lunes, 13 de mayo de 2013

Crónica 4ª Feria de San Isidro

"POR FIN, EMOCIÓN"

La variada, encastada, e interesante corrida de José Escolar devuelve el entretenimiento a los tendidos de Las Ventas en una tarde muy intensa. Gran actuación de Alberto Aguilar.


Por fin, después de los dos primeros petardos isidriles llegó el entretenimiento a la monumental de Las Ventas. Los "culpables" de que regresara la anhelada intensidad y emoción fueron José Escolar y Alberto Aguilar. Ganadero y torero, torero y ganadero, marcaron una tarde que provocó y provocará intensos y encontrados debates, así como disparidad de opiniones. Pero eso, precisamente eso, es la fiesta. La variedad de juicios, los gustos heterogéneos, los enfrentamientos dialécticos y pasionales...todo eso es la fiesta de los toros. Y si esto sí lo es, por lógica, lo ocurrido en los dos primeros festejos de abono del ciclo madrileño, no. Si en la fiesta el ingrediente fundamental que se debe dar cada tarde es la emoción, cuando lo que aparece es el aburrimiento y la indiferencia...la fiesta se dirige a la perdición. ¿Y quién puede provocar la emoción en los aficionados? Pues la respuesta es clara: el toro y el torero. Y hoy, en Madrid, estuvieron presentes ambas figuras. Da igual que hierro lleven o que nombres tengan los espadas en cuestión, cuando un toro lucha hasta el final (bien o mal, esa es otra cuestión) vendiendo cara su muerte, y un hombre se juega la vida por derecho, sin ventajas ni engaños...entonces el espectáculo toma sentido, la Tauromaquia se engrandece. En la cuarta de San Isidro, salvo en un par de capítulos, nadie se aburrió y en eso tuvieron mucho que ver las encastadas y exigentes embestidas de unos "escolares" más nobles que en otras ocasiones y que permitieron más el lucimiento. Casi ninguno fue completo ni sobresaliente, pero casi todos mantuvieron el interés y dotaron de seriedad e importancia los esfuerzos que sus matadores realizaron ante ellos. Ese fue el milagro de la interesante corrida de Escolar.

Para empezar, el encierro de la divisa blanca y roja tuvo un trapío de los que asustan. Corrida muy seria y ofensiva por delante, con más kilos de lo normal en este encaste, y, eso sí, bastante alta de agujas. El resultado de todos estos ingredientes: animales que sembraban el pavor en cuanto asomaban por la puerta de toriles. Las capas, como es habitual, fueron del negro entrepelado hasta el cárdeno claro, pasando por otros cárdenos más oscuros. En cuanto al comportamiento, sin duda, el de mejor nota fue el cuarto. El impresionantemente serio y rematado "albaserrada" fue el más bravo y encastado del sexteto enviado a Las Ventas por José Escolar. El segundo del lote de Rafaelillo, al contrario que la mayoría de sus hermanos, sí demostró bravura en el primer tercio. Tres puyazos de largo tomó el toro, aunque bien es verdad que luego no terminó de empujar con los riñones. A pesar de ello... ¡Qué bonito ver arrancarse a un toro bravo de lejos hasta en tres ocasiones asumiendo el castigo infligido por el varilarguero! Tras su paso por el caballo, el animal de Escolar no se afligió y llegó a la muleta de su estoqueador como un verdadero torrente de casta. Casi se comió la muleta (y al hombre que la sujetaba) en una emocionante primera serie en la que humilló, colocó la cara, y se deslizó como una verdadera máquina de embestir. A partir de ahí algunos pudieron creer que el astado se había venido a menos, pero la realidad fue que, por momentos, el cárdeno ejemplar se vio ahogado por las excesivas cercanías de Rafaelillo. Aunque desaprovechado por completo, "Bustillo II", siguió dando muestras de su recorrido, duración y casta, y todo ello bajo el denominador de la nobleza. Ni un extraño ni amago malicioso realizó. Tras una faena en la que no hubo temple ni acople, y en la que Rafaelillo no acertó con las distancias, el toro se fue al desolladero entre una ovación, mientras que el torero que le había dado muerte escuchaba leves pitos. Ya veremos cuantos de los muchísimos animales que quedan por saltar al ruedo del coso de la calle de Alcalá demuestran la misma casta que demostró ese “Bustillo II”. Y lo que es más importante y difícil: ya veremos cuantos animales consiguen transmitir y emocionar tanto como el cuarto de Escolar. Si en este Rafaelillo no estuvo a la altura, poco o nada pudo hacer el murciano ante la res que abrió plaza. Completamente descastado y parado resultó un animal que, además, no hizo precisamente una pelea de bravo en la suerte de varas.

