sábado, 28 de septiembre de 2013

Crónica novillada en Algemesí

LA BRAVURA DE DOS NOVILLOS;
LA PUREZA DE UN NOVILLERO

Interesante novillada de Guadaira que sortea dos ejemplares de nota, uno premiado con la vuelta al ruedo. Sin trofeos destaca el valor y concepto de Martín Escudero, mientras que Posada de Maravillas se hace con una oreja.


La localidad valenciana de Algemesí es uno de esos escasos oasis que aún perduran en el, cada vez más extenso, desierto de plazas y ferias en decadencia marcadas por la pérdida de festejos y espectadores. En Algemesí parece que la crisis no ha llegado, o ha pasado de largo. En este municipio levantino, en vez de reducir, se aumentan festejos y la plaza se llena todos los días. En total, diez novilladas que se celebran en una plaza improvisada montada una vez al año por las propias peñas y vecinos del pueblo. Algemesí hace tiempo que se consolidó como uno de los ciclos más importantes para los novilleros, pero aún sobresale más en unas circunstancias dramáticas para todos los aspirantes a matador de toros. Y es que en esta localidad tan cercana a la capital del Turia, la sociedad no ha roto su vínculo con la fiesta de los toros. Aquí, la Tauromaquia se vive como un rito fundamental sin el que no se entenderían sus fiestas patronales. Desde los más jóvenes a los más mayores del lugar, todo el mundo colabora y participa y, de esta forma, su “Setmana de Bous” se erige como una feria de salud envidiable.

Para el séptimo festejo del ciclo de este 2013 estaba anunciada una novillada de Guadaira para Martín Escudero y Posada de Maravillas. Y, aunque tan sólo se cortó una oreja, el espectáculo no fue para nada aburrido. Interesante cuanto menos resultó el encierro de la divisa sevillana de procedencia Jandilla. De los cuatro lidiados, destacaron los sorteados en segundo y cuarto lugar, precisamente los del lote del nieto de Juan Posada. Al primero de sus dos enemigos, el corrido en segundo lugar, se le concedió la vuelta al ruedo en el arrastre como premio a su noble, pero encastada condición. Humilló siempre y fue a más durante la lidia, aunque su matador tardó en acoplarse con él y tan sólo al final extrajo parte de las virtudes que atesoraba el astado. Fueron numerosas las series en las que el joven novillero extremeño no acertó ni en distancia, ni en altura. A pesar de las dudas del torero, el de Guadaira mostró su buena condición y fondo de casta, y duró bastante. 

Por fin, al final, Posada se entendió con él y firmó una notable serie al natural en la que se ajustó más con su oponente y corrió con templanza y buen trazo su mano izquierda. El epílogo, con ayudados por alto muy toreros, también fue de lo mejor. Tras dejar una estocada baja cortó una oreja que supo a poco comparada con el honor del pañuelo azul para el animal. El cuarto y último, serio y muy cuajado, como todo el encierro, protagonizó una bravísima pelea en el caballo. Se arrancó desde lejos y con alegría en el primer encuentro y consiguió derribar al picador. Dos duros puyazos más se llevó, de nuevo empujando con fijeza y metiendo los riñones. La pena fue que el severo castigo (que le hizo sangrar muchísimo) y lo que se desgastó en el peto condicionaron su comportamiento en un último tercio al que llegó muy venido a menos. Posada se intentó justificar, pero tan sólo evidenció voluntad y ganas, además de una buena estocada final.

 Martín Escudero se llevó el lote de menos opciones y, pese a ello, volvió a dejar la impronta de un concepto del toreo basado en el valor y la pureza. Entre tanto torero ventajista de pierna retrasada y suerte descargada, el encontrarse con un chaval que quiere hacer todo por derecho y de verdad…es una auténtica alegría. Tiene mucho que pulir y evolucionar, sí, pero las condiciones innatas que parece poseer son más que esperanzadoras. También en Algemesí pecó de frialdad en algunos momentos. Le cuesta conectar más con el tendido, pero su toreo es tan inocente como puro. Prácticamente siempre bien colocado, en muchos momentos ofreció los frentes a sus enemigos, otorgándoles todas las ventajas y adelantando la pierna contraria con pasmosa naturalidad. Muy encajado de riñones, se le ve mucho más suelto con la franela sostenida sobre la zurda. Al natural brotaron sus mejores muletazos, muy ajustados y rematados en la cadera. 

