lunes, 13 de mayo de 2013

Crónica 5ª Feria de San Isidro

VUELTA A LA NORMALIDAD

Desastre ganadero de La Palmosilla que lidia un encierro completamente descastado y con varios astados muy flojos. De la terna sólo destaca una sobresaliente serie de Curro Díaz y detalles de David Galván en su confirmación.


Como un espejismo en el desierto, o como un buen sueño en medio de una terrorífica pesadilla, así podríamos decir que ha quedado la corrida de ayer de José Escolar en la Feria de San Isidro de Madrid. Tras ese paréntesis de interés, casta, y variedad, los aficionados madrileños volvimos a la normalidad, a lo de siempre, es decir, al más absoluto aburrimiento. La Palmosilla pasó a engrosar la lista del resto de ganaderías que, en lo poco que llevamos de feria, han fracasado estrepitosamente. Tras la dureza y ganas de pelear que pudimos ver en varios de los “escolares” lidiados el domingo, hoy volvimos a la siempre presente falta de casta y fortaleza. Pero lo que es más grave es que este petardo, al igual que otros ocurridos en la presente isidrada, había sido vaticinado por muchos “pesimistas” y “agoreros” que…volvieron a acertar. ¿Alguien ha visto algún animal encastado y bravo de La Palmosilla? Seguro que la respuesta en muchos casos será positiva, claro, es una exageración el que no haya salido ni un toro digno de llevar el apellido de bravo en este hierro. En todas las ganaderías sale alguno que se equivoca…pero mi objetivo al preguntar esa cuestión es centrar la atención en la poca historia y currículo con el que cuenta este hierro procedente de Juan Pedro Domecq. Mientras divisas y hierros históricos terminan sus días apuntillados en el matadero porque no hay festejos ni plazas donde lidiarlos, otros subproductos de Domecq ocupan huecos de ciclos tan importantes como el de San Isidro. Está muy bien que afloren ganaderías de estas por toda la geografía española, pero, por favor, no las anunciemos en Madrid. Que lidien en plazas de tercera, o si acaso de segunda, pero en Las Ventas no, por favor. Porque luego, pasa lo que pasa. Tras lidiar otra mala corrida en su última comparecencia en Madrid, este año, nuestra siempre atenta Taurodelta le volvió a reseñar y a comprar un encierro al señor ganadero. Esto son premios por los méritos, y lo demás es tontería. Yo lo que propongo tras lo visto hoy en el ruedo de la capital es que el año que viene, en vez de una, nos la traigan dos tardes. Conociendo a esta empresa…no lo descarten.

Poco o nada que contar del encierro de la divisa gaditana, al margen de su patente descastamiento y falta de fuerzas. Los dos primeros de la tarde, que no fueron gran cosa, al final parecieron extraordinarios comparados con los que vinieron después. No me pararé hoy en cada uno de los ejemplares porque no vale la pena perder el tiempo inútilmente. La mayoría tuvieron la tan apreciada condición para algunos de la nobleza. Como siempre digo, la nobleza es necesaria, pero siempre y cuando vaya acompañada de casta, transmisión, movilidad y bravura. Cuando lo único que tenemos es nobleza…estamos perdidos. Realmente tristes resultaron los comportamientos de varios de los sorteados, principalmente la segunda mitad del encierro, ya que aguantaron en pie a duras penas, con la boca abierta, y pidiendo la muerte desde el minuto uno. Entregados y prácticamente muertos en vida, acudieron con docilidad a los toques de sus matadores con absoluta colaboración. Hoy casi no hubo enemigos, ni oponentes, lo que hubo fue colaboradores. Aunque tampoco tanto, porque su descaste y falta de transmisión fue tal, que los toreros no pudieron hacer nada con ellos. Sí, muletazos hubo muchos, pero de esos que se te quedan grabados en la retina…muy pocos. El que cerró plaza, un auténtico buey cornalón sacado de tipo, en un alarde de casta y fiereza (esto es irónico como supondrán) se echó cuando tan sólo había recibido un pinchazo de David Galván. Además, cuando lo intentaron levantar, propinó a los trastos varios cabezazos que evidenciaron esa mansedumbre y nula casta. La imagen de ese sexto echado y absolutamente negado a la pelea fue la imagen perfecta para resumir lo ocurrido en la quinta de abono de San Isidro.

