No es moco de pavo debutar con picadores en una plaza de la categoría y responsabilidad de Sevilla y para empezar ese es un gesto que hay que cantar. Actualmente en el escalafón novilleril, y por extensión en el conjunto de la fiesta, faltan novedades, apuestas fuertes que conmocionen a los aficionados. Antiguamente si era más común que se produjeran estos fenómenos y situaciones, pero desgraciadamente eso se ha ido perdiendo. Pero todavía nos quedan esperanzas después de ver a un joven novillero madrileño, de veinte años, llamado Gonzalo Caballero. La imagen que mostró Gonzalo en su debut con los del castoreño fue la de un toreo que posee un valor y una entrega privilegiados. A pesar de las leves pinceladas de toreo bueno que pudo dejar en Sevilla, los que conocemos su trayectoria y hemos tenido la oportunidad de verle en más de una ocasión como novillero sin caballos, sabemos que además del increíble valor que demostró ante la complicada y exigente novillada de Fuente Ymbro, Caballero sabe torear y muy bien. Además de ese sincero y seco valor que tanto llama la atención, el de Torrejón de Ardoz practica un toreo clásico, de mano baja y largura y templanza en los muletazos. Pero si hay algo que lo diferencia de los demás es su concepto del toreo, su concepto de pureza y verdad sin ventajas. El joven novillero siempre intenta estar bien colocado, cruzado y tirar del toro hacia adentro y no hacia fuera como tan de moda está en la actualidad. Con los riñones encajados y la figura relajada, intenta siempre cargar la suerte y muletear como mandan los cánones. Muchas de estas cosas no las pudo o supo enseñar el pasado viernes, pero seguro las podrá demostrar en próximas ocasiones y a lo largo de la larga y fructífera carrera que se le atisba. Eso sí, en el toreo el valor es algo que hay que saber controlar y dosificar porque los toros perdonan una y dos veces, pero a la tercera la cornada se hace presente y entonces la situación y las ideas predeterminadas cambian mucho. Muchos afirmarán que fue precipitado y una locura poner a Gonzalo Caballero en Sevilla ya que podría haber ocurrido una desgracia. Parte de razón llevan los que piensan así, pero también debemos recordar que la tragedia y el riesgo siempre están y deben estar presentes en el ruedo de una plaza de toros. Pero para poder triunfar y tener futuro en la difícil profesión de matador de toros, hay que tener una base técnica muy importante y mucho oficio. Está claro que a Gonzalo Caballero le faltan ambas cosas y que debe trabajar duro para ir adquiriéndolo, pero esa técnica y oficio, como digo, lo da el tiempo y se debe ir asumiendo con mucha paciencia. Pero es que es casi imposible que este chaval tenga todas estas cosas cuando recordemos lleva en esto un par de años (desde que debutó de luces como novillero sin caballos). Por eso, sus apoderados deberán hacer un profundo ejercicio de reflexión para darse cuenta si están yendo demasiado rápido y si Gonzalo está preparado para tan grandes y serios compromisos. Un valiente y arriesgado quite por gaoneras, con el capote a la espalda en el centro del ruedo maestrante, fue la tarjeta de presentación de Caballero en el segundo de la tarde. El tercero, y primero de su lote, fue un animal que, como la mayoría de sus hermanos, estuvo mal presentado y que era una autentica raspa. El de Ricardo Gallardo fue además un ejemplar de gran brusquedad y violencia que no tuvo nada de clase y que al segundo muletazo se quedaba debajo y buscaba al torero. Por la condición del utrero, Gonzalo, vestido de un precioso terno azul marino muy oscuro y oro, tuvo que tirar de valor y recursos para plantear un trasteo en el que fue cogido hasta en tres ocasiones y en el que se salvó de milagro de la cornada. No se arrugó el debutante y siempre volvió a la cara de su enemigo sin mirarse. Antes de entrar a matar dejó un final, de nuevo, de infarto por unas ajustadas manoletinas. Y llegó la estocada que tuvo buena colocación, pero inmejorable ejecución. Muchos no se fijarían, pero el madrileño se tiró al morrillo con excelsa rectitud y saliendo por el rabo. Así se deben matar los toros. Una oreja como premio a su valor y arrojo. Al sexto lo recibió en el centro de la plaza por chicuelinas y, de nuevo, se vivió otro momento de peligro cuando le desarmó e hizo hilo y a punto estuvo de cornearle en la cara cuando Gonzalo estaba en el suelo después de una frustrada carrera. El que cerró plaza tuvo un comportamiento similar al del resto de la novillada: fue vulgar, complicado y exigente. Eso sí, tuvo más opciones que el tercero. La presión de la tarde y el comportamiento de su lote, muy a contra estilo, hicieron mella en Caballero que en este si tuvo más momentos en los que no encontró el sitio ni las teclas necesarias para haber conseguido alguna serie o muletazo lucido. Gonzalo Caballero es un diamante, pero un diamante en bruto y, por lo tanto, con mucho que pulir para poder llegar a brillar como muchos creemos puede hacer.
