miércoles, 6 de marzo de 2013

Corrida de la Beneficencia 2012

TALAVANTE Y…LO MISMO DE SIEMPRE

El extremeño abre de nuevo la puerta grande y firma lo más destacado de una corrida en la que la exigencia, en todos los sentidos, brilló por su ausencia. Morante, sólo detalles y Manzanares no entra en Madrid con nuevo petardo de Cuvillo.


La tradicional corrida de la Beneficencia nos dejó dos noticias. La primera: la puerta grande de Alejandro Talavante. La segunda: la decadente exigencia de la Monumental de Las Ventas. ¿Y por qué digo esto? Pues porque, en otro tiempo (por ejemplo, en aquel en que esta corrida era la más importante de la temporada), lo ocurrido hoy en el ruedo de Madrid no sería nada del otro mundo. Sería un espectáculo cercano a la mediocridad en su conjunto. Es verdad que Alejandro Talavante estuvo bien, sí, pero se debe exigir mucho más. Para empezar, que lo que hizo el extremeño lo realice ante toros como Dios manda. La mejor prueba de esta diferencia entre un triunfo de justito peso y otro sobresaliente son las dos puertas grandes de este torero en estos dos últimos años. La primera, la del pasado San Isidro, la consiguió al cuajar de principio a fin a un bravo y serio astado del Ventorrillo. La puerta grande de hoy, por el contrario, la ha conseguido con dos trasteos irregulares y ante dos toros sin apenas trapío. Esa es la diferencia. Por eso recalco que sí, que Talavante estuvo bien, pero que su actuación no fue de puerta grande y que debemos exigir el nivel que este torero nos dio el año pasado y no conformarnos con menos. El público que llenó esta tarde la monumental de Las Ventas estaba predispuesto al triunfo de los toreros. Bueno, todo el mundo no. Los únicos que dieron algo de guerra y que protestaron, muy justamente, ciertas cosas fueron los habituales, los resignados aficionados en su mayoría del tendido siete que parecen clamar en el desierto. Esos aficionados continúan exigiendo lo que la plaza de Madrid se merece, no se conforman con un espectáculo de medias tintas. Lo malo es que ellos son una minoría y los que se conforman con poco, una mayoría.

Sólo Alejandro Talavante consiguió destacar. El extremeño dio una buena dimensión, aunque no llegó a estar a la altura de otras tardes. Los puntos fuertes de su actuación fueron la disposición, la claridad de ideas, la improvisación y la valentía. Sí, la valentía, porque aunque es verdad que en la mayoría de momentos instrumentó un toreo perfilero y apenas adelantó la muleta, si se enroscó a veces las embestidas y expuso bastante. Sobre todo brilló Alejandro con la mano izquierda. Lo mejor de su actuación: varios cambios de mano muy lentos en los que se fajó al toro. Demostró que venía a por todas en un quite por chicuelinas ante su primero. Después, instrumentó una faena irregular que fue de más a menos y que fue premiada, excesivamente, con una oreja. Destacó en esta labor una gran serie al natural en la que, bien colocado, corrió la mano con templanza y largura, rematando muy atrás los muletazos. Buenos remates por abajo y algunos adornos de su particular tauromaquia mexicana. El animal que tuvo enfrente, uno de los remiendos de Victoriano del Río, fue un ejemplar también chico y justo de presentación que dio bastantes posibilidades. Tuvo nobleza y repitió humillando, aunque transmitiera poco principalmente por su justeza de trapío. La estocada cayó trasera, el toro tardó en caer y Talavante tuvo que hacer uso del descabello. No era de oreja, pero el público la pidió. Más peso tuvo la cortada al que cerró plaza, otra raspa de Cuvillo que repitió con nobleza, aunque diciendo muy poco. Su matador logró firmar varias tandas de muletazos de notable trazo, muy en su estilo, que intercaló con algunas improvisaciones tan propias de él. Fue certero matando y eso le permitió tocar pelo de nuevo y abrir su tercera puerta grande. Repito, no estuvo mal Talavante, todo lo contrario, pero comparen estas faenas y esta puerta grande con la del año pasado y se darán cuenta de las diferencias.

Por lo menos Talavante logró aprobar algo que no consiguieron sus compañeros, en particular, Manzanares. El alicantino venía a tapar las bocas de todos los que le criticaron en su paseíllo en San Isidro, pero lo que consiguió fue lo contrario: generar más dudas sobre su concepto del toreo. Bueno, dudas para algunos. José María Manzanares ha demostrado que si sigue buscando este tipo de toreo nunca llegará a entrar en Madrid. ¿Y por qué? Porque, a pesar de que cada vez son menos los que exigen, sigue habiendo un importante número de aficionados que no toleran las descaradas ventajas y, menos, en una figura del toreo. Manzanares volvió a hacer lo de siempre, lo que le ha permitido triunfar clamorosamente en cosos como el de Sevilla: torear siempre despegado, con el pico y con la pierna retrasada. Su maniático pasito atrás nos saca de quicio a muchos, pero parece que José María no está muy dispuesto a cambiarlo. En otras plazas todo esto lo maquilla con su privilegiado empaque, con su innata templanza, con su estilosa figura. En otros cosos sí, pero en Madrid no. Los dos astados de su lote fueron sendos bichos anovillados de Núñez del Cuvillo que se movieron con poca clase y muy leve transmisión. Se ha vuelto a lucir este año este ganadero tan admirado en otras plazas. El año pasado, dos corridas y dos petardos y, este año, más de lo mismo. Y yo me pregunto: ¿le importará? Lo dudo. Pitos para los “cuvillos” y silencio para Manzanares. Está visto que aquí esta pareja no mantiene su idilio.

Abría cartel el siempre polémico Morante de la Puebla, torero que levanta pasiones enfrentadas. Leve fue el esfuerzo del sevillano, aunque es justo reconocer que tampoco hoy tuvo grandes enemigos. El primero de Cuvillo duró un suspiro y el remiendo cuarto de Victoriano se movió sin maldad alguna pero saliendo siempre con la cara alta. Detalles de torería en algunos muletazos en los que demostró la suavidad con la que echa los flecos de la muleta. Lo más destacado de su actuación fue un torerísimo quite por chicuelinas en el que se reconcilió con un público que le abroncó a la muerte de su segundo. Dirá que no le entienden.

Corrida extraordinaria de la Beneficencia. Las Ventas. Con lleno en los tendidos, se lidiaron 4 toros de Núñez del Cuvillo, mal presentados por anovillados a excepción del 1º, y de noble y descastado juego en general, y 2 de Victoriano del Río, desiguales de presentación y juego, mejor el 3º.

Morante de la Puebla: silencio y pitos
José María Manzanares: silencio en ambos
Alejandro Talavante: oreja y oreja

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