El joven David Galván se presentaba como matador de toros en Las Ventas. Desgraciadamente, el producto que tuvo entre sus manos no fue el más idóneo para brillar en tan señalado día. De su actuación sólo se pueden llegar a adivinar cosas, porque tendrá que ser en otra ocasión, y con otros animales, cuando podrá demostrar sus condiciones en plenitud. A pesar de la presión por confirmar en la feria más importante del mundo, se vio a un David Galván muy tranquilo y sereno, quizás en exceso porque en momentos pecó de frío. Hubo templanza en lo que hizo, pero en ocasiones falló la técnica y la colocación. Demasiada “patita” escondida y la sensación de que le cuesta adelantar la muleta. Ese defecto de dejar la muleta retrasada, provocó que el toro de su confirmación se le metiera por dentro de forma peligrosa y resultara espectacularmente cogido en una ocasión. Con genio, pero sin ser nada del otro mundo, el primero de La Palmosilla llegó a mandar en algunos momentos de la faena de muleta, aunque siempre haciendo amagos y con el deseo y la intención de querer rajarse. De la labor de Galván destacaron un par de naturales al principio del trasteo en los que se encajó más de riñones y anduvo mejor colocado con un toreo muy vertical. Fue una faena con altibajos en la que hubo momentos en los que sí citó de frente ofreciendo el pecho a su antagonista. Tiene buen concepto este jovencísimo torero de San Fernando, pero faltan aún muchas cosas para que podamos hablar de una gran promesa. Ante el mulo, descastado, y desclasado sexto nada pudo hacer más que intentar justificarse. La espada, uno de los puntos que tendrá que mejorar.

En primer lugar (aunque no abrió cartel por la ceremonia de la confirmación de alternativa) actuó Curro Díaz, torero querido en Madrid, pero que no tuvo precisamente su tarde. De toda su actuación tan sólo se salvó un, eso sí, sobresaliente comienzo de faena ante el segundo de la tarde, a la postre el mejor de La Palmosilla por su movilidad. Fue una serie sencillamente maravillosa por el gusto, la templanza, y la torería que imprimió a los muletazos. Alguno de los preciosos y puros pases o remates por bajo que ejecutó pusieron la plaza boca abajo. A partir de ahí, se acabó Curro Díaz. En sus dos labores anduvo desdibujado y siempre mal colocado, citando fuera de cacho o al hilo del pitón, retrasando clamorosamente la pierna que debe torear, y sin decir nada. Fue silenciado.

Y silencio también (con algún que otro pito añadido) fue el resultado de El Fandi. No me detendré mucho en sus dos magníficas obras porque habría poco que contar. Ventajista (como siempre) en casi todos los pares de banderillas que clavó, que fueron cuatro en el segundo de su lote, el granadino dio pases y más pases sin llegar nunca a conectar con el tendido ni a transmitir el más mínimo lucimiento ni emoción. Su lote, como los otros dos, estuvo absolutamente vacío de casta y tampoco ayudó a removernos los sentidos.

5ª abono Feria de San Isidro. Las Ventas. Con algo más de tres cuartos de entrada en los tendidos, se lidiaron 6 toros de La Palmosilla, correctamente presentados en general, salvo los corridos en primer y cuarto lugar, y descastados y blandos en conjunto. Tuvieron nobleza.

Curro Díaz: silencio y silencio
El Fandi: silencio en ambos
David Galván (que confirmaba alternativa): saludos tras aviso y silencio tras aviso

Foto: Javier Arroyo

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