miércoles, 6 de marzo de 2013

21ª Feria de San Isidro 2012

“CASTAÑO Y TITO SANDOVAL, DOS TOREROS”

Importante tarde del salmantino Javier Castaño que, sin lote, muestra una gran firmeza, actitud y valor. Emocionante tercio de varas protagonizado por Tito Sandoval en el sexto y mansada de Carriquiri. Ni Frascuelo ni Ignacio Garibay tienen su tarde.


La corrida se encaminaba a la más profunda desesperación por la mansedumbre de los toros de Carriquiri y las desafortunadas actuaciones de Frascuelo e Ignacio Garibay, pero en ese momento, salió al ruedo un matador de Salamanca llamado Javier Castaño. Y este Castaño devolvió la ilusión a los aficionados y puso cordura y orden en la tarde. Javier continúa por el camino de no dejar indiferente, de puntuar cada tarde y de ser el nuevo torero de los aficionados. Sí, porque hay toreros de público y toreros de aficionados. Y con esto no digo que los toreros de público sean peores, ni mucho menos, pero si distintos. Y ¿por qué Javier Castaño se está convirtiendo en el torero de la afición más exigente? Pues muy sencillo: porque este joven pero veterano matador está recuperando muchas cosas que en los últimos años se habían perdido. Su preocupación lidiadora, su claridad de ideas e inteligencia delante de la cara del toro, su deseo de lucir siempre al enemigo sea cual sea su condición, el hacerlo todo por derecho y con seriedad sin alardes ni fáciles recursos…y, por supuesto, su compromiso con las ganaderías denominadas duras y toristas y la variedad de encastes. Muchos me dirán que mata estas corridas porque no le queda otra, y en parte es verdad, pero también lo es que no las lidia y las mata por puro trámite y con desgana, lo hace disfrutando, sabedor de que este tipo de ganaderías también te pueden encumbrar a lo más alto. Y por ahora, no se está esquivocando.

La tarde tuvo un nombre, bueno, dos: Javier Castaño y su picador Tito Sandoval. Esta pareja de profesionales llegaba a Madrid con una gran expectación tras sus importantes éxitos esta temporada en Valencia, Sevilla y Nimes. Y esta tarde se confirmó que esta racha de triunfos en los cosos más importantes no es pura casualidad. Desde el primer momento se hizo presente en el ruedo de Las Ventas la capacidad lidiadora de Castaño, torero que poco a poco va recuperando una torería añeja que se estaba diluyendo en los últimos tiempos. El tercero de la tarde fue un ejemplar muy poco bonito y algo justo por delante. Salió, como el resto de sus hermanos, haciendo cosas feas, suelto y sin prestar atención a los capotes y llamadas de los de luces. Los primeros tercios no fueron lucidos y prácticamente tampoco lo pudo ser el de muleta. El de Carriquiri fue una auténtica porquería. Sin clase alguna, quedándose muy corto y debajo y saliendo con la cara alta derrotando la franela de su matador, fue un ejemplar muy complicado y deslucido con el que poco pudo hacer Castaño. Pero él no se amilanó (al contrario que sus compañeros) y se puso a intentar torearlo como si fuera bueno. Por la condición del animal los muletazos no pudieron ser bellos ni de gran limpieza, pero Javier hizo todo lo que estuvo en su mano y al final se pegó un arrimón valiente y sincero y que provocó los primeros aplausos de la tarde. Sin vender nada fácil, se cruzó al pitón contrario con despaciosidad y citando casi de perfil consiguió algún natural suelto de estimable trazo. Todo un milagro con semejante oponente. Se tiró derecho a matar pero la espada cayó muy tendida.

Pero lo mejor y más destacado de la tarde llegó en el que cerró plaza. Con gran disposición y seguridad, Javier Castaño no dudó en poner al toro de lejos para intentar un buen tercio de varas. Y su arriesgo tuvo premio. Colocó muy de largo al de Carriquiri y aquí entró en juego Tito Sandoval, un varilarguero que día a día demuestra ser uno de los más brillantes picadores de los últimos años. Sandoval movió al caballo, toreó con él, dio los pechos, alzó la voz y levantó el palo. Ni más ni menos que lo que se debe hacer en un tercio de varas. El toro, que no fue bravo, si tuvo la virtud de la prontitud y se arrancó de lejos hasta en tres ocasiones. Vibrante su embestida, aunque después no empujó y salió suelto. Tras la emocionante labor de Tito Sandoval, el público se puso en pie para reconocer la actuación del jinete. Y con la montera calada comenzó Castaño su trasteo. El de Carriquiri regaló unas cuantas embestidas esperanzadoras. Puro espejismo. Muy pronto se paró y siempre salió con la cara por encima del estaquillador desluciendo los muletazos que trazó el torero castellano. Éste se colocó muy bien e intentó hacerlo todo despacio. Destacó su firmeza, su asentamiento en la arena y algún muletazo de gran mérito. De nuevo, se la jugó y se cruzó poniendo en vilo los corazones de todos los presentes. El público estaba caliente cuando entró a matar, pero una vez más la estocada cayó tendida por lo que tuvo que hacer uso del verduguillo. Una vuelta al ruedo que supo a muy poco considerando la dimensión que ofreció Javier Castaño toda la tarde. Si dejó esta sensación sin toros, ¿qué podrá llegar a hacer si le embisten los “cuadris” del viernes? Como mínimo, llegará con Madrid de su parte y dispuesto a lanzarle. Se lo ha ganado.

Desgraciadamente no se puede decir lo mismo de sus compañeros. El veterano y querido Frascuelo anduvo toda la tarde desconfiado, primero con un ejemplar de Carriquiri descastado y deslucido, y después con un bonito colorado del hierro pacense que, aunque fue un manso de libro en los primeros tercios, después tuvo posibilidades en la muleta. Siempre citó con el pico el maestro madrileño y su única tarde en el abono se esfumó entre el silencio. Por su parte, Ignacio Garibay (el último mexicano en comparecer en San Isidro) tampoco apostó lo que la ocasión se merecía. A su primero lo masacraron en el caballo y en el último tercio, lógicamente, el toro no pudo ni tenerse en pie. El quinto fue una espectacular y muy seria res que sacó poder y fuerza, pese a su fondo de manso. Garibay tampoco pudo con él.

21ª Feria de San Isidro. Las Ventas. Con tres cuartos de entrada, se lidiaron 6 toros de Carriquiri, de desigual presentación y romana, y mansos en su conjunto. Destacaron el noble 4º y el poderoso 5º.

Frascuelo: silencio en ambos
Ignacio Garibay: silencio y silencio tras aviso
Javier Castaño: aplausos y vuelta al ruedo

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