primera buena noticia en una tarde que no llegó a ser aburrida, pero que se vio marcada por un encierro noble, pero flojo del Puerto de San Lorenzo. Sólo un toro, el último, cumplió con las expectativas de tan señero hierro. Por el contrario, la terna (con matices) demostró que tienen hambre de triunfos y que, con la que está cayendo, ninguna oportunidad puede ser desaprovechada.


Al final, Rubén Pinar fue el único que logró un trofeo. Posiblemente sus compañeros lo habrían conseguido también, pero la espada se cruzó en sus caminos. El manchego sí mató al sexto (tras un pinchazo) y eso le valió una oreja. El que cerró plaza fue un animal largo, grande, alto, pero al que le faltaba remate. Con la cara ligeramente gacha, su apariencia no era la más atractiva del mundo. Sin embargo, la fachada no se correspondió con el interior. El del Puerto empujó en el caballo, es verdad que con un pitón, pero llegó a romanear por momentos y salió indemne del fuerte castigo al que se le sometió. En la muleta el animal sacó las mismas virtudes que sus hermanos (nobleza y buena condición), pero con la (gran) diferencia de que este sí tuvo la casta y el motor necesarios como para transmitir al tendido. Fue un buen toro, pero de ahí a merecer la vuelta al ruedo en el arrastre como entendió el señor presidente...hay un trecho. Ante el buen astado de la divisa salmantina, el manchego Rubén Pinar puso toda la voluntad del mundo en un trasteo recibido con bastante entusiasmo por los tendidos, pero en el que no llegó a cruzar esa delgada línea que separa el triunfo de la gloria. 

Es decir, Pinar anduvo con oficio, con suficiencia delante de su oponente y logró series limpias y ligadas, pero no llegó a firmar una obra para el recuerdo cargada de momentos notables o sobresalientes. Casi siempre los muletazos fueron de abajo a arriba, y no al revés como mandan los cánones, y además se mostró perfilero y ejecutó un toreo, casi siempre, de líneas. Tiró de pico, sobre todo en los primeros compases de la faena, hasta que finalmente se acopló con el toro y éste asentó su embestida. Una oreja fue el premio definitivo, aunque si hubiera matado a la primera y el animal hubiera caído rodado, la segunda no habría quedado lejos. En su primero, sencillamente, no tuvo opción. El que hizo tercero fue un toro tan noble como flojo. Simplemente inválido. Debió de ser devuelto, pero el mismo presidente que sacó rápidamente el pañuelo azul en el sexto, no creyó conveniente asomar el verde en este. Voluntad de Pinar en una labor demasiado larga que no caló en ningún momento.

Los momentos más intensos y lucidos de la tarde llegaron, sin embargo, en el quinto. Joselito Adame, que se presentaba como matador en Albacete, volvió a demostrar que es un torero a tener en cuenta y que se había ganado con creces pisar por fin el albero albaceteño. Gustó en su presentación como lo hizo en junio en su paso por Las Ventas en dos actuaciones que le han valido poco, pero que al menos le abrieron las puertas de esta feria septembrina. Adame, que intervino en quites en ambos turnos, anduvo fácil y muy dispuesto toda la tarde, logrando compases de gran interés sobre todo en ese segundo de su lote al que, por momentos, toreó desmayado y encajado. Ese quinto fue un sobrero de Alcurrucén, muy sospechoso por delante (sobre todo del pitón izquierdo), que acabó sacando un buen pitón derecho. Sobre esa mano llegaron algunos muletazos templados y de mano baja, unas veces retrasando la pierna contraria en exceso, y otras mejor colocado y ofreciendo los frentes y todas las ventajas al enemigo. Si hubiera matado bien habría tocado pelo, pero se le fue la mano y dejó un auténtico bajonazo. Y también se le fue la mano en su primero, un toro noble y que tuvo buena condición, pero las fuerzas y la transmisión muy justas.

Y abriendo cartel (y feria) actuó Alberto Aguilar que también hizo el paseíllo desmonterado. Por fin este dignísimo matador se veía anunciado en Albacete. Y Aguilar no decepcionó a aquellos que aún creemos en el toreo puro y de verdad, el auténtico. Alberto se colocó casi siempre en el sitio y adelantó la pierna que torea cargando la suerte. Además, hilvanó dos trasteos muy limpios en los que hizo todo lo posible por agradar, pero en el que no lo tuvo fácil. En su primero logró muletazos que conectaron con el tendido, pero el repetido fallo con el acero dejó todo en silencio. El cuarto, otro inválido que también debió escuchar el sonido de los cencerros de los cabestros, volvió a dejarle sin una sola palma. Se marchó contrariado Aguilar, aunque algunos valoraron y reconocen el esfuerzo y el concepto del toreo que atesora.

1a abono de la Feria de Albacete. Con casi tres cuartos de entrada en los tendidos, se lidiaron 5 toros de El Puerto de San Lorenzo, correctos de presentación, aunque desiguales de hechuras, de noble pero flojo comportamiento en general, y 1 (5o bis) de Alcurrucén, justo de presencia por delante aunque con cuajo, que tuvo buen pitón derecho. Destacó el buen 6o, premiado excesivamente con vuelta al ruedo en el arrastre.

Alberto Aguilar: silencio tras aviso y silencio
Joselito Adame: silencio y ovación con saludos
Rubén Pinar: silencio y oreja tras aviso

martes, 3 de septiembre de 2013

Crónica Corrida de toros en Daimiel

ALBERTO AGUILAR CRECE; ADOLFO SE MANTIENE; Y UNA PROMESA…EMERGE


Entretenida tarde en Daimiel con un encierro interesante y noble de Adolfo Martín al que le faltó más fondo. De la terna sobresale Alberto Aguilar, mientras que el novillero sin caballos Carlos Aranda es la gran sorpresa.

¿Qué sería de los meses de verano sin las habituales escapadas o aventuras taurinas a las distintas plazas de nuestra geografía que dan toros en estos calurosos días de la época estival? La temporada taurina española encara su recta final con la llegada de septiembre, el mes más taurino del año, y los aficionados aprovechan el gran número de localidades que celebran festejos taurómacos para continuar cultivando la semilla de la afición. Una semilla, por otro lado, que en vez de ser cuidada y regada cada día por los miembros del sector taurino, es rociada con pesticida día sí, día también. Y es que, pese al gran número de festejos que se celebran estos días, pocos son los realmente interesantes de cara a ese aficionado exigente que busca la emoción, por encima de la diversión, en una plaza de toros. Por este motivo, se agradece la apuesta de empresas como las de Daimiel (Ciudad Real) que, en mitad de la Mancha, programaron una corrida de toros mixta en la que el principal reclamo era la ganadería a lidiar. Los cárdenos de Adolfo Martín fueron los elegidos para atraer a aficionados, no sólo de la región, sino también de otras partes de España. Y, al final, entre toros y toreros, no se llegó a lograr un espectáculo inolvidable, pero sí uno que mantuvo el interés.

