miércoles, 5 de octubre de 2011

Crónica 9ª Feria de Albacete


MANZANARES, UN ENFERMERO VESTIDO DE LUCES Y CON COMPOSICIÓN ESTÉTICA

La corrida de ayer ejemplificó a la perfección el momento por el que atraviesa la fiesta. Manzanares cortó cuatro orejas ante una novillada impresentable e inválida de Juan Pedro Domecq. Tarde triunfalista en la que Juan Mora y Sebastián Castella se fueron de vacío y los pocos aficionados que quedan, indignados.

La fiesta de los toros está acabada. Esto no quiere decir que espectáculos como el de ayer no tengan futuro, sí lo tienen, pero por poco tiempo. La que está acabada es la verdadera fiesta de los toros, la que por lo menos a mí me emociona: Un hombre que se juega la vida ante un animal bravo y encastado, con poder y fuerza y, por supuesto, íntegro de pitones y rematado de hechuras. El festejo de ayer en Albacete fue todo lo contrario a esto. Un hombre que aparentemente se juega la vida, pero que está delante del toro como si estuviera delante de un perro y toreando en el patio de su casa. En frente un animal con las defensas mutiladas, sin poder ni fuerza, absolutamente inválido, descastado y eso sí, muy noble. Los ganaderos de hoy, menos contadas excepciones, buscan el toro que deje estar al torero, que no moleste y que le permita sentirse a gusto. Eso, para mí, es sinónimo de criar una borrega con infinita nobleza y “calidad”. Por otro lado, las figuras se embolsan millones y exigen el toro chico y afeitado y todo esto con la complicidad de empresarios y presidentes. Tengo que reconocer que me he desengañado y que ya el mundo del toro no me ilusiona para nada. Gracias a Dios aún nos quedan lugares (oasis) en los que se sigue exigiendo, toros bravos e íntegros en algunas ganaderías y toreros honrados y que se juegan la vida de verdad. Para mí todo lo demás es un cuento, un cuento chino.

JOSE MARÍA MANZANARES

La gente y mis compañeros de profesión salieron diciendo que José María Manzanares había estado cumbre, que había hecho algo histórico y que había bordado el toreo. Para mí, lo que hizo el alicantino simplemente fue sujetar y cuidar a dos borregos infames de Juan Pedro Domecq. Después de la estafa y del atentado contra la fiesta que cometieron el año pasado este ganadero, figuras, presidente y empresarios, ayer se volvió a repetir la historia, hecho que me confirma que a los taurinos no se les cae la cara de vergüenza porque, simplemente, no tienen ni saben que es eso. La corrida de Juan Pedro fue una auténtica novillada indigna de la plaza de toros de Albacete, sospechosa de pitones y que dio un juego absolutamente inválido, descastado y de nula emoción. Manzanares llegó a Albacete como triunfador absoluto de la temporada y al público que le fue a ver no le decepcionó, a mí sí. José María anduvo muy templado durante toda la tarde y consiguió tandas estimables por ambas manos en sus dos toros. Lo malo es que eso se lo hizo a dos burras muertecinas que no tuvieron ningún peligro, transmisión, casta ni bravura. Fueron dos moruchos que se movieron con nobleza y con algo que ahora está muy de moda: la clase. Eso sí, la casta, la bravura, la exigencia, el riesgo… todo eso no se divisó en el ruedo de “La Chata”. Manzanares dio todo un recital de cómo se debe mantener a un animal en pie. Nunca bajó la mano a los toros porque si lo hubiera hecho, estos se habrían derrumbado. Casi siempre toreó con el pico y sacándose para a fuera la cansina y sosa embestida de los ejemplares de Juan Pedro. El alicantino demostró una vez más el gran concepto del toreo que posee, su empaque, clase y magnífico temple, pero sus faenas, para mí, no tuvieron mérito ni riesgo porque no se las hizo a un toro bravo. Manzanares actuó como un enfermero más que como torero, pero a la gente le dio igual y le aplaudió y vitoreó con intensidad desde el principio. Fue una tarde en la que el toro no pasó a un segundo plano, directamente no importó y pasó desapercibido entre una afición, más que nunca, totalmente torerista. Tal y como se fue desarrollando la tarde era previsible que si Manzanares mataba al toro (no digo matarlo arriba ni bien, simplemente matarlo) se le concederían las dos orejas. Y así fue, ni más ni menos. El doble trofeo fue absolutamente excesivo, pero las dos del tercero fueron ya de juzgado de guardia. Intentó dejar una estocada recibiendo pero al pinchar, Manzanares en vez de volver a intentarlo empujó la espada cuando ya había pasado y consiguió hundirla hasta la mitad. Fue uno de los gestos más poco toreros y vergonzosos que he visto. A pesar de esto, se le pidió la oreja y el presidente Luis Natalio Cuesta (creía que era un hombre serio y buen aficionado) no sólo la concedió, sino que rápidamente sacó otro pañuelo y le regaló el doble trofeo. Simplemente vergonzoso.

