"UN
ESPECTÁCULO"
La interesante corrida de Adolfo Martín, que sortea dos
notables astados, y la actuación de la terna, protagonizan una buena tarde de
toros. Oreja para Ferrera y la plaza en pie para reconocer a la cuadrilla de
Javier Castaño.
Hoy, tras tardes y tardes de aburrimiento y sopor, todos los
que salieron de la plaza de Las Ventas lo hicimos con una sonrisa. El
entretenimiento y, por momentos, la emoción volvieron a Madrid. Y los culpables
del relativo éxito fueron tanto el ganadero, como los toreros (de oro y de
plata). No fue una gran corrida, no, pero el público mantuvo la atención
durante las más de dos horas que duró el festejo. Eso, precisamente eso, fue el
mayor triunfo de la vigésimo primera de abono. Tras corridas infumables por su
mansedumbre y falta de casta, Adolfo Martín trajo algo de esto último y el
espectáculo fue posible. Mil matices le podremos sacar al encierro de hoy, algo
imposible en días anteriores en los que, por más que rebuscaras, no podías
extraer nada bueno. Es verdad que siempre se espera más de esta ganadería con
un palmarés envidiable en no muchos años de historia, e incluso más dureza,
pero al menos hubo variedad, interés, y dos toros de nota. El cuarto
"Baratillo" y el que cerró plaza, "Marinero", ambos
cornipasos y de imponente y preciosa estampa, ofrecieron espectáculo en varas
(en distintas dosis y con matices) y luego muchas embestidas para el triunfo. Y
delante de ellos, dos matadores que protagonizaron una de sus mejores tardes en
Madrid: Antonio Ferrera y Javier Castaño. Ambos, también con matices a
desarrollar, anduvieron a muy buen nivel. El menos afortunado en el sorteo fue
Alberto Aguilar, que con el peor lote se justificó a base de voluntad y valor.
La plaza se llenó y el público se divirtió, ¿qué más se puede pedir visto lo
visto? Y, además, el divertimento no fue fácil ni verbenero, estuvo sostenido
en todo momento por la verdad y la emoción que da la casta, y el compromiso y
entrega del que se viste de luces.
Antonio Ferrera cortó la única oreja de la tarde, en una
labor en la que al final contó más el conjunto que el trasteo en sí. Fue ante
el cuarto, un toro de impresionante trapío. Cornipaso, enseñando las palas,
recordó a aquellos “victorinos” de hace décadas, incluso al toro antiguo.
Aunque pesaba “solo” 517 kilos, el de Adolfo era un “tío”, absolutamente
cuajado y con remate por todas partes. Y cuando empezó a embestir al capote de
Ferrera, el espectáculo comenzó. Qué forma de querer coger las telas, haciendo
el avión, pero todo ello con intensidad, emoción…casta. Cuando sonaron los
clarines para invitar a salir a los del castoreño, run run en la plaza ante las
esperanzadoras y emocionantes primeras arrancadas de “Baratillo”, una reata,
por cierto, de las más importantes, no sólo en esta ganadería, sino también en
la de Victorino Martín. Y “Baratillo”, en cuanto vio el caballo, se fue a por
él. Y tanto empujó, que lo derribó. El tercio de varas iba camino de ser un
auténtico acontecimiento, pero el ejemplar de Adolfo ya se resistió más a
regresar al peto. Le colocó su matador varias veces en suerte (una de ellas en
el mismísimo centro del ruedo), pero el astado tardeó y comenzó a escarbar. Al
final, ya más cerrado, aunque a una distancia considerable, se arrancó y volvió
a empujar. No habría estado de más verlo en una tercera vara, pero así es la
Tauromaquia de hoy… El tercio de banderillas llevó, como de costumbre, la firma
del propio Ferrera. Muy torero en todo momento, fue un buen segundo tercio en
el que él mismo colocó a su enemigo, clavó los palos en distintas suertes
(cuarteando, de dentro afuera o al quiebro), y casi siempre colocó los
rehiletes en la cara y no a toro pasado. Lo malo fue que este tercio se
eternizó y las pausas que surgieron en él acabaron castigando en exceso al
toro. Encastado ante todo fue “Baratillo”, animal que a pesar de ello tuvo
nobleza y quiso coger la muleta siempre por abajo, como los bravos. Se desplazó
con mucha transmisión en los primeros muletazos, aunque después se empezó a
apagar. La larga lidia a la que fue sometido, los puyazos, y el encimismo de
Ferrera terminaron por ahogar a un astado que pedía algo más de distancia. El
extremeño logró muletazos de estimable templanza, aunque la faena no terminó de
romper. A pesar de ello, la capacidad e inteligencia lidiadora que demostró
durante toda la tarde tuvieron su recompensa en forma de una oreja bastante
protestada y muy justita. La estocada, ligeramente atravesada, fue ejecutada de
forma perfecta, realizando Antonio Ferrera la suerte suprema a tres tiempos. El
que abrió plaza, el de mayor tamaño de la corrida, fue también aplaudido de
salida. Derribó al caballo que guardaba la puerta demostrando bravura al
empujar con los riñones, y con la cara fija y abajo. En el segundo puyazo
también cumplió. Pero tras el primer tercio, la intensidad bajó mucho. Este
primero fue una de las dos reses que tuvieron la fuerza en el límite, llegando
a doblar las manos en alguna ocasión. Fue noble, demasiado noble un animal al
que le faltó, además de fortaleza, más carbón y casta. La faena de Ferrera, que
antes había puesto al público en pie con las banderillas, tuvo también
templanza y en ella hubo muletazos estimables, pero faltó más transmisión por
parte del toro. Tras un arrimón y una buena estocada, saludó una ovación.