La primera buena noticia fue la entrada. Para los tiempos que corren, la más de media plaza (cerca de tres cuartos) que se cubrió…no está nada mal. Por otro lado, el encierro enviado a Daimiel por Adolfo Martín cumplió a medias las expectativas de todos los que nos desplazamos a verlo. La corrida del ganadero de Galapagar estuvo bien, aunque desigualmente presentada. De hechuras fue bastante pareja, muy bajita, pero variaron las caras y encornaduras de los “albaserradas” de Adolfo. Por ejemplo, el que abrió plaza fue uno de los más serios y ofensivos por delante con una cara muy abierta. El quinto, muy cuajado y con remate por todas partes, fue el de mayor trapío. Todo un “tío” un animal muy en el tipo de la casa y que por sus astifinas y descaradas defensas habría valido para muchas plazas de primera categoría. En cuanto al juego, hubo de todo, aunque prevaleció la nobleza por encima de todo. Muchos esperábamos una corrida más encastada y fiera, pero, manteniendo la exigencia, los “adolfos” derrocharon nobleza de sobra para garantizar el triunfo de sus matadores. En el caballo la mayoría cumplieron en el primer encuentro, pero varios a los que se puso en suerte en más de una ocasión, terminaron desistiendo de la pelea en el peto. No hubo ninguno realmente complicado, ninguna de las conocidas como “alimañas”, pero tampoco ningún astado de comportamiento borreguil (a Dios gracias…).

Alberto Aguilar fue el que protagonizó los mejores momentos de la terna. El madrileño pudo haber salido a hombros, pero tuvo que conformarse con una oreja debido a sus repetidos fallos con la espada en su primero. El tercero, un animal muy bajo y corto de manos, de bella y seria estampa, empujó en el primer puyazo, pero dio muestras de que no le sobraban las fuerzas. Ya en el trasteo de Aguilar, el de Adolfo acudió con prontitud y nobleza, demostrando buena condición. Con un punto más de casta, de carbón, habría sido un gran toro. Alberto, que ya había toreado con templanza a la verónica, empezó su labor acoplándose poco a poco a la embestida de su enemigo. Cuando lo consiguió y pudo, se encajó y colocó en el sitio, corriendo la mano con templanza y relajo. La faena tuvo sus puntos álgidos al comienzo y al final, con muletazos en redondo de bella factura y pureza y algunos detalles por bajo de gran calidad. Tenía una oreja de peso cortada, pero pinchó en repetidas ocasiones quedando el resultado en una ovación. Ante el séptimo, otro astado de buena condición, pero también algo soso, instrumentó un trasteo intermitente en el que sobresalió toreando al natural sobre el pitón izquierdo. Esta vez, aunque el espadazo no cayó arriba, el acero si entró a la primera y eso animó a que el público pidiera una oreja que fue concedida por el presidente.

Por su parte, Javier Castaño, con el peor lote, tuvo una actuación en la que hubo virtudes y carencias. Una vez más, el mal uso de la espada emborronó los puntos positivos de su tarde. Un serio problema tiene Castaño con la suerte suprema ya que más allá de los pinchazos, se adivina falta de confianza al entrar a matar y ejecutar la suerte. Los mejores momentos del salmantino llegaron en su segundo. El quinto, el más discreto por delante, fue un ejemplar que recordó en comportamiento al toro mexicano. Noble, demasiado noble y venido a menos el cinqueño de Adolfo que embistió casi al paso. Javier Castaño lo entendió bien y para provocarle la arrancada, anduvo muy cerca de los pitones, intentando alargar con el brazo la acometida del animal. Hubo muletazos de gran templanza, pero faltó (una vez más) bajar más la mano y rematar los muletazos más por abajo. La técnica y conocimiento que demostró, junto a la mucha voluntad que derrochó, le valieron una oreja. Ante el primero, el más complicado y suelto del lote de Adolfo, fue más difícil el lucimiento.

Completaba la terna de matadores el local Luis Miguel Vázquez. Y tuvo suerte este ya veterano torero de que la de Adolfo saliera “pacífica”. Ya con el capote en el segundo evidenció lo que después marcaría toda su tarde: la falta de oficio. A pesar de la nobleza del primero de su lote, Vázquez se mostró desbordado y los muletazos limpios y decentes fueron muy escasos. Al sexto, que era un pedazo toro, le pegaron mal y fuerte en el caballo para intentar frenar sus primeras y encastadas acometidas. Empujó en la primera vara, aunque en las restantes cantó la gallina. Y, al igual que ante el del castoreño, en el tercio final se acabó aburriendo. Eso sí, hay que tener en cuenta que si este encaste necesita que se le enganche adelante y se le lleve tapado y cosido a la franela, Luis Miguel Vázquez lo único que pudo hacer fue dejar pasar al toro con la muleta siempre excesivamente retrasada. A pesar del nulo brillo de su labor, el cariño del público se acabó imponiendo permitiendo que el usía concediera un apéndice que después no quiso pasear.

Pero la gran sorpresa de la jornada fue la actuación de un joven novillero sin caballos llamado Carlos Aranda. El chaval, que completaba el cartel para estoquear dos erales de El Cotillo, convenció a todos con un recital de frescura y buen toreo. Con tan sólo diecisiete años, Aranda ya muestra unas condiciones sólo al alcance de los elegidos. Además de un valor auténtico, sorprendió a todos con una seguridad, oficio y capacidad sobresalientes. Relajado toda la tarde, demostró que le funciona muy bien la cabeza delante del toro y que no es un pegapases más, que tiene personalidad y quiere ser alguien en esta profesión. Al contrario que la mayoría de novilleros que empiezan hoy, el manchego quiere hacer las cosas por el buen camino, con las mínimas ventajas posibles. En ambas faenas hubo muletazos templadísimos, de mano baja, y armonía en la figura. Además, tiene gusto y en muchos de los compases de su actuación dejó la pierna adelantada, colocado perfectamente, encajado de riñones y cargando la suerte. Y para rematar series y labores, no tiró de lo de siempre y nos deleitó con detalles de mucha torería. Hasta sus andares son toreros. En el primero obtuvo dos orejas rotundas porque se tiró encima y logró una gran estocada. Y en su segundo, el octavo, también paseó el doble trofeo pero en este se le fue la mano. Lo dicho, apunten este nombre porque si sigue así, dará que hablar: Carlos Aranda.

Plaza de toros de Daimiel (Ciudad Real). Con más de media plaza, se lidiaron 6 toros de Adolfo Martín, bien aunque desigualmente presentados y de noble juego en general, y 2 erales de El Cotillo (4º y 8º), el primero bien presentado y de buen juego, y el segundo escurrido de carnes y justo de fuerzas.

Javier Castaño: palmas y oreja
Luis Miguel Vázquez: silencio y oreja
Alberto Aguilar: saludos y oreja
Carlos Aranda (novillero sin picadores): dos orejas en ambos

jueves, 6 de junio de 2013

Artículo Corrida de la Beneficencia

“EL ARRASTRE SE ACELERA”
Hace ya algún tiempo, un ganadero y buen aficionado de siempre, me dijo (con mucha contundencia) lo siguiente: “Alejandro, a la fiesta ya le han dado la puntilla y lo único que falta por saber es cuánto durará su arrastre”. Después de tardes como las de hoy en Madrid, tengo claro que las mulillas están actuando con celeridad. Esta tarde en Las Ventas estaba programado aquel festejo que antaño tenía la fama de ser el más importante de la temporada. En su momento lo era, no sólo porque la máxima autoridad del país lo presidía desde el Palco Real, sino porque en él se daban cita los mejores toreros del momento, junto a la mejor ganadería del mismo. La Corrida de la Beneficencia era sinónimo de cartel de lujo y de garantía para el aficionado. La plaza de Las Ventas, además, se engalanaba para tan señalado día. En la actualidad este festejo recuerda a aquellos que se celebraban hace décadas sólo por el nombre. Nombre, por cierto, que podría ser revisado porque ya no tiene mucho sentido. ¿A beneficio de quién se organiza la tradicional Corrida de la Beneficencia? Antes el carácter benéfico de este festejo era real, ahora, como digo, tan sólo tiene de benéfico el nombre. Aunque, pensándolo bien, sigue beneficiando a unos cuantos, claro que éstos no son un colectivo que lo necesite precisamente. Los que se benefician de este espectáculo no son otros que los mismos que lo organizan y gestionan: los taurinos. La Comunidad de Madrid y la empresa de Las Ventas, ellos son los que siguen hinchando sus ya de por sí nutridos bolsillos.

