"REGRESO AL MUNDO
DE LOS MANSOS"
La corrida de Samuel Flores, muy mal presentada, resulta
otra mansada sin casta. Los toros y el viento, elementos a la contra en una
tarde de voluntad de Rubén Pinar y Pérez Mota. Petardo de Antón Cortés.
Del buen y alentador sueño de la corrida de Adolfo de ayer,
hoy volvimos a despertar para entrar de nuevo en la pesadilla. La pesadilla de
la mansedumbre, la de los toros que en vez de luchar, huyen. Y también la
pesadilla de la falta de casta, de los animales mal presentados e indignos en
una plaza como Madrid... Todo el mundo seguía hablando de los
"adolfos" que, con sus cosas, al menos devolvieron la ilusión y la
emoción por momentos. Pero hoy, en la vigésimo segunda del abono isidril, Don
Samuel Flores nos devolvió al letargo. Aunque, más que Samuel, los culpables de
este nuevo petardo son los señores empresarios. La siempre gentil Taurodelta
eligió el hierro de Samuel Flores como uno de los afortunados para saltar al
ruedo en San Isidro. Con decenas de divisas aptas para poder escoger, los
gestores de Las Ventas volvieron a llamar a una ganadería que lleva fracasando
en Madrid años, por no decir décadas. Y es que, lo peor de todo, es que este
era un petardo absolutamente previsible. La vacada de Samuel Flores está hundida
por la consanguinidad y la mala selección desde hace mucho, pero en cambio, sus
buenas relaciones sociales pesan más que la casta y la bravura. Para esta
corrida, precisamente, había un encierro cinqueño de Dolores Aguirre reseñado.
En un principio se iba a lidiar en marzo, en alguno de los festejos de Semana
Santa. Al final, Taurodelta les dijo a los ganaderos que no, que se anunciaría
en San Isidro. Así estaban las cosas hasta que, a última hora, Dolores Aguirre
se cayó del elenco ganadero y fue sustituida por Samuel Flores. ¿Nos lo pueden
explicar? Y el colmo de los colmos es que, encima, Don Samuel, visto lo que
esta tarde salió por chiqueros, no tenía una corrida propia de Madrid. En
definitiva, que luego no nos quejemos de los desastrosos resultados.
A la postre, el primero fue el ejemplar de mayores opciones
del sexteto. Aunque, claro, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey.
Serio por delante, con unos pitones tocaditos y ligeramente corniabrochados,
por detrás (como el resto de la corrida) no tenía remate. Este, al menos, no
fue una sardina como alguno de sus hermanos. Y el que abrió la corrida cantó
rápido su condición, esa misma que después sería la tónica general: la
mansedumbre. Manso y suelto en los primeros tercios, a la muleta llegó con cierta
transmisión. Tras la ceremonia de la confirmación de alternativa, Pérez Mota
hilvanó una faena con altibajos en la que faltó bajar más la mano y llevar
toreado y enganchado a su enemigo. Muy voluntarioso, logró una estimable y
templada serie con la diestra. El animal, que en todo momento intentó rajarse y
tirar la toalla, metió la cabeza por el pitón derecho. Al final, la voluntad
quedó por encima del lucimiento y tras fallar con la espada, todo quedó en
silencio. Lo del quinto, por su parte, merece un capítulo aparte. Cuando
apareció entre la penumbra de toriles el astado que completaba el lote del
gaditano, por más que pasaran los segundos, lo único que se divisaba eran
pitones y más pitones. Muy serio por delante, sí, pero eso no es un toro de
lidia. El de Samuel era una mezcla de buey y de ciervo. Quizás, alguno de los
que pastan junto a los toros en su finca y que hacen las delicias de los
aficionados a la caza, se escapó y cubrió alguna de las vacas. Si no es así, no
encuentro otra explicación. Algunos aplaudieron de salida (y en el arrastre) al
bicho, aunque esos mismos no se percataron de que todo lo que tenía de cuerna,
no lo tenía de cuajo. Una sardina escurrida y sin remate, ni más ni menos, es
lo que era. Y aquí no sólo las culpas deben ir a parar al ganadero, sino también
a los veterinarios y el presidente. ¿Cómo se les ocurrió aprobar semejante
cornúpeto? El caso es que el “samulo” fue un manso como los demás. Es verdad
que en el último tercio, de vez en cuando, metió la cara pareciendo que
embestía, pero...no nos podemos conformar con tan poco. Pérez Mota lo volvió a
intentar con voluntad y en este turno bajó más la mano consiguiendo algún
muletazo que fue acogido vehementemente por los tendidos. Eso sí, cuando le
tocó la tela o le subió la muleta, el animal pegó varios derrotes muy
violentos. Y si en el otro falló en la suerte suprema, a este lo mató de una
gran estocada que, pese a la ligera travesía en la colocación, fue ejecutada
brillantemente.
Rubén Pinar fue el más destacado de entre los de a pie.
También era fácil. El albaceteño destacó en su primero, un interesante pero
complicado sobrero de Aurelio Hernando que saltó a la arena en sustitución de
un bichejo impresentable e inválido de la ganadería titular. El ofensivo
ejemplar de Aurelio Hernando, jabonero sucio de capa, empujó con los riñones en
el caballo, aunque en el segundo puyazo acabó saliendo suelto. Cumplió en el
primer tercio, pero a partir de entonces comenzó a agriarse. En el comienzo del
trasteo de su matador, ignorando el toque de la muleta de Pinar, el toro le
cogió en una fea voltereta y después lo buscó con saña en el suelo. El de
Tobarra no se afligió y se volvió a poner demostrando oficio y profesionalidad.
Su oponente no fue fácil, ya que no terminaba de humillar e iba midiendo, pero
al menos su movilidad decía algo, tenía interés. Rubén Pinar consiguió algunos
muletazos limpios y después lo mató de una buena estocada. Y si en el tercero
bis pudo al menos demostrar capacidad y valor, en el sexto lo único que hizo
fue correr y perseguir a una res mansa y huidiza. Por más que intentó
sujetarlo, el lucimiento fue imposible ya que en el segundo muletazo el de
Samuel salía de najas.
Y si sus compañeros por lo menos intentaron el esfuerzo por
encima de los elementos (ganado y viento), Antón Cortés no hizo ni eso. Sin
actitud, sus dos labores carecieron del más mínimo compromiso. Siempre citando
con el pico y despidiendo las embestidas hacia fuera, no se quedó quieto ni un
momento, ni tampoco bajó la mano una sola vez. El segundo, su primero, fue un
feo animal deslucido que siempre embistió con la cara a media altura. A este,
Cortés se lo quitó de en medio con un bajonazo infame. También “habilidoso”
estuvo para despachar al descastado cuarto, que además era mirón y medía. Como
balance a su “destacada” actuación escuchó pitos en ambos capítulos.
22ª
abono Feria de San Isidro. Con más de tres cuartos, se lidiaron 5 toros de Samuel Flores (el 2º con el hierro de
Manuela Agustina López Flores),
cornalones y serios por delante, pero mal presentados por sus escurridas
hechuras y su escaso remate por detrás, de manso y descastado juego en
general, y 1 (3º bis) de Aurelio
Hernando, correctamente presentado y complicado.
Antón Cortés: pitos en ambos
Pérez Mota (que confirmaba alternativa): silencio tras aviso
y saludos tras aviso
Rubén Pinar: saludos tras aviso y silencio
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