El que abrió plaza fue un mansurrón sin maldad al que le faltó más continuidad y clase en sus embestidas. Por su parte, el tercero tampoco anduvo sobrado de clase ni recorrido. Le faltó un tranco más en el viaje. En uno de los compases del trasteo, David cayó en la cara del toro y, tras ser pisoteado y rebuscado por el animal, comenzó a dolerse de su mano derecha. Con un gesto de auténtico dolor intentó montar la espada para dejar varios pinchazos arriba que fueron suficientes para que el de Guadaira doblara. Tras corresponder una cariñosa ovación al esfuerzo realizado, el de Galapagar se marchó a la enfermería. La suerte le tendrá que acompañar en su camino, pero lo que ha apuntado hasta ahora hace concebir grandes expectativas en un futuro incierto en el que la pureza, la tan anhelada y extrañada pureza, está en claro peligro de extinción.


7ª Feria de novilladas Algemesí (Valencia). Con lleno en los tendidos, se lidiaron 4 novillos de Guadaira, bien presentados, con mucho cuajo, aunque sospechosos de pitones. El más serio por delante fue el 3º. El 1º mansurrón; 2º encastado y humillador, de muy buen juego (premiado con la vuelta al ruedo); 3º deslucido; 4º muy bravo en varas, venido a menos en la muleta.

Martín Escudero: ovación con saludos en ambos
Posada de Maravillas: oreja y silencio

martes, 10 de septiembre de 2013

Crónica 2ª abono Feria de Albacete

“FILIBERTO PAGA CON SANGRE”

El joven novillero nacido en Calasparra resulta herido grave en el quinto de la tarde. Novillada muy seria e interesante de Pedrés y oreja por coleta para los novilleros. La de más peso la cortó Álvaro Lorenzo. El público vuelve a responder.


Otra vez Pedrés, el maestro Pedrés, llegó a Albacete, a su plaza, con una señora novillada, que en apariencia y trapío era casi una corrida de toros. Volvió tras la ausencia del año pasado para dar categoría al coso que tanto le vio torear y triunfar como matador de toros. Precisamente, tras el paseíllo, la empresa tuvo el detalle de homenajearle en el sesenta aniversario de su presentación como matador de toros en la Feria de Albacete. Y Pedrés devolvió el homenaje a la afición manchega con un encierro muy interesante y encastado. Y ya se sabe, cuando la casta está presente…nadie se aburre y hay verdad en el ruedo. Y es que la novillada que trajo desde el campo charro fue muy exigente, de esas que piden el carnet. Muchos acusaran a Pedrés de no tener sensibilidad por presentar una novillada tan seria y fuerte para unos chavales que acaban de empezar, pero habrá algunos (entre los que me incluyo) que le defenderán porque su responsabilidad y deber como ganadero es mandar a una plaza como la de Albacete lo mejor que tenga en casa, un encierro que de categoría a su feria. Y Pedrés lo hizo. Pero claro, los mismos que callan o defienden el “torito” de las figuras en los días de clavel, serán los que se indignen por una novillada con tanto trapío.