Pero dejando a un lado estas observaciones, esta tarde en Madrid volvimos a comprobar como la desvergüenza de estos individuos que controlan el podrido sistema taurino actual no tiene límites. Un día más, nos volvieron a estafar. Antaño, esto habría provocado mucho más que protestas. Probablemente, el coso de la capital habría sido testigo de algún altercado del orden público provocado por aquellos aficionados indignados por tan magnífica tomadura de pelo. Pero los tiempos han cambiado y mucho, y al final tan sólo un par de pancartas en el tendido 7 (por cierto, muy lights) recordaban que la corrida ya venía lastrada desde por la mañana. O, mejor dicho, desde hace días. Hoy, Madrid volvió a dar muestras de ser una plaza más, una de tantas que acuden en “masa” a ver a las figuritas con su torito. Benidorm o Marbella (por citar dos localidades turísticas y populares) podrían considerarse de primerísima categoría en comparación con esa que llaman la primera plaza del mundo. Todos bien vestidos, con el gintonic en una mano, y el puro en la otra, el público del clavel volvió al coso de la calle de Alcalá como a casa por Navidad. Hoy no actuaban los modestos, esos que no tienen caché ni son famosos, hoy regresaban las figuritas, las que cortan el bacalao. Y, además, uno de los matadores anunciados era, nada más y nada menos, que Morante de la Puebla. Sí, ese torero que salda sus ferias con una media verónica o un trincherazo, sí ese. El mismo que la lía todos los años en los corrales por sus exigencias con el ganado que desea estoquear. Con lo que cobra, con lo que impone, y con lo que después hace en el ruedo…normal que venga a Madrid dos, tres y cuatro tardes, lógico. Lo que no entiendo es como sus compañeros de gremio (al de las figuras me refiero) no hacen lo mismo. Se anuncian con lo que quieren y con quién quieren, imponen su medio-toro, cobran cantidades ingentes de dinero, ya casi nadie les protesta…lo raro es que no se peguen tortas por venir. El caso es que Morante, junto a su apoderado, fue uno de los culpables de que la corrida de Valdefresno inicialmente reseñada no fuera lidiada, y que el encierro salmantino tuviera que ser remendado. Él fue uno de los responsables, pero no el único. El otro implicado, aunque por distinto motivo, fue la empresa. Taurodelta, con Matilla al frente, intentó liquidar a los ganaderos de una forma “inapropiada” y al final presionó para que los veterinarios y la autoridad no reconocieran más animales de Nicolás Fraile. Todo esto es un resumen brevísimo del escándalo que se desarrolló en las horas previas a que sonaran clarines y timbales. Lo suyo habría sido que todo el mundo hubiera expresado su enfado y desaprobación gritando a los cuatro vientos que las figuritas y empresarios como los que forman Taurodelta están acabando, a marchas forzadas, con la fiesta de los toros. Pero no hombre no, ¿cómo vamos a pegar cuatro gritos, a tocar las palmas de tango, y a pitar un poquito? No, por Dios, eso no es elegante. Es más elegante que, después de que casi nos roben la cartera delante de nuestras narices, nos partamos las palmas de las manos aplaudiendo. Y todo esto fue el aperitivo, los preámbulos, porque luego llegó el festejo en sí, uno más de tantos en los que la casta y la bravura brillan por su ausencia, así como la pureza y el compromiso entre las labores de los diestros actuantes. Una tarde más en la que la emoción, aquella que debería ser omnipotente y omnipresente, no hizo acto de presencia. Pero los del clavel se fueron a casa contentos porque habían visto a famosillos, políticos e infantas, y los cuatro aficionados que quedan, una vez más, resignados y cabreados ante estafas como esta. El ambiente estuvo marcado por un irrespirable taurineo y politiqueo.

Tras la Beneficencia de este año tengo aún más claro que, ese ganadero y aficionado que me comentó lo que escribía en las primeras líneas de este artículo, llevaba razón. Este espectáculo está tan sumamente corrompido y podrido que no tiene la más mínima esperanza de salvación. Por muchas leyes que promulguen para protegernos, y aunque todos los antitaurinos del mundo desaparecieran de un plumazo, mientras la Tauromaquia siga dominada por estos buitres carroñeros, la fiesta de los toros no tendrá futuro. Lo dicho, el arrastre…se acelera.

Foto: Javier Arroyo

viernes, 31 de mayo de 2013

Crónica 22ª Feria de San Isidro

"REGRESO AL MUNDO DE LOS MANSOS"

La corrida de Samuel Flores, muy mal presentada, resulta otra mansada sin casta. Los toros y el viento, elementos a la contra en una tarde de voluntad de Rubén Pinar y Pérez Mota. Petardo de Antón Cortés.


Del buen y alentador sueño de la corrida de Adolfo de ayer, hoy volvimos a despertar para entrar de nuevo en la pesadilla. La pesadilla de la mansedumbre, la de los toros que en vez de luchar, huyen. Y también la pesadilla de la falta de casta, de los animales mal presentados e indignos en una plaza como Madrid... Todo el mundo seguía hablando de los "adolfos" que, con sus cosas, al menos devolvieron la ilusión y la emoción por momentos. Pero hoy, en la vigésimo segunda del abono isidril, Don Samuel Flores nos devolvió al letargo. Aunque, más que Samuel, los culpables de este nuevo petardo son los señores empresarios. La siempre gentil Taurodelta eligió el hierro de Samuel Flores como uno de los afortunados para saltar al ruedo en San Isidro. Con decenas de divisas aptas para poder escoger, los gestores de Las Ventas volvieron a llamar a una ganadería que lleva fracasando en Madrid años, por no decir décadas. Y es que, lo peor de todo, es que este era un petardo absolutamente previsible. La vacada de Samuel Flores está hundida por la consanguinidad y la mala selección desde hace mucho, pero en cambio, sus buenas relaciones sociales pesan más que la casta y la bravura. Para esta corrida, precisamente, había un encierro cinqueño de Dolores Aguirre reseñado. En un principio se iba a lidiar en marzo, en alguno de los festejos de Semana Santa. Al final, Taurodelta les dijo a los ganaderos que no, que se anunciaría en San Isidro. Así estaban las cosas hasta que, a última hora, Dolores Aguirre se cayó del elenco ganadero y fue sustituida por Samuel Flores. ¿Nos lo pueden explicar? Y el colmo de los colmos es que, encima, Don Samuel, visto lo que esta tarde salió por chiqueros, no tenía una corrida propia de Madrid. En definitiva, que luego no nos quejemos de los desastrosos resultados.