Y si interesante fue el encierro de Escolar, muy notable fue la actuación de uno de los diestros anunciados. Alberto Aguilar confirmó las buenas sensaciones dejadas en la Goyesca del 2 de mayo en una actuación cargada de seriedad y convicción. Muchas fueron las cualidades que atesoró el madrileño hoy en Madrid, y todas ellas sustentadas sobre una importantísima base de valor. Pero el valor de Aguilar no fue aquel de atragantón como solemos decir, sino valor para torear. Y Alberto toreó, y lo hizo con pureza. Casi siempre perfectamente colocado, cruzándose cuando era conveniente, acertó al ganar un paso a sus oponentes, quedándose colocado con firmeza y asentamiento de plantas ante las astifinísimas defensas de sus enemigos. Verdaderas agujas lo que llevaron por pitones los de Escolar. El tercero, también muy serio y bien presentado, no terminó de empujar en el peto, pasando de puntillas por un tercio que todos esperábamos espectacular. En la muleta, sin ser bueno, el astado resultó interesante por su indudable transmisión y seriedad. No terminó de romper el ejemplar, aunque mejoró durante el tercio final gracias, en parte, a su matador. Este toro, como algún otro del encierro, tuvo el principal defecto de salir con la cara alta en la mayoría de muletazos, desluciendo en parte éstos, y a pesar de que en los comienzos los tomara humillando. Por otro lado, este tercero, al igual que gran parte de sus hermanos, poseyó dos importantes cualidades en un toro de lidia: la prontitud y la fijeza. Alberto Aguilar lo hizo todo con templanza, sin brusquedades, justo a la velocidad y con la medida que pedía su oponente. Hubo hasta tres series muy notables, sobre todo por el pitón derecho, y también pases de pecho francamente buenos en los que, en vez de despedir al toro hacia fuera para aliviarse, se lo metió hacia dentro. Fue una faena digna de trofeo, y además fue rematada con una buena estocada, pero sorprendentemente en ningún momento rompió la plaza y el público acogió con frialdad la labor de Aguilar. La ovación con saludos supo a muy poco. En el sexto, el madrileño volvió a destacar por su actitud y puso todo de su parte, aunque la mansedumbre del que cerró plaza no permitió que el trasteo tomara vuelo. Este grande y hondo animal de José Escolar fue el broche de oro en cuanto a presentación se refiere y los aficionados venteños lo reconocieron ovacionándole cuando saltó a la arena. Pronto marcó su mansedumbre y querencia a tablas y lo que al principio sólo se intuía, finalmente fue evidente.

Entre Rafaelillo y Aguilar actuó Fernando Robleño, matador especialista en este tipo de corridas, especialmente en esta de Escolar, y que ni estuvo a tan bajo nivel como su primer compañero, ni a tan bueno como Aguilar. Robleño decepcionó en gran medida, y lo hizo porque las expectativas sobre él eran muy altas. Gran momento profesional por el que atraviesa este serio y valiente torero, aunque no lo llegara a demostrar del todo en su paso por Madrid. El segundo, también fijo, encastado, y pronto, y que fue ovacionado en el arrastre, no terminó de romper en la franela de Robleño. Lo mejor de su trasteo fue precisamente el comienzo, en el que se dobló por bajo con torería y poder y ahí brotaron los más largos muletazos que administraría Fernando. Después hubo dudas en el planteamiento y tipo de toreo a realizar, construyendo una obra discontinua y con altibajos. Uno de los momentos más destacados y dramáticos de la tarde tuvo lugar al final de la lidia de este primero de su lote. Con una estocada en todo lo alto y la sangre comenzando a brotar por su hocico, en sus últimos segundos de vida, el toro de José Escolar demostró su casta y dureza al pegar un arreón con la intención de coger a los que le habían abocado a la muerte. Los banderilleros lo consiguieron evitar, pero el matador no tuvo tanta suerte y se encontró cara a cara con la fiera. Afortunadamente, y a pesar de que los pitones pasaron por el pecho y la hombrera de Fernando Robleño, el astado no fue certero y el torero se salvó de la cornada. Ovación con saludos escuchó Robleño después del susto. El feo y altísimo quinto (con fachada miureña) fue quizás el más complicado y exigente del encierro. No fue agradecido el animal que se revolvía con muchísima rapidez y viveza buscando la presa sobre todo en los finales de las series. Fernando Robleño hizo el esfuerzo aunque la condición de su antagonista no se lo puso fácil.

4ª Feria de San Isidro. Las Ventas. Con casi lleno en los tendidos, se lidiaron 6 toros de José Escolar, muy bien presentados por sus desarrolladas, astifinas y serias cabezas, altos de agujas, y de variado juego. El mejor, el bravo y encastado 4º. El 1º descastado y manso; 2º y 3º con transmisión, prontitud y fijeza, aunque deslucidos en los finales de muletazos; 5º complicado y listo; y 6º noble, pero manso.

Rafaelillo: silencio y algunos pitos tras aviso
Fernando Robleño: saludos tras aviso y silencio
Alberto Aguilar: saludos tras aviso y silencio

Foto: Javier Arroyo

No hay comentarios:

Publicar un comentario