viernes, 31 de mayo de 2013

Crónica 21ª Feria de San Isidro

"UN ESPECTÁCULO"

La interesante corrida de Adolfo Martín, que sortea dos notables astados, y la actuación de la terna, protagonizan una buena tarde de toros. Oreja para Ferrera y la plaza en pie para reconocer a la cuadrilla de Javier Castaño.


Hoy, tras tardes y tardes de aburrimiento y sopor, todos los que salieron de la plaza de Las Ventas lo hicimos con una sonrisa. El entretenimiento y, por momentos, la emoción volvieron a Madrid. Y los culpables del relativo éxito fueron tanto el ganadero, como los toreros (de oro y de plata). No fue una gran corrida, no, pero el público mantuvo la atención durante las más de dos horas que duró el festejo. Eso, precisamente eso, fue el mayor triunfo de la vigésimo primera de abono. Tras corridas infumables por su mansedumbre y falta de casta, Adolfo Martín trajo algo de esto último y el espectáculo fue posible. Mil matices le podremos sacar al encierro de hoy, algo imposible en días anteriores en los que, por más que rebuscaras, no podías extraer nada bueno. Es verdad que siempre se espera más de esta ganadería con un palmarés envidiable en no muchos años de historia, e incluso más dureza, pero al menos hubo variedad, interés, y dos toros de nota. El cuarto "Baratillo" y el que cerró plaza, "Marinero", ambos cornipasos y de imponente y preciosa estampa, ofrecieron espectáculo en varas (en distintas dosis y con matices) y luego muchas embestidas para el triunfo. Y delante de ellos, dos matadores que protagonizaron una de sus mejores tardes en Madrid: Antonio Ferrera y Javier Castaño. Ambos, también con matices a desarrollar, anduvieron a muy buen nivel. El menos afortunado en el sorteo fue Alberto Aguilar, que con el peor lote se justificó a base de voluntad y valor. La plaza se llenó y el público se divirtió, ¿qué más se puede pedir visto lo visto? Y, además, el divertimento no fue fácil ni verbenero, estuvo sostenido en todo momento por la verdad y la emoción que da la casta, y el compromiso y entrega del que se viste de luces.

Antonio Ferrera cortó la única oreja de la tarde, en una labor en la que al final contó más el conjunto que el trasteo en sí. Fue ante el cuarto, un toro de impresionante trapío. Cornipaso, enseñando las palas, recordó a aquellos “victorinos” de hace décadas, incluso al toro antiguo. Aunque pesaba “solo” 517 kilos, el de Adolfo era un “tío”, absolutamente cuajado y con remate por todas partes. Y cuando empezó a embestir al capote de Ferrera, el espectáculo comenzó. Qué forma de querer coger las telas, haciendo el avión, pero todo ello con intensidad, emoción…casta. Cuando sonaron los clarines para invitar a salir a los del castoreño, run run en la plaza ante las esperanzadoras y emocionantes primeras arrancadas de “Baratillo”, una reata, por cierto, de las más importantes, no sólo en esta ganadería, sino también en la de Victorino Martín. Y “Baratillo”, en cuanto vio el caballo, se fue a por él. Y tanto empujó, que lo derribó. El tercio de varas iba camino de ser un auténtico acontecimiento, pero el ejemplar de Adolfo ya se resistió más a regresar al peto. Le colocó su matador varias veces en suerte (una de ellas en el mismísimo centro del ruedo), pero el astado tardeó y comenzó a escarbar. Al final, ya más cerrado, aunque a una distancia considerable, se arrancó y volvió a empujar. No habría estado de más verlo en una tercera vara, pero así es la Tauromaquia de hoy… El tercio de banderillas llevó, como de costumbre, la firma del propio Ferrera. Muy torero en todo momento, fue un buen segundo tercio en el que él mismo colocó a su enemigo, clavó los palos en distintas suertes (cuarteando, de dentro afuera o al quiebro), y casi siempre colocó los rehiletes en la cara y no a toro pasado. Lo malo fue que este tercio se eternizó y las pausas que surgieron en él acabaron castigando en exceso al toro. Encastado ante todo fue “Baratillo”, animal que a pesar de ello tuvo nobleza y quiso coger la muleta siempre por abajo, como los bravos. Se desplazó con mucha transmisión en los primeros muletazos, aunque después se empezó a apagar. La larga lidia a la que fue sometido, los puyazos, y el encimismo de Ferrera terminaron por ahogar a un astado que pedía algo más de distancia. El extremeño logró muletazos de estimable templanza, aunque la faena no terminó de romper. A pesar de ello, la capacidad e inteligencia lidiadora que demostró durante toda la tarde tuvieron su recompensa en forma de una oreja bastante protestada y muy justita. La estocada, ligeramente atravesada, fue ejecutada de forma perfecta, realizando Antonio Ferrera la suerte suprema a tres tiempos. El que abrió plaza, el de mayor tamaño de la corrida, fue también aplaudido de salida. Derribó al caballo que guardaba la puerta demostrando bravura al empujar con los riñones, y con la cara fija y abajo. En el segundo puyazo también cumplió. Pero tras el primer tercio, la intensidad bajó mucho. Este primero fue una de las dos reses que tuvieron la fuerza en el límite, llegando a doblar las manos en alguna ocasión. Fue noble, demasiado noble un animal al que le faltó, además de fortaleza, más carbón y casta. La faena de Ferrera, que antes había puesto al público en pie con las banderillas, tuvo también templanza y en ella hubo muletazos estimables, pero faltó más transmisión por parte del toro. Tras un arrimón y una buena estocada, saludó una ovación.