A la postre, el primero fue el ejemplar de mayores opciones del sexteto. Aunque, claro, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Serio por delante, con unos pitones tocaditos y ligeramente corniabrochados, por detrás (como el resto de la corrida) no tenía remate. Este, al menos, no fue una sardina como alguno de sus hermanos. Y el que abrió la corrida cantó rápido su condición, esa misma que después sería la tónica general: la mansedumbre. Manso y suelto en los primeros tercios, a la muleta llegó con cierta transmisión. Tras la ceremonia de la confirmación de alternativa, Pérez Mota hilvanó una faena con altibajos en la que faltó bajar más la mano y llevar toreado y enganchado a su enemigo. Muy voluntarioso, logró una estimable y templada serie con la diestra. El animal, que en todo momento intentó rajarse y tirar la toalla, metió la cabeza por el pitón derecho. Al final, la voluntad quedó por encima del lucimiento y tras fallar con la espada, todo quedó en silencio. Lo del quinto, por su parte, merece un capítulo aparte. Cuando apareció entre la penumbra de toriles el astado que completaba el lote del gaditano, por más que pasaran los segundos, lo único que se divisaba eran pitones y más pitones. Muy serio por delante, sí, pero eso no es un toro de lidia. El de Samuel era una mezcla de buey y de ciervo. Quizás, alguno de los que pastan junto a los toros en su finca y que hacen las delicias de los aficionados a la caza, se escapó y cubrió alguna de las vacas. Si no es así, no encuentro otra explicación. Algunos aplaudieron de salida (y en el arrastre) al bicho, aunque esos mismos no se percataron de que todo lo que tenía de cuerna, no lo tenía de cuajo. Una sardina escurrida y sin remate, ni más ni menos, es lo que era. Y aquí no sólo las culpas deben ir a parar al ganadero, sino también a los veterinarios y el presidente. ¿Cómo se les ocurrió aprobar semejante cornúpeto? El caso es que el “samulo” fue un manso como los demás. Es verdad que en el último tercio, de vez en cuando, metió la cara pareciendo que embestía, pero...no nos podemos conformar con tan poco. Pérez Mota lo volvió a intentar con voluntad y en este turno bajó más la mano consiguiendo algún muletazo que fue acogido vehementemente por los tendidos. Eso sí, cuando le tocó la tela o le subió la muleta, el animal pegó varios derrotes muy violentos. Y si en el otro falló en la suerte suprema, a este lo mató de una gran estocada que, pese a la ligera travesía en la colocación, fue ejecutada brillantemente.

Rubén Pinar fue el más destacado de entre los de a pie. También era fácil. El albaceteño destacó en su primero, un interesante pero complicado sobrero de Aurelio Hernando que saltó a la arena en sustitución de un bichejo impresentable e inválido de la ganadería titular. El ofensivo ejemplar de Aurelio Hernando, jabonero sucio de capa, empujó con los riñones en el caballo, aunque en el segundo puyazo acabó saliendo suelto. Cumplió en el primer tercio, pero a partir de entonces comenzó a agriarse. En el comienzo del trasteo de su matador, ignorando el toque de la muleta de Pinar, el toro le cogió en una fea voltereta y después lo buscó con saña en el suelo. El de Tobarra no se afligió y se volvió a poner demostrando oficio y profesionalidad. Su oponente no fue fácil, ya que no terminaba de humillar e iba midiendo, pero al menos su movilidad decía algo, tenía interés. Rubén Pinar consiguió algunos muletazos limpios y después lo mató de una buena estocada. Y si en el tercero bis pudo al menos demostrar capacidad y valor, en el sexto lo único que hizo fue correr y perseguir a una res mansa y huidiza. Por más que intentó sujetarlo, el lucimiento fue imposible ya que en el segundo muletazo el de Samuel salía de najas.

Y si sus compañeros por lo menos intentaron el esfuerzo por encima de los elementos (ganado y viento), Antón Cortés no hizo ni eso. Sin actitud, sus dos labores carecieron del más mínimo compromiso. Siempre citando con el pico y despidiendo las embestidas hacia fuera, no se quedó quieto ni un momento, ni tampoco bajó la mano una sola vez. El segundo, su primero, fue un feo animal deslucido que siempre embistió con la cara a media altura. A este, Cortés se lo quitó de en medio con un bajonazo infame. También “habilidoso” estuvo para despachar al descastado cuarto, que además era mirón y medía. Como balance a su “destacada” actuación escuchó pitos en ambos capítulos.

22ª abono Feria de San Isidro. Con más de tres cuartos, se lidiaron 5 toros de Samuel Flores (el 2º con el hierro de Manuela Agustina López Flores), cornalones y serios por delante, pero mal presentados por sus escurridas hechuras y su escaso remate por detrás, de manso y descastado juego en general, y 1 (3º bis) de Aurelio Hernando, correctamente presentado y complicado.

Antón Cortés: pitos en ambos
Pérez Mota (que confirmaba alternativa): silencio tras aviso y saludos tras aviso
Rubén Pinar: saludos tras aviso y silencio

Crónica 21ª Feria de San Isidro

"UN ESPECTÁCULO"

La interesante corrida de Adolfo Martín, que sortea dos notables astados, y la actuación de la terna, protagonizan una buena tarde de toros. Oreja para Ferrera y la plaza en pie para reconocer a la cuadrilla de Javier Castaño.


Hoy, tras tardes y tardes de aburrimiento y sopor, todos los que salieron de la plaza de Las Ventas lo hicimos con una sonrisa. El entretenimiento y, por momentos, la emoción volvieron a Madrid. Y los culpables del relativo éxito fueron tanto el ganadero, como los toreros (de oro y de plata). No fue una gran corrida, no, pero el público mantuvo la atención durante las más de dos horas que duró el festejo. Eso, precisamente eso, fue el mayor triunfo de la vigésimo primera de abono. Tras corridas infumables por su mansedumbre y falta de casta, Adolfo Martín trajo algo de esto último y el espectáculo fue posible. Mil matices le podremos sacar al encierro de hoy, algo imposible en días anteriores en los que, por más que rebuscaras, no podías extraer nada bueno. Es verdad que siempre se espera más de esta ganadería con un palmarés envidiable en no muchos años de historia, e incluso más dureza, pero al menos hubo variedad, interés, y dos toros de nota. El cuarto "Baratillo" y el que cerró plaza, "Marinero", ambos cornipasos y de imponente y preciosa estampa, ofrecieron espectáculo en varas (en distintas dosis y con matices) y luego muchas embestidas para el triunfo. Y delante de ellos, dos matadores que protagonizaron una de sus mejores tardes en Madrid: Antonio Ferrera y Javier Castaño. Ambos, también con matices a desarrollar, anduvieron a muy buen nivel. El menos afortunado en el sorteo fue Alberto Aguilar, que con el peor lote se justificó a base de voluntad y valor. La plaza se llenó y el público se divirtió, ¿qué más se puede pedir visto lo visto? Y, además, el divertimento no fue fácil ni verbenero, estuvo sostenido en todo momento por la verdad y la emoción que da la casta, y el compromiso y entrega del que se viste de luces.

