martes, 25 de octubre de 2011

Artículo de opinión

HASTA SIEMPRE MAESTRO CHENEL

Sí, parece mentira pero es verdad, se nos ha ido nuestro querido maestro Chenel, se nos ha ido un torero legendario, se ha marchado para siempre el torero del mechón blanco, el torero del traje lila y oro, el torero que realizó una faena histórica a aquel toro blanco de Osborne llamado “Atrevido”. En definitiva, y esa es la triste noticia, ha muerte el maestro “Antoñete”. Aún tengo el corazón encogido, aún se me saltan las lágrimas cuando vuelvo a ver algunas de sus faenas o cuando recuerdo todo lo que he aprendido de él en todos los años que llevo siguiendo las ferias taurinas mas importantes de la temporada a través de canal plus. Por mi juventud no tuve la suerte de disfrutar de su toreo en directo, en el ruedo de una plaza de toros, pero puedo decir que he tenido el gran honor y la gran suerte de escucharle muchos años y de aprender muchísimo de toros gracias a él. Porque “Antoñete” no hablaba mucho, no sólo era un hombre de pocas palabras, sino que por su avanzada edad y las complicaciones de salud y respiración que padecía no podía decir todo lo que seguro le gustaría contar, pero no hacía falta porque el maestro Chenel con una mirada, con un susurro, con una sola frase, decía mucho más que cualquier otro que se extendiera durante dos o tres minutos sin parar de hablar. Y esa era la genialidad de Chenel: el, sin apenas hablar, decir tantas cosas y, sobre todo, tantas sentencias llenas de sabiduría y torería. Hoy en día a cualquier torero joven o que no ha tenido un sitio importante en el toreo se le llama maestro, pero esto es un gran error porque nos estamos cargando la emotividad, el respeto y la admiración que van implícitos en esa palabra. Un maestro es aquel que por sus conocimientos o experiencias tiene la capacidad de divulgar enseñanzas y hacer aprender a otros sobre algo y tengo que decir que, por lo tanto, hoy en día hay muy pocos maestros en el arte del toreo. Pero uno de ellos, sin duda, era el maestro Chenel, el maestro “Antoñete”. Él si que era un maestro con todas las letras y en todos los sentidos porque nos ha enseñado infinidad de cosas que siempre guardaremos en nuestro corazón de aficionados. Y no sólo de aficionados, sino también en nuestro corazón en general, en nuestro corazón humano porque Antonio, además de un maestro del toreo, un maestro dentro de la plaza, era un maestro fuera de ella, un maestro de la vida. No sólo fue un gran torero “Antoñete”, fue una gran persona y un gran hombre. Como torero siempre recordaremos que fue el máximo exponente del concepto del toreo clásico, ortodoxo, cargado de pureza y verdad; también que descubrió las distancias que requería cada tipo de toro; o como olvidar su mano izquierda y su soberbia media verónica. Fue un matador Chenel muy completo porque además tuvo un gran valor, ya que sólo desde ese desbordante valor y también de su increíble afición y amor a su profesión, se pueden entender sus numerosas retiradas y vueltas a los ruedos y el que con más de sesenta años, en vez de estar sentado en el brasero de su casa, estuviera enfrentándose a un toro y regalándonos auténticas obras de arte como la faena a aquel toro de Victoriano del Río en Jaén en el año 1999. O como olvidar esa faena histórica al toro “Atrevido” de Osborne en Madrid, una obra cumbre que debería ser vista por todo aquel que quiere ser torero. Como persona recordaremos su humor o su guasa, como siempre que aparecía un toro muy serio y armado en el ruedo decía que si a el le hubiera tocado, habría salido corriendo muerto de miedo, o como no recordar con una sonrisa la manía y la superstición que tenía al color amarillo y que nos ha transmitido a nosotros, unos aficionados a los que ya nunca se nos ocurre llevar alguna prenda amarilla a una plaza de toros: o, también la fraternal y preciosa imagen de sus diálogos con el semental, con su amigo, “Romerito”. Nos emocionamos viéndole torear, aprendimos escuchándole tarde tras tarde, nos reímos con sus bromas y comentarios… En resumen le cogimos mucho cariño, hemos sentido mucho su pérdida y lo echaremos mucho de menos pero nos queda la esperanza de recordarle cada tarde que pisemos un coso taurino y nos acordemos de algo que aprendimos de nuestro maestro, del maestro “Antoñete”. Gracias y hasta siempre maestro Chenel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario