Muchas han sido desgraciadamente las corridas de toros de esta Feria de Abril que han dejado mucho que desear tanto en presentación, como en juego. Pero, sin duda, uno de los casos más flagrantes ha sido el de la divisa de Daniel Ruíz. El ganadero albaceteño debería estar avergonzado del impresentable y horrible encierro que envío al coso del Baratillo. Daniel volvió a pegar un petardo sin paliativos en Sevilla al presentar una corrida impresentable que además ofreció un juego infumable. Corrida completamente anovillada, chica y sospechosa de pitones que tuvo muchos más defectos que virtudes. Dos fueron los ejemplares que volvieron a los corrales por inválidos y no habría estado mal que hubieran regresado algunos más. La corrida fue un muestrario de falta de fuerzas y casta y agotó la paciencia a la afición de Sevilla después de varios días de desastre ganadero. Después de esto solo esperamos que ni vuelva a Sevilla ni a ninguna plaza importante. Pero no sólo fue para olvidar la presentación y juego de los toros, sino también el cartel de actuantes. En esta corrida se dieron cita tres de los matadores que peor han estado esta feria: Sebastián Castella, Cayetano y Daniel Luque. Ninguno de los tres hizo nada digno de reseñar.
VOLVIÓ EL TORO

Gracias a Dios, el martes de farolillos volvió el toro bravo a la Real Maestranza de Sevilla. El hierro de Victorino Martín devolvió, en parte, la ilusión y esperanza a los tendidos con una corrida correctamente presentada y que lidió hasta dos ejemplares de nota (tercero y quinto). Aunque de Victorino siempre se espera más y la corrida no fue ni redonda ni completa, si tuvo interés y variedad. El mejor de la tarde fue el tercero, segundo del lote de Iván Fandiño, que fue un astado encastado, que fue bravo en el caballo y que llegó a la muleta embistiendo con la cara humillada y teniendo recorrido y emoción en sus embestidas. En uno de los carteles con más interés de la feria se anunciaban mano a mano los dos toreros revelación de la temporada pasada: Iván Fandiño y David Mora. Y el mano a mano se lo llevó claramente el vizcaíno. Es verdad que a Iván Fandiño le tocó el mejor lote (un lote de triunfo), pero también lo es que el torero afincado en Guadalajara dio una gran tarde tanto en actitud y valor, como en buen toreo. Destacaron las faenas al tercero y al quinto, trasteos cargados de pureza y en los que cargó mucho la suerte y expuso mucho. Además consiguió muletazos con ambas manos de notable trazo. Tras la gran estocada con la que mató a su último, el quinto, se mereció una oreja, pero ni el público ni el palco lo entendieron así. Por su parte, el toledano David Mora mostró ganas, pero no terminó de estar al nivel esperado.
LÓPEZ SIMÓN ENTRE FIGURAS
El final de la feria estuvo marcado por las inclemencias meteorológicas que, aunque no obligaron a tener que suspender ninguno de los festejos programados, si impidieron un mayor lucimiento de toros y toreros. El sábado tuvo lugar la habitual corrida de los matadores mediáticos con El Cordobés, Juan José Padilla y El Fandi en el cartel. Lo mejor de la tarde fue la magnífica presentación e interesante juego de la corrida de Torrestrella. La divisa gaditana continua en una línea ascendente y, pese a que varios de los ejemplares lidiados les faltó más fuerza y transmisión, la corrida tuvo muchas cosas buenas y tanto los toreros que tuvo delante, como el estado del piso de plaza (inundado y resbaladizo) estuvieron a la contra. Y se puso punto y final al ciclo sevillano con la ya tradicional corrida de Miura. Y si ya es tradicional que se acartele esta vacada este día, también se ha convertido ya en tradicional que el juego que ofrezca sea desastroso por su mansedumbre y falta de casta. Preocupante, muy preocupante lo de este legendario hierro que cada día saca más nobleza y “aborregamiento” y menos riesgo y emoción. Gran nivel el de Rafaelillo que cuajó una gran faena al quinto astado de la corrida. De no ser por el fallo con la espada, habría cortado una oreja de peso.