Antonio Ferrera cortó la única oreja de la tarde, en una labor en la que al final contó más el conjunto que el trasteo en sí. Fue ante el cuarto, un toro de impresionante trapío. Cornipaso, enseñando las palas, recordó a aquellos “victorinos” de hace décadas, incluso al toro antiguo. Aunque pesaba “solo” 517 kilos, el de Adolfo era un “tío”, absolutamente cuajado y con remate por todas partes. Y cuando empezó a embestir al capote de Ferrera, el espectáculo comenzó. Qué forma de querer coger las telas, haciendo el avión, pero todo ello con intensidad, emoción…casta. Cuando sonaron los clarines para invitar a salir a los del castoreño, run run en la plaza ante las esperanzadoras y emocionantes primeras arrancadas de “Baratillo”, una reata, por cierto, de las más importantes, no sólo en esta ganadería, sino también en la de Victorino Martín. Y “Baratillo”, en cuanto vio el caballo, se fue a por él. Y tanto empujó, que lo derribó. El tercio de varas iba camino de ser un auténtico acontecimiento, pero el ejemplar de Adolfo ya se resistió más a regresar al peto. Le colocó su matador varias veces en suerte (una de ellas en el mismísimo centro del ruedo), pero el astado tardeó y comenzó a escarbar. Al final, ya más cerrado, aunque a una distancia considerable, se arrancó y volvió a empujar. No habría estado de más verlo en una tercera vara, pero así es la Tauromaquia de hoy… El tercio de banderillas llevó, como de costumbre, la firma del propio Ferrera. Muy torero en todo momento, fue un buen segundo tercio en el que él mismo colocó a su enemigo, clavó los palos en distintas suertes (cuarteando, de dentro afuera o al quiebro), y casi siempre colocó los rehiletes en la cara y no a toro pasado. Lo malo fue que este tercio se eternizó y las pausas que surgieron en él acabaron castigando en exceso al toro. Encastado ante todo fue “Baratillo”, animal que a pesar de ello tuvo nobleza y quiso coger la muleta siempre por abajo, como los bravos. Se desplazó con mucha transmisión en los primeros muletazos, aunque después se empezó a apagar. La larga lidia a la que fue sometido, los puyazos, y el encimismo de Ferrera terminaron por ahogar a un astado que pedía algo más de distancia. El extremeño logró muletazos de estimable templanza, aunque la faena no terminó de romper. A pesar de ello, la capacidad e inteligencia lidiadora que demostró durante toda la tarde tuvieron su recompensa en forma de una oreja bastante protestada y muy justita. La estocada, ligeramente atravesada, fue ejecutada de forma perfecta, realizando Antonio Ferrera la suerte suprema a tres tiempos. El que abrió plaza, el de mayor tamaño de la corrida, fue también aplaudido de salida. Derribó al caballo que guardaba la puerta demostrando bravura al empujar con los riñones, y con la cara fija y abajo. En el segundo puyazo también cumplió. Pero tras el primer tercio, la intensidad bajó mucho. Este primero fue una de las dos reses que tuvieron la fuerza en el límite, llegando a doblar las manos en alguna ocasión. Fue noble, demasiado noble un animal al que le faltó, además de fortaleza, más carbón y casta. La faena de Ferrera, que antes había puesto al público en pie con las banderillas, tuvo también templanza y en ella hubo muletazos estimables, pero faltó más transmisión por parte del toro. Tras un arrimón y una buena estocada, saludó una ovación.

Una oreja tenía cortada Javier Castaño en el sexto pero, una vez más, la espada se cruzó en su camino. Castaño mató su segundo en último lugar porque tuvo que pasar a la enfermería tras estoquear al segundo de la tarde. Tras sufrir un pitonazo, tuvo que salir con su mano derecha vendada para poder lidiar y estoquear al que había sido enchiquerado como quinto. “Marinero” se llamaba, un precioso ejemplar cárdeno claro de capa, muy cornipaso, y de preciosa y muy seria lámina. En una palabra: trapío. Cuando apareció por la puerta de chiqueros fue fuertemente ovacionado, con el tendido 7 en pie. Y también ovación “escuchó” ya muerto cuando era arrastrado por las mulillas. Este “Marinero” fue el otro toro de la tarde. Bravo en el tercio de varas, se arrancó de lejos en tres puyazos que fueron ejecutados magistralmente por el gran Tito Sandoval. Tito dio una lección de cómo se debe mover el caballo con naturalidad, pero autoridad, y como se debe echar el palo dando antes los pechos del caballo. “Marinero” se arrancó con alegría (aunque después no terminó de empujar con convicción en el peto) y la plaza se puso en pie. De nuevo, después de mucho tiempo, Las Ventas volvía a ovacionar de pie a un toro y a un picador en un momento mágico, cargado de emoción. Pero aquí no terminó todo, ya que a continuación salió en escena el resto de la cuadrilla de Castaño. David Adalid y Fernando Sánchez nos deleitaron con un sensacional tercio de banderillas. Ambos dieron todas las ventajas al toro, fueron andando a la cara, sacaron los palos de abajo, y clavaron con absoluta pureza asomándose al balcón. Los dos se desmonteraron al igual que en el segundo de la tarde. Por fin, variedad, entretenimiento total, y el resto de tercios al margen del de muleta, también protagonistas. Tras el maremoto de Tito y de dos de sus hombres de plata, Javier Castaño comenzó la faena de muleta. Con la montera calada en un gesto de torero añejo, el salmantino firmó un fantástico inicio cargado de templanza y torería. Al de Adolfo, por su parte, sólo le faltó un punto más de transmisión y picante para que hubiera sido el toro perfecto. Humilló mucho, tuvo recorrido, calidad…todas las virtudes del encaste Albaserrada-Saltillo. Y todo con su punto de casta, con nobleza pero sin ser tonto y dotando de importancia todo lo que su matador realizaba. Éste firmó un trasteo con altibajos en el que, por momentos, faltó bajar más la mano y no rematar los muletazos hacia arriba. Pero igual que hubo puntos a mejorar, Castaño logró naturales realmente sobresalientes, ejecutados con pureza, muy bien colocado. Se la jugó porque, pese a su manifiesta bondad, el toro no perdonaba y sabía lo que se quedaba atrás. Tenía el trofeo, pero pinchó en una ocasión y dejó una estocada muy tendida después. Quizás, la herida de la mano influyó en el poco acierto estoqueador. Como premio, dio una vuelta al ruedo clamorosa. Y “Marinero”, al igual que “Baratillo”, fue ovacionado en el arrastre. El primero del lote de Castaño no fue, ni de lejos, como su segundo. El animal, el único que bajaba en presentación del sexteto, no hizo nada reseñable en el caballo y después demostró falta de casta y movilidad en el último tercio. El primer muletazo se lo tragaba, pero en el segundo pegaba un hachazo de enorme violencia. Castaño se intentó justificar poniéndose en el sitio y con la muleta a media altura, pero el lucimiento se tornó imposible. Aquí también estuvo mal con la espada.

Y si sus compañeros se llevaron cada uno un toro bueno, menos fortuna tuvo el sustituto del herido Iván Fandiño. En su cuarto paseíllo en Madrid durante este mes, Alberto Aguilar tan sólo pudo dejar constancia de su valor y de voluntad. Posee un buen concepto del toreo que ya ha demostrado, pero hoy quedó inédito y casi no tuvo opción. El tercero, noble y de buena condición, anduvo también muy justo de fuerzas y falto de chispa. Aguilar extrajo en este turno algunos naturales largos y templados, pero fueron muy contados y la ligazón no fue posible. Ante el quinto (que debió salir en sexto lugar) tuvo las cosas más difíciles. Este de Adolfo fue el que más se pareció a las llamadas alimañas. Más complicado, áspero y agrio, estuvo desde salida muy agarrado al piso y no tuvo continuidad en la embestida.

21ª abono Feria de San Isidro. Las Ventas. Con lleno en los tendidos, se lidiaron 6 toros de Adolfo Martín, muy bien presentados (salvo el 2º), serios y rematados, pero muy en el tipo de la casa, y de juego desigual. Destacaron 4º y 6º, bastante bravos en varas y luego de buen juego en la muleta, más encastado el primero y más con más calidad el que cerró plaza. 1º y 3º nobles pero flojos; 5º complicado.

