jueves, 6 de junio de 2013

Artículo Corrida de la Beneficencia

“EL ARRASTRE SE ACELERA”
Hace ya algún tiempo, un ganadero y buen aficionado de siempre, me dijo (con mucha contundencia) lo siguiente: “Alejandro, a la fiesta ya le han dado la puntilla y lo único que falta por saber es cuánto durará su arrastre”. Después de tardes como las de hoy en Madrid, tengo claro que las mulillas están actuando con celeridad. Esta tarde en Las Ventas estaba programado aquel festejo que antaño tenía la fama de ser el más importante de la temporada. En su momento lo era, no sólo porque la máxima autoridad del país lo presidía desde el Palco Real, sino porque en él se daban cita los mejores toreros del momento, junto a la mejor ganadería del mismo. La Corrida de la Beneficencia era sinónimo de cartel de lujo y de garantía para el aficionado. La plaza de Las Ventas, además, se engalanaba para tan señalado día. En la actualidad este festejo recuerda a aquellos que se celebraban hace décadas sólo por el nombre. Nombre, por cierto, que podría ser revisado porque ya no tiene mucho sentido. ¿A beneficio de quién se organiza la tradicional Corrida de la Beneficencia? Antes el carácter benéfico de este festejo era real, ahora, como digo, tan sólo tiene de benéfico el nombre. Aunque, pensándolo bien, sigue beneficiando a unos cuantos, claro que éstos no son un colectivo que lo necesite precisamente. Los que se benefician de este espectáculo no son otros que los mismos que lo organizan y gestionan: los taurinos. La Comunidad de Madrid y la empresa de Las Ventas, ellos son los que siguen hinchando sus ya de por sí nutridos bolsillos.

Pero dejando a un lado estas observaciones, esta tarde en Madrid volvimos a comprobar como la desvergüenza de estos individuos que controlan el podrido sistema taurino actual no tiene límites. Un día más, nos volvieron a estafar. Antaño, esto habría provocado mucho más que protestas. Probablemente, el coso de la capital habría sido testigo de algún altercado del orden público provocado por aquellos aficionados indignados por tan magnífica tomadura de pelo. Pero los tiempos han cambiado y mucho, y al final tan sólo un par de pancartas en el tendido 7 (por cierto, muy lights) recordaban que la corrida ya venía lastrada desde por la mañana. O, mejor dicho, desde hace días. Hoy, Madrid volvió a dar muestras de ser una plaza más, una de tantas que acuden en “masa” a ver a las figuritas con su torito. Benidorm o Marbella (por citar dos localidades turísticas y populares) podrían considerarse de primerísima categoría en comparación con esa que llaman la primera plaza del mundo. Todos bien vestidos, con el gintonic en una mano, y el puro en la otra, el público del clavel volvió al coso de la calle de Alcalá como a casa por Navidad. Hoy no actuaban los modestos, esos que no tienen caché ni son famosos, hoy regresaban las figuritas, las que cortan el bacalao. Y, además, uno de los matadores anunciados era, nada más y nada menos, que Morante de la Puebla. Sí, ese torero que salda sus ferias con una media verónica o un trincherazo, sí ese. El mismo que la lía todos los años en los corrales por sus exigencias con el ganado que desea estoquear. Con lo que cobra, con lo que impone, y con lo que después hace en el ruedo…normal que venga a Madrid dos, tres y cuatro tardes, lógico. Lo que no entiendo es como sus compañeros de gremio (al de las figuras me refiero) no hacen lo mismo. Se anuncian con lo que quieren y con quién quieren, imponen su medio-toro, cobran cantidades ingentes de dinero, ya casi nadie les protesta…lo raro es que no se peguen tortas por venir. El caso es que Morante, junto a su apoderado, fue uno de los culpables de que la corrida de Valdefresno inicialmente reseñada no fuera lidiada, y que el encierro salmantino tuviera que ser remendado. Él fue uno de los responsables, pero no el único. El otro implicado, aunque por distinto motivo, fue la empresa. Taurodelta, con Matilla al frente, intentó liquidar a los ganaderos de una forma “inapropiada” y al final presionó para que los veterinarios y la autoridad no reconocieran más animales de Nicolás Fraile. Todo esto es un resumen brevísimo del escándalo que se desarrolló en las horas previas a que sonaran clarines y timbales. Lo suyo habría sido que todo el mundo hubiera expresado su enfado y desaprobación gritando a los cuatro vientos que las figuritas y empresarios como los que forman Taurodelta están acabando, a marchas forzadas, con la fiesta de los toros. Pero no hombre no, ¿cómo vamos a pegar cuatro gritos, a tocar las palmas de tango, y a pitar un poquito? No, por Dios, eso no es elegante. Es más elegante que, después de que casi nos roben la cartera delante de nuestras narices, nos partamos las palmas de las manos aplaudiendo. Y todo esto fue el aperitivo, los preámbulos, porque luego llegó el festejo en sí, uno más de tantos en los que la casta y la bravura brillan por su ausencia, así como la pureza y el compromiso entre las labores de los diestros actuantes. Una tarde más en la que la emoción, aquella que debería ser omnipotente y omnipresente, no hizo acto de presencia. Pero los del clavel se fueron a casa contentos porque habían visto a famosillos, políticos e infantas, y los cuatro aficionados que quedan, una vez más, resignados y cabreados ante estafas como esta. El ambiente estuvo marcado por un irrespirable taurineo y politiqueo.

Tras la Beneficencia de este año tengo aún más claro que, ese ganadero y aficionado que me comentó lo que escribía en las primeras líneas de este artículo, llevaba razón. Este espectáculo está tan sumamente corrompido y podrido que no tiene la más mínima esperanza de salvación. Por muchas leyes que promulguen para protegernos, y aunque todos los antitaurinos del mundo desaparecieran de un plumazo, mientras la Tauromaquia siga dominada por estos buitres carroñeros, la fiesta de los toros no tendrá futuro. Lo dicho, el arrastre…se acelera.

Foto: Javier Arroyo