JUAN MORA

El veterano Juan Mora volvía a Albacete tras muchos años de ausencia y tras su histórico triunfo en la pasada Feria de Otoño de Madrid. Mora hizo lo más destacado de toreo de capa de toda la tarde. Primero recibió por templados delantales a su primero, bajando mucho la mano y luego saludó al cuarto con otro gran recibo a la verónica en el que meció los brazos y desplazó la embestida del ejemplar de Juan Pedro Domecq con mucha suavidad. En el que abrió plaza solo pudo justificarse y dejar detalles de clase y de torería y se estrelló ante un astado absolutamente descastado y parado. Lo peor, el mal uso de la espada durante toda la tarde. Al primero lo mató de un bajonazo tras pinchar en dos ocasiones y al cuarto lo pinchó en repetidas ocasiones antes de dejar una estocada defectuosa. Todo un sainete con la espada. El cuarto de la tarde fue un toro sardo que se tapaba algo por la cara pero que aunque justo de presentación, fue el único más o menos aceptable. El animal del hierro de Veragua tuvo movimiento y fuerza, pero nada de clase ni humillación. Llevó siempre la cara alta, pegó tornillazos al final de los muletazos y fue complicado. Juan Mora hizo un esfuerzo y lo intentó, pero al ver las complicaciones de su enemigo y a un público que le pitó y no le agradeció lo realizado, decidió abreviar. De nuevo, estuvo mal con la espada.

SEBASTIÁN CASTELLA

Volvía Sebastián Castella a Albacete tras su desafortunada actuación en la primera de sus dos corridas en el abono. Castella estuvo mucho mejor que el primer día y si en la corrida de Albarreal se le vio destemplado, ayer se templó mucho más y estuvo bien aunque el lote que le correspondió, como el resto de la corrida, no valió un duro. Su primero fue un inválido al que sujetó Sebastián con alfileres y con el que dejó varias series de muletazos de notable trazo y templanza. Por supuesto, no pudo bajar la mano ni apretarle al toro. Tumbó a la chota inválida de una estocada trasera y baja que, quizás, le hizo perder un posible trofeo. Al quinto lo devolvieron por inválido aunque directamente debería haber subido al camión con rumbo a “Lo Álvaro” desde el momento que puso las pezuñas en los corrales del coso albacetense. Como el resto de sus “hermanitos” estuvo mal presentado y su invalidez fue evidente desde que salió de chiqueros. A pesar de ello, el señor presidente no decidió devolverlo hasta el tercio de banderillas. En su lugar saltó a la plaza un sobrero de Luis Algarra que, aunque tuvo más cuajo, tampoco sobresalió por su trapío. Y el de Algarra no sólo fue feo o no bonito por fuera, sino que fue muy malo por dentro. Fue un ejemplar de muy mala condición que nunca se empleó ni en los capotes, ni en el peto, ni en la muleta de su matador. Gazapón, descastado y con peligro sordo, fue imposible sacarle ningún muletazo lucido y Sebastián tuvo que matarlo. Para poder hacerlo tuvo que colocarlo en numerosas ocasiones y el astado desarrolló peligro y se puso muy difícil para entrarlo a matar. Después de dejar un bajonazo casi entero en la paletilla, usó el descabello en seis ocasiones y finiquitó a la “prenda” de Luis Algarra.

Terminaré diciendo algo que oí un día cuando estaba en los tendidos de la plaza de toros de Las Ventas: “los toros tienen que dar miedo, no pena…”


FICHA DEL FESTEJO

9ª Feria de Albacete (8ª de abono) con lleno aparente en los tendidos, se lidiaron cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno de Luis Algarra (5º bis), todos pésimamente presentados, anovillados, sospechosos de pitones y de descastado e inválido juego. Tuvieron nobleza y cierta calidad pero carecieron de transmisión y emoción. 1º inválido y descastado; 2º noble y con clase pero inválido y descastado; 3º noble y humillador pero descastado y sin fuerzas; 4º con movimiento pero sin clase; 5º muy malo; 6º noble pero inválido.

Juan Mora: Silencio tras aviso y pitos.

Sebastián Castella: Ovación y leves pitos tras aviso en ambos.

José María Manzanares: Dos orejas y dos orejas.

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