El debut del joven novillero madrileño Gonzalo Caballero como mínimo fue sorprendente. El chaval de Torrejón de Ardoz que eligió nada más y nada menos que la plaza de Sevilla para debutar con picadores no dejó indiferente a nadie y ha sido el primer nombre propio que ha dejado la presente edición de la Feria de Abril. Caballero mostró un arrojo y valor que hace mucho tiempo no se veía en el escalafón novilleril. El madrileño salió a jugarse la vida sin ventajas y ha dejarlo todo con la única intención y objetivo de triunfar y agradar al público sevillano. Hasta en tres ocasiones en su primero, y hasta en dos en su segundo, fue cogido Gonzalo Caballero pero se salvó de alguna cornada fuerte de milagro. Se vio a un chaval falto de la técnica y el oficio suficiente, pero con un gran concepto del toreo, cargado de pureza y verdad. El oficio y la técnica se pueden aprender y se consiguen con el tiempo, en cambio, el valor y el concepto del toreo se tienen o no se tienen, y está claro que Gonzalo lo posee. Con el capote destacó en un firme y valiente quite por gaoneras en el centro del ruedo y después con la muleta se pegó un verdadero arrimón con dos utreros de Fuente Ymbro que tuvieron más genio y brusquedad que bravura y casta. Se movieron ambos, pero sin apenas clase y exigiendo mucho. El examen era demasiado difícil, pero Caballero a base de exposición y querer hacer las cosas con pureza, aprobó con nota. Además a ambos astados se tiró a matarlos muy por derecho y encima del morrillo. Para tomar nota de su nombre. El también madrileño Fernando Adrián, obtuvo también un trofeo pero en condiciones bien distintas. Al de la Escuela del Juli le tocó en suerte un sensacional novillo de Fuente Ymbro que aún está embistiendo en el albero maestrante. El de Ricardo Gallardo embistió con codicia y mucha transmisión a la muleta de Fernando Adrián y a pesar de que éste le bajó mucho la mano y le exigió, “Hortelano” aguantó mucho y siempre metió la cara con nobleza, clase, recorrido y humillación. Adrián anduvo templado y bajó la mano, pero estuvo demasiado despegado siempre y abusando de ciertas ventajas. Completaba el cartel el novillero de Espartinas Javier Jiménez que sólo pudo mostrar sus ganas y valor.
La ganadería de Montealto debutaba con una corrida de toros en la Real Maestranza y su estreno en Sevilla no fue precisamente bueno. El encierro de la divisa madrileña, bonito de hechuras, estuvo falto de seriedad por delante y alguno de los astados lidiados pareció más bien un novillo. El juego no fue tampoco bueno ya que a la corrida le faltó mucha casta y fondo de bravura. La mayoría fueron nobles, pero sin la transmisión, emoción y casta suficiente como para transmitir a los tendidos y facilitar un espectáculo lucido e interesante. Los sevillanos Alfonso Oliva Soto y Antonio Nazaré y el mexicano Diego Silveti fueron los encargados de estoquearla. Ninguno tuvo apenas opciones, pero el que peor suerte obtuvo fue Antonio Nazaré que, a pesar de un lote infumable, volvió a dejar constancia de que posee un concepto del toreo muy bueno y clásico y que se encuentra en un gran momento. El sevillano tendrá esta semana otra oportunidad. Por su parte, Diego Silveti no despejó las numerosas dudas que su actuación en la Feria de Fallas de Valencia hizo surgir. El torero de la tierra Oliva Soto fue el único que pudo dejar momentos lucidos a lo largo de todo el festejo. Pese al fuerte viento que sopló y que molestó muchísimo a los toreros, Oliva pudo ejecutar algunos muletazos en los que imprimió el gusto y la clase tan particulares que posee. En Sevilla su concepto gusta mucho y, por esto, una vuelta al ruedo fue el premio por su actitud y toreo. 
