domingo, 19 de mayo de 2013

Crónica 10ª Feria de San Isidro

"NI TALAVANTE, NI VICTORINO"

Estrepitoso fracaso de los dos protagonistas del acontecimiento taurino más destacado de los últimos años. Talavante, sin actitud, tan sólo deja algunos naturales ante el mejor toro de una corrida justa de todo de Victorino.


La expectación y el ambiente que se respiraban esta tarde en Las Ventas eran propios de los días grandes. No era para menos, una figura del toreo se media ante seis astados de la ganadería más importante y cotizada de las últimas décadas: Victorino Martín. Desde que Alejandro Talavante anunciara su intención de encerrarse con seis "victorinos" en Madrid, todo el mundo tenía marcada en el calendario la fecha del 18 de mayo. Por sexta vez en la Historia, un torero iba a matar en solitario un encierro del hierro de la A coronada en Las Ventas. La plaza, completamente llena; la reventa, por las nubes; y ante todo, el deseo y la esperanza de vivir un acontecimiento que, desgraciadamente, se produce muy de cuando en cuando. Las anteriores encerronas habían resultado triunfales en mayor o menor medida, pero el destino quiso que Talavante no se sumara a la lista de los diestros que abrieron la puerta grande y alcanzaron la gloria en una corrida como la de hoy. Pero claro, el destino muchas veces viene marcado de antemano, y nosotros, los seres terrenales, ponemos de nuestra parte para que el destino al final sea uno, u otro. Lo que ocurrió en el festejo más esperado de este San Isidro fue un desastre, un nuevo petardo en una, hasta ahora, paupérrima feria madrileña. Al final, los únicos que cumplieron en la anunciada gesta fueron los aficionados, el público que pagó su entrada y que llenó los tendidos, gradas, y andanadas del coso de la calle Alcalá. Ellos sí cumplieron; el torero, el ganadero, la empresa, y los veterinarios y presidente...no.

Para empezar, la corrida del ganadero de Galapagar estuvo mal presentada. Si un criador nunca sabe realmente lo que llevan dentro sus animales, sí que sabe, y por lo tanto es responsable, de su fachada, de la presentación. Y Victorino dio una importante muestra de irresponsabilidad al enviar a Madrid, a su plaza, un encierro muy terciado por delante, y con escaso remate de hechuras. Tan sólo se salvó el que cerró plaza, el único astado presentable para el coso más importante del mundo. Desde el 7 gritaban: "Vaya novillada Victorino...", o "las corridas hay que presentarlas". Y llevaban mucha razón. Madrid encumbró al que hasta entonces era el "paleto de Galapagar", lo llevó a convertirse en el ganadero más importante y cotizado, así como un símbolo de la casta y la integridad. Y esa misma plaza hoy se vio defraudada, casi estafada, por el lote de "albaserradas" de Victorino. Y, pese a que muchos no lo quisieran reconocer antes de las siete de la tarde, ¿alguien duda ahora que si no hubiera sido Talavante el torero anunciado en el cartel la corrida habría sido diferente? Desgraciadamente, estas son las cosas de las figuras... Y aquí viene la segunda parte: si Alejandro Talavante, la empresa, y su equipo vendieron esto como la gesta del siglo, ¿por qué no empezaron por reseñar una corrida como Dios manda para Madrid? La de hoy era la tarde perfecta para reivindicarse como figura del toreo, la tarde idónea para convertirse en un nuevo Alejandro Talavante. Al final, no sólo no salió relanzado Talavante de su encerrona, sino tocado profesional y moralmente por una tarde en la que nada salió como debía. Ni hubo buen y lucido toreo con el capote, ni lidias interesantes y apropiadas, ni un solo tercio de varas decente…prácticamente no hubo nada.

