martes, 6 de marzo de 2012

Crónica reaparición Juan José Padilla

"EL REGRESO DE UN HÉROE"

Después de cinco meses desde su gravísimo percance en Zaragoza, el torero de Jerez volvió a los ruedos abriendo la puerta grande del coso de Olivenza. La inválida y descastada “novillada” de Cuvillo deslució el cartel estrella de la feria pacense e imposibilitó el lucimiento de Morante y Manzanares.


En un momento como el actual en el que los valores morales y éticos han desaparecido casi totalmente de la sociedad y en el que en nuestro país solo tienen cancha la frivolidad, la hipocresía, la envidia y el materialismo, es más necesario que nunca el que haya seres de una grandeza humana como el caso de Juan José Padilla. El pasado 7 de octubre en el coso de la Misericordia de Zaragoza, el diestro jerezano sufrió una terrible cornada cuando salía de clavar un par de banderillas ante un astado de Ana Romero. Padilla se tropezó y cayó al suelo con la horrible suerte de que el ejemplar santacolomeño hizo por él y le corneó de forma espantosa en la cara. El pavor y la incertidumbre se apoderaron de una plaza que quedó sumida en el silencio y el desasosiego al comprobar la gravedad del percance. Gracias a Dios y a pesar de los espectacular y grave de la cornada, Juan José Padilla consiguió salir adelante y comenzó un duro período de rehabilitación en el que la peor noticia fue la que aseguró que el diestro de Jerez había perdido la visión de su ojo izquierdo a consecuencia de la cogida. Si esto le hubiera ocurrido a cualquier persona “normal” el período de recuperación habría sido largísimo y las secuelas, innumerables, pero los toreros parecen ser seres de otro planeta, personas que están hechas de otra pasta. Así, aun conmocionados por la cornada que había sufrido, Padilla habló para agradecer el cariño y apoyo recibido, tranquilizar a todo el mundo y asegurar que se volvería a vestir de luces y a hacer el paseíllo en una plaza de toros. Esto parecía imposible, sobre todo teniendo en cuenta el poquísimo tiempo que había pasado desde aquel fatídico 7 de octubre, pero el deseo y la esperanza de Juan José se hicieron realidad al anunciar oficialmente que reaparecería el 4 de marzo en Olivenza (Badajoz), en la primera feria destacada de la temporada.En esta crónica podríamos extendernos hablando de los fallos técnicos o del concepto del toreo que demostró el pasado domingo Juan José Padilla en Olivenza, pero creo que estas líneas deben ser el reconocimiento y el homenaje hacia un héroe que reapareció después de cinco meses en los que ha estado en la cuneta del dolor, el esfuerzo y la lucha. La noticia es que el domingo reapareció en Olivenza un héroe, el héroe Padilla.

EMOCIONES A FLOR DE PIEL

El día había llegado, la expectación era máxima y en el ambiente se respiraba una sensación común de máximo respeto, admiración y emoción ante la inminente vuelta del “Ciclón de Jerez”. Vestido de un terno verde esperanza y oro (como símbolo de que en ningún momento había perdido la esperanza de volver a hacer el paseíllo vestid de luces) y acompañado de dos figuras del toreo de la talla de Morante de la Puebla y José María Manzanares, Juan José Padilla pisó el ruedo de Olivenza en medio de una tremenda ovación de un público que abarrotó la plaza para ser testigo de la vuelta del héroe. Con la gente puesta en pie aplaudiendo al siempre entregado y valeroso Padilla, se hacía realidad el sueño del propio matador, pero también el de todos los que amamos el arte del toreo, un arte más grande aún tras la vuelta del último héroe contemporáneo. Tras ser obligado a saludar por el respetable, el toque de los clarines y timbales indico el momento de la verdad, la salida del primer toro de la tarde. Y se abrió el portón de chiqueros y apareció el “cuvillo” de la reaparición. Rápidamente Padilla se hizo presente en el ruedo, desplegó el capote y lanceó por primera vez al bonito ejemplar de la divisa gaditana. En ese momento un escalofrío recorrió el cuerpo de todos los presentes y esa angustia y emoción inicial, se tornó en olés para premiar el templado recibo a la verónica que consiguió Juan José. Tras un puyazo corto debido a la aparente debilidad del astado, Padilla tomó los palos para volver a desempeñar una de las suertes que han caracterizado su ya larga carrera profesional.

Con las banderillas el espada gaditano demostró poseer las mismas facultades de siempre y consiguió un tercio brillante en el que expuso mucho y clavó en la cara asomándose al balcón. Padilla brindó el primer toro de su lote a los médicos que le salvaron la vida el pasado mes de octubre en Zaragoza y se dispuso a torear con la muleta al toro de Cuvillo. Éste tuvo tanta nobleza y clase (las dos condiciones más requeridas hoy en día por los toreros), como poca fuerza y casta. El animal se paró desde el inicio del trasteo y su debilidad se tornó en invalidez. Juan José Padilla solo pudo demostrar una enorme disposición y tras dejar una estocada casi entera desprendida, fue premiado con un trofeo que premió más sus ganas y deseo de agradar, que la deslucida labor muletero que llevó a cabo por la condición del marmolillo de Núñez del Cuvillo. El cuarto del festejo fue un ejemplar más feo, escurrido y cariavacado que lució un pelaje colorado chorreado en verdugo. Este toro tuvo algo más de fortaleza que sus hermanos y compartió la seña de identidad de la corrida: la nobleza. Tuvo algo menos de clase pero permitió a Juan José Padilla realizar una faena más larga e intensa. Dos versiones demostró Juan José en su vuelta: una más templada y ortodoxa; y otra más acelerada y populista (la más parecida al Padilla de siempre). En este cuarto, desplegó la segunda de las versiones una vez que la emoción del momento se apoderó de él y comenzó a recuperar las señas de identidad que le han acompañado todos estos años. Este segundo trasteo fue un derroche de valor, casta y arrojo y también un muestrario de suertes consideradas populistas como desplantes, agarrones a los cuartos traseros del toro, pases de pecho y molinetes…al margen de la brillantez de su labor, el reconocimiento de la plaza a su esfuerzo fue unánime y tras pinchar en dos ocasiones y dejar una estocada tendida cortó la otra oreja que le permitió abrir la puerta grande en la tarde más especial de su vida.


