miércoles, 6 de marzo de 2013

6ª Feria de San Isidro 2012

LA POCA VERGÜENZA TORERA

Petardo sin paliativos de Julio Aparicio que con su actitud toda la tarde falta el respeto a la afición de Madrid, escucha dos broncas, y sale entre almohadillas de Las Ventas. Curro Díaz y Eduardo Gallo, casi sin opciones con una deslucida corrida del Ventorrillo.


Muchos años han pasado ya desde aquellas legendarias tardes de bronca y escándalo de toreros como Curro Romero o Rafael de Paula. Los más jóvenes ni nos acordamos y las que hemos visto ha sido a través de vídeos, pero esta tarde Julio Aparicio nos ha recordado aquellas escenas que ya parecen añejas. El petardo que ha protagonizado Julio Aparicio en la sexta de la Feria de San Isidro ha sido completamente vergonzoso. Nadie entiende como un matador puede pisar la primera plaza del mundo con semejante actitud. Saludó una cariñosa ovación al finalizar el paseíllo como recuerdo de la gravísima cornada que sufrió en esa misma arena dos años antes ante un toro de Juan Pedro Domecq. Ese día, la imagen de la espantosa cornada en la boca dio la vuelta al mundo y hoy lo que ha dado la vuelta al “Planeta Taurino” y lo que ha resonado dentro y fuera del coso venteño han sido los pitos, la bronca, los gritos…la indignación. Indignación por ver como un torero sin ningún tipo de ambición ni valor quita puestos a otros matadores jóvenes que de verdad quieren ser toreros y que están en su casa cruzados de brazos y esperando la oportunidad. Por eso, si Julio Aparicio tuviera un mínimo de dignidad debería plantearse que hace en el toreo y no volver a pisar una plaza de toros como la de Madrid.

El primero fue un astado bien presentado, como la mayoría de sus hermanos de lote, serio y de bonitas hechuras. El castaño del Ventorrillo no tuvo mala condición, al contrario, ya que tuvo nobleza y cierta calidad, pero tenía el defecto de salir con la cara un poco alta y también suelto. Además, anduvo justito de fuerzas. Aparicio mostró desde el principio a lo que venía. Para empezar mandó a sus subalternos que le pararan sus toros y templaran la fuerte embestida de salida. Después, se hizo presente unos segundo para dejar varios capotazos más por arriba que por abajo y sin ningún lucimiento. En el tercio de varas no mejoró el asunto ya que el sevillano no actuó como lidiador en ningún momento y ordenó que se masacrara en el caballo a sus oponentes. Ni llevó ni quitó a sus toros, anduvo mal colocado e ignorando sus obligaciones como director de lidia. Se le pegó muchísimo a su lote y eso hizo que el cuarto, un ejemplar muy serio por delante y con gran cuajo y remate, no tuviera apenas gas en el último tercio. Algo normal después del duro castigó que se le administró y de lo que empujó en el caballo. En ambos trasteos hizo lo mismo: salir desde el principio desconfiado, sin colocarse ni presentar decentemente la muleta y sin ni siquiera bajar algo la mano e intentar hacer nada lucido. Yéndose descaradamente de la cara del toro y mostrándose absolutamente negado, abrevió en ambos, sobre todo en el cuarto, en el que salió directamente con la espada de matar. El mitin con el estoque también fue mayúsculo y Julio entró siempre sin convicción, saliéndose de la suerte e intentando cazar al toro en el sitio más fácil. Dos grandes broncas como hace tiempo no se escuchaban y una gritos de ¡fuera, fuera! de una afición que se sintió estafada con semejante espectáculo. Un señor que se sentaba al lado de mi abono comentó: “Este no debería cobrar. Yo cuando hago mal mi trabajo o directamente no lo hago, no me pagan”. El aficionado tenía toda la razón.

Ni Curro Díaz ni Eduardo Gallo, que completaban el cartel del día del patrón, tuvieron apenas opción de lucimiento. Prácticamente solo pudieron justificarse. El primero mostró más actitud y arrojo y fue un soplo de aire fresco entre tanta comodidad y resignación. El salmantino justificó el haberse convertido en el sustituto del herido Ángel Teruel ya que derrochó ganas y, al menos, lo intentó. El tercero del encierro de la divisa toledana fue un animal interesante, con un punto de casta que estuvo demasiado cerca del genio. El de Fidel San Román, el más feo de la corrida, protagonizó, junto al picador José Ney Zambrano, uno de los pocos momentos destacables del festejo. Se arrancó de lejos el del Ventorrillo y el del castoreño ejecutó muy bien la suerte de varas, movió al caballo, tiró el palo y lo mantuvo sin cebarse con el animal. Simplemente hizo lo que se debe hacer, pero en un momento como el actual en el que este tercio está en vías de extinción por no decir absolutamente muerto, el público le reconoció su buen hacer con una gran ovación. Que tomen nota otros. En la muleta, el toro se movió con transmisión, aunque a final del muletazo se rebrincaba y pegaba un pequeño saltito muy molesto para el torero y que provocaba que el pase no fuera tan lucido. La fijeza y la prontitud fueron otras de las virtudes que tuvo el animal. Gallo destacó en un par de templadas verónicas en el recibo capotero y en el inicio del trasteo en el que se dobló con su antagonista por bajo. El sexto, absolutamente deslucido y con la cara muy suelta siempre pegando tornillazos, le impidió el lucimiento. Con la espada fácil.

El jienense Curro Díaz tampoco tuvo suerte en su primera comparecencia este año en Madrid. En esta ocasión ni siquiera pudo dejar detalles de su gusto y personalidad. Su lote fue manso y deslucido y el de Linares no tuvo la más mínima opción. Optó por abreviar y el público silenció su labor.

6ª Feria de San Isidro. Las Ventas. Corrida del día del patrón. Con casi lleno en los tendidos, se lidiaron 6 toros de El Ventorrillo, bien presentados y de deslucido juego en general. 1º noble y de buena condición, pero flojo y saliendo con la cara arriba; 2º manso rajado; 3º interesante, se movió con transmisión aunque con complicaciones; 4º empujó en varas y no se pudo ver en la muleta; 5º manso, deslucido y desclasado; 6º con la cara muy suelta.

Julio Aparicio: bronca en ambos
Curro Díaz: silencio y silencio
Eduardo Gallo (que sustituía a Ángel Teruel): saludos y silencio

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