El cuarto del festejo fue un ejemplar de colorada capa y armoniosas hechuras. El de Espartaco, bien presentado, mostró ya de salida su buena condición embistiendo de categoría al capote del zamorano Alberto Durán. Este meció muy bien los brazos y consiguió un templadísimo recibo a la verónica. El novillo del maestro de Espartinas hizo buena pelea en varas y llegó a la muleta con un comportamiento ejemplar. Tuvo mucha nobleza, clase, humillación y recorrido el astado que además tenía la transmisión y alegría necesarias para permitir el triunfo de su matador en una plaza como Madrid. Durán destacó en varias series, sobre todo con la mano derecha, en las que demostró poseer un buen concepto del toreo. Bajó la mano Alberto y toreó con largura, aunque a su trasteo le faltó algo más de rotundidad y alguna serie más al natural. El posible trofeo que podría haber cortado se desvaneció con su fallo con los aceros y todo quedó en ovación con saludos. De todas formas, "Atractivo", fue de dos.
La murciana Conchi Ríos regresaba a Las Ventas después de su triunfo el pasado verano en el que desorejó a uno de sus oponentes y consiguió abrir la puerta grande. Desgraciadamente, y aunque el público se mostró a favor de la joven novillero en todo momento, Ríos no estuvo ni mucho menos al nivel mostrado el año pasado y su actuación fue de suspenso absoluto. En ningún momento se confío Conchi a la que se la vio asustada y sin saber bien qué hacer. Muchos enganchones y desarmes se sucedieron ante un lote encastado de Espartaco que tuvo sus opciones y también complicaciones. Con la espada también estuvo mal e intentó matar a ambos utreros de estocadas muy bajas y atravesadas sin ninguna apretura en la ejecución.

No es moco de pavo debutar con picadores en una plaza de la categoría y responsabilidad de Sevilla y para empezar ese es un gesto que hay que cantar. Actualmente en el escalafón novilleril, y por extensión en el conjunto de la fiesta, faltan novedades, apuestas fuertes que conmocionen a los aficionados. Antiguamente si era más común que se produjeran estos fenómenos y situaciones, pero desgraciadamente eso se ha ido perdiendo. Pero todavía nos quedan esperanzas después de ver a un joven novillero madrileño, de veinte años, llamado Gonzalo Caballero. La imagen que mostró Gonzalo en su debut con los del castoreño fue la de un toreo que posee un valor y una entrega privilegiados. A pesar de las leves pinceladas de toreo bueno que pudo dejar en Sevilla, los que conocemos su trayectoria y hemos tenido la oportunidad de verle en más de una ocasión como novillero sin caballos, sabemos que además del increíble valor que demostró ante la complicada y exigente novillada de Fuente Ymbro, Caballero sabe torear y muy bien. Además de ese sincero y seco valor que tanto llama la atención, el de Torrejón de Ardoz practica un toreo clásico, de mano baja y largura y templanza en los muletazos. Pero si hay algo que lo diferencia de los demás es su concepto del toreo, su concepto de pureza y verdad sin ventajas. El joven novillero siempre intenta estar bien colocado, cruzado y tirar del toro hacia adentro y no hacia fuera como tan de moda está en la actualidad. Con los riñones encajados y la figura relajada, intenta siempre cargar la suerte y muletear como mandan los cánones. Muchas de estas cosas no las pudo o supo enseñar el pasado viernes, pero seguro las podrá demostrar en próximas ocasiones y a lo largo de la larga y fructífera carrera que se le atisba. Eso sí, en el toreo el valor es algo que hay que saber controlar y dosificar porque los toros perdonan una y dos veces, pero a la tercera la cornada se hace presente y entonces la situación y las ideas predeterminadas cambian mucho. Muchos afirmarán que fue precipitado y una locura poner a Gonzalo Caballero en Sevilla ya que podría haber ocurrido una desgracia. Parte de razón llevan los que piensan así, pero también debemos recordar que la tragedia y el riesgo siempre están y deben estar presentes en el ruedo de una plaza de toros. Pero para poder triunfar y tener futuro en la difícil profesión de matador de toros, hay que tener una base técnica muy importante y mucho oficio.