Antonio Ferrera: saludos tras leve petición y orejas con algunas protestas
Javier Castaño: silencio y vuelta al ruedo
Alberto Aguilar: saludos y silencio tras aviso

jueves, 30 de mayo de 2013

Artículo 20ª abono Feria de San Isidro

“MENOS MAL QUE QUEDA POCO…”
Si no hubiera querido realizar esta feria ni un mínimo esfuerzo a la hora de escribir sobre lo ocurrido cada tarde en el ruedo de Las Ventas, lo hubiera tenido muy fácil. Podría haber hecho una maqueta o plantilla y publicar cada día lo mismo, cambiando únicamente los nombres de los actuantes. Y es que en este San Isidro la variedad ha brillado por su ausencia. Hablo ya en pasado porque tan sólo quedan tres festejos para que el ciclo taurino más importante de la temporada eche el cierre. Hoy era la vigésima del abono y pasó más de lo mismo. Por segunda tarde se lidiaba ese divisa tan querida por los aficionados madrileños por su latente bravura y poderío. Esto, claro, es ironía. Jandilla regresaba a Las Ventas tras el petardo de hace menos de una semana. Al menos, en esa ocasión la corrida pasó entera el reconocimiento veterinario, porque hoy ni eso. El encierro de Borja Domecq tuvo que ser remendado con dos animales de Las Ramblas (otro hierro más de tantos procedentes de Domecq) y, pese a todo, lo que salió por chiqueros tampoco fue un ejemplo de seriedad y trapío. En general, otro lote de toros mal presentados y que, además y para no romper con la racha, estuvo completamente ayuno de casta. Fue, de nuevo, un desfile de mansos, flojos y descastados que no dieron ninguna opción a la terna actuante. Terna, por otra parte, que tampoco invitaba al optimismo. El Fandi completaba su doblete, mientras que Daniel Luque hacía lo suyo con su triplete. La única buena noticia que nos dejó el día fue precisamente que ya no tendremos que soportar otra tarde más a estos dos toreros. Ni a ellos, ni a Jandilla. El joven Jiménez Fortes, el único con cierto interés del cartel, se estrelló con unos productos putrefactos que le dejaron inédito. Y, entre tanto, otra buena entrada en el coso de la calle Alcalá con alrededor de tres cuartos de los tendidos cubiertos en una nueva tarde de lluvia y frío, más propia del invierno que del cercano verano. Entre la mayoría de animales lidiados, la actuación de muchos de los diestros que han hecho el paseíllo, y el factor meteorológico…en vez un disfrute, el San Isidro de este 2013, ha resultado un auténtico sufrimiento.

Sí, la paciencia empieza a acabarse tras tres semanas de petardos y fracasos continuos. Aunque los aficionados siguen aguantando estoicos el paso de los días y el aburrimiento, en el ambiente se comienza a respirar un sentimiento de absoluta resignación, cansancio y, por qué no, indignación. Y es que, casi finalizada la feria, es hora de empezar a señalar a los responsables del descalabro. Está claro que los culpables son numerosos y diversos, pero uno se erige por encima de los demás: la empresa. Taurodelta se sigue superando (y mira que es difícil) año tras año en su objetivo de dilapidar la afición en la monumental de Las Ventas. Los carteles eran flojos, pero los resultados son mucho peores. A pesar de las numerosas orejitas regaladas que se han cortado con la complicidad de los presidentes, estos trofeos no pueden maquillar el pésimo balance de casi un mes de toros continuado. Al margen de que el nivel de presentación ha descendido notablemente con encierros muy desiguales y algunos bichejos impresentables, el ínfimo nivel de casta de los hierros lidiados es lo más preocupante. Han decepcionado casi todos y tan sólo se han salvado unos cuantos, y, dentro de los que han conseguido no hundirse, ninguno ha lidiado una corrida o novillada completa y sobresaliente. Lo del tercio de varas, por otra parte, ya es una batalla perdida. Y luego qué decir de esas faenas interminables y anodinas que parecen todas iguales y que no dicen absolutamente nada. Sin duda, un canto a la mediocridad es lo que ha sido esta isidrada que ya nos va dejando. Los ganaderos que crían borregas para el lucimiento y disfrute de los toreros son una lacra para este espectáculo, sí, y también aquellos espadas que cada día realizan un alarde de ventajas y vulgaridad, pero la máxima responsable de cara al aficionado es la empresa gestora de la que se supone es la primera plaza del mundo. Ellos, con unos carteles de sota, caballo, y rey, marcados por los cambios de cromos, y que tienen el único objetivo de seguir aumentando sus fortunas, siguen cavando día a día la tumba de la Tauromaquia. Ya lo avisamos muchos hace meses: ¿qué pinta Jandilla dos tardes en Madrid?, ¿qué justificación tiene el triplete de Daniel Luque en el abono? Pues al final volvimos a llevar razón. Pero, no se preocupen ustedes, que seguro que el año que viene nos volvemos a deleitar con la sonrojante falta de casta, fuerza y bravura de una, y con el toreo mediocre y pegapasista del otro. Menos mal que mañana viene Adolfo y el sábado Cuadri, y menos mal que San Isidro toca a su fin…

Foto: Javier Arroyo

miércoles, 29 de mayo de 2013

Artículo 19ª abono Feria de San Isidro

“¿EXIGENCIA?, MEJOR TRIUNFALISMO”
Hoy, en la decimonovena de la Feria de San Isidro, saltaron las alarmas. Por distintos motivos algunos nos marchamos de la plaza seriamente preocupados. Como siempre, la mayoría nos tacharán (a los que pensamos así) de pesimistas o derrotistas que buscan un espectáculo utópico y que no se conforman con nada. No se crean esto porque los más de dos siglos de Tauromaquia han demostrado que esa fiesta que algunos (pocos) buscamos, es posible. La casta en el toro y la pureza en el torero deberían ser los pilares sobre los que se sustente, no sólo la fiesta de los toros en general, sino también la afición de cada uno en particular. Pero ese tipo de acontecimiento está, desde hace bastante tiempo, en vías de extinción. Y lo ocurrido hoy en la que se supone es la primera plaza del mundo no invita al optimismo. Digo se supone porque cada día es más difícil reconocer a Las Ventas como la cátedra del toreo. Y, por estos derroteros, viene una de las alarmas surgidas tras la corrida de esta tarde. El comportamiento del público de Madrid comienza a ser muy preocupante. Si en los últimos años algunos ya habíamos notado un cambio y unas reacciones extrañas cada vez más frecuentes, lo de este San Isidro está confirmando todas las sospechas. Si antes el coso de la calle Alcalá (su público, está claro) se definía por ser el más exigente y entendido, en la actualidad esto ha dejado paso a un público verbenero que no exige ni un mínimo y que, a lo largo del desarrollo de la lidia, muestra la más notable ausencia de conocimientos taurinos. No se protestan apenas animales impresentables que antaño habrían provocado la más grande desaprobación de los tendidos; se aplaude por no picar, o no se protesta cuando se realiza mal la suerte de varas; se jalea y aplaude ese toreo alegre y voluntarioso, pero que no cumple (ni de lejos) con los cánones de parar, templar, cargar, y mandar; se premian faenas que en otro tiempo no hubieran obtenido ni una palma como recompensa…y así me podría tirar toda la noche.