"HORTELANO" SUPERÓ A ADRIÁN
Fernando Adrián volvió a dejar muchas dudas en el aire y se dejó ir a un extraordinario novillo de Fuente Ymbro. “Hortelano” tenía por nombre el quinto, animal que cumplió a la perfección con el dicho de “no hay quinto malo”. El de la divida verde tuvo todo lo que debe tener un toro bravo: casta, nobleza, clase, entrega, fijeza, prontitud, humillación…sin duda fue toro de dos orejas y tan sólo una cortó su matador. A Fernando Adrián le sobraron ventajas y le faltó rotundidad. Construyó una faena que tuvo momentos buenos y de interés, pero que no tuvo remate y en la que abundó el ventajismo. Siempre con la pierna retrasada, descargando clamorosamente la suerte y muy despegado del astado, tiró de él con templanza y profundidad y la mano muy baja. Y esto último está muy bien, pero cuando se realiza sin pureza no transmite ni tiene el mérito obligado. A pesar de que el madrileño le exigió, “Hortelano” duró muchísimo y terminó su larga lidia con la boca cerrada y sin dejar de galopar y embestir con gran alegría. Tras una estocada que cobró a la primera, recibió una oreja tras fuerte petición de la segunda y dio una excesiva vuelta al ruedo. Por su parte, el gran ejemplar del hierro gaditano recibió una fuerte ovación en el arrastre. El primero de su lote, el segundo, estuvo mejor presentado y fue algo más serio que sus hermanos. Empezó embistiendo con viveza el animal y acudió bravo al primer encuentro con el picador. En la muleta fue un astado bravo, pronto y con transmisión, pero brusco en su embestida. Eso sí, cuando se le hicieron las cosas bien y con templanza, respondió mejor. Al final, cantó la gallina. Fernando Adrián anduvo también voluntarioso y demostró ser el novillero más cuajado y con más oficio de los tres. Mal con los aceros, recibió silencio tras aviso.
JAVIER JIMÉNEZ, GANAS Y VALOR
Javier Jiménez no tuvo tanta suerte como su compañero Fernando Adrián en el sorteo y tan sólo pudo dejar constancia de sus ganas y valor. El que rompió plaza y, por consiguiente, el ciclo taurino sevillano, estuvo falto de seriedad por delante y remate por detrás. Si la presentación no fue buena, el juego no fue mucho mejor. El de Fuente Ymbro se movió bastante y tuvo castita, pero fue complicado, no regaló nunca las embestidas y salió casi siempre de los muletazos con la cara alta desluciendo la labor del de Espartinas. Éste fue de menos a más y lo mejor fue el final de su trasteo en el momento en el que se cruzó y expuso mucho, se asentó en el albero y consiguió algún derechazo estimable. Antes no terminó de encontrar el sitio al novillo y anduvo algo acelerado. Muy mal con la espada y, tras dos avisos, silencio. El cuarto (para no desentonar en el conjunto del encierro) fue feo y una raspa. Además, el segundo del lote de Jiménez tuvo junto a la brusquedad y la falta de clase, muy malas ideas y peligro. Lo mejor de la actuación de Javier (y lo único casi pudo hacer) fue la buena estocada con la que derribó a la “perla” que le correspondió en suerte.
1ª Feria de Abril de Sevilla (novillada picada) con media plaza, se lidiaron 6 novillos de Fuente Ymbro, desiguales de presentación aunque en líneas generales fue un encierro mal presentado y feo de hechuras y de complicado y exigente juego en general. Destacó el extraordinario 5º. 1º encastado aunque exigente; 2º encastado pero brusco, le faltó clase; 3º complicado y exigente; 4º muy complicado y peligroso; 5º extraordinario y muy completo; 6º exigente aunque con fondo de casta. Javier Jiménez (grana y oro): silencio tras dos avisos y saludos Fernando Adrián (verde manzana y oro): silencio tras aviso y oreja tras fuerte petición de la segunda y dos vueltas al ruedo Gonzalo Caballero, que debutaba con picadores, (azul marino muy oscuro y oro): oreja y silencio |
A mi sinceramente Gonzalo Caballero no me gustó. Una cosa es valor y otra arrimarse sin ton ni son. Estábamos incómodos viéndolo. El toro se le metía por dentro y no hacía nada. Para mi gusto le falta colocación.
ResponderEliminarEs verdad que está empezando y le queda mucho que aprender, pero pienso que ese no es el camino.
Fernando Adrián me gustó, pero esperaba más de él.
Javier Jiménez, por el que apuesto hace un tiempo, me defraudó bastante. Esperaba verlo más maduro.
Espero que les vaya bien a los tres, la fiesta necesita nuevos toreros.