Fernando Adrián volvió a dejar muchas dudas en el aire y se dejó ir a un extraordinario novillo de Fuente Ymbro. “Hortelano” tenía por nombre el quinto, animal que cumplió a la perfección con el dicho de “no hay quinto malo”. El de la divida verde tuvo todo lo que debe tener un toro bravo: casta, nobleza, clase, entrega, fijeza, prontitud, humillación…sin duda fue toro de dos orejas y tan sólo una cortó su matador. A Fernando Adrián le sobraron ventajas y le faltó rotundidad. Construyó una faena que tuvo momentos buenos y de interés, pero que no tuvo remate y en la que abundó el ventajismo. Siempre con la pierna retrasada, descargando clamorosamente la suerte y muy despegado del astado, tiró de él con templanza y profundidad y la mano muy baja. Y esto último está muy bien, pero cuando se realiza sin pureza no transmite ni tiene el mérito obligado. A pesar de que el madrileño le exigió, “Hortelano” duró muchísimo y terminó su larga lidia con la boca cerrada y sin dejar de galopar y embestir con gran alegría. Tras una estocada que cobró a la primera, recibió una oreja tras fuerte petición de la segunda y dio una excesiva vuelta al ruedo. Por su parte, el gran ejemplar del hierro gaditano recibió una fuerte ovación en el arrastre. El primero de su lote, el segundo, estuvo mejor presentado y fue algo más serio que sus hermanos. Empezó embistiendo con viveza el animal y acudió bravo al primer encuentro con el picador. En la muleta fue un astado bravo, pronto y con transmisión, pero brusco en su embestida. Eso sí, cuando se le hicieron las cosas bien y con templanza, respondió mejor. Al final, cantó la gallina. Fernando Adrián anduvo también voluntarioso y demostró ser el novillero más cuajado y con más oficio de los tres. Mal con los aceros, recibió silencio tras aviso.
Javier Jiménez no tuvo tanta suerte como su compañero Fernando Adrián en el sorteo y tan sólo pudo dejar constancia de sus ganas y valor. El que rompió plaza y, por consiguiente, el ciclo taurino sevillano, estuvo falto de seriedad por delante y remate por detrás. Si la presentación no fue buena, el juego no fue mucho mejor. El de Fuente Ymbro se movió bastante y tuvo castita, pero fue complicado, no regaló nunca las embestidas y salió casi siempre de los muletazos con la cara alta desluciendo la labor del de Espartinas. Éste fue de menos a más y lo mejor fue el final de su trasteo en el momento en el que se cruzó y expuso mucho, se asentó en el albero y consiguió algún derechazo estimable. Antes no terminó de encontrar el sitio al novillo y anduvo algo acelerado. Muy mal con la espada y, tras dos avisos, silencio. El cuarto (para no desentonar en el conjunto del encierro) fue feo y una raspa. Además, el segundo del lote de Jiménez tuvo junto a la brusquedad y la falta de clase, muy malas ideas y peligro. Lo mejor de la actuación de Javier (y lo único casi pudo hacer) fue la buena estocada con la que derribó a la “perla” que le correspondió en suerte.

José Pedro Prados “El Fundi” entró en el cartel sustituyendo a Curro Díaz, herido el sábado en la plaza de toros de Baeza, y fue el encargado de abrir un cartel tan tradicional como el del Domingo de Resurrección. Todo un guiño al maestro de Fuenlabrada que este año, y después de más de treinta de carrera, se retirará de los ruedos. Y El Fundi volvió a demostrar porqué es un torero tan querido y respetado por todos los profesionales y aficionados. José Pedro anduvo a un gran nivel, consiguió cortar una oreja de peso, y, lo más importante, logró realizar lo único interesante y estimable de la tarde y de lo que llevamos de temporada en Las Ventas. Las ceremonias de alternativa y confirmación de alternativa hicieron cambiar el orden normal de la lidia. El tercero de la tarde, primero de El Fundi, fue un animal justito de presentación (como varios de los ejemplares lidiados) que manseó en los primeros tercios y que después llegó algo rebrincado a la faena de muleta y con algunas complicaciones. El Fundi, vestido de un terno verde hoja y oro, empezó de menos a más, conduciendo la embestida del toro con suavidad para atemperar su embestida y asentarlo en la arena. En el inicio del trasteo anduvo más despegado el de Fuenlabrada, pero después asentó las zapatillas en el ruedo y con gran naturalidad comenzó a torear con gran templanza y largura. Uno de los