Y ya no hay excusas que valgan. Unos días porque son festejos de rejones; otros porque el público de los domingos es distinto y menos asiduo y aficionado; otros días porque a las novilladas van muchos de los amigos y familiares de los abonados; otros porque son carteles del “clavel”…el caso es que parece que siempre tenemos excusa para justificar el comportamiento del respetable en esos días de rebajas y extrema benevolencia. ¿Y hoy, qué motivo había hoy para que el abonado y aficionado no acudiera a la plaza? En el cartel tres jóvenes, cada uno con un particular concepto del toreo, y todos con supuesto interés y actuaciones estimables a sus espaldas. Sergio Aguilar (uno de los llamados “toreros de Madrid”), Miguel Ángel Delgado (casi inédito por sus contados contratos y que el pasado año ofreció una gratísima imagen en sus dos comparecencias el 15 de agosto y el 12 de octubre), y Arturo Saldívar (uno de los matadores mexicanos con mejores condiciones). Si este cartel no era para que los supuestos aficionados madrileños hubieran acudido en masa a Las Ventas…que venga Dios y lo vea. Y es que hoy, de nuevo, se regaló una oreja tras un trasteo de Saldívar muy voluntarioso e incluso valiente, pero que no tuvo la más mínima rotundidad y lucimiento en cuanto a toreo fundamental se refiere. Y si no se cortaron más orejas, además, fue porque el encierro del Ventorrillo (¿adonde ha ido a parar la casta, movilidad, y bravura de esta divisa que tantas tardes de triunfo y espectáculo posibilitó hace años?) no dio apenas opciones. Entonces, ¿dónde está esa afición de Madrid exigente y que sólo premiaba aquellas obras notables o sobresalientes? Pero es que si esta verbena constante es preocupante, no lo es menos la actuación día tras día de presidentes y veterinarios. Ya he perdido la cuenta de las corridas o astados mal presentados que han saltado al ruedo en lo que llevamos de feria. La de hoy del Ventorrillo tuvo kilos y más o menos cuajo, pero por delante sorteó a varios ejemplares sin un ápice de seriedad para Madrid. Toros que llaman “bonitos” o “toreros”, con cuernas ligeramente gachas o abrochaditas, propios de cosos de segunda, pero no de primera categoría, y menos de Las Ventas. Antes, pese a los pobres resultados tarde tras tarde, al menos nos conformábamos porque en Madrid salía el toro y los espectadores exigían la fiesta auténtica. Ahora, en cambio, si ya tampoco sale ese toro y el público que llena los tendidos es más propio de un pueblo que de la plaza que lo daba y lo quitaba todo, entonces… ¿cómo seguir vendiendo que Las Ventas es el coso más importante del mundo y San Isidro el ciclo taurino más trascendental de la temporada? Pero lo más preocupante de todo esto es el “miedo” o el rechazo que siente la mayoría a esa bendita y tan necesaria palabra como la exigencia. ¿Por qué tiene que ser de “talibanes” o infelices amargados eso de exigir al torero, y también al toro? Sólo siendo exigentes podremos obligar a los protagonistas de este espectáculo a que hagan el esfuerzo que deben y, por ende, poder aspirar a disfrutar y deleitarnos con las grandezas de la Tauromaquia. Si bajamos el listón y nos conformamos con poco, en lo que estaremos cayendo, simple y llanamente, es en el triunfalismo barato. Y este triunfalismo, ni más ni menos, tendrá (y tiene) como claro objetivo el tapar y esconder la mediocridad reinante en el mundo del toro actual.

martes, 28 de mayo de 2013

Artículo 18ª abono Feria de San Isidro

“EL VALOR DE RITTER Y 
UN ASPERSOR REVOLTOSILLO”
Una tarde más, en Las Ventas, se rozó (si no alcanzó) el esperpento. En mitad de la lidia del tercero, durante el tercio de banderillas, el aspersor colocado en el centro del ruedo y que riega la arena de la monumental, saltó y comenzó a regar en una escena surrealista que dejó perplejo a todo el mundo. Seguramente, los muchos turistas que había hoy en los tendidos habrán creído que eso formaba parte del espectáculo, que era algo normal. Y sin llegar al nivel de la normalidad, si hacemos memoria no es la primera vez que esto ocurre en Madrid. Si no recuerdo mal, en plena faena de José María Arenas, hace unos años cuando era novillero, el aspersor también se puso a funcionar. Al igual que ese día, hoy los que estaban vestidos de luces y todos los espectadores que contemplábamos la escena sentimos cierta vergüenza ajena por el suceso. Lo que no me explico como puede ocurrir esto. Si el aspersor se encendiera de forma automática debería hacerlo siempre a la misma hora. Si no lo hace nunca, ¿cómo de repente esta tarde se pone a funcionar? Si como digo es automático podría haber sido un fallo técnico, pero si se activa de forma manual, ¿quién ha sido el listo que ha hecho la gracia? Quizás el culpable estaría tan aburrido por la novillada que decidió darle un poco de interés y cachondeo al asunto regando un ruedo que ya de por sí estaba mojado por el aguacero que cayó antes del festejo. Otro día de tormenta en Madrid y van… Y si numerosos han sido los nubarrones que han descargado con ganas durante este San Isidro, también demasiados han sido los petardos ocurridos tarde tras tarde. Hoy, en la tercera y última novillada del abono, tampoco nos pudimos divertir. El descastado y deslucido encierro de Carmen Segovia, que además sorteó algún que otro ejemplar complicado y áspero, fue una decepción. Y, por otro lado, tampoco los chavales que hicieron el paseíllo estuvieron demasiado afortunados. Abría el cartel Tomás Campos, un joven extremeño al que desde que comenzó la temporada madrileña ya le hemos visto unas cuantas veces. Hoy, Campos dio muchísimos muletazos, pero ninguno dijo nada. Y ya sabemos que lo peor que puede despertar un torero, sea novillero o matador, es indiferencia. Por su parte, el alcarreño Curro de la Casa hacía su presentación en Madrid y, la verdad, es que este factor se notó. Más verde que una lechuga dio la impresión de estar de la Casa. Además, por momentos se le vio a merced de los elementos, sobrepasado por la presión y la responsabilidad de la tarde. Si mal estuvo en el segundo, algo mejor se mostró en el quinto. Por último y cerrando la terna actuó el colombiano Sebastián Ritter, novillero apoderado por Antonio Corbacho. De Ritter nos habían dicho (y alguno ya lo habíamos visto) que tenía valor, y así es, tiene valor y mucho. Un auténtico arrimón se pegó en sus dos turnos, especialmente ante el utrero (por edad, porque la apariencia y seriedad era de toro) que cerró plaza. Eso sí, eso del valor frío y de verdad, y el concepto vertical de riñones encajados está muy bien, pero también hay que torear. Y Ritter se olvidó de esto y…de la muleta. Sin mandar ni enganchar las embestidas de sus enemigos, el colombiano dejaba pasar el viaje pero sin llevarlo toreado. Como digo, el valor es algo imprescindible en un torero, pero siempre que se use para torear, no sólo para pegarnos el arrimón desde el primer muletazo. En definitiva, que hoy tampoco nos fuimos demasiado contentos a casa tras un festejo que tuvo como protagonistas al valor de Ritter y a un aspersor revoltosillo.