UN TERCIO DE BANDERILLAS IRREPETIBLE

Quizás lo más lucido y brillante de la tarde, al margen de las emociones vividas con la reaparición de Padilla, fue el tercio de banderillas del cuarto de la tarde. El protagonista de la tarde invitó a sus dos compañeros de terna a colocar los palos en el segundo de su lote y tanto Manzanares como Morante no se pudieron negar y accedieron inmediatamente. Fue un tercio de banderillas sencillamente sublime. Los tres pares fueron extraordinarios, a cada cuál mejor. Los tres hicieron la suerte con enorme pureza, yendo de frente a buscar al toro, reuniendo los palos abajo y clavando en la cara asomándose al balcón. Expusieron muchísimo los tres y los pares cayeron arriba y reunidos. Padilla, Morante y Manzanares saludaron una atronadora emoción de unos tendidos puestos en pie que volvieron a ver a matadores de toros clavando banderillas como mandan los cánones y no en un alarde de facultades más propias de un atleta, que de un torero. Ustedes mismos opinen a quién o quiénes me refiero…

Y CUVILLO AGUÓ LA FIESTA

El resto del festejo no dejó casi nada destacable. La corrida del hierro de Núñez del Cuvillo, el más cotizado en la actualidad, dio al traste con las esperanzas e ilusiones creadas y pegó un petardo sin paliativos. El encierro (como se esperaba) estuvo mal presentado con ejemplares anovillados y muy sospechosos de pitones. Pero si la fachada fue mala, el interior fue peor. Todos los astados lidiados tuvieron nobleza y clase en distinta medida: desde los enclasados primero, segundo o sexto; hasta los más deslucidos tercero y quinto. Estos dos últimos tuvieron un calamocheo constante a consecuencia de su poca fortaleza, ya que se defendieron acortando su recorrido y pegando cabezazos. Morante de la Puebla anduvo muy templado en su primero, el segundo de la tarde. A este animal lo recibió con un notable saludo a la verónica y luego firmó las dos series más destacadas del festejo. Fue al principio de la faena, con la mano diestra y antes de que el toro “echara la persiana”. El sevillano alargó mucho la mano, llevó cosida la embestida de su oponente y cargó mucho la suerte. Todo ello, como siempre, adornado con su singular y única clase y cadencia. Tras dejar casi media caída y atravesadilla y escuchar un aviso, fue premiado con una oreja muy liviana de peso. El cuarto demostró desde el principio su condición de inválido defendiéndose con un molesto y constante calamocheo que hizo no darse coba al diestro de la Puebla del Río y coger rápidamente el estoque para pasaportar al descastado ejemplar de Cuvillo. Fácil con la espada, división fue lo que escuchó Morante en este toro.

Una oreja también fue el premio que recibió José María Manzanares. El alicantino anduvo fácil toda la tarde, dejando patente el temple que imprime a los muletazos, y el empaque con el que adorna los mismos. La del tercero fue una faena irregular, que no tuvo continuidad ni remate debido a la condición de su antagonista. En esta labor destacó un lento y largo cambio de mano, así como la estocada con la que culmino la faena. Manzanares dejó una gran estocada (aunque un pelo desprendida) entrando a matar en la suerte de recibir. También intentó pasaportar de esta forma al segundo de su lote, pero en esta ocasión la espada se le atravesó y después de pinchar en dos ocasiones, dejó una estocada de fea colocación. El sexto tuvo en el inicio algo más de motor y raza, pero rápidamente se desinfló y acabó rajándose. El diestro de Alicante destacó en las dos primeras series sobre el pitón derecho y después lo siguió intentando con insistencia, pero sin lucimiento alguno. En la lidia de este último destacaron también Curro Javier con el capote y Juan José Trujillo con los palos.

FICHA DEL FESTEJO

4ª de abono de la Feria de Olivenza, con lleno de “no hay billetes” en los tendidos, se lidiaron 6 toros (3º bis) de Núñez del Cuvillo, mal presentados y muy sospechosos de pitones, y de pobre juego en general. La mayoría nobles y con clase pero muy justos de fuerzas y descastados. 1º y 2º nobles y enclasados pero inválidos, descastados y muy parados; 3º y 5º nobles pero con poco recorrido y un calamocheo constante muy molesto; 4º noble y con algo más de motor y raza, aunque menos clase; y 6º duró un suspiro y rápidamente se rajó mostrando su falta de casta.

Juan José Padilla (verde esperanza y oro): oreja en ambos.

Morante de la Puebla (negro y oro): oreja tras aviso y división de opiniones.

José María Manzanares (nazareno y oro): oreja y ovación.

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