Una oreja tenía cortada Javier Castaño en el sexto pero, una
vez más, la espada se cruzó en su camino. Castaño mató su segundo en último
lugar porque tuvo que pasar a la enfermería tras estoquear al segundo de la
tarde. Tras sufrir un pitonazo, tuvo que salir con su mano derecha vendada para
poder lidiar y estoquear al que había sido enchiquerado como quinto. “Marinero”
se llamaba, un precioso ejemplar cárdeno claro de capa, muy cornipaso, y de
preciosa y muy seria lámina. En una palabra: trapío. Cuando apareció por la puerta
de chiqueros fue fuertemente ovacionado, con el tendido 7 en pie. Y también
ovación “escuchó” ya muerto cuando era arrastrado por las mulillas. Este
“Marinero” fue el otro toro de la tarde. Bravo en el tercio de varas, se
arrancó de lejos en tres puyazos que fueron ejecutados magistralmente por el
gran Tito Sandoval. Tito dio una lección de cómo se debe mover el caballo con
naturalidad, pero autoridad, y como se debe echar el palo dando antes los
pechos del caballo. “Marinero” se arrancó con alegría (aunque después no
terminó de empujar con convicción en el peto) y la plaza se puso en pie. De
nuevo, después de mucho tiempo, Las Ventas volvía a ovacionar de pie a un toro
y a un picador en un momento mágico, cargado de emoción. Pero aquí no terminó
todo, ya que a continuación salió en escena el resto de la cuadrilla de
Castaño. David Adalid y Fernando Sánchez nos deleitaron con un sensacional
tercio de banderillas. Ambos dieron todas las ventajas al toro, fueron andando
a la cara, sacaron los palos de abajo, y clavaron con absoluta pureza
asomándose al balcón. Los dos se desmonteraron al igual que en el segundo de la
tarde. Por fin, variedad, entretenimiento total, y el resto de tercios al
margen del de muleta, también protagonistas. Tras el maremoto de Tito y de dos
de sus hombres de plata, Javier Castaño comenzó la faena de muleta. Con la
montera calada en un gesto de torero añejo, el salmantino firmó un fantástico
inicio cargado de templanza y torería. Al de Adolfo, por su parte, sólo le
faltó un punto más de transmisión y picante para que hubiera sido el toro
perfecto. Humilló mucho, tuvo recorrido, calidad…todas las virtudes del encaste
Albaserrada-Saltillo. Y todo con su punto de casta, con nobleza pero sin ser
tonto y dotando de importancia todo lo que su matador realizaba. Éste firmó un
trasteo con altibajos en el que, por momentos, faltó bajar más la mano y no
rematar los muletazos hacia arriba. Pero igual que hubo puntos a mejorar,
Castaño logró naturales realmente sobresalientes, ejecutados con pureza, muy
bien colocado. Se la jugó porque, pese a su manifiesta bondad, el toro no
perdonaba y sabía lo que se quedaba atrás. Tenía el trofeo, pero pinchó en una
ocasión y dejó una estocada muy tendida después. Quizás, la herida de la mano
influyó en el poco acierto estoqueador. Como premio, dio una vuelta al ruedo
clamorosa. Y “Marinero”, al igual que “Baratillo”, fue ovacionado en el
arrastre. El primero del lote de Castaño no fue, ni de lejos, como su segundo.
El animal, el único que bajaba en presentación del sexteto, no hizo nada
reseñable en el caballo y después demostró falta de casta y movilidad en el
último tercio. El primer muletazo se lo tragaba, pero en el segundo pegaba un
hachazo de enorme violencia. Castaño se intentó justificar poniéndose en el
sitio y con la muleta a media altura, pero el lucimiento se tornó imposible.
Aquí también estuvo mal con la espada.
Y si sus compañeros se llevaron cada uno un toro bueno,
menos fortuna tuvo el sustituto del herido Iván Fandiño. En su cuarto paseíllo en
Madrid durante este mes, Alberto Aguilar tan sólo pudo dejar constancia de su
valor y de voluntad. Posee un buen concepto del toreo que ya ha demostrado,
pero hoy quedó inédito y casi no tuvo opción. El tercero, noble y de buena
condición, anduvo también muy justo de fuerzas y falto de chispa. Aguilar
extrajo en este turno algunos naturales largos y templados, pero fueron muy
contados y la ligazón no fue posible. Ante el quinto (que debió salir en sexto
lugar) tuvo las cosas más difíciles. Este de Adolfo fue el que más se pareció a
las llamadas alimañas. Más complicado, áspero y agrio, estuvo desde salida muy
agarrado al piso y no tuvo continuidad en la embestida.
21ª
abono Feria de San Isidro. Las Ventas. Con lleno en los tendidos, se lidiaron
6 toros de Adolfo Martín, muy bien
presentados (salvo el 2º), serios y rematados, pero muy en el tipo de la
casa, y de juego desigual. Destacaron 4º y 6º, bastante bravos en varas y
luego de buen juego en la muleta, más encastado el primero y más con más
calidad el que cerró plaza. 1º y 3º nobles pero flojos; 5º complicado.
Antonio Ferrera: saludos tras leve petición y orejas con algunas
protestas
Javier Castaño: silencio y vuelta al ruedo
Alberto Aguilar: saludos y silencio tras aviso
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