Foto: Javier Arroyo

Artículo 17ª abono Feria de San Isidro

"¿FUE DE PUERTA GRANDE?"
La corrida de hoy en Las Ventas ha arrojado un encendido debate sobre si Alberto Aguilar mereció salir a hombros y abrir la puerta grande tras la petición de oreja que no atendió el presidente en el último capítulo del festejo. Muchos hablan de robo, una palabra que nunca suelo (porque no me gusta) usar en este tipo de casos en los que el usía no concede un trofeo a un determinado torero. Para empezar, lo que hay que decir es que esta tarde Alberto Aguilar estuvo tremendo en Madrid, que ofreció una notable imagen en el tercer paseíllo que realizaba, en pocas semanas, en el coso madrileño. El primero fue fuera de abono, en la Goyesca del 2 de mayo, el segundo tuvo lugar ya dentro de San Isidro y hace dos semanas exactas ante la corrida de José Escolar, y finalmente esta tarde, por la vía de la sustitución, Aguilar regresaba a Las Ventas. Sin duda, una sustitución merecida tras las gratísimas sensaciones que este torero ha dejado en los aficionados venteños, no sólo en este 2013, sino por ejemplo el año pasado en la Feria del Arte y la Cultura ante los “victorinos”. Y Aguilar justificó su presencia sustituyendo a Fernando Cruz sobradamente. Cuando un torero se encuentra en un buen momento, confiado consigo mismo, lo que muestra en el ruedo es firmeza y claridad de ideas. Además, Alberto dio toda una lección de buena colocación y toreo puro, entre tanta figurita ventajista y mentirosa. Y todo ello, con el mérito añadido, de que delante no tuvo un lote de grandes posibilidades, sino varios astados descastados y deslucidos, que no fueron fáciles. El único potable el sexto que fue un mansito en el límite de fuerzas, pero que al menos tuvo nobleza y buena condición. Aguilar cortó una oreja de peso en el segundo y a punto estuvo de obtener otra en el que cerró plaza. Y he aquí el debate: tras una meritoria labor, un pinchazo, y una estocada, el público que casi llenó los tendidos de Las Ventas sacó los pañuelos en una petición claramente mayoritaria, pero que no consideró el señor presidente Julio Martínez.

Está claro que esto no es tan sencillo como que la máxima autoridad de la plaza no quiso dar la oreja porque la actuación de Aguilar no fue de su agrado, sino que esta decisión (eso sí, unilateral) respondió a una cuestión mucho más complicada. Si Alberto Aguilar no hubiera tenido ya una oreja en su esportón, o no hubiera pinchado en una ocasión antes de dejar el espadazo final, está claro que el presidente no habría dudado un segundo en conceder ese trofeo del sexto. El problema radicaba en que sí el señor Martínez sacaba el pañuelo blanco, el torero madrileño abriría la puerta grande. Y es que, desgraciadamente, en Madrid se puede salir a hombros con una y una. Y digo desgraciadamente porque considero una absoluta y urgente necesidad el que se cambie el reglamento y se obligue a cortar dos orejas en un mismo toro para la apertura de la puerta grande más importante del toreo. No puedo entender como en Madrid, en la primera plaza del mundo, en la que los triunfos son tan difíciles y la exigencia tan grande, no sea obligatorio este requisito de los dos trofeos de un mismo toro para salir a hombros. El listón de Madrid debe ser tal que el máximo premio y reconocimiento se consiga tras una labor tan redonda y rotunda que haya sido merecedora de las dos orejas y que haya logrado la unanimidad. Creo que el honor de salir en volandas calle Alcalá arriba es tan grande, que la actuación y faena del torero en cuestión debe ser sobresaliente. Pero claro, si hablamos de obligar por reglamento a cortar dos orejas en un mismo toro para abrir la puerta grande de Las Ventas, ya estamos hablando de otra cuestión. Alberto Aguilar, está claro, no tiene la culpa de la presente y cuestionable normativa. Y, con el reglamento en la mano, el presidente debió conceder la oreja en el sexto, simple y llanamente, porque la petición era mayoritaria y la primera oreja es del público. Y, una vez dicho esto, ofrezco mi modesta opinión: yo, personalmente, prefiero que los presidentes de Madrid se pasen de duros y exigentes, antes que de benevolentes y facilones; prefiero la dureza y la “austeridad” antes que el triunfalismo. Por lo tanto, creyendo injusta la decisión del presidente en este caso particular, prefiero que se den estos casos antes que los contrarios. La pena y lo injusto es que Aguilar paga los platos rotos cuando es uno de los pocos matadores que han dado la cara esta feria. Él, junto a algún otro como Iván Fandiño, sí han merecido el reconocimiento de todos y han destacado entre tanta mediocridad. Además, a este tipo de toreros una oreja o una puerta grande les supone una ayuda inimaginable. Por eso, pido dureza y rigor al palco presidencial, pero para todos por igual. No me vale que hoy le nieguen el premio a Alberto Aguilar, y que luego regalen orejitas a otros muchos. Y es que precisamente se da la circunstancia de que durante el presente San Isidro las rebajas han sido considerables. Lo que no se puede aceptar es que le regalen una oreja el viernes a Manzanares (una figura del toreo con su temporada hecha y los bolsillos llenos), y luego le nieguen hoy una a un torero modesto como Aguilar. Esas injusticias y distintos raseros son los que no me gustan un pelo.

Pero, más allá de todo este debate y de las opiniones de unos y otros, hoy Alberto Aguilar, con puerta grande o sin ella, ha demostrado a aficionados y profesionales su capacidad, condiciones y actitud. Y sinceramente creo que puede llegar a ser más positivo para él un balance de oreja de peso y vuelta al ruedo clamorosa, que otro con una puerta grande cuestionada. Y es que, si bien la suya fue una gran actuación, quizás la oreja del sexto estaba muy justita, en el límite. Para que luego se hable de puerta chica, o puerta grande barata, mejor que el torero en cuestión se vaya a pie pero con el reconocimiento de todos. Espero y deseo que sea así y la tarde de hoy suponga un importante toque de atención a todos aquellos que aún no se han enterado de que Alberto Aguilar es un torero muy a tener en cuenta y que se encuentra en un magnífico momento. La pregunta de “¿Fue de puerta grande?” arrojará opiniones diversas; en cambio, habrá unanimidad al calificar de notable la tarde de Aguilar hoy en Madrid. Quedémonos con eso.

Foto: Javier Arroyo

domingo, 26 de mayo de 2013

Reportaje fotográfico en Adolfo Martín

LA CORRIDA DE ADOLFO MARTÍN
PARA LA FERIA DE SAN ISIDRO 2013

Hace varias semanas, tuve la oportunidad de acercarme a la finca “Los Alijares”, situada en tierras extremeñas, y donde pasta la vacada de Adolfo Martín, uno de los hierros más prestigiosos del campo bravo español. Además, esta divisa de origen Albaserrada-Saltillo, es una de las más esperadas y queridas por los denominados aficionados toristas por su exigencia y dureza. La de Adolfo es una de las últimas ganaderías que tienen la casta como máxima a la hora de seleccionar, criar y lidiar.

Este próximo jueves, día 30 de mayo, Adolfo Martín volverá a la plaza que le ha dado todo como ganadero y en la que ha cosechado importantes triunfos que ya forman parte de la Historia de la Monumental de Las Ventas de Madrid. Este jueves, Adolfo regresa para lidiar, un año más, en plena Feria de San Isidro. A continuación, os dejo las veinte fotos que he seleccionado y en las que se plasman la seriedad y el magnífico trapío con los que cuentan la decena de toros (la mayoría cinqueños) reseñados por el ganadero de Galapagar para la cita más destacada de su temporada. Espero que este reportaje fotográfico sea de vuestro agrado y que en pocos días podamos ver a los “adolfos” en el ruedo del coso más importante del mundo…