“EL ARRASTRE SE ACELERA”
Hace ya algún tiempo, un ganadero y buen aficionado de
siempre, me dijo (con mucha contundencia) lo siguiente: “Alejandro, a la fiesta
ya le han dado la puntilla y lo único que falta por saber es cuánto durará su
arrastre”. Después de tardes como las de hoy en Madrid, tengo claro que las
mulillas están actuando con celeridad. Esta tarde en Las Ventas estaba
programado aquel festejo que antaño tenía la fama de ser el más importante de
la temporada. En su momento lo era, no sólo porque la máxima autoridad del país
lo presidía desde el Palco Real, sino porque en él se daban cita los mejores
toreros del momento, junto a la mejor ganadería del mismo. La Corrida de la
Beneficencia era sinónimo de cartel de lujo y de garantía para el aficionado.
La plaza de Las Ventas, además, se engalanaba para tan señalado día. En la
actualidad este festejo recuerda a aquellos que se celebraban hace décadas sólo
por el nombre. Nombre, por cierto, que podría ser revisado porque ya no tiene
mucho sentido. ¿A beneficio de quién se organiza la tradicional Corrida de la
Beneficencia? Antes el carácter benéfico de este festejo era real, ahora, como
digo, tan sólo tiene de benéfico el nombre. Aunque, pensándolo bien, sigue
beneficiando a unos cuantos, claro que éstos no son un colectivo que lo
necesite precisamente. Los que se benefician de este espectáculo no son otros
que los mismos que lo organizan y gestionan: los taurinos. La Comunidad de
Madrid y la empresa de Las Ventas, ellos son los que siguen hinchando sus ya de
por sí nutridos bolsillos.
Pero dejando a un lado estas observaciones, esta tarde en
Madrid volvimos a comprobar como la desvergüenza de estos individuos que
controlan el podrido sistema taurino actual no tiene límites. Un día más, nos
volvieron a estafar. Antaño, esto habría provocado mucho más que protestas.
Probablemente, el coso de la capital habría sido testigo de algún altercado del
orden público provocado por aquellos aficionados indignados por tan magnífica
tomadura de pelo. Pero los tiempos han cambiado y mucho, y al final tan sólo un
par de pancartas en el tendido 7 (por cierto, muy lights) recordaban que la
corrida ya venía lastrada desde por la mañana. O, mejor dicho, desde hace días.
Hoy, Madrid volvió a dar muestras de ser una plaza más, una de tantas que
acuden en “masa” a ver a las figuritas con su torito. Benidorm o Marbella (por
citar dos localidades turísticas y populares) podrían considerarse de
primerísima categoría en comparación con esa que llaman la primera plaza del
mundo. Todos bien vestidos, con el gintonic en una mano, y el puro en la otra,
el público del clavel volvió al coso de la calle de Alcalá como a casa por
Navidad. Hoy no actuaban los modestos, esos que no tienen caché ni son famosos,
hoy regresaban las figuritas, las que cortan el bacalao. Y, además, uno de los
matadores anunciados era, nada más y nada menos, que Morante de la Puebla. Sí,
ese torero que salda sus ferias con una media verónica o un trincherazo, sí
ese. El mismo que la lía todos los años en los corrales por sus exigencias con
el ganado que desea estoquear. Con lo que cobra, con lo que impone, y con lo
que después hace en el ruedo…normal que venga a Madrid dos, tres y cuatro
tardes, lógico. Lo que no entiendo es como sus compañeros de gremio (al de las
figuras me refiero) no hacen lo mismo. Se anuncian con lo que quieren y con
quién quieren, imponen su medio-toro, cobran cantidades ingentes de dinero, ya
casi nadie les protesta…lo raro es que no se peguen tortas por venir. El caso
es que Morante, junto a su apoderado, fue uno de los culpables de que la
corrida de Valdefresno inicialmente reseñada no fuera lidiada, y que el
encierro salmantino tuviera que ser remendado. Él fue uno de los responsables,
pero no el único. El otro implicado, aunque por distinto motivo, fue la
empresa. Taurodelta, con Matilla al frente, intentó liquidar a los ganaderos de
una forma “inapropiada” y al final presionó para que los veterinarios y la
autoridad no reconocieran más animales de Nicolás Fraile. Todo esto es un
resumen brevísimo del escándalo que se desarrolló en las horas previas a que
sonaran clarines y timbales. Lo suyo habría sido que todo el mundo hubiera
expresado su enfado y desaprobación gritando a los cuatro vientos que las
figuritas y empresarios como los que forman Taurodelta están acabando, a
marchas forzadas, con la fiesta de los toros. Pero no hombre no, ¿cómo vamos a
pegar cuatro gritos, a tocar las palmas de tango, y a pitar un poquito? No, por
Dios, eso no es elegante. Es más elegante que, después de que casi nos roben la
cartera delante de nuestras narices, nos partamos las palmas de las manos
aplaudiendo. Y todo esto fue el aperitivo, los preámbulos, porque luego llegó
el festejo en sí, uno más de tantos en los que la casta y la bravura brillan
por su ausencia, así como la pureza y el compromiso entre las labores de los
diestros actuantes. Una tarde más en la que la emoción, aquella que debería ser
omnipotente y omnipresente, no hizo acto de presencia. Pero los del clavel se
fueron a casa contentos porque habían visto a famosillos, políticos e infantas,
y los cuatro aficionados que quedan, una vez más, resignados y cabreados ante
estafas como esta. El ambiente estuvo marcado por un irrespirable taurineo y
politiqueo.
Tras la Beneficencia de este año tengo aún más claro que,
ese ganadero y aficionado que me comentó lo que escribía en las primeras líneas
de este artículo, llevaba razón. Este espectáculo está tan sumamente corrompido
y podrido que no tiene la más mínima esperanza de salvación. Por muchas leyes
que promulguen para protegernos, y aunque todos los antitaurinos del mundo
desaparecieran de un plumazo, mientras la Tauromaquia siga dominada por estos
buitres carroñeros, la fiesta de los toros no tendrá futuro. Lo dicho, el
arrastre…se acelera.
Foto: Javier Arroyo
mas puntual no se podia ser, muy atinados tus comentarios, para q cuidarnos de los que pasan fuera de casa, si el enemigo esta adentro!!!
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