A los tres novilleros les vino un poco grande el encierro. Normal, por otro lado. La crisis y la reducción de festejos han diezmado de forma brutal las tardes en las que los representantes del escalafón menor se visten de luces. Y el no torear apenas, la falta de contratos, luego se traduce en falta de oficio. Y eso que los tres que hicieron el paseíllo hoy en la segunda de abono del ciclo taurino en honor a la Virgen de los Llanos fueron los finalistas del certamen Soy Novillero que emitió Castilla la Mancha Televisión el pasado invierno/primavera. El triunfador de aquella final que casi llenó los tendidos de la “Chata” fue Álvaro Lorenzo y precisamente él obtuvo el trofeo de más peso de la tarde. Fue ya en el sexto, un animal mansito que comenzó exigiendo mucho, pero que al final se vino muy a menos, en parte por su condición de manso, y también en parte a que delante tuvo a un torero que le acabó sometiendo. Algunos no sabíamos si podría con su oponente, pero Lorenzo tiró de valor y se pegó un arrimón sincero, de esos absolutamente meritorios. Es verdad que en el conjunto de su tarde faltó toreo fundamental del bueno y que, en ocasiones, retrasó en exceso la pierna contraria descargando la suerte. Pero también lo es que vislumbró algunas cualidades y condiciones como buen concepto del toreo, formas clásicas, y el valor ya anteriormente mencionado. En ese segundo de su lote se dejó llegar los pitones a la misma taleguilla y eso provocó una voltereta afortunadamente sin consecuencias. Se tiró a matar de verdad y, con justicia, cortó una oreja que fue la recompensa a salir fortalecido de una empresa que no se antojó fácil en un principio. En su primero, el tercero, un animal con mucho cuajo y mirada de señor, poco pudo hacer más que intentar mantener de pie a un astado muy flojo que rozó la invalidez. Fue noble el de Pedrés, pero su escasa fortaleza y casta se tornó en un comportamiento cansino y pegajoso. Lorenzo no se entendió con él y construyó una labor tan larga como carente de emoción.

La nota triste del festejo fue la grave cornada que sufrió Filiberto en el quinto. El joven novillero nacido en Calasparra fue prendido por su segundo enemigo, un castaño de expresión viva, largo y alto de agujas, que también manseó pero que sacó casta y poder. Lo dejaron muy crudo en el caballo y, claro está, la lucha entre el hombre y el animal no fue sencilla. A la mitad de la faena, en uno de los muletazos, el utrero se quedó a mitad del viaje e hizo presa del novillero. El primer derrote fue seco, pero el más alarmante fue el segundo. Cuando Filiberto estaba en el suelo, el astado volvió a cogerle y le mantuvo suspendido sobre los pitones en unos segundos que se hicieron eternos. La espectacular cogida dio la impresión que había tenido muy graves consecuencias, pero afortunada y milagrosamente, siendo grave y extensa, fue muy limpia y bastante superficial. Una vez trasladado a la enfermería, el director de lidia, Ángel Olmo, fue el encargado de dar muerte al animal. El público pidió la oreja como reconocimiento al torero herido, pero el presidente no sacó el pañuelo y la cuadrilla de Filiberto dio una vuelta al ruedo. Cuando sí apareció el pañuelo blanco en el palco como premio fue en el segundo. El de Pedrés fue un novillo completo y que ofreció grandes posibilidades. Además de nobleza y buena condición, tuvo cierta movilidad y la fortaleza de la que careció alguno de sus hermanos. El novillero formado en la Escuela Taurina de Albacete firmó una obra en la que primó la cantidad, pero que encadenó buenos pasajes en los que acompañó la embestida.

Como primer espada actuó Ángel Olmo, también novillero de la tierra y que destacó en el primero por su templanza y buen concepto. Desgraciadamente, como no todo puede ser bueno, faltó ajuste entre toro y torero para que su trasteo hubiera tenido más importancia y verdad. El animal que abrió plaza tuvo también nobleza, clase y humillación, pero no anduvo sobrado de fuerzas. El que sí las tuvo, además de mucha casta, fue el corrido en cuarto lugar. El segundo del lote de Olmo, tan imponente como bello, apretó en varas (aunque tardeó) y llegó al tercio final pidiendo una muleta poderosa que encauzara sus muchas y buenas embestidas. Lo quiso desde el principio todo por abajo y los numerosos pases de pecho y remates por alto no le ayudaron. Dio espectáculo una res que no fue, ni mucho menos, consecuente con su nombre: “Dormido”. Su matador puso mucha voluntad y demostró valor, pero la falta de técnica y acople por momentos se hizo muy presente. Ovacionado resultó el de Pedrés, mientras que silencio escuchó Ángel Olmo que había errado repetidamente con el descabello.