Para colmo, la corrida al final no terminó de romper en cuanto al juego. Si por debajo de lo exigible estuvo en presentación, muy al límite tuvo la casta. El tercero, que tuvo un muy buen pitón izquierdo, además de nobleza, prontitud, y fijeza, no pudo salvar un encierro que sorteó a varios ejemplares tan nobles como sosos. La segunda parte pareció proceder más de una ganadería comercial de Domecq. Por ejemplo, el sexto, rozó la invalidez y dio muestras alarmantes del descaste más absoluto. Tras su arrastre, Victorino escuchó una bronca considerable que más que para ese último, iba destinada al conjunto del encierro. Pero esa bronca no se debió a que la corrida fuera un completo petardo, sino a la decepción. La decepción y la añoranza de tiempos pasados en los que la divisa azul y encarnada era sinónimo de emoción, de espectáculo. Cuantos toros de bandera y espectaculares peleas en el caballo se nos vinieron a la mente durante las escasas dos horas que duró el festejo. En el aire la pregunta, la duda, de sí este es el estado real de la vacada de Victorino Martín. Si es así, esto supondría una pésima y triste noticia para una fiesta de los toros que se vio revitalizada cuando más lo necesitaba, en unos años 80 en los que Victorino escribió grandes páginas de la Historia de la Tauromaquia moderna. Pero hoy poco o nada de esa fiereza mostraron los asaltillados ejemplares de Victorino. Los dos primeros, más complicados, mantuvieron el interés a duras penas ya que no terminaron nunca de entregarse. Fueron toros medios que supieron a poco, sobre todo teniendo en cuenta lo que vendría después con la segunda parte del encierro. Todos esperábamos el bueno y la alimaña, los famosos lotes de otros tiempos. Y la alimaña no salió, y el bueno…casi tampoco. Sólo ese tercero anteriormente mencionado. Tampoco brilló la de Victorino en el primer tercio con algunos animales a los que les costó arrancarse, y con otros, que después de ir no terminaron de empujar con los riñones. De todas formas, y es importante apuntarlo, a ninguno se le colocó bien en suerte, ni se le picó convenientemente. Algunos picadores se ensañaron indiscriminadamente en puyazos fortísimos y de larga duración. Uno de ellos, Borja Ruiz, que picó al cuarto, se descaró con el tendido 7 lanzándoles un beso cuando éstos gritaban eso de “Picador… ¡qué malo eres!”. Feo detalle que no puede ser consentido y merecedor de sanción.

Y el otro protagonista, Alejandro Talavante, vestido con un bonito y original terno en azabache, no respondió a las grandes expectativas creadas y se hundió como el Titanic a partir del ecuador de la encerrona. Los únicos muletazos decentes que ejecutó en toda la tarde los consiguió en el tercero. En este sí se metió rápidamente en faena y elaboró un trasteo, mayoritariamente, al natural con la mano izquierda. Por primera (y única) vez brotaron de sus muñecas muletazos con estimable templanza, en los que bajó la mano y llevó algo toreado a su oponente. Era un toro para apostar, y Talavante lo hizo a medias. Por momentos demasiado al hilo (como toda la tarde), logró una notable serie de naturales en los que la mayoría de la plaza rompió. A pesar de que no terminara de redondear ni de que la faena fuera completa, podría haber conseguido algún trofeo de no ser por el reiterado fallo con el descabello. Tras conseguir derribar a su enemigo, saludó la única ovación de la tarde, junto a la que recogió justo antes de que empezara todo, cuando terminó el paseíllo. El resto fue para olvidar. Se vio a un Alejandro Talavante dudoso y desdibujado que no sabía por donde meterle mano a lo que tenía delante. Hubo muchas pausas para colocarse y pensar, pero nunca se dobló con ellos por bajo para ayudarles a romper hacia delante. Si breves fueron las labores realizadas ante primero y cuarto, la del sexto fue un visto y no visto. Con la espada de matar salió el torero extremeño, y tras las primeras protestas por la debilidad y falta de casta del “Victorino”, Alejandro se cuadró ante el desasosiego y estupor del respetable. ¿Esa es la actitud ante el último cartucho después de una tarde en blanco? A Madrid siempre se va a entregarse en cuerpo y alma y a dejarte la vida por el camino si hace falta, pero más si cabe cuando, libremente, aceptas y pones en marcha el reto de encerrarte con seis toros en Las Ventas. Definitivamente a Talavante le vino grande la tarde y algunos detalles que evidencian esto son, por ejemplo: dos espadazos que hicieron guardia (uno puede ser mala suerte, pero dos…) en el primero y en el quinto; varios desarmes de capote y muleta; o la carrera que se pegó tras tirarse a matar y perder la muleta huyendo pavorosamente de uno de sus oponentes. Y si por si esto fuera poco, un dato: Alejandro Talavante, en seis toros (que se dice pronto), realizó un único quite, por chicuelinas. ¡Sólo un quite!

En resumen, la que estaba llamada a ser la gesta de las gestas, se quedó en un empate a cero entre torero y ganadero. Los que buscábamos la emoción, encontramos, una tarde más, el más decepcionante aburrimiento. Ni Talavante, ni Victorino. Y la tarde que podría haber supuesto un balón de oxígeno para la fiesta, se convierte en un duro golpe que será difícil de digerir.

10ª de abono Feria de San Isidro. Las Ventas. Con lleno de “No hay billetes” en los tendidos, se lidiaron 6 toros de Victorino Martín, mal presentados (salvo el 6º) por sus terciadas caras y hechuras, de juego desigual. Más complicados los dos primeros, y más sosos y descastados 4º, 5º y 6º. El mejor, el 3º, más encastado y con un notable pitón izquierdo.

Alejandro Talavante (único espada): silencio, silencio, saludos tras aviso, silencio, silencio y pitos

Foto: las-ventas.com

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