miércoles, 18 de abril de 2012

Artículo de opinión

"NOVILLEROS DE LOS DE ANTES"

Muchos son los problemas que asolan la fiesta de los toros hoy en día, pero uno de los más importantes es el de los novilleros. No es que no haya novilleros en la actualidad, el problema es otro. Desde hace ya bastantes años estamos acostumbrados a ver innumerables chavales que hacen el paseíllo en las plazas y ferias más importantes, pero que no dicen nada. Todos parecen cortados por el mismo patrón, no se diferencian los unos de los otros y, lo más grave, tienen una actitud absolutamente mejorable. Antes los novilleros solían ser jóvenes que, debido a las difíciles condiciones económicas y familiares de la época, se introducían en el mundo del toro como medio para subsistir y sacar a sus familias de la pobreza. Gracias a Dios, el mundo ha evolucionado y la mayoría de la sociedad no sufre esos problemas, pero esta mejora en las condiciones económicas ha traído una nueva mentalidad en los chavales que quieren llegar a convertirse en matadores de toros que no es ni mucho menos positiva. Antes, por la necesidad que había, los novilleros salían a por todas, a dejarse la piel y la vida si era necesario en los distintos ruedos que pisaban. Además, cada uno tenía su propia personalidad y cada uno era único y diferente. Como digo, hoy en día esto ha cambiado y en ello tienen mucha culpa las escuelas taurinas que se empeñan en enseñar el mismo concepto del toreo a todos los chavales inscritos en estas instituciones y no dejan desarrollar la propia personalidad de cada uno de ellos. Cuantos novilleros hemos visto en las últimas temporadas que andando mejor o peor, no te emocionan ni te dicen nada. Por eso, cuando aparece en el panorama taurino algún chaval con otra actitud y maneras es una absoluta alegría y satisfacción para todos los aficionados. Esto es lo que me ocurrió cuando descubrí al joven Román en las pasadas Fallas valencianas o, el otro día, al madrileño Gonzalo Caballero en Sevilla. Estos novilleros, con sus virtudes y defectos, son diferentes y tienen una frescura arrolladora. Y esto, precisamente esto, es lo que necesitamos hoy en día. Además, otra de las cosas más preocupantes que podemos observar estos últimos años en las novilladas es las ventajas y vicios con los que aparecen aquellos que quieren llegar a convertirse en matadores de toros. Es admisible y comprensible que las figuras del toreo, después de una larga trayectoria, adquieran ventajas y quieran aliviarse, pero ¿también los novilleros que están empezando? Ahora no es nada raro (todo lo contrario) encontrarse todos los días a las jóvenes promesas citando con el pico, toreando en línea, descargando la suerte o toreando absolutamente despegados. Y esto no es más ni menos que una barbaridad. Por eso, cuando tienes la oportunidad de conocer a un chaval que te habla de hacer las cosas con pureza y verdad, sin mentiras ni ventajas, es gloria bendita. Y cuando eso no se queda en simple palabrerío, sino que en el ruedo lo lleva (o intenta) a cabo…las esperanzas e ilusiones florecen con fuerza. El otro día, en Sevilla, y con una corrida muy complicada y exigente de Fuente Ymbro, hubo un chaval de Madrid que en su tarde de debut con los del castoreño intentó estar cruzado, cargar la suerte y meterse los novillos hacia adentro y no expulsarlo para afuera. Pero cuando eso lo ven los “taurinos” de turno se escandalizan y dicen que ese chaval no sabe ni torear de salón y que no tiene futuro alguno. Pues bien, yo al menos lo seguiré y el tiempo dirá si llega o no a nada. Y no será el primero si lo consigue porque, gracias a Dios, tenemos antecedentes como el de un tal José Tomás.

Foto: Ana García

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