Por cierto, la otra gran noticia del festejo fue, de nuevo, la buena entrada registrada en los tendidos. Algo más de tres cuartos del aforo cubierto para ver una novillada. Ojala esto se repitiera más veces y en más plazas a lo largo de la temporada. Y ojo, que mañana llegan las figuras, tanto a pie como a caballo, y ya desempolvan el cartel de “No hay billetes”…

2ª de abono Feria de Albacete. Con algo más de tres cuartos en los tendidos, se lidiaron 6 novillos de Hnos. Martínez Pedrés, bien presentados, serios, y de juego desigual aunque interesantes y exigentes en conjunto. Destacaron los lidiados en segundo y cuarto lugar, ovacionados en el arrastre.

Ángel Olmo: oreja y silencio tras aviso
Filiberto: oreja tras aviso y vuelta al ruedo que dio su cuadrilla tras petición
Álvaro Lorenzo: silencio y oreja

lunes, 9 de septiembre de 2013

Crónica 1ª abono Feria de Albacete

"DEMASIADA HAMBRE 
PARA TAN ESCASO MANJAR"

Una voluntariosa terna, por encima de una corrida noble, pero floja del Puerto de San Lorenzo, en la que se salvó el buen sexto. Rubén Pinar corta una oreja y se gana la sustitución de Manuel Escribano el miércoles con la corrida de Samuel.


Arrancaba la Feria de Albacete, el ciclo taurino más importante del mes más taurino del año, septiembre. Y lo hacía con un cartel interesante, de esos que se llaman de "aficionado". Y la afición de Albacete respondió con creces. Casi tres cuartos de entrada en unos tiempos en los que, desgraciadamente, la buena respuesta de público en los tendidos, es noticia. Albacete se vuelve a reafirmar como un oasis en medio del desierto. Salamanca, Murcia, Valladolid o Logroño son sólo algunas de las plazas que prácticamente han desaparecido del mapa con una importante reducción en el número de festejos. En cambio, en la capital manchega, se mantienen los festejos y el abono aguanta con salud envidiable. Esa fue la primera buena noticia en una tarde que no llegó a ser aburrida, pero que se vio marcada por un encierro noble, pero flojo del Puerto de San Lorenzo. Sólo un toro, el último, cumplió con las expectativas de tan señero hierro. Por el contrario, la terna (con matices) demostró que tienen hambre de triunfos y que, con la que está cayendo, ninguna oportunidad puede ser desaprovechada.


Al final, Rubén Pinar fue el único que logró un trofeo. Posiblemente sus compañeros lo habrían conseguido también, pero la espada se cruzó en sus caminos. El manchego sí mató al sexto (tras un pinchazo) y eso le valió una oreja. El que cerró plaza fue un animal largo, grande, alto, pero al que le faltaba remate. Con la cara ligeramente gacha, su apariencia no era la más atractiva del mundo. Sin embargo, la fachada no se correspondió con el interior. El del Puerto empujó en el caballo, es verdad que con un pitón, pero llegó a romanear por momentos y salió indemne del fuerte castigo al que se le sometió. En la muleta el animal sacó las mismas virtudes que sus hermanos (nobleza y buena condición), pero con la (gran) diferencia de que este sí tuvo la casta y el motor necesarios como para transmitir al tendido. Fue un buen toro, pero de ahí a merecer la vuelta al ruedo en el arrastre como entendió el señor presidente...hay un trecho. Ante el buen astado de la divisa salmantina, el manchego Rubén Pinar puso toda la voluntad del mundo en un trasteo recibido con bastante entusiasmo por los tendidos, pero en el que no llegó a cruzar esa delgada línea que separa el triunfo de la gloria. 

