sábado, 10 de mayo de 2014

Crónica 1ª Feria de San Isidro 2014

“PARA EMPEZAR, ABURRIMIENTO”

Huele a flores en Madrid, a primavera, a toros, y eso es señal inequívoca de que ha llegado la Feria de San Isidro, el ciclo taurino más importante de la temporada y que tiene como escenario la plaza de toros más importante del mundo: Las Ventas. Y, efectivamente, ayer 9 de mayo volvieron a sonar con fuerza clarines y timbales para una nueva isidrada, además con la novedad de haber recuperado su forma inicial de las treinta tardes consecutivas, sin añadidos ni inventos cursis que no tenían sentido y a nadie convencían. Por fin, en este 2014, no tendremos ni Feria del Aniversario ni del Arte y la Cultura. Tenemos San Isidro, ¿para qué más?

Y así, con casi 30 grados (parecía que terminábamos la feria ya allá por el mes de junio) y un sol de justicia, los aficionados volvían a reencontrarse después de casi un año para ver el primer festejo del abono. Y, cómo no, Taurodelta nos había preparado para abrir boca un cartel que ya desde antes de las siete de la tarde a muchos nos daba la sensación de que no podía terminar muy bien. Y así fue. Desgraciadamente, no nos equivocamos. Ni la ganadería anunciada, ni los toreros (ambos clásicos en esta plaza) contribuyeron a que regresáramos a casa con una primera sonrisa isidril. 

Volvía Valdefresno a Madrid tras su desastroso paso por la Corrida de la Beneficencia del pasado año. Esta vez no hubo problemas en los corrales, pero el resultado final tampoco fue el que los ganaderos hubieran deseado. El encierro estuvo correctamente presentado, serio por delante y, en general, en tipo del encaste y la procedencia Atanasio-Lisardo aunque con algunas desigualdades. El tercero, por ejemplo, fue protestado de salida porque sus ofensivas defensas no podían esconder su fina cara y feas y altas hechuras. El sexto, en cambio, muy bajo, cortito de manos, rizado en los cuartos delanteros, rematado y musculoso era el prototipo de toro de Lisardo. Y a la de Valdefresno le faltó fundamentalmente casta. Fue un encierro mansito, muy suelto y frío en los primeros tercio y que llegó al final sin terminar de romper ni transmitir.

La materia prima no fue la mejor, bien es verdad, pero los de luces tampoco demostraron grandes cosas. El más joven, el mexicano Diego Silveti, logró los momentos de más intensidad de la tarde ya casi en el tiempo de descuento. Al final de su faena al sexto, que ya le había prendido una vez, se marchó a por la espada para después disponerse a concluir su trasteo por bernadinas. Su oponente no era nada claro, sobre todo porque se violentaba en las cercanías, y Silveti además no le tocó con la suficiente contundencia como para cambiar el viaje. Se presagiaba la voltereta y la voltereta llegó. Mostró valentía y voluntad el torero azteca, algo es algo. Antes, en el resto de su actuación, había evidenciado falta de técnica en dos faenas en las que nunca llegó a acoplarse y en las que faltó muchísima limpieza y lucimiento. Por su parte, Daniel Luque, torero acomodado y arropado por el sistema donde los haya, al menos esta vez mostró algo más de actitud. Y esto ya es toda una noticia. Lo intentó con el capote en ambos turno, aunque esta vez no sacó nada en claro. Y en la muleta, con sus dos enemigos hizo lo mismo: acompañar las embestidas, que no torear. Y, además, aprovechando la querencia de los animales a tablas, para no molestarlos ni meterse con ellos y, todo ello, con el pico. Al menos, parte del público recriminó su ventajista colocación y se metió con él. Su primero fue un mansito que se rajó en el segundo muletazo, pero en cambio el quinto fue el mejor de la corrida. Sin ser sobresaliente, el de los hermanos Fraile mostró nobleza y calidad en la muleta, cualidades que no terminó de aprovechar Luque. Y abriendo el cartel actuaba otro matador de sobra conocido en Madrid: David Mora. Lo mejor de su tarde fue el recibimiento a la verónica a su primero, muy templadito. Después, en la muleta quedó inédito por la descastada y floja condición del astado. En el cuarto dio pases, pero ahí quedó la cosa y además pegó un soberano sainete con la espada.


Foto: Juan Pelegrín

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