Una oreja tenía cortada Javier Castaño en el sexto pero, una vez más, la espada se cruzó en su camino. Castaño mató su segundo en último lugar porque tuvo que pasar a la enfermería tras estoquear al segundo de la tarde. Tras sufrir un pitonazo, tuvo que salir con su mano derecha vendada para poder lidiar y estoquear al que había sido enchiquerado como quinto. “Marinero” se llamaba, un precioso ejemplar cárdeno claro de capa, muy cornipaso, y de preciosa y muy seria lámina. En una palabra: trapío. Cuando apareció por la puerta de chiqueros fue fuertemente ovacionado, con el tendido 7 en pie. Y también ovación “escuchó” ya muerto cuando era arrastrado por las mulillas. Este “Marinero” fue el otro toro de la tarde. Bravo en el tercio de varas, se arrancó de lejos en tres puyazos que fueron ejecutados magistralmente por el gran Tito Sandoval. Tito dio una lección de cómo se debe mover el caballo con naturalidad, pero autoridad, y como se debe echar el palo dando antes los pechos del caballo. “Marinero” se arrancó con alegría (aunque después no terminó de empujar con convicción en el peto) y la plaza se puso en pie. De nuevo, después de mucho tiempo, Las Ventas volvía a ovacionar de pie a un toro y a un picador en un momento mágico, cargado de emoción. Pero aquí no terminó todo, ya que a continuación salió en escena el resto de la cuadrilla de Castaño. David Adalid y Fernando Sánchez nos deleitaron con un sensacional tercio de banderillas. Ambos dieron todas las ventajas al toro, fueron andando a la cara, sacaron los palos de abajo, y clavaron con absoluta pureza asomándose al balcón. Los dos se desmonteraron al igual que en el segundo de la tarde. Por fin, variedad, entretenimiento total, y el resto de tercios al margen del de muleta, también protagonistas. Tras el maremoto de Tito y de dos de sus hombres de plata, Javier Castaño comenzó la faena de muleta. Con la montera calada en un gesto de torero añejo, el salmantino firmó un fantástico inicio cargado de templanza y torería. Al de Adolfo, por su parte, sólo le faltó un punto más de transmisión y picante para que hubiera sido el toro perfecto. Humilló mucho, tuvo recorrido, calidad…todas las virtudes del encaste Albaserrada-Saltillo. Y todo con su punto de casta, con nobleza pero sin ser tonto y dotando de importancia todo lo que su matador realizaba. Éste firmó un trasteo con altibajos en el que, por momentos, faltó bajar más la mano y no rematar los muletazos hacia arriba. Pero igual que hubo puntos a mejorar, Castaño logró naturales realmente sobresalientes, ejecutados con pureza, muy bien colocado. Se la jugó porque, pese a su manifiesta bondad, el toro no perdonaba y sabía lo que se quedaba atrás. Tenía el trofeo, pero pinchó en una ocasión y dejó una estocada muy tendida después. Quizás, la herida de la mano influyó en el poco acierto estoqueador. Como premio, dio una vuelta al ruedo clamorosa. Y “Marinero”, al igual que “Baratillo”, fue ovacionado en el arrastre. El primero del lote de Castaño no fue, ni de lejos, como su segundo. El animal, el único que bajaba en presentación del sexteto, no hizo nada reseñable en el caballo y después demostró falta de casta y movilidad en el último tercio. El primer muletazo se lo tragaba, pero en el segundo pegaba un hachazo de enorme violencia. Castaño se intentó justificar poniéndose en el sitio y con la muleta a media altura, pero el lucimiento se tornó imposible. Aquí también estuvo mal con la espada.

Y si sus compañeros se llevaron cada uno un toro bueno, menos fortuna tuvo el sustituto del herido Iván Fandiño. En su cuarto paseíllo en Madrid durante este mes, Alberto Aguilar tan sólo pudo dejar constancia de su valor y de voluntad. Posee un buen concepto del toreo que ya ha demostrado, pero hoy quedó inédito y casi no tuvo opción. El tercero, noble y de buena condición, anduvo también muy justo de fuerzas y falto de chispa. Aguilar extrajo en este turno algunos naturales largos y templados, pero fueron muy contados y la ligazón no fue posible. Ante el quinto (que debió salir en sexto lugar) tuvo las cosas más difíciles. Este de Adolfo fue el que más se pareció a las llamadas alimañas. Más complicado, áspero y agrio, estuvo desde salida muy agarrado al piso y no tuvo continuidad en la embestida.

21ª abono Feria de San Isidro. Las Ventas. Con lleno en los tendidos, se lidiaron 6 toros de Adolfo Martín, muy bien presentados (salvo el 2º), serios y rematados, pero muy en el tipo de la casa, y de juego desigual. Destacaron 4º y 6º, bastante bravos en varas y luego de buen juego en la muleta, más encastado el primero y más con más calidad el que cerró plaza. 1º y 3º nobles pero flojos; 5º complicado.

Antonio Ferrera: saludos tras leve petición y orejas con algunas protestas
Javier Castaño: silencio y vuelta al ruedo
Alberto Aguilar: saludos y silencio tras aviso

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