Es decir, Pinar anduvo con oficio, con suficiencia delante de su oponente y logró series limpias y ligadas, pero no llegó a firmar una obra para el recuerdo cargada de momentos notables o sobresalientes. Casi siempre los muletazos fueron de abajo a arriba, y no al revés como mandan los cánones, y además se mostró perfilero y ejecutó un toreo, casi siempre, de líneas. Tiró de pico, sobre todo en los primeros compases de la faena, hasta que finalmente se acopló con el toro y éste asentó su embestida. Una oreja fue el premio definitivo, aunque si hubiera matado a la primera y el animal hubiera caído rodado, la segunda no habría quedado lejos. En su primero, sencillamente, no tuvo opción. El que hizo tercero fue un toro tan noble como flojo. Simplemente inválido. Debió de ser devuelto, pero el mismo presidente que sacó rápidamente el pañuelo azul en el sexto, no creyó conveniente asomar el verde en este. Voluntad de Pinar en una labor demasiado larga que no caló en ningún momento.

Los momentos más intensos y lucidos de la tarde llegaron, sin embargo, en el quinto. Joselito Adame, que se presentaba como matador en Albacete, volvió a demostrar que es un torero a tener en cuenta y que se había ganado con creces pisar por fin el albero albaceteño. Gustó en su presentación como lo hizo en junio en su paso por Las Ventas en dos actuaciones que le han valido poco, pero que al menos le abrieron las puertas de esta feria septembrina. Adame, que intervino en quites en ambos turnos, anduvo fácil y muy dispuesto toda la tarde, logrando compases de gran interés sobre todo en ese segundo de su lote al que, por momentos, toreó desmayado y encajado. Ese quinto fue un sobrero de Alcurrucén, muy sospechoso por delante (sobre todo del pitón izquierdo), que acabó sacando un buen pitón derecho. Sobre esa mano llegaron algunos muletazos templados y de mano baja, unas veces retrasando la pierna contraria en exceso, y otras mejor colocado y ofreciendo los frentes y todas las ventajas al enemigo. Si hubiera matado bien habría tocado pelo, pero se le fue la mano y dejó un auténtico bajonazo. Y también se le fue la mano en su primero, un toro noble y que tuvo buena condición, pero las fuerzas y la transmisión muy justas.

Y abriendo cartel (y feria) actuó Alberto Aguilar que también hizo el paseíllo desmonterado. Por fin este dignísimo matador se veía anunciado en Albacete. Y Aguilar no decepcionó a aquellos que aún creemos en el toreo puro y de verdad, el auténtico. Alberto se colocó casi siempre en el sitio y adelantó la pierna que torea cargando la suerte. Además, hilvanó dos trasteos muy limpios en los que hizo todo lo posible por agradar, pero en el que no lo tuvo fácil. En su primero logró muletazos que conectaron con el tendido, pero el repetido fallo con el acero dejó todo en silencio. El cuarto, otro inválido que también debió escuchar el sonido de los cencerros de los cabestros, volvió a dejarle sin una sola palma. Se marchó contrariado Aguilar, aunque algunos valoraron y reconocen el esfuerzo y el concepto del toreo que atesora.

1a abono de la Feria de Albacete. Con casi tres cuartos de entrada en los tendidos, se lidiaron 5 toros de El Puerto de San Lorenzo, correctos de presentación, aunque desiguales de hechuras, de noble pero flojo comportamiento en general, y 1 (5o bis) de Alcurrucén, justo de presencia por delante aunque con cuajo, que tuvo buen pitón derecho. Destacó el buen 6o, premiado excesivamente con vuelta al ruedo en el arrastre.

Alberto Aguilar: silencio tras aviso y silencio
Joselito Adame: silencio y ovación con saludos
Rubén Pinar: silencio y oreja tras aviso

martes, 3 de septiembre de 2013

Crónica Corrida de toros en Daimiel

ALBERTO AGUILAR CRECE; ADOLFO SE MANTIENE; Y UNA PROMESA…EMERGE


Entretenida tarde en Daimiel con un encierro interesante y noble de Adolfo Martín al que le faltó más fondo. De la terna sobresale Alberto Aguilar, mientras que el novillero sin caballos Carlos Aranda es la gran sorpresa.