aciertos de Fundi fue presentar siempre la muleta muy por delante, echando los vuelos al hocico del animal y tirar de su embestida con la mano baja. Lo llevó muy cosido a la franela e hizo algo que hoy parece que está perdido: remató los muletazos muy atrás. Desde el principio estuvo muy metido en la faena, muy dispuesto y transmitió esa disposición y buena lidia al tendido. La cumbre del trasteo fue una serie con la mano izquierda verdaderamente espléndida. Tras una estocada un pelo desprendida y atravesada, pero ejecuta con brillantez y de rápida muerte, la mayoría del público congregado en Las Ventas pidió la oreja y el presidente la concedió. En la vuelta al ruedo en la que paseó el trofeo recibió El Fundi el reconocimiento unánime de una de sus plazas, del público que tanto lo admira y respeta por una trayectoria de intachable lucha y honradez. El quinto fue un astado feo e impresentable que no debió salir nunca de chiqueros. Además, el de José Luis Pereda tuvo una pésima condición en la que destacó su mansedumbre y falta de casta y clase. El de la divisa onubense nunca fue metido en los engaños y no humilló en ningún momento, dificultades que pusieron en un verdadero aprieto a su matador. Y lo peor que tuvo “Huérfano I” fue peligro sordo, un riesgo que casi no transmitió a los tendidos pero que estuvo presente en toda la faena muletera. El Fundi lo intentó y se peleó con él, pero poco pudo hacer ante tal papeleta. Con la espada tiró por la calle del medio y tras pinchar en varias ocasiones se fue a los bajos descaradamente para liquidar cuanto antes a su enemigo.
La alternativa de Víctor Barrio en Madrid no había convencido desde que se anunció y el resultado dio la razón a aquellos que pensaban que no estaba justificada. Pese a ser un novillero puntero en las dos últimas temporadas, la oportunidad de recibir el doctorado en la primera plaza del mundo debe ser concedida a novilleros con una trayectoria mucho más destacada, que hayan triunfado con la rotundidad en Las Ventas, y que tengan ambiente. El primero toro que mató Víctor Barrio en su carrera se llamó “Picador”, un castaño bragado meano bizco del pitón derecho. El de Pereda tuvo buena condición pero fue muy flojo y no transmitió nada. Barrio consiguió en este primer toro algún derechazo de buen trazo y mano baja, pero casi siempre anduvo con la suerte descargada y mal colocado. Además, los nervios y la presión del momento le pudieron en algunos momentos y se le vio precipitado. El sexto tenía unas magníficas hechuras, pero el burraco de la divisa azul y roja no tenía la seriedad suficiente para el coso madrileño. El astado también tuvo buen fondo y quiso embestir pero tuvo la fuerza y la casta muy en el límite. El segoviano se equivocó de planteamiento, ahogó al astado, y planteó una faena de cercanías con muchos pases y prácticamente nada destacable. Además, debe tener más cuidado con la espada porque a su primero lo mató de un bajonazo infame.
El salmantino Juan del Álamo llegaba a Madrid para confirmar una alternativa que recibió el pasado mes de julio en el coso de Santander. El joven diestro venía precedido de las buenas sensaciones que dejó en esta plaza de novillero. Del Álamo fue en las últimas temporadas el líder del escalafón novilleril y uno de los chavales que más ilusionó a la afición y a la crítica por sus grandes formas como torero. Desgraciadamente en la tarde de su confirmación no estuvo al nivel esperado y se fue a pie en medio del silencio. Es verdad que el público estuvo toda la tarde frío con él y también lo es que le tocó un lote que apenas tuvo posibilidades, pero Juan debió mostrar otra actitud y menos ventajas delante de la cara de sus toros. El matador charro si volvió a demostrar el magnífico concepto del toreo que posee y estuvo templado toda la tarde, pero a Madrid se debe venir con una actitud mucho más entregada y menos en figura. Además, Juan del Álamo abusó durante todo el festejo del pico y de torear en la llamada periferia. Casi nunca se pasó al toro por la faja ni remató los muletazos atrás y eso en Madrid no se admite. Una pena porque este joven torero tiene un gran fondo para llegar a funcionar en este difícil mundo, pero debe hacer un ejercicio de autocrítica y dejar atrás tantas ventajas porque él tiene valor suficiente como para realizar otro tipo de toreo.