miércoles, 17 de marzo de 2010

Crónica 6ª Feria de Fallas 2010 (16/03/10)


JULI, PURA PÓLVORA

Se respira ya en Valencia ambiente de fiesta, se deja sentir la alegría entre los valencianos, el fuego, llegará dentro de unas jornadas, pero lo que, de verdad, se respira en Valencia es pólvora quemada. Y no sólo en las calles pudimos sentir la explosión de la pólvora al contactar con el fuego, ya que, esta tarde, en el coso de la calle Xátiva pudimos sentir una explosión de toreo con nombre propio, Julián López “El Juli”.

Se llenó la plaza para presenciar uno de los acontecimientos taurinos más destacados de la presente Feria de Fallas y, aunque, sí defraudaron los toros, no lo hicieron los toreros. Dos auténticas figuras del toreo se medían en el ruedo para conmemorar el XX Aniversario de la alternativa del último gran ídolo valenciano, Enrique Ponce. Y esas dos leyendas del toreo respondieron a la expectación como mejor saben, toreando.

Toreó Ponce suave al 1º, un animal de Zalduendo que se paró muy pronto y que no dio posibilidades de triunfo al valenciano por su poca casta y transmisión. En el 3º, Enrique, ante un ejemplar muy bien hecho que mostró cualidades en los primeros tercios, embistiendo con clase y humillación, pero que sólo duró dos tandas, ejecutó un trasteo limpio y elegante, en el que consiguió instrumentar varias tandas templadas y de mano baja que, tras una buena estocada, le valieron una oreja. Pero lo más destacado de la actuación del maestro de Chiva llegó en el 5º: fue toda una lección magistral. El toro, peligroso, gazapón, y sin fijeza, parecía imposible, pero, como ya sabemos, no hay nada imposible para Ponce. Lo intentó por el pitón derecho, pero el feo ejemplar de Zalduendo sólo embestía pegando cabezazos y queriendo coger. Por el izquierdo, tampoco, cabía concebir esperanzas, pero a base de ponérsela en la cara, de exponer y de llevar muy templada la muleta, El Maestro consiguió lo que hubiera sido imposible para los demás, torear extraordinariamente bien al natural. Tandas de mano baja, largas y templadas por el pitón izquierdo valieron una nueva puerta grande en su plaza, pero, esta vez, la espada no entró (por la dificultad de entrar a matar por el pitón por el que el astado no tenía un pase, el derecho).

Pero el premio fue lo de menos. La clamorosa ovación con la que el público valenciano despidió a su torero resumió la Gran tarde del Gran Ponce.

Y la tarde que, presumiblemente, pertenecía a Ponce, finalmente fue de un torero que estuvo cumbre en Valencia, “El Juli”. ¡Qué forma de torear!, ¡qué forma de matar a los toros!, la tarde del Juli tardará mucho en olvidarse.

Con el 2º, un toro que tuvo transmisión y que respondió bien a los toques del madrileño, estuvo soberbio. Primero con el capote, después con la muleta. Faena de mando, de poderío, exprimiendo al toro, al que había que llevar muy cosido a la muleta, ya que no fue tan bueno como pareció en las manos de Julián. Tras realizar la suerte suprema con extremada suavidad, dejó un espectacular espadazo. Dos orejas de ley.

Y la misma espada que le dio el triunfo en su primero, se la quitó en su segundo. Porque el trasteo al 4º de la tarde, también, fue de premio. Todo lo hizo “El Juli” ante un descastado animal, al que sometió por abajo en varias tandas por ambos pitones. Intentó matar recibiendo, pero, al fallar, se esfumó el premio.

Pero la plenitud llegó en el 6º. Éste fue el toro de mejor juego de la corrida de Zalduendo, encierro que sorteó varios ejemplares impresentables para una plaza de primera, y que no dio el juego esperado. Con él, Julián estuvo inmenso, tanto con el capote, como con la muleta. Con la seda se inventó un brillante quite por lopecinas, que remató con una larga cambiada de rodillas, y una larga cordobesa. Con la franela compuso una faena rotunda y maciza, que realizó con el compás muy abierto y, absolutamente, entregado. Tandas por abajo, de extraordinarios derechazos y naturales, enganchando al toro desde el principio hasta el final. Con valor y garra cuajó a un toro que embistió con emoción, sobre todo por el pitón derecho. De nuevo, otro espadazo de bandera, con el que el de Zalduendo rodó en 12 segundos exactos. Y, de nuevo, dos orejas. En total, cuatro.

Ante una gran expectación, una tarde muy emotiva y especial, y una mala corrida, dos figurones del toreo se crecieron e hicieron degustar, que no padecer, el aroma a pólvora, pólvora quemada tras la primera explosión de las Fallas (taurinas).



Alejandro Martínez Lorenzo



Foto: Manolo Moreno