¿Qué sería de los meses de verano sin las habituales escapadas o aventuras taurinas a las distintas plazas de nuestra geografía que dan toros en estos calurosos días de la época estival? La temporada taurina española encara su recta final con la llegada de septiembre, el mes más taurino del año, y los aficionados aprovechan el gran número de localidades que celebran festejos taurómacos para continuar cultivando la semilla de la afición. Una semilla, por otro lado, que en vez de ser cuidada y regada cada día por los miembros del sector taurino, es rociada con pesticida día sí, día también. Y es que, pese al gran número de festejos que se celebran estos días, pocos son los realmente interesantes de cara a ese aficionado exigente que busca la emoción, por encima de la diversión, en una plaza de toros. Por este motivo, se agradece la apuesta de empresas como las de Daimiel (Ciudad Real) que, en mitad de la Mancha, programaron una corrida de toros mixta en la que el principal reclamo era la ganadería a lidiar. Los cárdenos de Adolfo Martín fueron los elegidos para atraer a aficionados, no sólo de la región, sino también de otras partes de España. Y, al final, entre toros y toreros, no se llegó a lograr un espectáculo inolvidable, pero sí uno que mantuvo el interés.

La primera buena noticia fue la entrada. Para los tiempos que corren, la más de media plaza (cerca de tres cuartos) que se cubrió…no está nada mal. Por otro lado, el encierro enviado a Daimiel por Adolfo Martín cumplió a medias las expectativas de todos los que nos desplazamos a verlo. La corrida del ganadero de Galapagar estuvo bien, aunque desigualmente presentada. De hechuras fue bastante pareja, muy bajita, pero variaron las caras y encornaduras de los “albaserradas” de Adolfo. Por ejemplo, el que abrió plaza fue uno de los más serios y ofensivos por delante con una cara muy abierta. El quinto, muy cuajado y con remate por todas partes, fue el de mayor trapío. Todo un “tío” un animal muy en el tipo de la casa y que por sus astifinas y descaradas defensas habría valido para muchas plazas de primera categoría. En cuanto al juego, hubo de todo, aunque prevaleció la nobleza por encima de todo. Muchos esperábamos una corrida más encastada y fiera, pero, manteniendo la exigencia, los “adolfos” derrocharon nobleza de sobra para garantizar el triunfo de sus matadores. En el caballo la mayoría cumplieron en el primer encuentro, pero varios a los que se puso en suerte en más de una ocasión, terminaron desistiendo de la pelea en el peto. No hubo ninguno realmente complicado, ninguna de las conocidas como “alimañas”, pero tampoco ningún astado de comportamiento borreguil (a Dios gracias…).

Alberto Aguilar fue el que protagonizó los mejores momentos de la terna. El madrileño pudo haber salido a hombros, pero tuvo que conformarse con una oreja debido a sus repetidos fallos con la espada en su primero. El tercero, un animal muy bajo y corto de manos, de bella y seria estampa, empujó en el primer puyazo, pero dio muestras de que no le sobraban las fuerzas. Ya en el trasteo de Aguilar, el de Adolfo acudió con prontitud y nobleza, demostrando buena condición. Con un punto más de casta, de carbón, habría sido un gran toro. Alberto, que ya había toreado con templanza a la verónica, empezó su labor acoplándose poco a poco a la embestida de su enemigo. Cuando lo consiguió y pudo, se encajó y colocó en el sitio, corriendo la mano con templanza y relajo. La faena tuvo sus puntos álgidos al comienzo y al final, con muletazos en redondo de bella factura y pureza y algunos detalles por bajo de gran calidad. Tenía una oreja de peso cortada, pero pinchó en repetidas ocasiones quedando el resultado en una ovación. Ante el séptimo, otro astado de buena condición, pero también algo soso, instrumentó un trasteo intermitente en el que sobresalió toreando al natural sobre el pitón izquierdo. Esta vez, aunque el espadazo no cayó arriba, el acero si entró a la primera y eso animó a que el público pidiera una oreja que fue concedida por el presidente.

Por su parte, Javier Castaño, con el peor lote, tuvo una actuación en la que hubo virtudes y carencias. Una vez más, el mal uso de la espada emborronó los puntos positivos de su tarde. Un serio problema tiene Castaño con la suerte suprema ya que más allá de los pinchazos, se adivina falta de confianza al entrar a matar y ejecutar la suerte. Los mejores momentos del salmantino llegaron en su segundo. El quinto, el más discreto por delante, fue un ejemplar que recordó en comportamiento al toro mexicano. Noble, demasiado noble y venido a menos el cinqueño de Adolfo que embistió casi al paso. Javier Castaño lo entendió bien y para provocarle la arrancada, anduvo muy cerca de los pitones, intentando alargar con el brazo la acometida del animal. Hubo muletazos de gran templanza, pero faltó (una vez más) bajar más la mano y rematar los muletazos más por abajo. La técnica y conocimiento que demostró, junto a la mucha voluntad que derrochó, le valieron una oreja. Ante el primero, el más complicado y suelto del lote de Adolfo, fue más difícil el lucimiento.

Completaba la terna de matadores el local Luis Miguel Vázquez. Y tuvo suerte este ya veterano torero de que la de Adolfo saliera “pacífica”. Ya con el capote en el segundo evidenció lo que después marcaría toda su tarde: la falta de oficio. A pesar de la nobleza del primero de su lote, Vázquez se mostró desbordado y los muletazos limpios y decentes fueron muy escasos. Al sexto, que era un pedazo toro, le pegaron mal y fuerte en el caballo para intentar frenar sus primeras y encastadas acometidas. Empujó en la primera vara, aunque en las restantes cantó la gallina. Y, al igual que ante el del castoreño, en el tercio final se acabó aburriendo. Eso sí, hay que tener en cuenta que si este encaste necesita que se le enganche adelante y se le lleve tapado y cosido a la franela, Luis Miguel Vázquez lo único que pudo hacer fue dejar pasar al toro con la muleta siempre excesivamente retrasada. A pesar del nulo brillo de su labor, el cariño del público se acabó imponiendo permitiendo que el usía concediera un apéndice que después no quiso pasear.

Pero la gran sorpresa de la jornada fue la actuación de un joven novillero sin caballos llamado Carlos Aranda. El chaval, que completaba el cartel para estoquear dos erales de El Cotillo, convenció a todos con un recital de frescura y buen toreo. Con tan sólo diecisiete años, Aranda ya muestra unas condiciones sólo al alcance de los elegidos. Además de un valor auténtico, sorprendió a todos con una seguridad, oficio y capacidad sobresalientes. Relajado toda la tarde, demostró que le funciona muy bien la cabeza delante del toro y que no es un pegapases más, que tiene personalidad y quiere ser alguien en esta profesión. Al contrario que la mayoría de novilleros que empiezan hoy, el manchego quiere hacer las cosas por el buen camino, con las mínimas ventajas posibles. En ambas faenas hubo muletazos templadísimos, de mano baja, y armonía en la figura. Además, tiene gusto y en muchos de los compases de su actuación dejó la pierna adelantada, colocado perfectamente, encajado de riñones y cargando la suerte. Y para rematar series y labores, no tiró de lo de siempre y nos deleitó con detalles de mucha torería. Hasta sus andares son toreros. En el primero obtuvo dos orejas rotundas porque se tiró encima y logró una gran estocada. Y en su segundo, el octavo, también paseó el doble trofeo pero en este se le fue la mano. Lo dicho, apunten este nombre porque si sigue así, dará que hablar: Carlos Aranda.

Plaza de toros de Daimiel (Ciudad Real). Con más de media plaza, se lidiaron 6 toros de Adolfo Martín, bien aunque desigualmente presentados y de noble juego en general, y 2 erales de El Cotillo (4º y 8º), el primero bien presentado y de buen juego, y el segundo escurrido de carnes y justo de fuerzas.

Javier Castaño: palmas y oreja
Luis Miguel Vázquez: silencio y oreja
Alberto Aguilar: saludos y oreja
Carlos Aranda (novillero sin picadores): dos orejas en ambos